Un amigo me dijo hace poco: "Oye, ¿por qué no escribes y explicas a la gente qué significa ser científico?" El que me lo dijo es alguien que no se dedica a la ciencia, pero yo, aún siendo científico, también me hago esa pregunta a veces. La respuesta a dicha pregunta es relativa y dependerá en gran medida del científico al que le preguntéis. Si conocéis algún científico tratad de hablar con él, preguntadle sobre lo que hace y aprovechad para hacedle esta misma pregunta. En general, les encanta hablar sobre su trabajo, su ciencia.
Muchos se imaginan a un científico como ese personaje caricaturizado, un tipo en bata blanca, unas gafotas (Einstein), pelos blancos desaliñados (Doc de Regreso al Futuro) y sentado frente a un microscopio (Ramón y Cajal). Alguien solitario que solo vive para la ciencia, siempre leyendo artículos científicos y que se hace preguntas continuamente y trata de darle respuestas. Esa persona que entra en el círculo vicioso de la ciencia, cuanto más sabe más investiga,... ¿Somos así realmente? Hay para todos los gustos, y aunque sí hay científicos así, gente que vive para la ciencia, su única pasión, los científicos son también personas normales, como tú o como yo, como cualquiera que se dedica a la hostelería, un abogado, un ingeniero, etc. Es decir, todos tienen una responsabilidad, un trabajo que hacer, problemas que solucionar, pero todos son en el fondo humanos. Son gente emocional que también tiene sus familias, disfruta con sus amigos tomándose una caña, les gusta viajar, montar en moto, reírse, en definitiva, vivir la vida.
¿El científico nace o se hace? No hay un manual del científico, al menos que yo conozca. Yo personalmente no creo que esté escrito en tus genes que vayas a ser científico, es decir, una versión determinista de que naces para ser científico. Yo creo que la combinación de quizás algunos genes y un ambiente adecuado (familiar, educativo...) ayudarán a que uno tome la decisión de dedicarse a la ciencia. En términos más científicos, esta interacción genoma-ambiente es el campo de estudio de la epigenética, tan de moda hoy en día. Pero esto pasa con cualquier profesión, es decir, se hace el camino al andar. Una vez entras en la ciencia y te quedas, el ambiente en el que te muevas, la gente y el sitio con quien y donde trabajes, y sobre todo, el ímpetu científico de cada uno, te harán crecer más o menos como científico. Al final, todos ponen su granito de arena y contribuyen al progreso del mundo en mayor o menor medida. Y no olvidemos que la ciencia es una forma de vida pero también una manera de ganarse la vida.
Un científico es también alguien que se hace preguntas continuamente y las respuestas son muchas veces nuevas preguntas, un principio sin fin. Para los científicos la ciencia forma parte de sus vidas, es algo importante y muchas veces esencial, es como el lienzo para un pintor, el instrumento para un músico, el balón para un jugador de fútbol. Sin ella, sus vidas no están completas. Hay científicos vocacionales, otros que entran en la ciencia por accidente, los que buscan el reconocimiento o ganar dinero... Al final, el científico debe y tiene que hacer ciencia pues es básicamente su trabajo, aunque yo diría, no siempre su pasión. Para ello buscará su nicho para hacer ciencia de la manera que mejor y más le convenga.
Llegar a lo más alto en ciencia requiere, sí es verdad, mucho estudio y dedicación y hasta algún que otro sacrificio. No hay una clave para el éxito en ciencia. Los triunfos ocurren muchas veces por mera casualidad, pueden ser a consecuencia del trabajo duro, de estar en el sitio adecuado, de una mente privilegiada... o de la combinación de todo lo ya mencionado y más. Y también hay que decirlo, a veces, puede llegar a ser muy frustrante. Por ejemplo, al no encontrar lo que uno busca o que otro lo haga antes que tú, es decir perder la carrera. También lo es no poder hacer ciencia debido a la falta de financiación y tener que cerrar el chiringito, echar a la gente e irte a otro lado, como le ocurre a muchos científicos en España hoy en día. Algo así como un vagar sin rumbo.
