No le pasan solo a las demás, también tú serás con toda probabilidad víctima de alguno de estos pasajes por los que suelen transcurrir los embarazos. ¡Feliz caminata por embarazolandia!
- Semanas. El tiempo pasa cada siete días, descarta los meses, los días o las horas, la semana es la única medida de tiempo utilizada por los obstetras, ríndete al nuevo idioma e incorpora a tu lenguaje la palabra trimestre, otro básico de la comunicación gestacional.
- Auto Bombo. Y platillo. El centro de atención mundial ha cambiado y ahora eres tú. Tú, tú y tú y esto quizá harte a los demás si no puedes despegar las manos de tu tripa. Cuida las conversaciones y de vez en cuando habla con tu gente de otras cosas que no seas tú y tú embarazo.
- Náuseas. Malestar de manual, vale, pero nadie te dice hasta qué punto, esas arcadas -estupendo síntoma de embarazo en progreso- convulsionarán tu cuerpo. ¡Sabrás lo que es vomitar de verdad!
- Ascos. Los demás no te entenderán pero aborrecerás los perfumes; el olor de la comida; a tu compañera de trabajo y sus cosméticos; a tu vecino y su costumbre de arrancar el motor un siglo antes de acelerar; a la canción de moda; al presentador del telediario... a...
- Ardores. Cómo si tomaras un tequila detrás de otro, ninguna de las amables consejeras que te rodearán tendrá el detalle de regalarte una buena caja de Almax. Al final dormirás sentada. Ve llenando de cojines el cabecero de tu cama.
- Hemorroides. Se sufren en silencio, sí, pero se sufren. Sufrirás las consecuencias que padecen los adictos al chile. No podrás vivir sin el tubito de pomada en tu bolso, y ese escozor ¡aggg! Por fin le sacarás partido al bidé.
- Farmacia. Tu nuevo paraíso del shopping. Paracetamol de 500gr, cremas antiestrías, antiácidos, báscula... ¿a que no sabías que en la botica había tantas cosas realmente necesarias para una embarazada? Si te haces amiga de la dependienta te lloverán las muestras.
- Calambres. Igual que si hubieras corrido la media maratón de Nueva York, pero sin salir de la cama. El dedo gordo del pie adquiere vida propia, se estira y tu gemelo brama. No se comenta en las baby shower, pero suele atacar cuando una se abandona en la cama o el sillón.
- Picores. La piel del abdomen se da de sí y te lo hace saber suplicando un buen rascado. Ras ras. Úntate de cualquier aceite antes de hincarte la tapa del boli en los costados afectados.
- Ahogos y otras faltas. Tu diafragma se busca a sí mismo y no se encuentra. Cuando te empiece a faltar el aire deja el gimnasio y sube en ascensor. Deja el ejercicio extenuante para la lactancia y así no abrirás tantas veces la nevera buscando qué comer entre toma y toma.
- Manchas. Notarás la piel oscurecida en las aureolas de los pezones, quizá haciendo una larga raya divisoria en la barriga y no te librarás de alguna señal en la cara. Mejor llevar la máscara blanca que deja el factor de protección extremo que arriesgarse a pecas y otros borrones faciales.
- ¿Tripita? A mitad del segundo trimestre notarás que una especie de estantería ha crecido en el perímetro de tu cintura, en donde se acumularán migas de pan y otros restos de comida, así como gotitas de dentífrico y otras sustancias variadas.
- Protuberancias. En la zona vaginal todo tiende a crecer. No es tema de conversación en las salas de espera del ginecólogo pero las partes íntimas cambian, se hinchan y... ¡tranquila! Luego todo vuelve a su ser y los labios menores siguen siendo menores.
- Pataditas. ¿Ligeros movimientos fetales? ¡Ja! Cuando tu embarazo pase de las 24 semanas y asistas a una reunión de trabajo notarán las pataditas hasta quienes siguen el encuentro por vídeo conferencia. Al recostarte asistirás a un auténtico desplazamiento de placas tectónicas con epicentro en tu ombligo.
- Bebé. Daba pataditas y hacía mohines desde el monitor de la ecografía, pero lo que tienes ahí dentro, cuando sale, se transforma en un ser vivo REAL. ¿A que ni te lo imaginabas tan tan abrazable?
