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La irónica reacción de Gabriel Rufián tras ser bloqueado en Twitter por Toni Cantó

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Gabriel Rufián y Toni Cantó.

Toni Cantó y Gabriel Rufián, diputados de Ciudadanos y ERC respectivamente, han mantenido un rifirrafe a través de Twitter a costa de la marcha de empresas de Cataluña durante los últimos años.

Todo empezó con un tuit de Cantó en el que se puede ver un vídeo de Rufián en el que el diputado republicano aseguraba que su intención era "estar 18 meses" en el Congreso.

"Qué ternura ver 36 meses después estas imágenes de Rufián asegurando que en 18 meses dejaría el Congreso para volver a la nueva República Catalana. Lamentablemente para él: La República no existe... y no cumplió con su palabra. Las empresas sí que se han ido, tristemente", ha afirmado.

Rufián contestó a la mención a la marcha de empresas de Cataluña, asegurando que sólo se fueron 300, "las que cobran y se deben a la caverna, como tú". "De hecho, Cataluña lidera el ránking de empresas. Un poco de rigor, que no estás en el teatro, Toni", agregó.

Horas después, Rufián se percató que, en lugar de una respuesta, había sido bloqueado por Cantó y decidió tirar de su habitual ironía: "Y ahora, cuando vuelva a cambiar de partido, ¿cómo me entero yo?".

Cantó ha respondido explicando el bloqueo a Rufián y ha anunciado que lo había desbloqueado: "No sé si ha sido sin querer mientras bloqueaba cuentas de trolls, o si ha sido la inteligencia artificial protegiéndonos de este hombre con (todavía) acta, pero queda desbloqueado. Así me entero cuando cumpla con su promesa de largarse del Congreso".


El enfado de Dolores Delgado por esta pregunta de Hilario Pino en 'LaSexta Noche'

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Dolores Delgado en 'LaSexta Noche'.

La ministra de Justicia, Dolores Delgado, ha sido entrevistada este sábado en el programa LaSexta Noche de LaSexta, presentado por Iñaki López, donde ha comentado, entre otras cosas, la forma que tuvo de referirse a PP, Ciudadanos y Vox.

En una entrevista concedida al programa Hoy por Hoy de la Cadena SER, presentado por Pepa Bueno, Delgado llamó "derecha trifálica" a los tres partidos de derechas, lo que ha sido una de las frases más comentadas de la semana.

"A ver, ahí hay un poquito de lapsus, es evidente y se ve", ha dicho Delgado, quien asegura que quiso decir "derecha tricéfala o tricefálica" y que, en todo caso, lo achacaba a un "exceso de testosterona" en la derecha española.

Dolores Delgado en 'LaSexta Noche'.

Durante la entrevista ha intervenido el periodista de LaSexta Hilario Pino, quien ha querido saber si lo de la testosterona es incompatible con lo que dijo en la comida que grabó el comisario José Manuel Villarejo.

"Sorprende porque en aquellas famosas conversaciones que a usted le grabaron decía usted que prefería un tribunal de tíos", ha comentado Pino.

Dolores Delgado en 'LaSexta Noche'.

"A ver, yo, le voy a decir una cosa Hilario", ha comenzado la ministra, cuya sonrisa inicial se ha tornado en seriedad. Y ha agregado:

"Respecto de aquellas grabaciones, no voy a entrar en nada referido a ellas. Porque son unas grabaciones ilícitas, porque son manipuladas, porque son objeto de investigación judicial, porque no se han tenido consideración sobre el contexto en el que se produjeron. Las difunde un medio creado dos semanas antes, cortando, pegando, partiendo una mesa entre muchos comensales, no se sabe quién habla y quién no habla. Y usted me está preguntando por algo que ocurrió hace 10 años, en una grabación ilícita, por un comisario que estaba recibiendo una medalla y estábamos un grupo que trabajábamos en temas de narcotráfico. Así que, no le voy a contestar, Hilario, y lo puede entender".

¿Hacia un Ejército europeo?

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Soldados del Eurocuerpo portan la bandera de la Unión Europea en el día de la sesión inaugural del Europarlamento del 30 de junio de 2014, en Estrasburgo.

Los dirigentes europeos han reavivado en los últimos meses el debate sobre la necesidad de crear un Ejército europeo que no dependa de la OTAN o de EEUU, que aporte a los socios comunitarios la "independencia estratégica" -es la expresión mágica- que necesita. No se tomarán decisiones a corto plazo, pero la cuestión tampoco parece llamada, en este instante, a ser guardada indefinidamente en el cajón.

Toca decidir qué modelo se quiere, con qué grado de integración nacional, qué gasto y qué objetivos. "No protegeremos a los europeos si no decidimos tener un verdadero ejército europeo", afirma tajante el presidente francés Emmanuel Macron, principal defensor del proyecto, junto a Alemania, aunque no diga en detalle qué quiere y para cuándo lo quiere. De hecho, en el nuevo Tratado de Aquisgrán firmado por galos y alemanes esta misma semana apenas se afirma que comparten que es necesaria "una política exterior y de seguridad común eficaz y fuerte".

Ni siquiera se ha entrado a fondo en lo troncal, si se quiere un ejército que dependa de las instituciones europeas y defienda el territorio de los Estados miembros (o sea, un Ejército europeo propiamente dicho) o en una fuerza militar que proporcione seguridad a terceros, bajo el control de los países participantes (un Ejército "de" europeos).

¿Por qué es ahora cuando el eje franco-alemán y sus (escasos) seguidores retoman un asunto viejo de décadas? Son muchas las razones. Las primeras, de pura estrategia interna: tanto Macron como la canciller Angela Merkel han abordado el asunto en el centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial, un contexto emocional en el que la defensa común, todos a una, cobraba el máximo sentido. La petición de unidad, de determinación, la narrativa de más suma política en Europa, es importante de cara a las elecciones europeas que deben celebrarse en mayo de 2019. Más aún cuando amenazan en las urnas los populismos euroescépticos y se está a punto de firmar el divorcio con Reino Unido.

(Puedes seguir leyendo tras los vídeos...).

Pesa también el papel de la Unión Europea en el mundo. Con Donald Trump al mando, EEUU hace cada vez más la guerra por su cuenta, según sus intereses (más en Asia que en otros rincones del mundo), e incluso lanza ofensivas comerciales que desestabilizan las relaciones con Bruselas. A eso se suman las otras grandes potencias (China, Rusia), peleando por los pasteles a repartir, los de la geopolítica, los recursos o la tecnología, hay que buscar un poco de hueco como actor mundial, que no sea tan secundario como el actual. Y la defensa no es una mala vía para empezar a ponerse en el escaparate y ser más respetado.

Hay, claro, miedos puramente defensivos que rescatan el proyecto. Destaca la política de Moscú con sus injerencias en el este del continente, comiéndose una provincia de Ucrania y lanzando ataques de desinformación. Europa tiene, además, retos como el yihadismo, la ciberseguridad y hasta la inmigración no controlada en el Mediterráneo que no pueden abordar país a país, pero que tampoco se pueden combatir con precisión desde la OTAN, la alianza atlántica en la que ta están integrados sus miembros, que está para otras cosas.

Qué se ha hecho hasta ahora

Del ejército europeo se viene hablando, con distintos nombres y diversos grados de entusiasmo, desde hace casi 70 años. Entonces, en 1954, se quiso conformar la Comunidad Europea de Defensa con el fin de avanzar hacia la integración militar en el viejo continente. Francia, indispensable, no lo acabó ratificando y quedó en nada. Los otros impulsores fueron Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos.

El tema se enterró durante años, con escasas alusiones, apenas un deseo expresado de más cooperación en materia militar, sin más. Se dieron pasos limitados, como la creación del Eurocuerpo que, pese al nombre, no es más que un conglomerado, fuerzas europeas sumando fuerzas pero siempre bajo control de los Estados europeos participantes en las misiones. Lo primero realmente concreto fue la aprobación en 2017 de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), gracias a la que se han aprobado ya este año dos paquetes de proyectos, de 17 iniciativas cada uno, para mejorar las capacidades (operativas, tecnológicas, de formación e información...) de los países que voluntariamente contribuyan.

También el año pasado, la UE dio ha dado luz verde a la creación de un cuartel general militar para misiones no ejecutivas, con sede en Bruselas, que echó andar con 30 trabajadores. Esta unidad coordina el trabajo de formación de tres misiones militares desplegadas en Mali, Somalia y República Centroafricana. Hace un mes, los ministros de Exteriores y de Defensa reforzaron ese cuartel general al extender sus atribuciones más allá de la planificación y dirección de estas misiones no ejecutivas, dejando que también lleve operaciones militares ejecutivas de hasta 2.500 efectivos, es decir, directamente de combate. Además, duplicaron el número de empleados de este ente, hasta 60.

En esa misma reunión se tomaron otras dos decisiones importantes: la primera es que se pactaron las bases para el Fondo Europeo de Defensa con un presupuesto de hasta 13.000 millones de euros, ahora mismo en 500. Las primeras partidas de ese fondo serán en 2019 y 2020 con 500 millones, pero se planean picos de inversión de hasta 1.800 millones al año. Entre los proyectos en la diana, la creación de un dron europeo. La segunda decisión fue el compromiso de desplegarse en misiones civiles en 30 días máximo, con equipos de 200 expertos (militares, policías, jueces, expertos de aduanas o antiterrorismo...).

Estas apuestas, importante, no son ya sólo cuestiones de discusión entre estados, como siempre había ocurrido en el campo de la defensa, sino que ahora cuentan con una alta implicación por parte de la Comisión Europea y, en especial, de la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la italiana Federica Mogherini, que calificó los acuerdos del pasado noviembre como "un impulso sin precedentes a la independencia estratégica común", siempre "de la mano, en cooperación con la OTAN". La idea común, compartida, es potenciar la integración y colaboración nacionales. Lo del ejército... ya si eso, luego.

(Puedes seguir leyendo tras el vídeo...).

