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El plátano de Alves y los racistas de El Madrigal

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En uno de sus últimos ensayos (titulado Event) el filósofo esloveno Slavoj Žižek diseccionaba la película La noche más oscura, que le resultó repulsiva por su tácita aceptación de la tortura como método policial. Žižek reflexiona consecuentemente sobre el lenguaje políticamente correcto, y llega a la conclusión de que una sociedad que se refiere a la tortura bajo el epíteto de técnicas de interrogatorio avanzadas le resulta igualmente repugnante que otra en la que las violaciones fueran clasificadas como técnicas de seducción avanzadas.

Según Žižek, los límites del lenguaje políticamente correcto tienen la ventaja de permitir desentrañar de forma muy rápida lo que una sociedad dada considera aceptable y lo que no, y las evoluciones del perímetro de lo políticamente correcto permiten constatar la evolución -a mejor o a peor- de dicha sociedad. Así pues, el desuso de la palabra tortura para describir lo que ocurre en Guantánamo indica una evolución claramente negativa en relación al respeto de los derechos humanos en EEUU, mientras que el hecho de que la palabra faggot (maricón) sea de uso inaceptable para que una persona biempensante se refiera a un homosexual denota una evolución positiva en cuanto al respeto a las minorías sexuales.

En nuestro país podemos constatar fenómenos similares. Siguiendo la línea del Gobierno, yo podría denominarme a mí mismo un trabajador con movilidad exterior en vez de considerarme un emigrante, que es lo que soy, y tratar de desmarcarme así de la familia de Leonarda Dibrani o de los inmigrantes de Melilla. Otra opción posible para convertir el español en una neolengua muy querida por el Ministerio del Interior es negar a estos últimos la condición misma de inmigrantes para convertirlos en criminales, llegando incluso a destituir el ministro del ramo al jefe de la Brigada de Extranjería y Fronteras de Ceuta por poner en duda que el individuo que le vende un flotador a un inmigrante para que éste trate de cruzar a nado la frontera forme parte de una mafia.

Ignoro si el hecho de que una palabra perfectamente nuestra como subnormal haya caído en desuso en España supone una evolución positiva de nuestra sociedad, aunque seguramente sí. Manolo Vázquez Montalbán escribió en 1974 un Manifiesto subnormal que empezaba así:

"Un fantasma recorre el mundo disfrazado de ejecutivo disfrazado de hippi disfrazado de policeman disfrazado de bussinesman..."

La RAE define subnormal como a la persona cuya capacidad intelectual es inferior a lo normal como es fácil de suponer, mientras que la palabra preferida por el colectivo hoy en día (discapacitado) es un mal calco del término inglés disabled.

Llegados a este punto, me gustaría ahora proponerle un ejemplo al lector similar al usado por Žižek para ilustrar el asco que le produjo La noche más oscura. Imaginemos un país en el que la gente tiene una pasión desbordante por la moda y por los desfiles de modas. Imaginemos igualmente que un grupo notable de aficionados a los desfiles se dedican a asistir a los mismos para insultar a las modelos o lanzarles obscenidades, y a veces incluso vibradores, o a realizarles gestos procaces con la lengua, y supongamos que el resto del público asiste impasible al espectáculo o justifica el comportamiento de dichos aficionados exaltados por la moda -habría incluso quien diría que dichos individuos forman naturalmente parte de los desfiles de moda-. Imagino que a muchos lectores dicho espectáculo les resultaría cuando menos chocante, y evidentemente ningunos padres que se precien llevarían a sus hijos al mismo. Es posible que incluso la ministra de Igualdad del país considerara la prohibición de dichos eventos por constituir una apología de lo que lo políticamente correcto ha dado en llamar violencia de género (y número, añadiría yo en tal caso).

Pues bien, durante años Samuel Eto'o fue insultado en nuestro país de forma salvaje en múltiples estadios por ser negro, hasta el punto de considerar imposible que sus hijos pudieran ir a verle evolucionar en un campo sin que ello emocionara a casi nadie -ni el ministro de Interior ni la ministra de Igualdad movieron un dedo-. El muy llorado seleccionador Luis Aragonés conminó a Reyes a dirigirse a su compañero de equipo, Thierry Henry, con el grito de "¡negro de mierda!". Parece ser que Luis ni siquiera era racista y tras su muerte Eto'o lo definió como a un segundo padre, pero el ingente público -literalmente en el mundo entero- que sigue nuestra liga no entiende de matices y cree, con parte de razón, que el español medio comparte modales con los miembros de Ku Klux Klan. Por cierto, el hecho de que muchos victimizados hayan jugado en el Barça no supone en absoluto que sus aficionados estén por encima de los de los otros campos. Personalmente recuerdo con bochorno haber asistido a escenas similares cuando jugaba Roberto Carlos en el gran rival, pero es justo reconocer que el expresidente Joan Laporta hizo esfuerzos por echar del campo al sector que más se caracterizaba por este tipo de actitudes.

El pasado día 27 ocurrió algo casi inédito en este país, que quiero creer que va a marcar un punto de inflexión. Si retomo mi reflexión anterior, un descerebrado (llamarle subnormal supondría un insulto a los discapacitados) le lanzó un plátano a Dani Alves en Villarreal. Nada nuevo bajo el sol, si no fuera porque el futbolista (ya agredido en ocasiones anteriores) tuvo el reflejo de comerse el plátano. El gesto de Alves ha despertado una ola de solidaridad inusitada, y mientras que en ocasiones anteriores los aficionados agresores se salían de rositas, esta vez la directiva del Villarreal ha identificado al tipejo, ha denunciado los hechos y ha decidido impedir la entrada del impresentable en El Madrigal en el futuro. Han hecho lo correcto y les felicito por ello.

Repetir las medidas anteriores en el futuro harán al país más decente, mejorarán nuestra imagen en el extranjero, evitarán derivas a la italiana, protegerán a los futbolistas y protegerán a los aficionados de bien de asistir como cómplices a agresiones racistas como la de esta misma semana a Diop. Es imposible sin embargo acabar este post con una nota positiva, porque la agresión a Diop quedará impune y un grupo de nada menos que 800 aficionados de Villarreal han querido dejar claro que también ellos son racistas, manifestándose tres días después del incidente del plátano en la plaza mayor del pueblo para solidarizarse no con Alves, ¡sino con el lanzador del plátano!

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