- Semanas. El tiempo pasa cada siete días, descarta los meses, los días o las horas, la semana es la única medida de tiempo utilizada por los obstetras, ríndete al nuevo idioma e incorpora a tu lenguaje la palabra trimestre, otro básico de la comunicación gestacional.
- Auto Bombo. Y platillo. El centro de atención mundial ha cambiado y ahora eres tú. Tú, tú y tú y esto quizá harte a los demás si no puedes despegar las manos de tu tripa. Cuida las conversaciones y de vez en cuando habla con tu gente de otras cosas que no seas tú y tú embarazo.
- Náuseas. Malestar de manual, vale, pero nadie te dice hasta qué punto, esas arcadas -estupendo síntoma de embarazo en progreso- convulsionarán tu cuerpo. ¡Sabrás lo que es vomitar de verdad!
- Ascos. Los demás no te entenderán pero aborrecerás los perfumes; el olor de la comida; a tu compañera de trabajo y sus cosméticos; a tu vecino y su costumbre de arrancar el motor un siglo antes de acelerar; a la canción de moda; al presentador del telediario... a...
- Ardores. Cómo si tomaras un tequila detrás de otro, ninguna de las amables consejeras que te rodearán tendrá el detalle de regalarte una buena caja de Almax. Al final dormirás sentada. Ve llenando de cojines el cabecero de tu cama.
- Hemorroides. Se sufren en silencio, sí, pero se sufren. Sufrirás las consecuencias que padecen los adictos al chile. No podrás vivir sin el tubito de pomada en tu bolso, y ese escozor ¡aggg! Por fin le sacarás partido al bidé.
- Farmacia. Tu nuevo paraíso del shopping. Paracetamol de 500gr, cremas antiestrías, antiácidos, báscula... ¿a que no sabías que en la botica había tantas cosas realmente necesarias para una embarazada? Si te haces amiga de la dependienta te lloverán las muestras.
- Calambres. Igual que si hubieras corrido la media maratón de Nueva York, pero sin salir de la cama. El dedo gordo del pie adquiere vida propia, se estira y tu gemelo brama. No se comenta en las baby shower, pero suele atacar cuando una se abandona en la cama o el sillón.
- Picores. La piel del abdomen se da de sí y te lo hace saber suplicando un buen rascado. Ras ras. Úntate de cualquier aceite antes de hincarte la tapa del boli en los costados afectados.
- Ahogos y otras faltas. Tu diafragma se busca a sí mismo y no se encuentra. Cuando te empiece a faltar el aire deja el gimnasio y sube en ascensor. Deja el ejercicio extenuante para la lactancia y así no abrirás tantas veces la nevera buscando qué comer entre toma y toma.
- Manchas. Notarás la piel oscurecida en las aureolas de los pezones, quizá haciendo una larga raya divisoria en la barriga y no te librarás de alguna señal en la cara. Mejor llevar la máscara blanca que deja el factor de protección extremo que arriesgarse a pecas y otros borrones faciales.
- ¿Tripita? A mitad del segundo trimestre notarás que una especie de estantería ha crecido en el perímetro de tu cintura, en donde se acumularán migas de pan y otros restos de comida, así como gotitas de dentífrico y otras sustancias variadas.
- Protuberancias. En la zona vaginal todo tiende a crecer. No es tema de conversación en las salas de espera del ginecólogo pero las partes íntimas cambian, se hinchan y... ¡tranquila! Luego todo vuelve a su ser y los labios menores siguen siendo menores.
- Pataditas. ¿Ligeros movimientos fetales? ¡Ja! Cuando tu embarazo pase de las 24 semanas y asistas a una reunión de trabajo notarán las pataditas hasta quienes siguen el encuentro por vídeo conferencia. Al recostarte asistirás a un auténtico desplazamiento de placas tectónicas con epicentro en tu ombligo.
- Bebé. Daba pataditas y hacía mohines desde el monitor de la ecografía, pero lo que tienes ahí dentro, cuando sale, se transforma en un ser vivo REAL. ¿A que ni te lo imaginabas tan tan abrazable?