Si una mañana te encuentras echando una cabezadita en tu habitual trayecto en el Metro o estás acurrucado leyendo el HuffPost en tu móvil y te sobresaltan unos chicos pegando gritos en el vagón, no le des a la palanca de alarma, es solo teatro.
Si en un rapto romántico viajas a tu castillo favorito en ruinas y te encuentras a tres personajes velando un ataúd con un plato de garbanzos dentro, no invoques a las meigas, ni pienses que la santa compaña te ha venido a buscar, es solo teatro.
Y si una tarde de noviembre, sales a la plaza de la Cebada en Madrid y te encuentras con cuarenta personas interpretando el Don Juan Tenorio de Zorrilla gratis para el público del barrio, alucina... es teatro.
El Tenorio en la plaza de la Cebada. Foto cortesía de Alma Viva.
El teatro sale cada vez más al encuentro con el público allá donde está (y no es que Mahoma no vaya a la montaña, afortunadamente). Una de las tendencias teatrales más presentes hoy día consiste en obras que van más allá de los circuitos tradicionales, institucionales y comerciales y exploran la posibilidad de los espacios alternativos.
No hace falta remontarse a los ejemplos clásicos en los que el teatro salía a la calle (el teatro de Carnaval callejero, la mojiganga clásica, el teatro de carnaval argentino, etc.) ni a la rica escena de microteatro en el continente americano, cualquiera que haya observado la actividad de espacios comerciales como La casa de la portera en la Calle Abades nº24 de Madrid, el ya muy asentado Microteatro por dinero que tiene lugar en un antiguo burdel en la C/ Ballesta, 4, también en Madrid o sus primos lírico-burlescos del Prostíbulo Poético de Barcelona a su vez inspirado en The Poetry Brothel de Nueva York saben de sobra que gran parte del mejor teatro que se está haciendo se encuentra precisamente fuera de los teatros.
Y esto sigue en expansión. José Martret y Alberto Puraenvidia, los mismos productores de La casa de la portera han fundado ahora La pensión de las pulgas en honor a un cuplé hecho en memoria de la bella Chelito que otrora fuera la primera mujer empresaria teatral española (compró lo que ahora conocemos como el Teatro Muñoz Seca y lo llamó el Chantecler). Entre otras cosas, han realizado una impactante versión de Macbeth que pasado por el túrmix de Mad Men se convierte en el Macbeth International Group, una empresa-fortaleza a la que han rebautizado como MBIG.
En esta línea comprometida resulta todavía más provocadora políticamente la propuesta de Trasto Teatro, compañía de Morón de la Frontera (Sevilla), quienes hacen teatro en un piso compartido de Málaga. Llevan más de cinco temporadas haciendo lo que ellos denominan "Teatro de la Decepción", una dramaturgia peculiar en la que sobrevuelan Vattimo, Lipovetsky y Marcuse. Han montado tres espectáculos en el salón de su casa y por allí han pasado más de 4.000 personas. Con su último espectáculo, Los Satisfechos (estrenado el 12 de octubre del 2012 en el salón de su casa), han sobrepasado las 100 funciones. El pasado 7 de marzo, sábado 8 y domingo 9 actuaron en la interesantísima sala Nave 73 (C/ Palos de la Frontera 5) de Madrid. Y no paran, ahora planean tomar el castillo del pueblo, en ruinas desde hace tiempo, para convertirlo en un laboratorio escénico.
El último representante de esta corriente podría ser la compañía de César Barló, AlmaViva Teatro, quienes tienen por costumbre ponerlo todo perdido de teatro en los lugares más insospechados. Por ejemplo, por medio de un crowdfunding mantienen desde hace tres temporadas el Don Juan en la Plaza de la Cebada en Madrid alrededor de la noche de los santos. La plaza se transforma en un teatro vivo a partir de siete espacios en los que tiene lugar una comunión entre el público, mucho del barrio, y siete donjuanes, cuatro doñaineses y múltiples secundarios. No en vano, el espectáculo ha llamado la atención de El País. Los espectadores se desplazan por las distintas escenas de modo que tienen que pisar el espacio completo hasta hacerlo suyo con la ayuda de las ciento treinta personas de la producción.
