En una carrera de obstáculos los participantes deben superar una serie de vallas para llegar a la meta. Es una disciplina que exige esfuerzo, concentración y sacrificio.
África es un continente de deportistas natos. Quienes salen de Mali, Senegal o Sierra Leona buscando una vida mejor para ellos y sus familias emprenden una carrera de obstáculos que dura años, en la que superan situaciones que ponen a prueba su resistencia.
Muchos se quedan en el camino y, agotados, convierten una etapa en destino. Otros continúan, y esperan en Marruecos la ocasión de superar el obstáculo final: el mar o la valla fronteriza. No son 80.000, como asegura el Gobierno,ni siquiera los 30.000 que señalaron inicialmente.
A menudo, quienes lo intentan mueren a las puertas de alcanzar su sueño. Pero a veces llegan a la meta, como ha ocurrido esta semana, cuando cerca de 500 personas se coordinaron para dar ese último salto juntas, y consiguieron pasar a territorio español.
A diferencia del deporte olímpico, en la travesía por mar o en el salto de la valla que separa Marruecos de Ceuta o Melilla, los participantes no compiten, sino que se ayudan. No se trata de llegar el primero, se trata de llegar.
Avalanchas masivas, asaltos, amenazas... Asistimos a la creación de un falso problema para evitar que hablemos de los problemas reales que se esconden tras los datos.
La realidad es que la llegada de migrantes ha caído en un 90% desde 2005: en 2006 llegaron casi 40.000. En 2012 (último dato disponible), 3.800.
En España también sabemos mucho de este deporte, cada vez más. Miles de nuestros jóvenes salen a diario a buscarse una vida mejor. Eran 300.000 en 2012, muchos más que los que estamos viendo entrar. Personas que, si tuvieran opciones en sus países (sea España, Burkina Faso o Senegal) se quedarían junto a sus familias y amigos.
¿Avalancha? La verdadera avalancha, la que debería preocuparnos y generar alarma social, son las cifras de injusticias y violaciones a los Derechos Humanos que se cometen a diario dentro, fuera y en nuestras fronteras.
Como en cualquier carrera, el punto de salida para todas estas personas de sus lugares de origen lo marca a menudo un disparo: el de la guerra en sus lugares de origen, el del hambre en el estómago de sus familias, o simplemente el de la falta de oportunidades: las políticas comerciales de la Unión Europea continúan el expolio del continente africano y aumentan la pobreza y la desigualdad.
Ése es el verdadero "efecto llamada". Para combatirlo, en vez de invertir en desarrollo, se recorta en cooperación y se invierten millones en lo que llaman "seguridad": armas, detectores, policía, centros de internamiento, vuelos de repatriación, violaciones de derechos... En políticas que generan exclusión, tensión y alarma social: Al presupuesto anual de 93 millones de euros que maneja Frontex se añadirán los 45 millones de euros que España pide a la Unión Europea para añadir cuchillas y altura a la valla.
Todo para seguir poniendo obstáculos.... olvidando que los deportistas siempre los superan, cuando la motivación es fuerte. Como dice Rosa Montero, "seguirán viniendo y seguirán muriendo, porque la historia ha demostrado que no hay muro capaz de contener los sueños".
Para los 500 vencedores que han llegado esta mañana no hay medallas a su llegada, sino reclusiones en Centros de Internamiento degradantes. Pero lo celebran igual, porque supone alcanzar un sueño para el que llevan entrenando años.
La meta anhelada es para ellos un nuevo punto de salida: el de la carrera de fondo para ayudar a quienes se han quedado. Esas 500 personas que han llegado hoy quizás contribuirán cada una a mejorar la vida de 10 o 20. Pero para ello deberán superar pruebas de resistencia como encerramiento en CIEs, persecuciones y redadas policiales racistas, o criminalización mediática.
Los comentaristas deportivos suelen hablar con admiración de los atletas, destacando su resistencia al desánimo y su capacidad de superación. Los elevan por encima de la categoría de humanos. Cuando se trata de migrantes, se hace lo contrario: se les deshumaniza y niega hasta esa categoría, tanto en el trato a su llegada como en el tratamiento mediático. Como decía en El Objetivo Germinal Castillo, de Cruz Roja Ceuta: "Me conformaría con que jamás se perdiese la visión de que estamos hablando de seres humanos".
