Corría el año 1998 y yo estaba en la sala de espera de mi médico, muy nerviosa. Me esperaban los resultados de mis análisis de sangre, y yo estaba convencida de que me ocurría algo malo. Pensaba que tenía cáncer o un desequilibrio en la tiroides, o que mis ovarios no ovulaban bien. Necesitaba una razón médica que explicara por qué no tenía ganas de tener relaciones sexuales con mi marido. Al fin y al cabo, solo tenía 25 años y solo llevaba un año casada.
El doctor me hizo pasar y me dio la noticia:
"Lindsey, no te pasa nada. Estás completamente sana".
¿Qué? No, no, hay algo que no va bien. Si no, ¿por qué nunca me apetece acostarme con él? No era eso lo que yo quería oír.
Me dijo que era algo psicológico y me animó a ir a terapia. No hice caso de su recomendación y probé con hierbas afrodisíacas, leí libros sobre el tema y hasta vi porno. Pero no funcionó nada.
Al final, nueve años más tarde, sumida en un matrimonio casi sin sexo, fui a ver a un terapeuta. Descubrí que mi falta de apetito sexual no tenía nada que ver conmigo, sino más bien con problemas profundos que tenía con mi marido. Si no me hubiera culpabilizado tanto y hubiera dedicado más tiempo a examinar mis problemas matrimoniales, quizás habría podido salvar mi matrimonio. Sin embargo, ahora estoy casada con otro hombre y digamos que mi apetito sexual no anda nada mal. ¿Por qué? Porque cuando empecé esta nueva relación, hablamos abiertamente sobre estos cinco puntos que pueden afectar a la disposición hacia el sexo, que no al deseo sexual:
1) Enfados: no hay nada como una buena disputa para aplazar el sexo. A nadie le apetece acostarse con alguien con quien está enfadado. ¿Y hasta dónde llega ese cabreo? Los enfados pueden durar un día o unos años pero, independientemente de ello, si estás enfadado, utilizarás tu negativa ante el sexo como arma para la lucha. Si el enfado no se puede resolver con una conversación con tu pareja, entonces es mejor que vayas a terapia o hables con un coach. El enfado no solo afecta a tu vida sexual, sino también a tu salud y a tu bienestar.
2) Sensación de ser controlado: ya sea porque tu pareja te dice lo que tienes que hacer, o porque su actitud controladora sea más bien pasivo-agresiva. Obviamente, a nadie le gusta que le controlen. Aunque nos tiente rendirnos con el sexo y decidamos, simplemente, hacerlo para que acabe cuando antes, el sexo en esas condiciones no se disfruta. Cuando nos controlan, lo único que controlamos nosotras es el sexo. Quizás no somos conscientes de ello, pero controlar el sexo puede darnos poder en una relación impotente.
3) Falta de comunicación: cuando la comunicación con tu marido se limita a los horarios de los niños o a la lista de la compra, os hacen falta unas cuantas palabras de amor más para volver a encender la llama del sexo. Que te digan lo sexy o lo guapa que estás puede funcionar. Si quieres oírlo, empieza diciéndole tú lo atractivo que está al volver del trabajo; a los hombres ¡también les gusta oír cosas así! Alimenta su ego y, con suerte, pillará la indirecta y te responderá con otro piropo.
4) Falta de atracción física: puede que haya cogido unos kilitos desde que os casasteis y que su físico esté decayendo. Sinceramente, creo que es responsabilidad de todas las parejas tratar de mantener el físico para que no se pierda la atracción. Está claro que todos envejecemos, pero también es verdad que probablemente no estemos haciendo todo lo posible por seguir siendo atractivos. Si esos kilos de más se convierten en un problema, sincérate con él. Propón un cambio en vuestro estilo de vida. Plantearos el objetivo de participar en una carrera local, elegid unas vacaciones deportivas, probad a hacer kayak o surf de remo... Ser una pareja activa puede suponer un cambio real tanto en vuestro físico como en vuestra comunicación.
5) Estrés: a ver, si trabajas a tiempo completo y pasas tu tiempo libre en el coche para llevar a los niños a sus actividades extraescolares, no te queda tiempo para TI. El estrés y la ansiedad pueden apaciguar tus ganas de sexo. Es imprescindible dedicar una hora al día a actividades relajantes: un paseo, yoga, meditación, ir de compras, ponerse guapa...
Como mujeres, solemos culparnos a nosotras mismas por la falta de romanticismo en el matrimonio. Como somos generosas por naturaleza, cuando nos vemos incapaces de dar, pensamos que algo en nosotras no va bien. El hecho de no tener relaciones sexuales de forma regular en el matrimonio puede ser normal, pero si pasan las semanas y los meses y sigue faltando el sexo, probablemente sí que tengáis que resolver algo en vuestra relación, no en vosotros mismos.
