La iniciativa del Ministerio de Educación de incluir pruebas de tecnología e idiomas en las oposiciones a profesor de primaria está bien. Va en la buena dirección. Me sigue sorprendiendo, sin embargo, que se nos venda como una audaz propuesta de mejora que la nota requerida en el examen de Lengua de Selectividad en Madrid sea de un 5 y en Cataluña de un 4 tanto para la lengua catalana como para la castellana. Nos conformamos con poco diciéndoles a los maestros que apenas es suficiente con saberse el sujeto + verbo + predicado y la concordancia de género y número.
El problema de fondo del profesorado de primaria no se resolverá hasta que no se prestigie la profesión y también se la remunere algo mejor. Mucha de la gente que estudia carreras y realiza masters y doctorados quizás se sentirían motivados a convertirse en maestros de primaria si gozara de mayor consideración social y ofreciera mejores oportunidades que la mera supervivencia.
No me cabe duda de que es una profesión difícil. De ello me doy cuenta a diario al llevar a mis hijos a la escuela, ambos en primaria, y entrar en las clases. A uno le hace sentir que ser profesor universitario es la tarea más sencilla del mundo y que es como comparar el toreo de vaquillas con vitorinos (los chavales de 7 a 10 años).
Estoy convencido de que la carrera de magisterio, o al menos alguna capacitación pedagógica, es necesaria para enseñar a los más pequeños y que muchos catedráticos de historia tendrían poco que hacer en esas aulas.
En líneas generales, pienso que hoy día los maestros saben enseñar mejor que en el pasado y motivar mejor a los estudiantes. A mis hijos les gusta ir a la escuela, algo que a mí me resultaba ajeno a su edad. Están contentos y eso está bien pero no es suficiente. La ignorancia es muy peligrosa aunque sea a cambio de una efímera felicidad.
No estaría mal del todo que aparte de buenos pedagogos los maestros sean un poco más cultos. No parece muy de recibido que en las últimas oposiciones para profesor en la comunidad de Madrid, el 93 % de los presentados no respondiera correctamente a la pregunta de cuál es el equivalente en gramos a dos kilogramos y 30 gramos. Debería haber líneas rojas que estuviera prohibido traspasar.
Por eso es tan decepcionante la actitud de los sindicatos de docentes siempre pensando antes en su clientela que en los chavales. No parece mucho pedir que un maestro, cualquier maestro sea el que sea, hoy día hable algo de inglés y sepa más que encender el ordenador como pretende exigir el Ministerio. Decir que la medida perjudica a los interinos es una ofensa a los estudiantes y, casi me atrevería a decir, que a los propios interinos a los que se les supone incapaces de actualizar sus conocimientos.
Y además, yo iría más lejos, ¿qué importan los interinos si la medida es beneficiosa para los estudiantes? Si lo más importante es que alguien mantenga su puesto de trabajo en perjuicio de la calidad tenemos un problema importante.
Pero Nicolás Fernández, el presidente del sindicato de docentes (ANPE) no se queda ahí. Según él, el problema es que: "Aquí somos pendulares. Hace 30 años no se estudiaba ni gota de inglés, era francés, y ahora se pretende que todo el sistema pivote sobre esa lengua, cuando un niño tendrá que adquirir comprensión lectora, nociones de cálculo, aprender a escribir...". Hombre, no sé si cambiar un modelo cada 30 años es ser muy pendular. Más bien yo diría que el problema es el contrario, yo diría que aquí las cosas cambian bastante poco en el terreno educativo para la velocidad de crucero que lleva el mundo. En todo caso, muchos tenemos la edad suficiente para atestiguar que hace 30 años ya se estudiaba bastante inglés aunque fuera mal.
Según el presidente de ANPE, otro problema de la medida es que muchos maestros estudian un master a la vez que trabajan, lo cual me recuerda a esos estudiantes de doctorado que, para justificar su inactividad y esperando una milagrosa solución por parte de sus directores de tesis, les recuerdan que tienen hijos, un trabajo, que juegan en un equipo de fútbol, que colaboran con una ONG y por eso nunca tienen tiempo para realizar las lecturas, asistir a las clases y escribir la tesis. Los años pasan y ellos piensan orgullosamente que al menos han hecho los cursitos preparatorios.