Los científicos necesitan apoyo para poder tener las infraestructuras y personal adecuado y con ello poder llevar a cabo sus investigaciones de excelencia, como son llamadas. Para ello, muchos científicos se van allí donde pueden conseguir sus sueños y desarrollar sus investigaciones sin más preocupación que la de hacer ciencia. Se van a estos centros y países que están en la Ivy League científica. Sin embargo, a este nivel no llegan todos, muchos se quedan por el camino o simplemente juegan en las categorías inferiores de la ciencia, lo cual no tiene nada de malo. La movilidad geográfica, el emigrar, es algo bueno y casi obligado en ciencia, ayuda a expandir la mente, a conocer gente, intercambiar ideas,... lo que pasa es muchas veces uno no se mueve queriendo sino porque no tiene más remedio. Otros científicos buscan un buen salario y menos quebraderos de cabeza con lo de publicar ¡sí o sí! o conseguir financiación, lo cual cuenta para sus evaluaciones continuas,... y se van a las grandes farmacéuticas, por ejemplo. La búsqueda de una estabilidad en ciencia es algo que ansiamos todos pero es complicado por no decir casi utópico en la actualidad. Al final muchos sobreviven y siguen luchando. Como en toda profesión, no es siempre oro todo lo que reluce y cada uno trata de capear el temporal lo mejor que puede.
Para mí, si te dedicas a la ciencia, suele ayudar saber de antemano que lo importante no es la meta sino el camino recorrido, es decir, el trabajo diario. Como dijo Albert Einstein: "Cada día sabemos más y entendemos menos". Las jornadas suelen ser largas, y muchas veces sin horarios, los cuales los marcas tú y tu trabajo. Por ejemplo, cuando realizas un experimento en un laboratorio, escribes un artículo o un proyecto con fechas límite, muchas veces o casi siempre, todo lo demás suele pasar a segundo plano. Un científico se suele tomar su trabajo muy en serio y aplica muy bien lo de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, y trata de dar siempre su 100% o más, lo cual sería un buen ejemplo a seguir por otros. Y para el que no lo sepa, ya lo aviso, el que busque ganar dinero y hacerse rico, mejor que se dedique a otra cosa.
El trabajo de un científico es algo así como construir la Sagrada Familia de Gaudí: tiene un principio pero no parece que haya final, un día a día lleno de obstáculos y desafíos y que muy de vez en cuando nos da algún triunfo. Aún así, realmente vale la pena (opinión personal claro está) porque es realmente emocionante y enriquecedor. La perseverancia, el espíritu de sacrificio, el nunca rendirse, el no saber qué pasará mañana, esos suelen ser algunos de los calificativos que uno podría usar para definir a un científico. Yo me quedo con el afán por el conocimiento que es más tradicional y que junto con la suerte es lo que me ha llevado a mí a entrar en ciencia.
A pesar de tantas dificultades, lo bueno de ser científico y hacer ciencia es que la población en general valora lo que hacemos. A mí, y creo a la mayoría, eso nos reconforta. Es una profesión bien valorada y me siento orgulloso de decir en qué trabajo. ¿Sería así si trabajase en otra cosa? Como me dijo mi antiguo jefe alemán: "Seas científico o no, lo que importa es siempre dar lo mejor de ti". Una verdad como una catedral.
Muchos se imaginan a un científico como ese personaje caricaturizado, un tipo en bata blanca, unas gafotas (Einstein), pelos blancos desaliñados (Doc de Regreso al Futuro) y sentado frente a un microscopio (Ramón y Cajal). Alguien solitario que solo vive para la ciencia, siempre leyendo artículos científicos y que se hace preguntas continuamente y trata de darle respuestas. Esa persona que entra en el círculo vicioso de la ciencia, cuanto más sabe más investiga,... ¿Somos así realmente? Hay para todos los gustos, y aunque sí hay científicos así, gente que vive para la ciencia, su única pasión, los científicos son también personas normales, como tú o como yo, como cualquiera que se dedica a la hostelería, un abogado, un ingeniero, etc. Es decir, todos tienen una responsabilidad, un trabajo que hacer, problemas que solucionar, pero todos son en el fondo humanos. Son gente emocional que también tiene sus familias, disfruta con sus amigos tomándose una caña, les gusta viajar, montar en moto, reírse, en definitiva, vivir la vida.
¿El científico nace o se hace? No hay un manual del científico, al menos que yo conozca. Yo personalmente no creo que esté escrito en tus genes que vayas a ser científico, es decir, una versión determinista de que naces para ser científico. Yo creo que la combinación de quizás algunos genes y un ambiente adecuado (familiar, educativo...) ayudarán a que uno tome la decisión de dedicarse a la ciencia. En términos más científicos, esta interacción genoma-ambiente es el campo de estudio de la epigenética, tan de moda hoy en día. Pero esto pasa con cualquier profesión, es decir, se hace el camino al andar. Una vez entras en la ciencia y te quedas, el ambiente en el que te muevas, la gente y el sitio con quien y donde trabajes, y sobre todo, el ímpetu científico de cada uno, te harán crecer más o menos como científico. Al final, todos ponen su granito de arena y contribuyen al progreso del mundo en mayor o menor medida. Y no olvidemos que la ciencia es una forma de vida pero también una manera de ganarse la vida.