Hablad con un psicólogo o con un consejero matrimonial para determinar el problema antes de que el matrimonio se convierta en una situación de riesgo.
Traducción de Marina Velasco Serrano
El doctor me hizo pasar y me dio la noticia:
"Lindsey, no te pasa nada. Estás completamente sana".
¿Qué? No, no, hay algo que no va bien. Si no, ¿por qué nunca me apetece acostarme con él? No era eso lo que yo quería oír.
Me dijo que era algo psicológico y me animó a ir a terapia. No hice caso de su recomendación y probé con hierbas afrodisíacas, leí libros sobre el tema y hasta vi porno. Pero no funcionó nada.
Al final, nueve años más tarde, sumida en un matrimonio casi sin sexo, fui a ver a un terapeuta. Descubrí que mi falta de apetito sexual no tenía nada que ver conmigo, sino más bien con problemas profundos que tenía con mi marido. Si no me hubiera culpabilizado tanto y hubiera dedicado más tiempo a examinar mis problemas matrimoniales, quizás habría podido salvar mi matrimonio. Sin embargo, ahora estoy casada con otro hombre y digamos que mi apetito sexual no anda nada mal. ¿Por qué? Porque cuando empecé esta nueva relación, hablamos abiertamente sobre estos cinco puntos que pueden afectar a la disposición hacia el sexo, que no al deseo sexual:
1) Enfados: no hay nada como una buena disputa para aplazar el sexo. A nadie le apetece acostarse con alguien con quien está enfadado. ¿Y hasta dónde llega ese cabreo? Los enfados pueden durar un día o unos años pero, independientemente de ello, si estás enfadado, utilizarás tu negativa ante el sexo como arma para la lucha. Si el enfado no se puede resolver con una conversación con tu pareja, entonces es mejor que vayas a terapia o hables con un coach. El enfado no solo afecta a tu vida sexual, sino también a tu salud y a tu bienestar.
2) Sensación de ser controlado: ya sea porque tu pareja te dice lo que tienes que hacer, o porque su actitud controladora sea más bien pasivo-agresiva. Obviamente, a nadie le gusta que le controlen. Aunque nos tiente rendirnos con el sexo y decidamos, simplemente, hacerlo para que acabe cuando antes, el sexo en esas condiciones no se disfruta. Cuando nos controlan, lo único que controlamos nosotras es el sexo. Quizás no somos conscientes de ello, pero controlar el sexo puede darnos poder en una relación impotente.
3) Falta de comunicación: cuando la comunicación con tu marido se limita a los horarios de los niños o a la lista de la compra, os hacen falta unas cuantas palabras de amor más para volver a encender la llama del sexo. Que te digan lo sexy o lo guapa que estás puede funcionar. Si quieres oírlo, empieza diciéndole tú lo atractivo que está al volver del trabajo; a los hombres ¡también les gusta oír cosas así! Alimenta su ego y, con suerte, pillará la indirecta y te responderá con otro piropo.
4) Falta de atracción física: puede que haya cogido unos kilitos desde que os casasteis y que su físico esté decayendo. Sinceramente, creo que es responsabilidad de todas las parejas tratar de mantener el físico para que no se pierda la atracción. Está claro que todos envejecemos, pero también es verdad que probablemente no estemos haciendo todo lo posible por seguir siendo atractivos. Si esos kilos de más se convierten en un problema, sincérate con él. Propón un cambio en vuestro estilo de vida. Plantearos el objetivo de participar en una carrera local, elegid unas vacaciones deportivas, probad a hacer kayak o surf de remo... Ser una pareja activa puede suponer un cambio real tanto en vuestro físico como en vuestra comunicación.
5) Estrés: a ver, si trabajas a tiempo completo y pasas tu tiempo libre en el coche para llevar a los niños a sus actividades extraescolares, no te queda tiempo para TI. El estrés y la ansiedad pueden apaciguar tus ganas de sexo. Es imprescindible dedicar una hora al día a actividades relajantes: un paseo, yoga, meditación, ir de compras, ponerse guapa...
Como mujeres, solemos culparnos a nosotras mismas por la falta de romanticismo en el matrimonio. Como somos generosas por naturaleza, cuando nos vemos incapaces de dar, pensamos que algo en nosotras no va bien. El hecho de no tener relaciones sexuales de forma regular en el matrimonio puede ser normal, pero si pasan las semanas y los meses y sigue faltando el sexo, probablemente sí que tengáis que resolver algo en vuestra relación, no en vosotros mismos.
Hablad con un psicólogo o con un consejero matrimonial para determinar el problema antes de que el matrimonio se convierta en una situación de riesgo.
Traducción de Marina Velasco Serrano
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