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Fátima Báñez, versión Beta

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Es el gran fichaje de Rajoy. Por tres razones: respalda sin rechistar las políticas del Gobierno, se aprende los discursos de memoria para mirar fijamente a la cámara cuando le hacen una entrevista, y habla alto para que nadie la interrumpa mientras perora sobre los datos superpositivos de la EPA o las magníficas reformas que llevan a España al buen camino. Perfecta para el gran capitán Rajoy [audio].




Inflexible

Los labios y la mandíbula de la señora Báñez -como su pelo- se mueven muy poco al hablar, en especial al pronunciar la 'o'. Las vocales labiales requieren de una cierta protrusión de los labios para adquirir su característica fonética principal: que el segundo formante sea grave y así distinguirse de las no labiales. O sea, que si los labios no forman un círculo y se echan hacia delante -si no se abocinan-, el sonido resultante es flojo, sin cuerpo, sin peso: se parece más a 'e' de lo deseable.

La señora Báñez no abocina los labios.

Esta característica articulatoria tiene dos consecuencias: la primera es que el hablante proyecta poca credibilidad, debido, por un lado, a la sonrisa permanente -¿de qué se ríe la ministra?-. Por otro lado, la poca energía de la vocalización resta convicción a su habla. Una persona que habla así parece no querer -o no poder- responsabilizarse de sus palabras. Típico de cuando uno no se cree del todo lo que dice. O de cuando el razonamiento que intenta colar con tanto giro, retruécano y eufemismo [audio] produciría el sonrojo de cualquier persona con una inteligencia media si llegara a entenderlo. O de cuando uno sabe que lo que dice no es verdad.

La segunda consecuencia es que el hablante, para compensar, exagera otra propiedad fonética: eleva el volumen -hasta 80 dB en entrevista, ¿no conoce la ministra el principio del micrófono?-, marca con glotalizaciones el inicio de algunos enunciados [audio], o prolonga y refuerza la articulación de ciertas consonantes -Báñez lo hace con la 'j' [audio]-.

También contribuye a su apariencia inflexible la escasa modulación entonativa de su discurso: la única entonación de Fátima Báñez es el esdrujuleo [audio], melodía propia de algunos locutores de televisión y de muchos políticos que consiste en colocar una prominencia acentual en la antepenúltima sílaba de un enunciado. Con ello pretenden enfatizar, pero solo consiguen que los oyentes desconecten y se dejen mecer por una cantinela que como un mantra penetra en sus mentes sin el obstáculo del juicio crítico. ¿Y si fuera esto lo que pretenden?

Voz de feria

La voz de la señora Báñez suena ronca, castigada por el abuso vocal: tantas noches de feria, intentando hacerse oír por encima de las palmas al compás de la caña rociera dejan huella. Sus pliegues vocales están habituados a la hiperfunción, se acercan más de lo necesario, y con más fuerza. Es una voz estridente y apretada [audio] en la que se percibe un flujo aéreo insuficiente para que los pliegues vocales ondulen de forma regular, de ahí la distorsión constante de su voz.

Después del esfuerzo, los pliegues vocales quedan fofos, han perdido la elasticidad y los finales de frase suenan crepitantes [audio]. Para evitarlo, los hablantes que sufren este síntoma conocido como fatiga del día siguiente presionan los pliegues vocales uno contra otro, lo que vuelve a provocar sobresfuerzo -"Coja un círculo, acarícielo..." [audio]-. Lo que le pasa a la ministra: a medida que habla su voz se tensa, se agudiza, se aprieta y, paradójicamente, pierde intensidad.

Ostinato

La exagerada intensidad vocal está en consonancia con el carácter ostinato
del discurso de la ministra. A ella, en el curso de marketing político le dijeron que más vale un mensaje repetido tres veces que siete mensajes dichos solo una vez. Así que ahí va la señora Báñez, aplicada como la que más, colocando una y otra vez sus mensajes -no hace falta ilustrarlo, ¿verdad?-.

Para no perder la concentración habla alto y muy seguido -hasta 75 segundos duran algunas de sus respuestas en las entrevistas-, para que ni el vuelo de una mosca ni las incómodas preguntas de la periodista puedan distraerla. Como ese camarero: "De postre flan con nata, natillas, tarta al whisky, arroz con leche...". Un comensal le corta "¿Qué venía después de natillas?", y él: "De postre flan con nata, natillas, tarta al whisky, arroz con leche, fruta del día, yogur".

Con esta forma de hablar, la apariencia de solidez puede ser mayor: estoy tan segura de que quiero decir lo que digo que por mucho que me lleves la contraria, yo ahí sigo, erre que erre. Sin embargo hay en el habla de Báñez un par de incongruencias que hacen dudar sobre la solidez.

La primera es la incongruencia dialectal: ¿suena más firme el acento castellano que el andaluz? ¿Por qué intenta la ministra hablar a la madrileña [audio]? ¿Sigue acaso las enseñanzas de Montoro?

La segunda es la cantidad de errores básicos de lengua que comete [audio] las malas articulaciones [audio] o las dudas, bloqueos y atropellos [audio]. El error más llamativo: "Muy buenas tardes ya a todos. Decid que en el ecuador de la legislatura podemos afirmar..." [audio]. ¿O era una orden?

La señora Báñez parece que solo conoce el conector "por tanto" [audio] y dice "ese" y "esa" en lugar de "el" y "la". Son muletillas. Las muletillas aparecen cuando el hablante no tiene la conciencia puesta en lo que dice, como si hablara en modo automático. El habla es entonces una mera respuesta condicionada a un estímulo: "Fátima, te toca", y Fátima va, y habla.

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