Los únicos detalles que ha dado el galo Macron, descontento con estos tímidos pasos, es que le gustaría crear una fuerza militar en la que participen naciones europeas como Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Estonia, Finlandia, Francia, los Países Bajos, Reino Unido y Portugal, para actuar o por su cuenta o en colaboración con la UE o la OTAN, según el caso. Londres, que nunca ha visto bien la idea, desde luego ya se cae de la alineación. En su Libro Blanco de la Seguridad y Defensa, Francia sostiene que su meta es que"los europeos dispongan de doctrinas comunes, capacidad de una intervención conjunta creíble e instrumentos presupuestarios comunes apropiados para el comienzo de la próxima década".

En España, tanto en Defensa como en Exteriores han valorado positivamente la propuesta de Francia, pero remarcan que no puede entrar nunca en colisión con las competencias de la OTAN.

Desventajas y ventajas

Lo principal que tiene en contra el ejercito europeo es que nadie ha pensado en serio en su modelo básico, ni siquiera con alfileres. La diferencia conceptual entre "Ejército europeo" y "Ejército con europeos" es importante porque sólo el primero de ellos tiene la legitimidad soberana de la Unión, mientras que el segundo responde a la soberanía de los Estados miembros.

Si el mando total está en Bruselas, no habrá cambios en su línea de actuación en función del gobierno que llegue a cada país (algo importante en mitad del fantasma populista), pero también que poner de acuerdo tradiciones históricas (de siglos o muy recientes), modelos de organización militares y burocráticos muy diversos; hasta el reclutamiento sería una incógnita. Hay quien hasta se pregunta por el grado de compromiso de los profesionales que lo integrarán, por aquello del patriotismo y la entrega por la bandera. ¿La azul estrellada?

Los que defienden la creación del ejército recuerdan, pese a ello, que puede ser una herramienta importante para cohesionar y construir Europa, multiplicar la confianza entre los aliados, mejorar la política exterior, introducir orden la industria armamentística y sus inversiones (cada año se desperdician 26.400 millones de euros por duplicidades de recursos) y, claro, afrontar los riesgos puramente militares que vienen desde el este, calmando a la vez a los socios más expuestos.

¿Y la OTAN?

¿Este ejercito viene a competir con la OTAN? "En absoluto", dicen en la Comisión Europea. Es una cuestión de "coordinar". Añaden que todos los proyectos para las mejoras de la defensa comunitaria han de ser "coherentes" con los de la Alianza Atlántica y "todo debe hacerse dentro de la compatibilidad obligada con la OTAN".

(Puedes seguir leyendo tras la foto...).

Soldados alemanes, participando en las maniobras de la OTAN Trident Juncture, el pasado 4 de noviembre, en Noruega.

Pero al secretario general de este organismo, Jens Stoltenberg, el runrún del tema empieza a no gustarle. "Si se repiten demasiado conceptos como el de la independencia estratégica, suena como si fueras a hacer grandes cosas en solitario, y no creo que eso sea inteligente", dijo de cara al Consejo de Asuntos Generales que dio los últimos pasos, en noviembre.

Más aún: el noruego insiste en que las capacidades militares europeas "no se deben duplicar con las de la OTAN, porque la OTAN sigue siendo la piedra angular de la seguridad europea [...] Lo que Europa necesita es más inversión en defensa, capacidades más potentes y también necesitamos un reparto más justo de la carga en la Alianza". Esta última advertencia será del gusto de Trump, que se plantó en la última cumbre atlántica (Bruselas, en julio pasado), reclamando un mayor compromiso económico de sus socios, de hasta el 4% del PIB nacional. Lograr que se llegase al 2%, como va a pagar España con el horizonte en 2024, ya costó dios y ayuda.

Hablar de "ejército europeo" es, pues, algo poco definido, lejano y, para los más pesimistas, hasta utópico en estos momentos. Pero quizá no le viene mal el debate a la vieja Europa, para mirarse de nuevo, recordar sus valores y repensar sus compromisos.

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Fort Apache: ¿Hacia un Ejército europeo?

La mejor forma de salvar a alguien del suicidio

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Todavía estaba oscuro fuera cuando Amanda se despertó al oír la alarma, se levantó de la cama y decidió que iba a suicidarse. No lo haría en ese momento, no un viernes a las 5:30 de la mañana. Se dijo que lo haría cuando encontrara un hueco después de trabajar.

Amanda se duchó. Se puso unos pantalones color caqui y una sudadera. Dio de comer a Abby, su gato. Antes de salir por la puerta, le envió un correo electrónico a su terapeuta: "No he pasado una buena noche, he tenido un sueño inquietante", escribió. "Tengo que intentar superar el día, a ver si puedo cambiar el chip lo suficiente como para concentrarme. Solo pienso en volver a casa y echarme la siesta".

Amanda era enfermera y tenía 29 años. Era delgada y de piel pálida. Acataba las normas sin rechistar. Había pensado en faltar al trabajo por enfermedad, pero no quería molestar a sus compañeros de trabajo ni ser el centro de atención. Normalmente llegaba a su puesto de trabajo antes que casi todos los demás, ya que necesitaba más tiempo para ponerse cómoda. Había aceptado una bajada de sueldo para empezar a trabajar en una clínica de las afueras de Seattle (Estados Unidos), en parte porque quería tratar a madres con rentas bajas y a embarazadas. Entre sus pacientes había personas que estaban en rehabilitación, otras que no tenían hogar y varias que habían huido de hombres que las maltrataban físicamente. Se sentía inspirada por su resistencia ante las adversidades y sentía celos, en cierto modo, por las pacientes que habían encontrado antidepresivos que les servían de ayuda. Ese 28 de septiembre de 2007 fue la primera vez que le tocó atender pacientes sin la presencia de un supervisor.

La agenda de Amanda estaba relativamente descargada: tres pacientes, quizás cuatro. Les tomó la tensión y las pesó. Les hizo las preguntas de rigor: ¿Ha sufrido reincidencias desde la última visita? ¿Puede permitirse pagar una sillita de coche para su recién nacido? ¿Ha tenido usted problemas de salud mental en algún momento de su vida? Odiaba hacer esas preguntas. Ella misma se habría negado a responderlas. Eran demasiado invasivas, demasiado personales. En un correo electrónico que le había enviado a su terapeuta hacía un mes, le había confesado que a veces se ponía una "máscara de normalidad". Sus pacientes siempre resaltaban lo feliz que la veían, pero "la parte que no veían", según escribe, es cuando se daba media vuelta, salía del cuarto, se metía en el coche al final de la jornada, respiraba hondo y lloraba durante todo el trayecto de vuelta a casa. "Siempre hago lo que hay que hacer y cuando puedo dejar de fingir, dejo que todo aflore".

La primera vez que pensó en el suicidio fue poco después de cumplir 14 años. Sus padres estaban gestionando mal el divorcio y justo brotó con fuerza su ansiedad social y su perfeccionismo en el colegio. Con 20 años, se intentó suicidar por primera vez. Durante la siguiente década, Amanda no hizo uno ni dos intentos, sino decenas. La mayoría de esas veces, se tomaba un buen puñado de pastillas antes de irse a la cama para que sus compañeras de cuarto pensaran que estaba durmiendo. Por las mañanas, sin embargo, se despertaba exhausta y ausente, desesperada por haber fracasado hasta en eso. Entonces decidía no contárselo a nadie. Para ella, los intentos de suicidio no eran llamadas de socorro, sino secretos que guardar con celo.

"¿Qué demonios necesito para sentirme mejor?", escribió Amanda en un diario en 2004. La terapia no le servía de mucha ayuda. Demasiado a menudo, su sufrimiento era ninguneado o algo peor. En una ocasión, un terapeuta se negó a hablar durante la sesión si no se abría ella primero; jamás volvió a su consulta. La universidad en la que estudiaba Enfermería la forzó a tomarse un tiempo libre debido a su depresión y su ansiedad. El día que se lo notificaron volvió a intentar suicidarse.

Si estás pensando en suicidarte esta noche o este fin de semana, necesito saberlo.El mail de Ursula Whiteside a su paciente Amanda

Ursula Whiteside, la nueva terapeuta de Amanda, era diferente. Solo tenía 29 años, era estudiante universitaria y trabajaba bajo la supervisión de un laboratorio de la Universidad de Washington. Amanda fue una de sus primeras pacientes. Sin embargo, Whiteside tenía una sensibilidad sobrenatural. Era capaz de detectar cómo se avivaba la ansiedad social de Amanda simplemente por el hecho de estar sentada en la sala de espera. Dejó claro desde el principio que iría a extremos imaginativos para conseguir que Amanda hablara. En una ocasión, Whiteside se puso a hacer el pino. En otra ocasión, se llevó a Amanda a una sala infantil de juegos con la esperanza de que un cambio de escenario tan absurdo hiciera que algo en ella se soltara. Las raras ocasiones en las que Amanda reaccionaba con algún comentario irónico eran oro.

Aun así, había sesiones que acababan siendo frustrantes, de modo que acordaron intercambiar correos electrónicos entre cada sesión. Amanda le escribía un correo a Ursula cada vez que se sentía abatida, casi siempre entrada la noche. Los correos podían ser breves, unos pocos párrafos, pero era ahí, más que en cualquier otro medio, donde más indiferente se mostraba con sus pensamientos suicidas: "Quería contarte por lo que he pasado este fin de semana y estoy segura de que no seré capaz de hacerlo en persona", escribió el 26 de agosto. "He sobrevivido al fin de semana, que supongo que era el objetivo. [...] Entré en pánico el viernes por la noche y me tomé dos pastillas de más. Normalmente me tomo una, pero el viernes por la noche me tomé tres. Fui una estúpida, simplemente quería dormir. Fui una estúpida porque tampoco habrían hecho nada. [...] Al final, anoche me fui a casa de una amiga. Me mantuvo a salvo, aunque ella no lo sabe".

Las respuestas de Whiteside a menudo llevaban exclamaciones y palabras subrayadas. Sabía que mantenerla animada era importante. Sin embargo, un mes después, cuando recibió un correo de Amanda un viernes por la mañana antes de ir a trabajar, respondió de inmediato con poca de su habitual gracia. Habían tenido una sesión el día anterior y Amanda parecía estar ocultando algo más de lo habitual. Whiteside sintió que era necesario sorprenderla para que se mostrara más comunicativa.

