Radiografía de un país en la barra de búsqueda de Google. Poesías mitad Google mitad humanos en http://www.googlepoetics.com.
¿Pueden los robots escribir poesía? La respuesta, si existe, estaría en algún lugar entre la robótica, la inteligencia artificial, la antropología, la psicología, las neurociencias y la literatura. La ciencia antidisciplinar explora la materia oscura entre las diferentes disciplinas científicas, combinando elementos que no han sido mezclados antes o acercando conceptos que normalmente se repelen. La ciencia antidisciplinar no sigue reglas ni normas, busca inventos y descubrimientos que rompan barreras, cambien convenciones y provoquen disrupción en la sociedad. ¿Y si un día pudiésemos enviar un email con una secuencia de ADN a Marte? El email lo recibiría una impresora 3D que imprimiría el ADN de una bacteria sintética, que comería metano de la atmósfera marciana y excretaría oxígeno, creando una atmósfera que sería respirable por los seres vivos de la Tierra.
La ciencia antidisciplinar utiliza la ciencia de los datos para extraer la esencia de los diferentes campos científicos, y combinar esas esencias para crear un nuevo ecosistema, muchas veces inesperado. ¿Sabes que cuando te piden que teclees un par de palabras que ves en la pantalla al intentar cambiar tu contraseña del email, en realidad, no estas solo probando que eres un humano (y no un robot), sino que estas ayudando a digitalizar fotos de textos de libros antiguos?
Los científicos antidisciplinares hablan los lenguajes de varias disciplinas. Los mismos métodos que una compañía de marketing usa para medir el éxito del lanzamiento de un nuevo refresco en las redes sociales, podrían utilizarse para seguir la evolución de la opinión de la sociedad sobre las vacunas, como por ejemplo en el caso de falsos rumores que asocian vacunas y autismo. Los científicos antidisciplinares dudan del sistema de patentes y de la industria de las publicaciones, y son partidarios de proyectos de ciencia abierta. Desde desarrollar software open source, hasta crear una red de internet física: una arquitectura abierta que usa drones para el transporte de paquetes de 2 kg. Arriesgan probando ideas rápidamente, evaluándolas cuantitativamente y consiguen avances como reducir el tiempo de fabricación de un satélite de una década a un par de años, utilizando tecnología electrónica de gran consumo e inspirándose en la organización de sociedades de insectos. En lugar de formular hipótesis extremadamente rigurosas, los científicos antidisciplinares buscan analogías entre los sistemas estudiados y dejan que los datos hablen por sí mismos. La física de fluidos puede ayudar a entender cómo se desplazan las poblaciones después de desastres naturales. Asimismo, las técnicas utilizadas para observar las estrellas y las galaxias lejanas se pueden adaptar para observar en directo y en alta resolución el desarrollo embrionario del pez cebra con microscopios láser.
Pero abrir nuevos caminos también crea nuevas amenazas: ¿Se redefinirían conceptos cómo la xenofobia si se hiciera público el genoma de cada ser humano? ¿Cambiará la genética aspectos básicos de los derechos humanos?
Y también aparecen nuevas oportunidades para el bien común. ¿Quién habría pensado que es posible entrenar el sistema olfatorio de las ratas para detectar minas antipersona? ¿o que sería posible hacer que parte del tiempo que la humanidad invierte en jugar a videojuegos sea empleado en diagnosticar enfermedades? Y que así, jugadores disparando a parásitos de malaria en muestras de sangre reales digitalizadas, ayudarían al proceso de diagnóstico.
Estamos viviendo una revolución digital. Las tecnologías de la información y las comunicaciones están cambiando el curso de la humanidad, permitiendo comunicaciones instantáneas desde cualquier punto del planeta. Y esta revolución está transformando también las disciplinas científicas: pensemos qué paso cuando la biología se encontró con la informática hace más de una década. Una vez que hacer ciencia en una disciplina específica se convierte en un asunto de datos, las fronteras de dicha disciplina se difuminan. Los territorios que una vez separaban disciplinas científicas ya se pueden explorar y están listos para ser descubiertos. Una generación de científicos antidisciplinares está de camino.