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¿Podrá el joven 'Renzie' gobernar un país dominado por los ancianos?

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El primer ministro italiano Matteo Renzi, que ocupa el cargo desde el 22 de febrero, nunca ha sido diputado. Dos ancianos y habilidosos jugadores, el presidente Giorgio Napolitano (88 años) y Silvio Berlusconi (77 años), exprimer ministro recientemente condenado por la justicia e inhabilitado, han urdido la trama que lo ha propulsado al poder. Renzi tiene 39 años; la edad media de sus ministros es de 48 años (y dos ministras tienen sólo 33 años). Creen haber conquistado el poder; podrían descubrir, en cambio, que meramente han llegado al Gobierno. Las riendas de su inestable cabalgadura están resbaladizas por el sudor de ancianos.

Sumida en la depresión más profunda desde 1861, Italia, que según la revista Time es "la economía más peligrosa del mundo", presenció el 14 de Febrero la rápida liquidación de Enrico Letta, su 63º presidente de gobierno en 68 años. Renzi promete cuatro años de estabilidad junto con reformas sociales y económicas fundamentales, sostenido por su aberrante coalición entre partidos de centroizquierda y centroderecha. Pero, oponiéndose a su llamada al cambio, los líderes políticos de una mayoría del electorado exigen nuevas elecciones. Italia está en la ruina, principalmente a causa de un sistema político y económico gobernado por ancianos. Riendas verdaderamente resbaladizas en manos muy jóvenes.

La gerontocracia, el gobierno de los ancianos, cuenta con décadas de tradición en Italia; más aún, tiende a intensificarse en la mayor parte de los países de la OECD donde, entre 1990 y 2005, la edad media de los votantes aumentó tres veces más rápidamente que en los 30 años precedentes. En esta evolución Italia es el líder indiscutible, con una subclase en rápida expansión de trabajadores precarios y mal pagados, en su mayoría jóvenes y mujeres.

Italia y el poder de los ancianos

El caso de Italia, que cuenta con la tercera población más anciana del mundo, es digno de estudio para los países cuyas élites están envejeciendo. Durante 70 años, su arcaico sistema electoral contribuyó a que los ancianos dominasen la economía, el Gobierno, el Parlamento y la sociedad en general. Con una edad media de 59 años, los hombres con poder de Italia (las mujeres con poder prácticamente no existen) son los más ancianos de Europa. La edad media de los profesores universitarios es de 63 años, la de los banqueros y obispos es 67, mientras que se cuentan solamente dos menores de 30 años entre los 2.500 parlamentarios elegidos en las tres elecciones anteriores a 2013. No extraña, pues, que un gran número de jóvenes altamente formados esté abandonando Italia.

Desde el año 2007 hasta hoy la renta per capita disponible italiana ha caído más que en las peores depresiones de 1866 y 1929. Los intereses de la deuda pública, la cual asciende actualmente al 133% del PIB, consumen un porcentaje creciente del ingreso fiscal. La productividad italiana ha permanecido estancada durante más de una década. El PIB se contrajo un 9% en seis años, mientras que la economía sumergida y la evasión fiscal suponen un 20% del PIB.

Mientras tanto, y en vista del continuo crecimiento de la desigualdad, de la pobreza y de un desempleo ya al 13% (el más alto desde 1977), cada año emigran decenas de millares de los italianos mejor preparados. Italia importa trabajadores manuales y exporta ingenieros, científicos y médicos. El rector y doctor Antonio Loprieno, italiano, preside la conferencia de rectores nacional. Lástima que la nación a la que nos referimos sea Suiza. Otro italiano, el doctor Lino Guzzella, es el rector de la universidad más valorada de la Europa continental, el ETH de Zurich.

Mientras que los sindicatos y partidos, repletos de jubilados, dan demasiada representación a los intereses de los ancianos, los jóvenes no cuentan con un apoyo comparable. Los ancianos se enriquecieron en las décadas de rápido crecimiento económico de la posguerra; hoy, se aferran a sus posesiones y se desentienden de los que están en los peldaños inferiores de la sociedad. Quizás Italia necesite un Plan Marshall para sus jóvenes.

"Nosotros" (Renzi, junto con otros 4,3 millones) no tenemos la edad"

"Non ho l'età", dijo Renzi el 25 de Febrero, dirigiéndose por primera vez a los 315 senadores. "No tengo la edad". Para ser elegido senador, es necesario tener al menos 45 años; el propio Renzi tardaría seis años más en responder a este criterio. Sí para ser primer ministro (incluso para presidente de los Estados Unidos de América, si hubiera nacido allí), pero no para acceder aún al sagrado Olimpo del Senado italiano. A otros 4,3 millones de italianos adultos les toca también decir "no tenemos la edad". Ningún otro país exige a sus ciudadanos esperar hasta los 25 años de edad para alcanzar plenos derechos políticos. Aunque los jóvenes adquieren a los 18 años el derecho a votar para la Cámara baja, los comprendidos entre 18 y 25 años (8% del electorado potencial) están excluidos del voto para el Senado. Con un desempleo juvenil por encima del 42%, resulta irónico que los más afectados por el deterioro económico italiano no puedan elegir todavía la mitad del Parlamento que determina su futuro.

Intencionadamente, los empresarios y políticos actuales no prestan atención al impacto a largo plazo de sus decisiones, en perjuicio de las generaciones futuras: dan preferencia a las soluciones a breve plazo, especialmente en asuntos ecológicos, tecnológicos y financieros. Siete décadas de control gerontocrático han desbaratado la renovación, la innovación y la competitividad italianas. En este área, el World Economic Forum de 2014 ha clasificado a Italia en 49ª posición, lo que supone una caída vertiginosa. Tras treinta años esperando infructuosamente "grandes reformas", Italia debería rebajar inmediatamente de 25 a 18 años la edad del pleno voto y la elegibilidad al Senado de 45 a 25 años. Esta reducción reforzaría la estabilidad política y la equidad para todos, permitiendo a Italia superar el rígido dominio de mentes envejecidas, paralizadas, que se preocupan sólo de sus propios intereses.

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"Fonzie", el engreído personaje de la serie televisiva Happy Days (1974-1984) (a la izquierda) y el primer ministro italiano Matteo Renzi (a la derecha)



A la caza desesperada de jóvenes votantes, el señor Renzi (apodado "Renzie" por el cómico y político Beppe Grillo, en alusión a "Fonzie", el joven y engreído protagonista de la serie televisiva Happy Days) intenta emular el creciente éxito del Movimiento Cinco Estrellas de Grillo, de 64 años. Se estima que en el 2013 un 47% de los electores menores de 25 años votaron por el M5S, mientras que sólo uno de cada seis apoyó al partido de Renzi.

Con una nueva y creciente coalescencia de jóvenes votantes que rompen todos los esquemas y se oponen firmemente al puño de acero de los ancianos, muy bien podría ocurrir que las frágiles e ilusorias riendas del poder escaparan de las manos de Renzi .

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