"Si estás pensando en suicidarte esta noche o este fin de semana, necesito saberlo", escribió Whiteside justo antes de que dieran las 7 de la mañana.

Luego esperó. Dieron las 10. Mediodía. Sin respuesta. A las 13:30, Whiteside llamó a su supervisor para debatir sobre la mejor estrategia que debían adoptar. Si el instinto de Whiteside estaba en lo cierto y pedía a la Policía que fuera a comprobar si estaba bien, podía estar salvándole la vida a Amanda. Si se equivocaba, podía destrozar la confianza que había construido con ella a lo largo de varios meses y puede que Amanda no volviera a asistir a una sesión con ella. Whiteside empezó a tomar notas. "Me alegra que me esté contando cosas, pero hay algo que le está impidiendo abrirse completamente. Por muy buena que sea, no puedo ayudar a nadie a sentirse mejor por arte de magia. Es aterrador que vaya directa al fondo", escribió.

Amanda salió del trabajo a las 16:30 y paró en una farmacia para comprar un medicamento con receta. Quería asegurarse de tener suficientes antidepresivos para morir de sobredosis. Luego llegó a casa y buscó somníferos para hacer una mezcla con las pastillas que acababa de comprar. No llegó a responder a Whiteside. Al anochecer, se puso el pijama y se cepilló los dientes. Respiró hondo y fue tragándose una pastilla tras otra, decenas de ellas; se tumbó en la cama y se dejó llevar por el sueño.

Mientras tanto, aunque Whiteside tenía mucho trabajo, su mente no dejaba de pensar en Amanda. Estaba tan preocupada que se olvidó de que había ido en coche a la universidad por la mañana y tomó el bus para volver a casa. No dejaba de mandarle mensajes de voz y de texto para decirle a Amanda que se preocupaba por ella y que estaba segura de que la terapia funcionaría. Por la noche acabó llamando a la Policía. Conocía los riesgos, pero a esas alturas ya no le importaban.

No obstante, cuando llegó la Policía, Amanda seguía ilocalizable. La dirección que tenía Whiteside no era la actual. Por suerte, un vecino mayor le dio a la Policía el número de una amiga de Amanda. La amiga, sin embargo, insistió en ver a los policías en persona, lo que consumió un tiempo valiosísimo. Para cuando los condujo al piso de Amanda, ya era tarde; habían pasado unas cinco o seis horas desde que se había tomado las pastillas. Encontraron a Amanda en la cama, viva pero claramente ida. Había botes de pastillas vacíos cerca y juguetes de gato por el suelo. Su amiga la zarandeó para despertarla. En un susurro somnoliento, Amanda confirmó lo que había hecho.

Varias horas más tarde, Amanda ingresó en urgencias. Llevaba un gotero en el brazo. Una máscara de oxígeno le cubría el rostro. Tenía la tensión extremadamente baja. Le hicieron una radiografía del pecho. Apenas podía hablar, pero lograron obtener suficiente información como para describirla en su expediente médico como "mujer de 29 años anteriormente sana, salvo por problemas psiquiátricos".

Tiempo después, la trasladaron a otra parte del hospital, donde le asignaron un "canguro" para vigilarla en caso de que decidiera autolesionarse. En las sesiones de evaluación psicológica se ensimismaba con frecuencia. No podía creer que estuviera de nuevo ahí. No había llamado a ningún amigo ni familiar. Su estado mental era exactamente el mismo que en el momento de empezar a tragarse las pastillas. Amanda seguía queriendo morir.

Correo electrónico completo de Amanda.

Durante las dos últimas décadas, el suicidio ha ido aumentando lentamente hasta convertirse de forma repentina en una absoluta emergencia nacional en Estados Unidos, acrecentada por los cierres de empresas y los recortes en ayudas públicas del gobierno. El suicidio acosa a las bases militares tras el 11-S y asola los institutos de Silicon Valley. Prácticamente por todas partes, los centros psiquiátricos y las líneas de asistencia telefónica están saturados. Según los datos más recientes de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, en la actualidad se producen en Estados Unidos más del doble de suicidios (45.000 al año) que de homicidios. Ya son la décima causa de muerte más frecuente. Hace falta remontarse a la Gran Depresión de los años 30 para encontrar un aumento similar de la tasa de suicidios en Estados Unidos. En otros países occidentales industrializados, los suicidios permanecen estables o se han ido reduciendo poco a poco. No así en España, donde en 2017 las tasas de suicidio experimentaron un incremento del 3%. Cada día se quitan la vida unas 10 personas, 7 hombres y 3 mujeres. El suicidio sigue siendo la primera causa de muerte externa en nuestro país, según datos del INE.

Lo que hace que estas cifras sean tan preocupantes es que no pueden explicarse según ningún criterio demográfico: mujeres negras, hombres blancos, adolescentes, ancianos, latinoamericanos, nativos americanos, ricos, pobres... todos los sectores de la población lo sufren. El suicidio ha ido aumentando en todos los estados de EEUU menos uno (Nevada) desde 1999. Las muertes de Kate Spade y Anthony Bourdain sorprendieron a todo el mundo menos a los epidemiólogos que conocen estas estadísticas.

Y estos suicidios son solo los oficiales. Ninguna estadística lleva la cuenta de las miles de muertes por sobredosis de drogas que son suicidios, solo que con otro nombre. Si se amplían las estadísticas para incluir a los estadounidenses que han pensado alguna vez en suicidarse, el problema empieza a tomar la forma de una epidemia: en 2014, el gobierno estadounidense estimó que 9,4 millones de estadounidenses adultos se habían planteado seriamente la idea de suicidarse.

El suicidio lleva inherentemente ligada una falta de conclusión. Aun cuando las víctimas redactan una nota de despedida, solo revelan una parte. Los suicidios suelen hacer que los seres queridos, conocidos y compañeros de trabajo se hagan preguntas durante el resto de su vida. En este duelo también ellos pueden adentrarse en el terreno de los pensamientos peligrosos. "Con los suicidios se produce un trauma añadido", sostiene Julie Cerel, presidenta de la Asociación Americana de Suicidología. "La pregunta de 'por qué' en busca de una explicación cuando no hay explicación o los Ojalá hubiera dejado una nota... Ojalá pudiera hablar con la última persona con la que habló... Esos 'ojalá' pueden ser una tortura". El año pasado, Cerel publicó un estudio que analizaba las consecuencias del suicidio y descubrió que cada caso puede llegar a afectar a otras 135 personas.

El misterio fundamental del suicidio lo ha convertido en objeto de temor y desdén por parte de la comunidad médica. Desde los años 50, los responsables de la sanidad pública han probado con líneas telefónicas de asistencia, terapias grupales, terapia de choque e ingresos hospitalarios forzados. El personal médico ha retirado cordones de zapatos y cinturones a las víctimas de suicidios fallidos y las ha sometido a controles de vigilancia cada 15 minutos para asegurarse de que siguen a salvo. Han coaccionado a pacientes para firmar contratos en los que juran que no se suicidarán. Han creado más medicamentos psiquiátricos con efectos secundarios cada vez más invasivos y no han conseguido más que ver cómo el número de suicidios sigue aumentando.

Incluso en la actualidad, la mayoría de los profesionales de la salud no tiene ni idea de qué hacer cuando una persona con pensamientos suicidas entra a su consulta.

Incluso en la actualidad, la mayoría de los profesionales de la salud no tiene ni idea de qué hacer cuando una persona con pensamientos suicidas entra a su consulta. Les falta esa formación, no cuentan con recursos suficientes y, como consecuencia, sus comentarios pueden ser terriblemente insensibles. En urgencias, quienes han sobrevivido a un intento de suicidio pueden acabar atados a una cama durante horas hasta que son admitidos, y a veces pasan días. Encontrar ayuda más allá de urgencias resulta incluso más complicado.

"Coges a alguien que no está pasando por una buena situación, que se está derrumbando, y lo lanzas dentro de un sistema que les exige tener la mayor capacidad de solución de problemas y de control emocional", resume Jeff Sung, psiquiatra y colega de Whiteside que trabaja con pacientes de alto riesgo e instruye a otros profesionales. Según los datos del gobierno estadounidense, la mayoría de las personas que necesita asistencia para su salud mental no llega a recibirla.

Cuando se le habla de la frialdad de sus colegas, Whiteside se exaspera. Aunque los muertos son invisibles para la mayoría de la gente, ella los conoce. Comprende que los pensamientos suicidas tienen una lógica seductora y que hay consuelo al pensar que existe un modo seguro de terminar con el sufrimiento propio. Comprende por qué hay personas que tienen estos pensamientos cuando sufren una crisis, aunque sea tan nimia como perder el bus para ir al trabajo o doblar por accidente la esquina de la portada de un libro muy querido. Por eso los impulsos suicidas son mucho más peligrosos que la depresión; la gente puede ver la muerte como una solución a un problema. Whiteside sabe que muchos de sus pacientes siempre se sentirán vulnerables ante estos pensamientos. Describe su trabajo como una guerra incesante.

Identificación universitaria de Ursula Whiteside.

Whiteside nació en Colville, Washington (Estados Unidos), hace 40 años, como primogénita de unos padres atraídos por la aventura de buscar trabajo allá donde podían encontrarlo: construir un oleoducto en Alaska, criar ganado, realizar chequeos médicos a niños en el Washington rural, conducir camiones por el Medio Oeste... Cuando empezó el penúltimo año de instituto en Minnesota, Whiteside ya había asistido a seis colegios distintos en tres estados. Tantas mudanzas, en vez de convertirla en una joven tímida o resentida, parecieron acentuar sus capacidades empáticas. Se convirtió en una de esas poquísimas personas capaces de intuir cuándo estaba sufriendo alguien a su alrededor.

A veces era bastante impulsiva en sus intentos por ayudar. Cuando tenía 13 años, una de sus mejores amigas la llamó por teléfono llorando y muy agobiada. Su amiga no quiso entrar en detalles, pero dijo que necesitaba escapar de casa inmediatamente, de modo que Whiteside planificó un rescate. Poco después de medianoche, se coló por una ventana en el sótano de casa y robó el coche de su madre. No se paró a pensar que no tenía edad legal para conducir, ni que la casa de su amiga estaba a 13 kilómetros, ni que la carretera estaba nevada y resbaladiza. No le importó que con sus escasos 36 kilos apenas llegaba a ver por encima del volante. Consiguió pasar el McDonald's colina abajo y llegar a la carretera rural de un solo carril que conducía a casa de su amiga antes de chocar en una cuneta frente a la casa.