Un científico es también alguien que se hace preguntas continuamente y las respuestas son muchas veces nuevas preguntas, un principio sin fin. Para los científicos la ciencia forma parte de sus vidas, es algo importante y muchas veces esencial, es como el lienzo para un pintor, el instrumento para un músico, el balón para un jugador de fútbol. Sin ella, sus vidas no están completas. Hay científicos vocacionales, otros que entran en la ciencia por accidente, los que buscan el reconocimiento o ganar dinero... Al final, el científico debe y tiene que hacer ciencia pues es básicamente su trabajo, aunque yo diría, no siempre su pasión. Para ello buscará su nicho para hacer ciencia de la manera que mejor y más le convenga.
Llegar a lo más alto en ciencia requiere, sí es verdad, mucho estudio y dedicación y hasta algún que otro sacrificio. No hay una clave para el éxito en ciencia. Los triunfos ocurren muchas veces por mera casualidad, pueden ser a consecuencia del trabajo duro, de estar en el sitio adecuado, de una mente privilegiada... o de la combinación de todo lo ya mencionado y más. Y también hay que decirlo, a veces, puede llegar a ser muy frustrante. Por ejemplo, al no encontrar lo que uno busca o que otro lo haga antes que tú, es decir perder la carrera. También lo es no poder hacer ciencia debido a la falta de financiación y tener que cerrar el chiringito, echar a la gente e irte a otro lado, como le ocurre a muchos científicos en España hoy en día. Algo así como un vagar sin rumbo.
Los científicos necesitan apoyo para poder tener las infraestructuras y personal adecuado y con ello poder llevar a cabo sus investigaciones de excelencia, como son llamadas. Para ello, muchos científicos se van allí donde pueden conseguir sus sueños y desarrollar sus investigaciones sin más preocupación que la de hacer ciencia. Se van a estos centros y países que están en la Ivy League científica. Sin embargo, a este nivel no llegan todos, muchos se quedan por el camino o simplemente juegan en las categorías inferiores de la ciencia, lo cual no tiene nada de malo. La movilidad geográfica, el emigrar, es algo bueno y casi obligado en ciencia, ayuda a expandir la mente, a conocer gente, intercambiar ideas,... lo que pasa es muchas veces uno no se mueve queriendo sino porque no tiene más remedio. Otros científicos buscan un buen salario y menos quebraderos de cabeza con lo de publicar ¡sí o sí! o conseguir financiación, lo cual cuenta para sus evaluaciones continuas,... y se van a las grandes farmacéuticas, por ejemplo. La búsqueda de una estabilidad en ciencia es algo que ansiamos todos pero es complicado por no decir casi utópico en la actualidad. Al final muchos sobreviven y siguen luchando. Como en toda profesión, no es siempre oro todo lo que reluce y cada uno trata de capear el temporal lo mejor que puede.
Para mí, si te dedicas a la ciencia, suele ayudar saber de antemano que lo importante no es la meta sino el camino recorrido, es decir, el trabajo diario. Como dijo Albert Einstein: "Cada día sabemos más y entendemos menos". Las jornadas suelen ser largas, y muchas veces sin horarios, los cuales los marcas tú y tu trabajo. Por ejemplo, cuando realizas un experimento en un laboratorio, escribes un artículo o un proyecto con fechas límite, muchas veces o casi siempre, todo lo demás suele pasar a segundo plano. Un científico se suele tomar su trabajo muy en serio y aplica muy bien lo de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, y trata de dar siempre su 100% o más, lo cual sería un buen ejemplo a seguir por otros. Y para el que no lo sepa, ya lo aviso, el que busque ganar dinero y hacerse rico, mejor que se dedique a otra cosa.
El trabajo de un científico es algo así como construir la Sagrada Familia de Gaudí: tiene un principio pero no parece que haya final, un día a día lleno de obstáculos y desafíos y que muy de vez en cuando nos da algún triunfo. Aún así, realmente vale la pena (opinión personal claro está) porque es realmente emocionante y enriquecedor. La perseverancia, el espíritu de sacrificio, el nunca rendirse, el no saber qué pasará mañana, esos suelen ser algunos de los calificativos que uno podría usar para definir a un científico. Yo me quedo con el afán por el conocimiento que es más tradicional y que junto con la suerte es lo que me ha llevado a mí a entrar en ciencia.
A pesar de tantas dificultades, lo bueno de ser científico y hacer ciencia es que la población en general valora lo que hacemos. A mí, y creo a la mayoría, eso nos reconforta. Es una profesión bien valorada y me siento orgulloso de decir en qué trabajo. ¿Sería así si trabajase en otra cosa? Como me dijo mi antiguo jefe alemán: "Seas científico o no, lo que importa es siempre dar lo mejor de ti". Una verdad como una catedral.