"...Triste y sola, sola se queda Fonseca; triste y llorosa, queda la Universidad..."
Canción de tuna Fonseca
Clavelitos, Compostelana, Las Cintas de mi Capa, Los Ojos de la Española, Silencio. ¿Quién no ha escuchado alguna de estas canciones a ese grupo de estudiantes con laúdes, bandurrias, guitarras, panderetas, y las cintas de sus capas, que rondan por las calles empedradas de Santiago de Compostela y de otras muchas ciudades del mundo? El famoso libro de Gerardo Pérez Lugín La Casa de la Troya (1915), una de las obras en lengua española más leídas de todos los tiempos, recrea de manera divertida la vida de los tunos o sopistas en esta pensión de estudiantes del Santiago de Compostela de fines del siglo XIX. Hoy en día La Casa de la Troya es un museo. ¿Por qué sopistas? Porque tocaban y cantaban para poder pagarse los estudios, la pensión o a cambio de algo de comer, normalmente sopa. Esta novela fue llevada al cine en varias ocasiones y la versión cinematográfica más famosa es la dirigida por Rafael Gil (1959) y que protagonizaron Arturo Fernández y Ana Esmeralda.
"Adiós, adiós, adiós, aulas de mi querer, donde con ilusión mi carrera empecé. Adiós, mi Universidad, cuyo reloj no volveré a escuchar...". Así comienza una de las canciones más famosas de la tuna, la mítica Fonseca. Situado al lado de la catedral, el Colegio de Fonseca es parte fundamental de la historia universitaria de Santiago y cómo no, de la tuna. ¡La tuna, sí señor! Me entra nostalgia sana. Estas palabras me transportan 20 años atrás, donde por primera vez ví a la tuna en la Universidad de Vigo el día de San Pepe, patrón de los ingenieros. Conocí a la tuna y me enamoré de ella, de su música, su alegría. Con ello entraría de lleno en unos años maravillosos los cuales no cambiaría por nada y que volvería a vivir una y mil veces. Ahí comenzarían los días de ensayos, viajes, rondas, parches, novatadas. Lo mejor, poder alegrarle el día a tanta gente y compartir esos momentos al ritmo de las canciones de tuna en cualquier lugar, a cualquier hora y con mi grupo de amigos de la tuna. He visto a miles de personas cantar, llorar, reír y bailar con nuestras canciones, por lo tanto, aún a pesar de algunos, algo bueno tiene que tener la tuna ¿no creéis?
A las pocas semanas de ese primer encuentro fuimos a examinarnos para entrar en la Tuna Universitaria de Vigo, dos de mis compañeros de piso y yo. Uno con la guitarra, otro con la bandurria y a mí me tocó la pandereta. Día del examen, tres aspirantes para entrar de novatos en la tuna, y en frente, 20 tunos esperando reírse contigo (no de ti) y hacerte, ya nada más llegar, las primeras novatadas. Los tres fuímos aceptados y cada uno salió con el típico mote de tuna, tales como: Wally, Pirulí, Piruleta, Rufo, JB, Sacarino, Comadrejo, Boyo, Franklin, Choco, Agonías, Cachirulo, Gnomo, Songoku, Cyrano, Véspora, Querubín, Porito, Pepón, Cepillo, Palangre, Botones, Mimo, Sinatra, etc. Dos días después, varios novatos de la Tuna de Vigo con sus medias blancas, su traje viejo y sin florituras, sin beca y con sus instrumentos de música, se dirigían en un tren hacia Aveiro (Portugal) a un certamen internacional de tunas de cuatro días. Nuestra primera aventura de tantas con la tuna.
Durante todos mis años en la tuna, uno siempre se encuentra gente que no comulga con el espíritu de la tuna, que la crítica y hasta la insulta a veces. Otros dicen que los tunos no estudian y solo saben salir de fiesta. Como tuno que soy, siempre defenderé y me sentiré orgulloso de serlo. Es de esas cosas que uno entiende solamente si lo ha vivido. Uno entra en la tuna para disfrutar, pasarlo bien, tocar, cantar, viajar, salir de fiesta, ligar, pero ¿quién no hace este tipo de cosas? ¿quién no tiene sus hobbies durante su vida universitaria o vida en general? Lo único que nos diferencia es quizás el traje de grillo, como le llaman muchos, y nuestro gusto por la música, pero por lo demás, la gente de la tuna es como tú y como yo. Y por cierto, no equivocaos los que penséis que los tunos no estudian. Como en toda cesta, siempre puede haber alguna manzana podrida, pero os puedo asegurar que la mayoría de los tunos que he conocido son buena gente y grandes profesionales (médicos, abogados, científicos, ingenieros, actores, etc). El espíritu de la tuna te impregna aún años y décadas después de haber acabado tu etapa universitaria y muchos se siguen juntanto de vez en cuando para viajar con la tuna, ir a algún certamen o simplemente tocar y cantar con sus antiguos amigos tunos. El estribillo de la siguiente canción de tuna, Imágenes de ayer, lo expresa muy bien:
"Pero quiero volver a vivir aquellos tiempos
Imágenes de ayer que están en mi pensamiento
Y déjame vivir porque aún soy un galante
Y mientras el cuerpo aguante seré tuno hasta morir
Pero quiero volver a vivir aquellos tiempos
Imágenes de ayer que están en mi pensamiento
Y quiero reviver aquellas noches de luna
Que cantando con la tuna me sentía yo feliz"
Un tiempo después del recorrido de novato, el cual es variable, y si creen que estás preparado, a uno lo bautizan y te haces tuno. Ahora ya tienes derecho a voto y mayor responsabilidad. A mí y a otros dos compañeros nos tocó un día de invierno. La ceremonia se celebró en la fuente de platerías de Santiago de Compostela donde estudiaba por aquel entonces. Después de un día largo cantanto y tocando, mucho vino, alguna prueba a superar, y una ceremonia que incluyó un juramento de fidelidad a la tuna, tu padrino de tuna te pone la beca. La beca tiene un color determinado dependiendo de la facultad (púrpura farmacia; roja derecho; amarilla medicina, etc) bordada con los símbolos de la universidad, de tu facultad y con tu mote de tuna. Después de un buen baño en la fuente, ese día te conviertes en tuno, en mi caso de la biennacida y noble Tuna de Farmacia de Santiago de Compostela. ¡Qué bonito recuerdo!
Con la tuna recorrí la península y algún país europeo. Con la tuna canté en teatros, en grandes plazas, en bodas, en la calle, bajo balcones, bajo la lluvia, y para qué mentir: bebí, comí y lo pasé como nunca. ¡Guau! Cuántas serenatas, cuántos días y noches de alegría. Como me dijo mi amigo tuno Carlos: "¿Qué me ha dado la tuna? El ser echado palante y siempre que he tenido momentos malos en mi vida, los recuerdos de la tuna siempre han conseguido devolverme las ganas de reír, recordando tantas trasnadas hechas". Solo puedo decir una cosa, la tuna es una tradición viva y este brindis me sale del corazón: "Una guitarra y un cante, un jarra de buen vino, una pata de cochino y una mujer elegante, con eso tengo bastante". ¡Viva la tuna!