Conforme fue creciendo, fue haciéndose evidente que a Whiteside se le daba mejor cuidar de los demás que de sí misma. En el instituto tuvo problemas de imagen personal, depresión y ansiedad. Al igual que a sus futuros clientes, le resultaba insoportable la idea de hablar de lo que le sucedía. La idea de pedir ayuda era "lo más aterrador" que podía imaginarse, según ella. En una ocasión, ya en la universidad, le envió a su madre, cuyo hermano se había suicidado tiempo atrás, una extensa carta en la que detalló sus altibajos. "Te escribo esta carta porque muchas veces me cuesta horrores decir en voz alta lo que siento. Soy una gallina", confesó.

Ansiaba conocer el funcionamiento de la desesperación, incluida su propia desesperación. "Todo lo que hago tiene que ser extremo", escribió en su diario. "Paso por fases en las que me quiero muchísimo y paso por otras en las que no hago más que pensar en puentes y cuchillos". En la Universidad de Minnesota Duluth leía libros de salud mental y revistas científicas en su tiempo libre. Se sintió atraída por esta área del conocimiento como un modo práctico de desentrañar los problemas más espinosos de la vida. "Asistí a mi primera clase de Psicología y me quedé: 'Madre mía, de verdad se pueden cambiar las cosas'. No es magia", comenta.

Whiteside cursó el tercer año de carrera en la Universidad de Washington para aprender de Marsha Linehan, una eminencia en el campo de la investigación sobre el suicidio. Linehan había desarrollado un poderoso tratamiento pionero llamado terapia dialéctica conductual (TDC), que enseña a sus pacientes a reconducir sus impulsos suicidas. Puede resultar un trabajo extenuante y emocionalmente agotador que requiere que los pacientes pasen varias horas a la semana en terapia individual y grupal, y los terapeutas deben hacer tantas sesiones como sean necesarias durante la semana para comprobar que los pacientes se encuentran bien: los pacientes son lo primero; la vida personal, secundaria.

A Whiteside le venía como anillo al dedo. "He descubierto cierta pasión", escribió en su diario. "Tengo que pensar en mí misma, tengo que pensar en mi alma y tengo que acordarme de los más necesitados, los que están sufriendo más de lo que me imagino". En una carta de recomendación, Linehan escribió que Whiteside se había "vuelto imperturbable".

Mensajes de Whiteside a una paciente: "Recuerda: creo en ti. Todos creemos en ti. Ya lo has logrado otras veces. Sabes superar cosas difíciles".

Y entonces Whiteside se dio de bruces con el muro del sistema sanitario moderno en materia de salud del comportamiento. Empezó a hacer prácticas clínicas en el departamento psiquiátrico del Harborview Medical Center, en Seattle, una institución sombría y con pocos recursos. El objetivo principal, según oía constantemente, era clasificar pacientes. Estaba ahí para estabilizar a los pacientes con impulsos suicidas, nada más, porque nadie tenía tiempo de hacer nada más.

A Whiteside se le encomendó la labor de evaluar a los pacientes según su historial y su estado mental. Entre ellos había un hombre que mató a su perro y se disparó después en el estómago, un inmigrante que se había prendido fuego a sí mismo, un estudiante universitario al que habían encontrado en mitad de la calle aferrado a un osito de peluche. Whiteside percibía que todos ellos buscaban de un modo u otro alguna forma de ayuda o bondad.

"Estaba completamente loco, me daba totalmente igual la vida", comenta un antiguo paciente de aquella época. "No tenían ni idea de qué hacer conmigo. Sin embargo, Ursula me miraba y de verdad esperaba que reaccionara. [...] No me decía: '¿Qué síntomas tienes? ¿Qué medicamentos estás tomando?'. Me decía: 'Háblame un poco de tu historia". Whiteside sabía que la gente que abandona el hospital tras un intento de suicidio corre un riesgo mayor de volver a hacerse daño en los primeros 90 días. Y, pese a eso, los médicos de Harborview solo les recomendaban otras clínicas que los pacientes nunca visitaban o los ponían en listas de espera de terapeutas que a lo mejor no eran los que más encajaban con sus problemas. "Los pacientes se encontraban básicamente en esta encrucijada y nosotros no hacíamos más que joder todo más", se lamenta Whiteside.

Cuando sus pacientes salían del hospital, no podía dejar de pensar en ellos, de modo que empezó a hacerles un seguimiento por su cuenta. Les llamaba por teléfono para ver si necesitaban ayuda o simplemente para hacerles saber que no se olvidaba de ellos. Les daba su número de teléfono antes de que recibieran el alta y les dejaba una nota personal en la parte posterior de la hoja. Cualquier cosa que sirviera para mantenerlos conectados al mundo. Durante seis meses estuvo llamando a una mujer que había intentado suicidarse tras una ruptura. La mujer le cogía las llamadas al principio, pero un día dejó de hacerlo. Whiteside sigue sin saber qué fue de ella.

"Fue casi como una crisis existencial para ella", asegura Sarah Stuckey, una de las mejores amigas de Whiteside dentro del mundo clínico. "Es sobresaliente en muchos aspectos. Es una mujer preciosa capaz de hablar con voz aterciopelada sobre esta clase de cosas horribles. Pierdes a gente. Eso te afecta. Mantienes conversaciones muy personales con la gente. Eso te afecta".

A Whiteside le estaba provocando tanta ansiedad su trabajo que pasó días sin apenas dormir ni comer. Una noche después de sus prácticas abrió una botella de vino. Bebió hasta dejar de preocuparse por si volvería a despertarse. Esto la asustó. Durante unos segundos supo lo que era tener pensamientos suicidas.

Meses después, Whiteside se reunió con su terapeuta para ver cómo podía gestionar esa sensación de impotencia. Whiteside mencionó la obra de un psiquiatra e investigador sobre el suicidio retirado hacía mucho tiempo, llamado Jerome Motto. No era muy conocido. Sin embargo, la mentora de Whiteside, Marsha Linehan, lo admiraba porque era el único estadounidense que había logrado reducir drásticamente los suicidios. Su método no requería seguir un complicado manual de instrucciones de mil páginas ni una inversión de mil millones de dólares en investigación y desarrollo farmacéuticos. Lo único que hizo fue enviarles cartas periódicas a las personas que estaban en riesgo de suicidarse.

Ahí, en terapia, Whiteside empezó a contar todo lo que sabía sobre el método de Motto y su carrera. Se puso a llorar. "Dios mío", murmuró. "¿Y si fuera esto lo que hay que hacer? ¿Y si fuera así de sencillo?".

Jerome Motto

Era diciembre de 1944, en plena Batalla de las Ardenas, y la Compañía 3989 de Intendencia de Transporte Terrestre llevaba días atascada en una granja en Bastoña (Bélgica), rodeada por todos los flancos por las tropas alemanas. En esos momentos de quietud, cuando el cielo era del color del algodón y la nieve alfombraba el suelo, el teniente primero Jerome Motto rezó para que los aviones aliados vinieran a salvarlo a él y a sus soldados. Con la frecuencia justa, aparecía un avión de transporte militar C-47 con las provisiones que necesitaban para mantenerse con vida. Los soldados salían corriendo y trataban de permanecer ocultos al tiempo que caía comida, ropa y medicamentos en fardos gigantes atados a paracaídas rojos y azules y verdes y amarillos. A Motto le daba la impresión de que el cielo se vestía de lunares de colores.

Motto, un hombre alto y de ojos azules, hijo de inmigrantes judíos, callado y discreto, había crecido en Santa Bárbara (California) con el sueño de ser concertista de piano. Sin embargo, cuando estalló la guerra, quiso ayudar en la medida de lo posible. Al ingresar en el Ejército, solicitó que le asignaran labores clericales o lo incluyeran en una banda militar con otros hombres introvertidos y artistas. En vez de eso, le enviaron al regimiento de caballería y lo pusieron al cargo de la seguridad de otros 39 hombres.

El joven de 23 años solía aislarse y conducía por la Europa ocupada con un manual de gramática francesa en el regazo. Por primera vez, vio el mundo como un paisaje de personas traumatizadas. Su convoy atravesaba pueblos plagados de escaparates destrozados y casas sin techo, con unas calles vacías de jóvenes como él.

En medio de la devastación, Motto trataba siempre de distraerse con pequeños detalles. Hacer fotografías le ayudaba. También las cartas que escribía a sus familiares. Les habló de su incipiente interés por la psicología, surgido a raíz de ver cómo incluso al más viril de sus compañeros le costaba no derrumbarse. Las respuestas de sus familiares no siempre le reconfortaban. Le regañaban por no escribirles suficientes cartas, y cuando leyó que una hermana mayor se había divorciado o que su padre tenía una enfermedad misteriosa, solo pudo sentirse culpable, ya que no había nada que pudiera hacer para ayudar desde tan lejos.

Para su sorpresa, su mayor consuelo se lo proporcionaban las cartas de una mujer que apenas conocía. Motto había salido con Marilyn Ryan media docena de veces durante su instrucción al noroeste de Arkansas en verano de 1943. Nada serio: un par de espectáculos, una cita doble... Pero tiempo después de haber tenido que marcharse, ella le escribió una carta. En un principio no reconoció su nombre. Respondió simplemente para mantener la correspondencia.

Le seguían llegando las cartas de la mujer, hubiera respondido él o no. Con el paso del tiempo, se encariñó tanto de esas cartas que sintió la necesidad de analizar por qué. No eran exactamente cartas de amor. "Solo escribe sobre asuntos corrientes: qué ha hecho ese día, cómo está llegando el frío, qué canciones hay en la lista de éxitos en ese momento, saludos a Jim y esa clase de cosas", le confió a su hermana mayor en una carta. "De vez en cuando hace algún comentario melancólico sobre lo mucho que le gustaría que nos volviéramos a ver. Nada hay de palabrería apasionada, solo deduzco que cualquier persona que le escriba de forma tan constante a otra debe estar sinceramente interesada".