Aun reconociendo que ambos aspectos están relacionados, una condición sine qua non para resolver el problema educativo es priorizar las necesidades de los estudiantes sobre las de los profesores. Algo que suena obvio pero no siempre se cumple.
El problema de fondo del profesorado de primaria no se resolverá hasta que no se prestigie la profesión y también se la remunere algo mejor. Mucha de la gente que estudia carreras y realiza masters y doctorados quizás se sentirían motivados a convertirse en maestros de primaria si gozara de mayor consideración social y ofreciera mejores oportunidades que la mera supervivencia.
No me cabe duda de que es una profesión difícil. De ello me doy cuenta a diario al llevar a mis hijos a la escuela, ambos en primaria, y entrar en las clases. A uno le hace sentir que ser profesor universitario es la tarea más sencilla del mundo y que es como comparar el toreo de vaquillas con vitorinos (los chavales de 7 a 10 años).
Estoy convencido de que la carrera de magisterio, o al menos alguna capacitación pedagógica, es necesaria para enseñar a los más pequeños y que muchos catedráticos de historia tendrían poco que hacer en esas aulas.
En líneas generales, pienso que hoy día los maestros saben enseñar mejor que en el pasado y motivar mejor a los estudiantes. A mis hijos les gusta ir a la escuela, algo que a mí me resultaba ajeno a su edad. Están contentos y eso está bien pero no es suficiente. La ignorancia es muy peligrosa aunque sea a cambio de una efímera felicidad.
No estaría mal del todo que aparte de buenos pedagogos los maestros sean un poco más cultos. No parece muy de recibido que en las últimas oposiciones para profesor en la comunidad de Madrid, el 93 % de los presentados no respondiera correctamente a la pregunta de cuál es el equivalente en gramos a dos kilogramos y 30 gramos. Debería haber líneas rojas que estuviera prohibido traspasar.
Por eso es tan decepcionante la actitud de los sindicatos de docentes siempre pensando antes en su clientela que en los chavales. No parece mucho pedir que un maestro, cualquier maestro sea el que sea, hoy día hable algo de inglés y sepa más que encender el ordenador como pretende exigir el Ministerio. Decir que la medida perjudica a los interinos es una ofensa a los estudiantes y, casi me atrevería a decir, que a los propios interinos a los que se les supone incapaces de actualizar sus conocimientos.
Y además, yo iría más lejos, ¿qué importan los interinos si la medida es beneficiosa para los estudiantes? Si lo más importante es que alguien mantenga su puesto de trabajo en perjuicio de la calidad tenemos un problema importante.
Pero Nicolás Fernández, el presidente del sindicato de docentes (ANPE) no se queda ahí. Según él, el problema es que: "Aquí somos pendulares. Hace 30 años no se estudiaba ni gota de inglés, era francés, y ahora se pretende que todo el sistema pivote sobre esa lengua, cuando un niño tendrá que adquirir comprensión lectora, nociones de cálculo, aprender a escribir...". Hombre, no sé si cambiar un modelo cada 30 años es ser muy pendular. Más bien yo diría que el problema es el contrario, yo diría que aquí las cosas cambian bastante poco en el terreno educativo para la velocidad de crucero que lleva el mundo. En todo caso, muchos tenemos la edad suficiente para atestiguar que hace 30 años ya se estudiaba bastante inglés aunque fuera mal.
Según el presidente de ANPE, otro problema de la medida es que muchos maestros estudian un master a la vez que trabajan, lo cual me recuerda a esos estudiantes de doctorado que, para justificar su inactividad y esperando una milagrosa solución por parte de sus directores de tesis, les recuerdan que tienen hijos, un trabajo, que juegan en un equipo de fútbol, que colaboran con una ONG y por eso nunca tienen tiempo para realizar las lecturas, asistir a las clases y escribir la tesis. Los años pasan y ellos piensan orgullosamente que al menos han hecho los cursitos preparatorios.
Aun reconociendo que ambos aspectos están relacionados, una condición sine qua non para resolver el problema educativo es priorizar las necesidades de los estudiantes sobre las de los profesores. Algo que suena obvio pero no siempre se cumple.