África es un continente de deportistas natos. Quienes salen de Mali, Senegal o Sierra Leona buscando una vida mejor para ellos y sus familias emprenden una carrera de obstáculos que dura años, en la que superan situaciones que ponen a prueba su resistencia.
Muchos se quedan en el camino y, agotados, convierten una etapa en destino. Otros continúan, y esperan en Marruecos la ocasión de superar el obstáculo final: el mar o la valla fronteriza. No son 80.000, como asegura el Gobierno,ni siquiera los 30.000 que señalaron inicialmente.
A menudo, quienes lo intentan mueren a las puertas de alcanzar su sueño. Pero a veces llegan a la meta, como ha ocurrido esta semana, cuando cerca de 500 personas se coordinaron para dar ese último salto juntas, y consiguieron pasar a territorio español.
A diferencia del deporte olímpico, en la travesía por mar o en el salto de la valla que separa Marruecos de Ceuta o Melilla, los participantes no compiten, sino que se ayudan. No se trata de llegar el primero, se trata de llegar.
Avalanchas masivas, asaltos, amenazas... Asistimos a la creación de un falso problema para evitar que hablemos de los problemas reales que se esconden tras los datos.
La realidad es que la llegada de migrantes ha caído en un 90% desde 2005: en 2006 llegaron casi 40.000. En 2012 (último dato disponible), 3.800.
En España también sabemos mucho de este deporte, cada vez más. Miles de nuestros jóvenes salen a diario a buscarse una vida mejor. Eran 300.000 en 2012, muchos más que los que estamos viendo entrar. Personas que, si tuvieran opciones en sus países (sea España, Burkina Faso o Senegal) se quedarían junto a sus familias y amigos.
¿Avalancha? La verdadera avalancha, la que debería preocuparnos y generar alarma social, son las cifras de injusticias y violaciones a los Derechos Humanos que se cometen a diario dentro, fuera y en nuestras fronteras.
Como en cualquier carrera, el punto de salida para todas estas personas de sus lugares de origen lo marca a menudo un disparo: el de la guerra en sus lugares de origen, el del hambre en el estómago de sus familias, o simplemente el de la falta de oportunidades: las políticas comerciales de la Unión Europea continúan el expolio del continente africano y aumentan la pobreza y la desigualdad.
Ése es el verdadero "efecto llamada". Para combatirlo, en vez de invertir en desarrollo, se recorta en cooperación y se invierten millones en lo que llaman "seguridad": armas, detectores, policía, centros de internamiento, vuelos de repatriación, violaciones de derechos... En políticas que generan exclusión, tensión y alarma social: Al presupuesto anual de 93 millones de euros que maneja Frontex se añadirán los 45 millones de euros que España pide a la Unión Europea para añadir cuchillas y altura a la valla.
Todo para seguir poniendo obstáculos.... olvidando que los deportistas siempre los superan, cuando la motivación es fuerte. Como dice Rosa Montero, "seguirán viniendo y seguirán muriendo, porque la historia ha demostrado que no hay muro capaz de contener los sueños".
Para los 500 vencedores que han llegado esta mañana no hay medallas a su llegada, sino reclusiones en Centros de Internamiento degradantes. Pero lo celebran igual, porque supone alcanzar un sueño para el que llevan entrenando años.
La meta anhelada es para ellos un nuevo punto de salida: el de la carrera de fondo para ayudar a quienes se han quedado. Esas 500 personas que han llegado hoy quizás contribuirán cada una a mejorar la vida de 10 o 20. Pero para ello deberán superar pruebas de resistencia como encerramiento en CIEs, persecuciones y redadas policiales racistas, o criminalización mediática.
Los comentaristas deportivos suelen hablar con admiración de los atletas, destacando su resistencia al desánimo y su capacidad de superación. Los elevan por encima de la categoría de humanos. Cuando se trata de migrantes, se hace lo contrario: se les deshumaniza y niega hasta esa categoría, tanto en el trato a su llegada como en el tratamiento mediático. Como decía en El Objetivo Germinal Castillo, de Cruz Roja Ceuta: "Me conformaría con que jamás se perdiese la visión de que estamos hablando de seres humanos".