De forma casi inevitable, tras meses de correspondencia, Motto se dio cuenta de que se había enamorado de Ryan. Él trató de sacar el tema de una relación más profunda: "¿Por qué demonios no nos quitamos la espina del corazón en vez de seguir evitándolo de forma tan dolorosa?". La respuesta de la mujer se perdió en el curso de la historia. Lo único que se sabe es que se siguieron escribiendo, que Motto le habló varias veces a su familia de una chica de Arkansas ("un modelo moral imponentemente poderoso") que estaba "contando las horas" para su regreso, y aunque coquetearon con la idea de reunirse, Jerome Motto murió en 2015, más de 60 años después, sin haberla vuelto a ver.

Documentación militar de Jerome Motto.

Sin embargo, su influencia moldearía el resto de la vida de Motto. Tras la guerra, estudió Psicología en Berkeley, cursó Medicina en la Universidad de California en San Francisco e hizo un programa de residencia en la Universidad John Hopkins, en el estado de Maryland, antes de regresar al Área de la Bahía de San Francisco. Se interesó por los pacientes con pensamientos suicidas, hombres y mujeres que le recordaban a los soldados con neurosis de guerra que antes transportaba. "Alguien tiene que hablar por los que no son tan fuertes, los que tienen miedo, los que están desmoralizados, los que desconfían de quienes intentan ayudar, los que están desesperados, los que son retraídos", recuerda que pensó en aquel momento.

Era una filosofía tremendamente radical en los años de posguerra. Prácticamente en todos los círculos sociales y médicos, el suicidio era considerado un pecado más que una tragedia. Los obituarios encubrían los suicidios como accidentes. Los católicos no permitían que las víctimas de suicidio fueran enterradas en terreno sagrado. En algunos estados de EE UU, intentar suicidarse era un acto delictivo. Las facultades de medicina tendían a ignorar por completo el tema y muchos médicos consideraban que era "un éxito" en su ejercicio si conseguían evitar a los pacientes suicidas, según Seymour Perlin, colega de Motto. Unos años más tarde, otro colega suyo estaba en urgencias cuando llevaron con prisas a una joven. Se había cortado las venas de las muñecas y apenas estaba consciente. Entonces llegó el cirujano, se aseguró de que la joven estaba suficientemente despierta como para prestar atención y le dijo: "¿Por qué no te tiras la próxima vez por el Puente Golden Gate?".

A su alrededor, Motto veía que todo el mundo hacía que los pacientes con impulsos suicidas se sintieran solos. En 1965, se tropezó con una serie de artículos de un psicoanalista alemán llamado Hellmuth Kaiser. Kaiser sostenía que los pacientes más perturbados podían sentirse mejor si percibían cierta conexión con alguien, aunque fuera en el subconsciente. Esto hizo que Motto pensara en Marilyn Ryan y en cómo sus cartas le habían animado a lo largo de la guerra con su sinceridad alimentándole como un gotero constante.

"Es mi propia experiencia y eso no demuestra nada, evidentemente", me dijo Motto años después. Sin embargo, se preguntó si el simple hecho de demostrar a sus pacientes que estaba ahí para ayudarlos sin esperar nada a cambio podía hacer que los pacientes con impulsos suicidas se sintieran menos aislados, menos en conflicto consigo mismos.

Así pues, a finales de los años 60, con una beca del Instituto Nacional de Salud Mental, Motto diseñó un experimento. Realizaría el seguimiento de pacientes que habían recibido el alta de uno de los nueve centros psiquiátricos de San Francisco tras un intento de suicidio o tras sufrir un episodio de intensos impulsos suicidas, y se centraría en los que se habían negado a continuar el tratamiento y que, por lo tanto, ya no tenían relación con los médicos. Iba a dividir a estos pacientes aleatoriamente en dos grupos. Ambos grupos serían sometidos a una rigurosa entrevista acerca de su vida, pero el grupo de control no recibiría más comunicación tras la entrevista. El otro grupo, con el que se mantendría en contacto, recibiría una serie de cartas tipo.

Carta tipo de Jerome Motto y su equipo.

Era una empresa extremadamente ambiciosa. Para conseguir resultados significativos, el estudio tendría que durar años y requeriría la participación de miles de pacientes, cientos de miles de páginas de notas y la escritura constante de cartas que siguieran la esencia de las de Marilyn Ryan. Motto consiguió hacerse con una oficina justo encima de la planta de urgencias del Hospital General de San Francisco y formó un grupo poco ortodoxo de investigadores para entrevistar a los pacientes y mantener correspondencia con ellos. Su equipo llegó a incluir en diversas etapas a una mujer que estudiaba para convertirse en rabina, un hombre que acababa de abandonar el seminario para dedicarse a su doctorado en Psicología, un sacerdote gay rechazado por su congregación y una antigua monja.

"Algo que aprendí trabajando con personas con impulsos suicidas es que el problema del suicidio abarca muchísimas disciplinas", contó Motto al escritor Peter Shore en 2006. "No era solo un problema psiquiátrico; era un problema psicológico, sanitario, social, filosófico y teológico. Cuando digo teológico me refiero a que los pacientes te preguntaban: '¿Qué sentido tiene continuar? Es doloroso. Voy a morir tarde o temprano. ¿Para qué estoy aquí? ¿Qué sentido tiene mi vida?'. Y bueno, me di cuenta de que no me habían dado respuesta para eso en Medicina".

Motto elaboró un cuestionario de 39 preguntas para documentar los aspectos más positivos de la vida de los pacientes que se quisieran someter voluntariamente al experimento. Les pedía a sus investigadores que les preguntaran cuántos años se llevaban con el hermano o hermana con una edad más similar a ellos, cómo se ganaba la vida su pareja, cuántas veces se habían mudado en los últimos cinco años, si vivían en ese momento en un piso o en un hotel o cómo de grande era el hotel. A diferencia de otros profesionales de la salud, también les pedía a sus investigadores que hicieran preguntas explícitas sobre sus intentos de suicidio: qué les había llevado a tomar esa decisión, si habían buscado ayuda antes de hacerlo, qué repercusiones tuvo el intento de suicidio en su conciencia o cómo se suicidarían si volvieran a intentarlo.

Motto insistía en que sus investigadores se aprendieran las preguntas de memoria para que las entrevistas no parecieran interrogatorios clínicos de rigor y les indicaba que mostraran aceptación incondicional ante sus respuestas. La entrevista podía comenzar de este modo: "Cuénteme más sobre cómo ha llegado hasta este punto". Algunos pacientes estaban deseosos de hablar. Otros no podían. Algunos aún lucían heridas recientes en el cuello por intentos de ahorcamiento. Durante el primer año y medio, 16 pacientes se suicidaron antes de ser clasificados en uno de los dos grupos. Hasta los investigadores más experimentados se mostraban desconcertados ante la gravedad del sufrimiento que cargaban estas personas. Chrisula Asimos, que acabaría siendo la investigadora que más tiempo formó parte del estudio, le pidió ayuda a Motto en una ocasión con un participante particularmente reservado. "Motto simplemente me dijo: 'Siéntate con esa persona y quédate a su lado el tiempo que haga falta. Tarde o temprano, lo entenderá", recuerda Asimos.

Patricia Conway, antigua monja, pasó muchas horas a lo largo de varios días con una madre que apenas era capaz de decir palabra tras su intento se suicidio. Una tarde, la mujer parecía fascinada por otro paciente que no dejaba de chillar y alborotar cerca de ella. Tras un largo silencio, dijo: "Tiene suerte, ¿no cree?".

Conway preguntó por qué.

"Puede que piense que está loco, pero al menos es capaz de decir cómo se siente. Es capaz de chillar, alborotar y hablar de ello. Yo no puedo".

Paciente en bancarrota solicitando ayuda.

Parecía ridículo: cartas capaces de sacar a una persona de un abismo tan profundo. Ni siquiera se trataba de cartas personales, sino de cartas tipo mecanografiadas con una de las máquinas de escribir IBM Selectrics que había en la oficina. Motto quería que fueran simples y directas, sin jerga clínica ni letra pequeña para cubrirse las espaldas. Y lo más importante: no debían pedir nada: "Nada de 'debería retomar la terapia' o 'rellene este cuestionario sobre la depresión para que podamos evaluar su estado". Debían provocar una verdadera sensación de afinidad. "Simplemente, lo que uno le diría a un amigo".

Motto no tardó mucho en escribir la primera carta que recibiría uno de los pacientes. Tenía claro lo que quería decir. Solo dos frases amables: "Ya ha pasado un tiempo desde que estuvo en este hospital y esperamos que todo le vaya bien. Si quiere dejarnos algún mensaje, estaremos encantados de saber de usted".

Dentro de cada carta que enviaban, los investigadores incluían un sobre con la dirección del remitente ya escrita. Motto insistía en que este no incluyera sello. "Eso es importante", explicó más adelante, "porque algunas de estas personas eran tan sensibles que incluir un sello habría sido presionarlas, ya que se habrían sentido forzadas a responder para no desaprovecharlo".

Las cartas debían enviarse según un calendario fijo: una vez al mes durante los primeros cuatro meses, cada dos meses durante los siguientes ocho meses y cada tres meses durante los siguientes cuatro años. En total, la correspondencia constaba de 24 cartas enviadas a lo largo de 5 años, con ligeras variaciones según el caso. Algunas plantillas eran tan simples como las siguientes:

"Esta carta es un simple mensaje para asegurarle que nos sigue importando cómo le va todo".

"Se trata solo de una carta para decirle que esperamos que todo le vaya bien, ya que nos sigue importando su bienestar. Siéntase libre de mandarnos un mensaje cuando quiera".

"Somos conscientes de que recibir una carta de forma periódica expresando nuestro interés en cómo le va todo puede resultar un poco rutinario. Sin embargo, nos sigue importando usted y cómo le van las cosas. Esperamos que estas breves notas sirvan para demostrarlo".