La misma compañía, junto con el Instituto del Teatro de Madrid, ha propuesto una adaptación de Fuenteovejuna titulada Fuenteovejuna. Ensayo desde la violencia para una corrala en Aranjuez (c/Montesinos 56, próximas representaciones el 25 y 26 de abril). Este proyecto nació de los vecinos y procura la rehabilitación de este espacio urbano. La corrala data de los tiempos de Alfonso XIII, quien era aficionado según dicen a los vermuts de la Taberna del tío mangas en una de las esquinas del edificio y alberga ahora una dramaturgia con textos contemporáneos con noticias sobre la violencia de género junto al clásico de Lope. De igual modo, ambas instituciones han organizado Crono-Teatro: una serie de piezas en las que, a partir del 22 de abril, unos nuevos cómicos de la legua te van a asaltar en el andén del Metro en Madrid con micro-obras de distintos temas.
Fuenteovejunta. Foto cortesía de Alma Viva.
Abiertamente las propuestas de Trasto, AlmaViva y, en menor medida, las porteras, las pulgas y las putas intentan que el público se impregne del espacio teatral, que lo reconozcan y hagan suyo. Las versiones más comprometidas procuran la rehabilitación del espacio (no hay más que ver el suelo de la corrala de Aranjuez antes y después), favorecen el encuentro del teatro con la gente normal (el convivio que diría un pedante), la participación del espectador y la ruptura con las reglas tradicionales del acercamiento burgués al teatro (incluso en la sala más alternativa se mantiene la barrera entre espectador y actor). Son espectáculos efímeros que tienen que montarse y desmontarse cada día y que están forzados por el espacio que los alberga, cada uno pide su obra. Es una propuesta asamblearia que plantea problemas sociales y que, a veces, lo consigue.
En un momento de la puesta en escena de Fuenteovejuna en medio de un parlamento tomado del Woyzeck de Büchner sobre la virtud y el dinero ("¿El dinero? Bueno, es que todo tiene que ver con el dinero. Sin dinero, ¿Cómo se las apaña la gente?") una señora gritó "¡Pues robando, en sobres!". Quizá el teatro fuera del teatro sea una estrategia de supervivencia fuera de los circuitos tradicionales, pero, desde luego, que sirve también como despertador de conciencias.
Si en un rapto romántico viajas a tu castillo favorito en ruinas y te encuentras a tres personajes velando un ataúd con un plato de garbanzos dentro, no invoques a las meigas, ni pienses que la santa compaña te ha venido a buscar, es solo teatro.
Y si una tarde de noviembre, sales a la plaza de la Cebada en Madrid y te encuentras con cuarenta personas interpretando el Don Juan Tenorio de Zorrilla gratis para el público del barrio, alucina... es teatro.
El Tenorio en la plaza de la Cebada. Foto cortesía de Alma Viva.
El teatro sale cada vez más al encuentro con el público allá donde está (y no es que Mahoma no vaya a la montaña, afortunadamente). Una de las tendencias teatrales más presentes hoy día consiste en obras que van más allá de los circuitos tradicionales, institucionales y comerciales y exploran la posibilidad de los espacios alternativos.
No hace falta remontarse a los ejemplos clásicos en los que el teatro salía a la calle (el teatro de Carnaval callejero, la mojiganga clásica, el teatro de carnaval argentino, etc.) ni a la rica escena de microteatro en el continente americano, cualquiera que haya observado la actividad de espacios comerciales como La casa de la portera en la Calle Abades nº24 de Madrid, el ya muy asentado Microteatro por dinero que tiene lugar en un antiguo burdel en la C/ Ballesta, 4, también en Madrid o sus primos lírico-burlescos del Prostíbulo Poético de Barcelona a su vez inspirado en The Poetry Brothel de Nueva York saben de sobra que gran parte del mejor teatro que se está haciendo se encuentra precisamente fuera de los teatros.
Y esto sigue en expansión. José Martret y Alberto Puraenvidia, los mismos productores de La casa de la portera han fundado ahora La pensión de las pulgas en honor a un cuplé hecho en memoria de la bella Chelito que otrora fuera la primera mujer empresaria teatral española (compró lo que ahora conocemos como el Teatro Muñoz Seca y lo llamó el Chantecler). Entre otras cosas, han realizado una impactante versión de Macbeth que pasado por el túrmix de Mad Men se convierte en el Macbeth International Group, una empresa-fortaleza a la que han rebautizado como MBIG.
En esta línea comprometida resulta todavía más provocadora políticamente la propuesta de Trasto Teatro, compañía de Morón de la Frontera (Sevilla), quienes hacen teatro en un piso compartido de Málaga. Llevan más de cinco temporadas haciendo lo que ellos denominan "Teatro de la Decepción", una dramaturgia peculiar en la que sobrevuelan Vattimo, Lipovetsky y Marcuse. Han montado tres espectáculos en el salón de su casa y por allí han pasado más de 4.000 personas. Con su último espectáculo, Los Satisfechos (estrenado el 12 de octubre del 2012 en el salón de su casa), han sobrepasado las 100 funciones. El pasado 7 de marzo, sábado 8 y domingo 9 actuaron en la interesantísima sala Nave 73 (C/ Palos de la Frontera 5) de Madrid. Y no paran, ahora planean tomar el castillo del pueblo, en ruinas desde hace tiempo, para convertirlo en un laboratorio escénico.
El último representante de esta corriente podría ser la compañía de César Barló, AlmaViva Teatro, quienes tienen por costumbre ponerlo todo perdido de teatro en los lugares más insospechados. Por ejemplo, por medio de un crowdfunding mantienen desde hace tres temporadas el Don Juan en la Plaza de la Cebada en Madrid alrededor de la noche de los santos. La plaza se transforma en un teatro vivo a partir de siete espacios en los que tiene lugar una comunión entre el público, mucho del barrio, y siete donjuanes, cuatro doñaineses y múltiples secundarios. No en vano, el espectáculo ha llamado la atención de El País. Los espectadores se desplazan por las distintas escenas de modo que tienen que pisar el espacio completo hasta hacerlo suyo con la ayuda de las ciento treinta personas de la producción.
La misma compañía, junto con el Instituto del Teatro de Madrid, ha propuesto una adaptación de Fuenteovejuna titulada Fuenteovejuna. Ensayo desde la violencia para una corrala en Aranjuez (c/Montesinos 56, próximas representaciones el 25 y 26 de abril). Este proyecto nació de los vecinos y procura la rehabilitación de este espacio urbano. La corrala data de los tiempos de Alfonso XIII, quien era aficionado según dicen a los vermuts de la Taberna del tío mangas en una de las esquinas del edificio y alberga ahora una dramaturgia con textos contemporáneos con noticias sobre la violencia de género junto al clásico de Lope. De igual modo, ambas instituciones han organizado Crono-Teatro: una serie de piezas en las que, a partir del 22 de abril, unos nuevos cómicos de la legua te van a asaltar en el andén del Metro en Madrid con micro-obras de distintos temas.
Fuenteovejunta. Foto cortesía de Alma Viva.
Abiertamente las propuestas de Trasto, AlmaViva y, en menor medida, las porteras, las pulgas y las putas intentan que el público se impregne del espacio teatral, que lo reconozcan y hagan suyo. Las versiones más comprometidas procuran la rehabilitación del espacio (no hay más que ver el suelo de la corrala de Aranjuez antes y después), favorecen el encuentro del teatro con la gente normal (el convivio que diría un pedante), la participación del espectador y la ruptura con las reglas tradicionales del acercamiento burgués al teatro (incluso en la sala más alternativa se mantiene la barrera entre espectador y actor). Son espectáculos efímeros que tienen que montarse y desmontarse cada día y que están forzados por el espacio que los alberga, cada uno pide su obra. Es una propuesta asamblearia que plantea problemas sociales y que, a veces, lo consigue.
En un momento de la puesta en escena de Fuenteovejuna en medio de un parlamento tomado del Woyzeck de Büchner sobre la virtud y el dinero ("¿El dinero? Bueno, es que todo tiene que ver con el dinero. Sin dinero, ¿Cómo se las apaña la gente?") una señora gritó "¡Pues robando, en sobres!". Quizá el teatro fuera del teatro sea una estrategia de supervivencia fuera de los circuitos tradicionales, pero, desde luego, que sirve también como despertador de conciencias.