El estudio de Motto tenía suficiente potencial para acabar con su reputación. Charlotte Ross, fundadora de un centro de crisis y prevención de suicidios en el Área de la Bahía de San Francisco y colaboradora frecuente de Motto en diversos artículos, lo expresó con contundencia: en aquella época, la idea de realizar el seguimiento a los supervivientes de intentos de suicidio después de que estos contactaran con una línea telefónica de asistencia era "tan respetable como ser un picapleitos". Cuando Asimos les habló sobre el proyecto a sus colegas del centro psiquiátrico, lo consideraron una locura. "¿Me tomas el pelo?", le dijo alguien. "¿Qué os hace pensar que enviar notitas va a suponer alguna diferencia?".

También había otros obstáculos más prácticos. Los investigadores no disponían de muchos medios para saber si sus cartas llegaban a su destino (podían llegar a una dirección antigua o traspapelarse en las oficinas de correos. Lo único que Motto y su equipo de investigadores podían hacer era captar pacientes, enviarles las cartas tipo y esperar. Entre 1969 y 1974, los investigadores de Motto entrevistaron a más de 3000 pacientes.

El ecléctico equipo de investigación de Motto. Chrisula Asimos, la asistente que más tiempo trabajó con él, aparece en la foto en color, a la izquierda.

Aunque los miembros de su equipo iban y venían, por cambiar de trabajo o continuar con sus estudios, la particularidad del trabajo con Motto —las largas horas, las vidas en peligro— unía mucho a la gente. Organizaban comidas y partidos de tenis, que Motto siempre ganaba. Conway recuerda ir a espectáculos de jazz con otro investigador que le advirtió: "Esto no va a ser muy monjil". Las secretarias fueron a una marcha feminista y luego convencieron a Motto para que les dejara ir en pantalones al trabajo. Y los investigadores siguieron buscando nuevas formas de conectar con personas con pensamientos suicidas. Diseñaron un grupo de apoyo para supervivientes de intentos de suicidio y los sacaron a bailar. Cuando el estrés por el proyecto se hacía insoportable, recurrían los unos a los otros en busca de aliento. Eran principios de los 70, todavía había muchas palmaditas en la espalda en la oficina.

Conway a veces se quedaba hablando con Motto durante el café matutino o en su despacho durante el almuerzo. Hablaban sobre lo que estaban leyendo —a Motto le gustaba el poeta rebelde Kahlil Gibran— y ella se sintió inmediatamente atraída por lo apasionado que era Motto. Le gustaba que él echara chispas al hablar de la Guerra de Vietnam; de hecho, llegó a mandar tantas cartas a un congresista que un funcionario le contestó pidiéndole que parara. (Y Motto siguió escribiéndole, en cualquier caso). Sus conversaciones pronto dieron lugar a algo más y, un año después de su primera cita, el judío de 48 años convertido al cristianismo unitario y la exmonja de 33 años se casaron. La madre de Conway se alegró porque Motto era "la persona más parecida a Jesús" que había conocido nunca.

Eres el hijo de puta más insistente que he conocido nunca, así que tu interés por mí debe ser sincero.Una de las respuestas a las cartas de Motto

A finales de los años 70, después de que Conway dejara el estudio para formar una familia, surgieron indicios de que el experimento de Motto funcionaba. Por fin los pacientes respondían a las cartas. Algunas respuestas eran brevísimas, como "estoy bien, gracias", lo que Motto entendía como "una despedida". ("Por supuesto, no los dejamos solos", aclaró Motto años después). Otras eran mucho más reveladoras. Un paciente le pidió una receta de Valium. Otro pedía ayuda para encontrarle un hogar a su gatito gris. Un joven temía que lo enviaran a Vietnam y confiaba en que el equipo de Motto pudiera enviar al Ejército una carta confirmando su hospitalización previa. "Antes me quitaría la vida que destruir la de otro", escribió. Una persona que se había tirado por el Puente Golden Gate (y había sobrevivido) envió una carta en la que cada frase empezaba con la letra p.

Motto recuerda recibir cartas de agradecimiento a él y a su equipo por acordarse de ellos. Uno escribió: "Nunca sabrás lo que estas pequeñas notas significan para mí". Aunque el tema de estudio era oscuro —"por favor, llamadme, no me importa en qué momento. Quiero a mis hijos pero necesito un descanso, porque creo que estoy teniendo una crisis nerviosa", escribió una mujer en 1973—, propiciaba una sensación de intimidad.

Dos respuestas a las cartas de Motto.

La respuesta más clave la recibió Douglas Kreider, uno de los investigadores de Motto, por parte de un participante del estudio que vivía en un apartamento en el distrito Haight-Ashbury de San Francisco. El hombre, que 18 años antes había escrito una carta de "despedida", se describía a sí mismo como una vasija rota cuyos trozos había reunido con sus propias manos. Su carta abarcaba cinco páginas escritas a máquina a un espacio y parecía que le había llevado días escribirla. Cuarenta años más tarde, Motto era capaz de acordarse de la primera frase: "Eres el hijo de puta más insistente que he conocido nunca, así que tu interés por mí debe ser sincero". Ahí estaba: era un compendio perfecto de los objetivos del estudio. Motto la llamó "la carta de bingo".

Aun así, por muy prometedoras que fueran las respuestas, eran solo pruebas anecdóticas. Para obtener pruebas sólidas, Motto reunía a varios investigadores en su camioneta una vez al año y conducía una hora y media al noroeste de Sacramento. Llegaban al Departamento de Salud Pública a las 8 de la mañana y revisaban los registros de defunciones del Estado. Se quedaban ahí hasta que revisaban hasta el último nombre de los participantes del estudio. Querían ver si alguno de ellos se había suicidado.

"Era como una tarea solemne", comenta Kreider. "De fondo estaba la idea de 'espero no descubrir algo sobre algún conocido". En una ocasión, ocurrió. Kreider, como la mayoría de los investigadores, había desarrollado un vínculo real con sus pacientes. Este era más o menos de su edad. Al hombre le costaba mantener el contacto visual y sufría paranoias. Kreider recuerda que nadie hablaba mucho cuando volvían a casa desde Sacramento.

Después de unos cuatro años haciendo esos viajes, Motto y su equipo ya tenían suficientes datos como para determinar que su trabajo no tenía precedentes en la historia de la investigación sobre el suicidio. En los dos primeros años tras su hospitalización, la tasa de suicidio del grupo de control casi duplicaba la del grupo de contacto. Y no era solo que ningún otro experimento hubiera demostrado una reducción en las tasas de suicidio. Motto había demostrado algo más profundo: también había alternativa para la gente que intentaba suicidarse y no quería tener nada que ver con el sistema sanitario.

Cuando Motto publicó sus datos en 1976, el campo de la suicidología todavía era muy pequeño y muy nuevo. Los resultados se publicaron en el único boletín del país dedicado a la investigación sobre el suicidio —con una tirada de 1002 ejemplares— y su importante hallazgo fue prácticamente ignorado. Aun así, Motto siguió con el estudio; su equipo envió cartas prácticamente hasta el final de la década y siguió controlando los resultados de cada participante a lo largo de 15 años. En un informe actualizado sobre sus descubrimientos, Motto mostró que quienes recibieron cartas mantuvieron unas tasas de suicidio ligeramente menores durante años, aunque las cartas disminuyeran su frecuencia y luego dejaran de enviarse, directamente.

Motto no dio mucho bombo a su hazaña aparte de comentarla con pequeños grupos en conferencias y ceremonias de premios. Él, con su discreta actitud, se sentía satisfecho de que su trabajo hubiera significado algo, y volvió a otros proyectos. Continuó enseñando y publicando artículos. Pidió sin descanso que se pusieran barreras antisuicidios en el Golden Gate.

Y Motto se aferró a la gente. Cada día, llamaba a su hermana Sandy, la que se había divorciado durante la guerra. Mucho después de jubilarse, e incluso cuando estaba prácticamente sordo, dejaba que sus antiguos pacientes lo llamaran con regularidad. "Entre mis recuerdos más vívidos están las llamadas de Navidad y Nochebuena. El teléfono sonaba y él subía al piso de arriba y se quedaba allí una hora", cuenta su hijo Josh. El acto de escuchar era sagrado para él. Es lo que hacía a Motto sentirse más vivo: decir "cuéntame más".

Un psiquiatra una vez preguntó a Motto: "¿Soy el cuidador de mi hermano?". Y Motto contestó: "No, no lo eres, pero eres el hermano de tu hermano".

Parecía que no paraba nunca, aunque su postura empezó a encorvarse y su despacho se convirtió en un laberinto construido de torres de artículos académicos y libros amarillentos, sin dar importancia a la piscina que nunca usó y al garaje lleno de más libros y papeles. Y metida justo ahí, dentro de una carpeta entre sus documentos, estaba la carta de bingo, que Motto mantuvo en condiciones impecables hasta el día de su muerte, esperando a ser descubierta.

La carta de bingo.

Ursula Whiteside es, ante todo, amante de los chistes malos y del humor gatuno. Parece que nunca ha visto un GIF de un pingüino, o de Beyoncé. Sus prácticas terapéuticas recurren mucho a estas formas cursis. A una de sus pacientes le costaba salir de la cama por las mañanas, así que Whiteside le escribía mensajes como: "Aquí llega el mágico despertador de cabra para hacer este día menos beeehhh". Y al día siguiente: "El conejo necesita que le des de comer. Solo podrás darle comida si saltas de la cama". Cuando la misma paciente se fue de vacaciones el año pasado, Whiteside le envió un mensaje exigiéndole que se sintiera "LIBREEEE" junto con un dibujo de un perro sacando la cabeza por la ventana. (Estos mensajes, como otros que se muestran en el reportaje, los proporcionaron los pacientes, no Whiteside).

Aunque sus mensajes no imitan la voz directa de Motto, captan perfectamente el espíritu de su trabajo. Whiteside empezó a enviarlos cuando fue a una consulta privada hace cuatro años e inmediatamente descubrió su poder. Muchos de sus pacientes se peleaban entre sesiones. Se molestaban por la frontera artificial de los 50 minutos de conversación. Los mensajes actuaban como la prueba de una relación, como muestras que sus pacientes podían tomarse como la evidencia de que alguien se preocupaba por ellos. Es exagerado lo diferente que es esto de la correspondencia que los pacientes suelen recibir de un centro médico. Whiteside tiene un amigo psicólogo que llama "cartas te odio" a las notas automáticas que recibe una persona cuando falta a una cita.

Aun así, Whiteside pone reglas a sus pacientes: tienen que estar de acuerdo en recibir mensajes. No tienen que contestar necesariamente. Si lo hacen, deben entender que quizá no reciben una respuesta al menos en una hora. Puede que ella esté en una sesión con otro paciente, o en el almuerzo. También quiere que sus pacientes le den un feedback claro sobre lo que les gusta y no les gusta. Una persona le dijo que odiaba los memes de pingüinos y que prefería imágenes de naturaleza. "Siempre estás prestando atención a lo que les parece divertido, a lo que dicen cuando van a ponerse a llorar".

También se pone reglas a sí misma: no pasa nada por tener faltas de ortografía. Tampoco pasa nada si el mensaje es un poco molesto. Cada mensaje no debería llevarle más de 90 segundos, porque si es más largo puede leerse como que le ha dado muchas vueltas para escribirlo, no como si fuera algo entre amigos. También se asegura de espaciar sus mensajes para que no lleguen solo cuando los pacientes están en plena crisis. En general, deberían aparecer sin ningún motivo particular, simplemente porque ella está pensando en ellos.

"Creo que las personas se mueren cuando se sienten completamente solas", sostiene Whiteside.

Cuando ella desarrolló su sentido de la misión, un pequeño grupo de terapeutas e investigadores de todo el mundo ya había reconocido el valor del enfoque de Motto. Gregory Carter, que dirigía un servicio de psiquiatría en New South Wales (Australia), orquestó un estudio en el que las palabras de Motto estaban impresas en una postal ilustrada con el dibujo de un perro con un sobre en la boca. Las notas se enviaron ocho veces en el transcurso de 12 meses a pacientes muy difíciles de tratar. La mayoría tenía historias de traumas, entre ellas de violación y acoso. Algunos habían cometido intentos de suicidio en repetidas ocasiones. Pero Carter descubrió que había una reducción del 50% en los intentos de quienes recibían las postales. Cuando revisó a los participantes del estudio cinco años después, el efecto de las cartas seguía siendo fuerte. Y el coste por paciente era de menos de 11 dólares.

Creo que las personas se mueren cuando se sienten completamente solas.Ursula Whiteside

En Teherán (Irán), los investigadores llevaron a cabo un experimento similar, modificado para ajustarse a la cultura local. "En mi opinión, [el texto de Motto] habría resultado aburrido a nuestros pacientes", comenta Hossein Hassanian-Moghaddam, profesor asociado de la Universidad Shahid Beheshti de Ciencias Médicas. "Quizás pensaban que era un robot el que les enviaba ese tipo de mensaje". En su lugar, los iraníes escribieron tarjetas de felicitación sentimentales con lemas inspiracionales o textos religiosos. Algunas iban intercaladas con citas de Albert Einstein. Otras, de Buda o el presidente John F. Kennedy. También enviaban tarjetas a los pacientes por su cumpleaños (uno de los detalles favoritos de los participantes). Los resultados fueron igualmente positivos.

Tarjetas que los investigadores iraníes enviaban a sus pacientes.

Kate Comtois, una reputada investigadora sobre el suicidio en Seattle (EE UU), trató de probar estos métodos con un nuevo público, uno cercano a Motto. Para su grupo de control aleatorio, financiado por el Departamento de Defensa, ella y su equipo enviaron mensajes a cientos de soldados y marines del Ejército en activo. Cada uno de ellos recibió 11 mensajes al estilo de los de Motto a lo largo de un año.

Cuando los investigadores hicieron un sondeo sobre los mensajes de los soldados, les dijeron que para que esto funcionara con los marines, los textos no deberían insinuar debilidad. "Nos dieron una lección", explica Comtois. "No querían que usáramos la palabra 'necesitar".

Así que ella y su equipo siguieron enviando mensajes, pero cambiaron de tono: "Espero que la vida te esté tratando bien" y "espero que todo vaya bien y te estés cuidando". Como eran mensajes, los investigadores podían responder a los soldados con emoticonos o con lo que les pareciera más natural. El estudio, que terminó hace poco, demostró que los destinatarios tenían menos probabilidades de tener pensamientos suicidas o de intentar suicidarse. Comtois estaba sorprendida por lo distintas que eran las interacciones. "La mayoría de las veces nos dirigíamos a alguien que se alegraba de tener noticias nuestras", dice. "En la prevención de suicidios no suele ocurrir esto".

Pero quizás el trabajo más ambicioso relacionado con Motto que se está llevando ahora a cabo es el de una pequeña clínica de salud mental en Berna (Suiza). Uno de los cofundadores de la clínica, Konrad Michel, centró todo su enfoque en las historias de los pacientes. Al principio grabó sus sesiones de terapia con pacientes y luego les hizo reflexionar sobre la experiencia en entrevistas grabadas llevadas a cabo por un colega. Ellos le decían lo que pensaban de sus preguntas, de sus costumbres, de cómo les hacía sentir. Un trabajo así te pone los pies en la tierra.

Con el tiempo, él y la otra cofundadora de la clínica, Anja Gysin-Maillart, desarrollaron un nuevo modelo de terapia de breve intervención, llamado Attempted Suicide Short Intervention Program (ASSIP). Es una forma mucho más intensa y compasiva de tratar el suicidio, acompañada de la terapia y la medicación habituales. En la primera sesión, que dura aproximadamente una hora, se graba al paciente contando la historia de un intento de suicidio y qué le llevó a ello, sin que intervenga el psicólogo. En la siguiente sesión, el mismo psicólogo se sienta con el paciente y ven juntos el vídeo. El psicólogo pulsa el botón de 'pausa' cuando hay una oportunidad para profundizar, en busca de hallazgos. En la tercera sesión, enumeran los desencadenantes potenciales y vulnerabilidades que podrían llevar al paciente a volver a un modo suicida. Luego planean juntos los objetivos y estrategias a largo plazo para minimizar el riesgo de otro intento. Si se necesita una cuarta sesión, vuelven a ver la grabación de la primera sesión y afinan el plan de seguridad para ajustarlo a las necesidades del paciente.

El trabajo, dice Gysin-Maillart, aporta claridad a los pacientes, que suelen sentirse abrumados después de un intento de suicidio. Y aunque suene dramático, esa es la clave. Se espera que el psicólogo y el paciente creen un vínculo a través de esa experiencia. El paciente entonces recibe una versión de la carta de Motto a intervalos regulares durante dos años.

Hasta ahora, los resultados han sido sorprendentes: en 2016 se publicaron los hallazgos de una prueba clínica que mostraba una reducción del 80% en el riesgo de intentos y un menor tiempo de ingreso en hospitales. Se han creado nuevas clínicas cerca de Zúrich, así como en Finlandia, Suecia y Lituania. A finales del año pasado, Michel empezó a formar a terapeutas en Siracusa, Nueva York, para llevar a cabo su propia consulta con financiación federal.

Cuando visité la clínica en Berna, me interesó más lo que no vi. No había médicos diagnosticando a pacientes ni precribiéndoles medicamentos. En cambio, era un lugar de escucha atenta. Vi una primera sesión entre Gysin-Maillart y una paciente con un largo y complejo historial de intentos de suicidio. Gysin-Maillart le preguntó qué le había llevado a plantearse el suicidio como una opción. Y durante los siguientes 25 minutos, la escuchó sin hacer una sola interrupción. "¿Tuviste la impresión de que desaparecía?", me preguntó después Gysin-Maillart. Le preocupaba que su lenguaje corporal fuera excesivo, especialmente cuando asentía con la cabeza. "Es mejor no asentir", dice. "Pero su historia era tan dura que tenía que hacerle alguna señal".

Varios de sus pacientes me dijeron que, a diferencia de otros doctores, Gysin-Maillart nunca intenta evaluar su riesgo. En su lugar, ella les hace sentir comprendidos y esperanzados. Verse a sí mismos en vídeo les ayudaba a entender la gravedad de lo que habían vivido. No podían minimizar lo que habían hecho. Y las cartas no hacían más que consolidar su sensación de conexión con ella.

Correspondencia de Gysin-Maillart a un paciente.

De todos los pacientes que conocí ninguno parecía tan metido en las cartas como una estudiante universitaria llamada Anna, que me dijo que antes de llegar a la clínica se sentía "muy perdida en el mundo". Sus respuestas a Gysin-Maillart acabaron tomando la forma de largas confesiones, llenas de detalles sobre su vida que no había compartido con su psicóloga (a quien admiraba) ni con su madre (con quien se llevaba bien). Anna llegó a ver a Gysin-Maillart como guardiana de todos sus secretos.

"Recibí tu carta y casi no quería abrirla, porque quería conservar esa sensación de alegría un poquito más", respondió Anna a la primera nota de Gysin-Maillart. "Como cuando no abro un regalo directamente".

Durante los siguientes dos años, Anna le contó por carta a Gysin-Maillart que le costaba encajar en su entorno después de su intento de suicidio, que ni siquiera la entendían sus amigos y que no podía llorar. Para sobrellevarlo, había empezado a practicar remo. "Remar en el Rin", escribe, "cuando todo está quieto y calmado y la niebla sale del agua y el sol empieza poco a poco a calentar, con el lento golpear de los remos y el chapoteo del agua a mi alrededor. Eso me da una sensación indescriptible".

Tres meses después de recibir su última carta de la clínica, el insomnio de Anna se intensificó y empezó a pensar de nuevo en el suicidio. Así que cogió lo que había aprendido de sus sesiones y se puso a escribir un correo electrónico a Gysin-Maillart. Como había hecho en cartas anteriores, vertió todos sus pensamientos. Pero cuando acabó, se dio cuenta de que no necesitaba enviarla. Escribirlo había sido suficiente.

El enfoque de Motto es como un prometedor medicamento experimental contra el cáncer. Tiene el poder de remitir o reducir las ansias suicidas hasta un nivel manejable. Es la mejor esperanza para unas personas tan abatidas. Pero esto no significa que los psicólogos estén deseando probarlo o que sea fácil desarrollarlo, especialmente dentro de un sistema sanitario tan sumamente caótico como el de Estados Unidos.

April Foreman, miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Americana de Suicidología, utiliza el término "teatro de virtudes" para describir el estado actual del cuidado de la salud mental en Estados Unidos. Aparentemente apunta a la esperanza, pero por dentro el personal clínico se ve consumido por el papeleo, el estrés por la financiación, la preocupación por las responsabilidades, la cantidad de casos imposibles y los siempre cambiantes y decadentes requisitos que tiene que cumplir la gente para que se les ofrezca ayuda. "Entrenamos a profesionales de la salud mental para que se aterroricen de todo", lamenta. El trabajo al final se convierte en evitar pleitos y pacientes de alto riesgo, y no en experimentar formas nuevas de tratar a la gente que más lo necesita".

Esto ayuda a explicar por qué las compañías aseguradoras no han aplicado todavía los métodos de Motto. La industria tiene un largo historial de no querer pagar los servicios de salud mental, y muchas veces solo los cubre cuando se les obliga. Hasta hace diez años, la norma era poner estrictos límites a los tratamientos; solo se cubría un relativamente pequeña cantidad de visitas al año. Los incentivos económicos siguen desfasados a día de hoy. Los seguros pagan a los psicólogos la misma cuota independientemente de si están atendiendo a un veinteañero con depresión leve o a un hombre de cincuenta y tantos con pensamientos suicidas crónicos, adicción a los opiáceos y un arma en su mesita de noche. Como consecuencia, puede que los profesionales estén menos dispuestos a aceptar a clientes con un historial de intentos suicidas. Sin subvenciones adicionales, muchos hospitales y clínicas no se ven inclinados a dedicar recursos a una intervención que no les van a reembolsar.

Incluso más frustrante es el hecho de que haya muchísimas personas dentro de la industria aseguradora que saben lo potente que puede ser el enfoque de Motto. Un director médico de Cigna me confesó que cree "totalmente" en ello, mientras que otro de Premera Blue Cross lo consideró "increíblemente valioso". La directora de Premera me dijo que ella envía mensajes a los clientes por su cuenta, pero no puede imaginarse que su empresa llegue a pagar a los médicos por enviar mensajes o mails.

Esto no quiere decir que el enfoque de Motto no conlleve riesgos reales. La idea de tener que defender gifs de pingüinos en una demanda legal por la muerte de alguien es realmente aterradora. Y por motivos de privacidad, muchos hospitales y clínicas no permiten a sus médicos comunicarse con pacientes fuera de un portal seguro. Si el contenido de estas conversaciones se hackeara y se hiciera público, podría ser catastrófico para todos los implicados. Algunos psicólogos incluso expresaron su preocupación de que su pareja viera los mensajes y pensara que se trataba de un affaire.

Y luego está la dificultad de escribir los mensajes en sí. Piensa en todas las veces que un mensaje tuyo sufrió malentendidos y tuviste que responder explicando que no, lo que quería decir en realidad era esto. O las veces en las que no fuiste capaz de descifrar si un mensaje sarcástico de un colega era de broma o estaba criticando un aspecto de tu personalidad, así que te quedaste un rato preocupado. Luego imagina que esa interacción tiene lugar cuando la vida de alguien está en peligro.

Whiteside cree que siempre tiene que mostrarse animada con sus pacientes (en este caso, con Mary).

Este tipo de problemas se hace cada vez más difícil de sobrellevar a nivel institucional. Kate Comtois, que revisó el exitoso estudio militar, comenta que como muchos terapeutas carecen de formación sobre cómo tratar a supervivientes de intentos de suicidio les cuesta gestionar la oleada de pacientes que busca ayuda después de recibir una carta o un mensaje afectivo. Y escribir las cartas puede ser delicado. Cuando el Departamento de Asuntos para Veteranos de Estados Unidos recomendó que se enviaran tarjetas a veteranos enfermos, nadie impuso un lenguaje específico y muchos de los mensajes acabaron desviándose del ideal terapéutico. Algunos regañaban a los pacientes por no coger el teléfono cuando les llamaba el psicólogo; otros les atosigaban para que comieran mejor. Les pedían demasiado (rompiendo la regla de Motto) y, además, expresaban preocupación. La preocupación, me dijo Linehan, envía un mensaje equivocado porque es "la afirmación de que en realidad no crees en ellos".

Pero quizás el mayor obstáculo que impide que el enfoque de Motto sea más universal es que cruza una de las fronteras más inviolables en terapia: la que separa las sesiones de la vida exterior. Desde el principio, a los médicos se les enseña a guardar una distancia emocional de sus pacientes para evitar el agotamiento y proteger su objetividad. Los psicólogos y trabajadores sociales aprenden principios similares. Básicamente, cuando acaba tu jornada laboral, dejas atrás las luchas del paciente y vuelves a tu propia vida. Hay un motivo por el que el mensaje del buzón de voz de un psicólogo le dice a sus pacientes que llamen a una línea contra el suicidio o a emergencias si llevan varias horas en crisis.

Paul Appelbaum, profesor de Psiquiatría, Medicina y Derecho en la Universidad de Columbia, cree que los mensajes son peligrosos porque pueden ser "el primer paso para cruzar otras fronteras". "¿Es una vez al día? ¿Una vez cada hora? ¿Puedes beber y contestarle, aun sabiendo que habrás perdido facultades? ¿Puedes disfrutar de una boda familiar sin apartarte a una esquina para contestar a los mensajes?".

Al menos un estudio contradice estas preocupaciones. En 2004, los investigadores descubrieron que cuanto más abiertos se mostraban los psicólogos a atender llamadas de clientes entre sesiones, menos recibían. Stacey Freedenthal, trabajadora social clínica y profesora asociada de la Universidad de Denver, cree que una forma de resolver el problema de las fronteras es que los trabajadores sociales de salud mental tengan un mejor entendimiento del riesgo. Los psicólogos deben ser capaces de diferenciar entre pacientes con intensos pensamientos suicidas (los que están en peligro ahora mismo) y las personas que llevan años contemplando la idea del suicidio pero que la mayoría de las veces no se plantean actuar.

Todas las personas del ámbito de la salud mental deberían saber cómo tratar los pensamientos suicidas agudos, desarrollando un plan que los mantenga a salvo, hablando con sus familiares para que mantengan lejos de su casa cualquier arma. Igual que todos los médicos deberían saber realizar la reanimación cardiopulmonar. Pero Freedenthal piensa que los psicólogos que no se sientan emocionalmente preparados para ayudar a suicidas crónicos deberían recibir formación cuando acepten esa responsabilidad. "Algunas personas viven en la luz y dicen a la otra persona que está en la oscuridad: 'Ven aquí, aquí hay luz y esperanza'. Pero a veces lo que necesita la persona suicida es que el psicólogo se reúna con ella en la oscuridad y le muestre el camino de salida", opina la experta.

En una mañana soleada de junio, voy hasta el modesto adosado de posguerra de Whiteside, en el barrio Capitol Hill de Seattle, para ver cómo es un día normal para ella. Sé que tiene sesiones con clientes y papeleo que arreglar, pero estoy más interesado en lo que ocurre entre tanto.

Whiteside llega a la puerta llena de energía, con la cara elástica y expresiva. El salón es una mezcolanza de muebles de bazar, y se disculpa por que las paredes estén prácticamente vacías. Los dos marcos de fotos en las mesas de madera oscura tienen las fotografías de modelos sonrientes que vienen por defecto al comprar los marcos. Ursula Whiteside lleva más de un año ahí pero no ha tenido tiempo de reemplazarlas por fotos propias. En los armarios de su cocina, entre sartenes y cacerolas, hay ficheros de la investigación.

Whiteside se acurruca en su sofá con una mantita roja y se dispone a comprobar qué tal le va a Mary, una de sus pacientes habituales. La psicóloga tiene unos 10 pacientes al mismo tiempo, y sobre todo le preocupan quienes no envían mensajes ni llaman. Y en ese momento lleva un par de días sin saber de Mary.

Mary (no es su nombre real) tiene 41 años y un buen trabajo en una escuela cercana. Se ha esforzado mucho por ocultar sus pensamientos suicidas a sus amigos y compañeros. Pero por la noche, le cuesta alejarse de las webs de armas. Ha probado decenas de tratamientos y varios psiquiatras en los últimos años. Me dijo que veía a Whiteside como su última oportunidad para mejorar. Aun así, muchas de sus sesiones no han sido fáciles, y Mary algunos días deja la consulta enfadada por todo el trabajo emocional que le pide Whiteside. De hecho, puso un tono especial a los mensajes de Whiteside porque hay veces en las que prefiere no mirar hasta sentirse preparada.

El día anterior fue el cumpleaños de Mary, y Whiteside no estaba muy segura de cómo se lo tomaría. Le envió un mensaje antes de llegar yo: un simple meme de El resplandor en el que un gato (en vez de Jack Nicholson) rompe la puerta del baño con un hacha. Whiteside es totalmente consciente de que Mary odia el humor de gatos, pero estos mensajes se han convertido en bromas internas entre ellas. "Mientras se lo enviaba, pensé, ¿será esto peligroso? ¿Podrá interpretarlo de otra forma?", plantea. Al principio, no esperó ninguna respuesta. Ahora, horas después, está ansiosa por recibir una.

Whiteside se sienta en el sofá un minuto, sin dejar de mirar la pantalla de su teléfono. No está segura de qué escribir, o de si debe escribir algo. Quizás suene asustada. Quizás no deba. Empieza a jugar con el lenguaje, diciendo palabras en voz alta para comprobar su peso.

"¿Has hecho algo por tu cumpleaños?"

No, eso no suena bien. Demasiado juicioso. Se queda callada otro minuto. Coge el teléfono. Mira Facebook. Ningún mensaje de Mary.

"¿Has hecho algo por ti en tu cumpleaños?"

Pausa breve. Sí, eso le gusta. El mensaje puede parecer inocuo. Pero para alguien como Mary, capaz de aislarse, incorpora un recordatorio sutil de un objetivo terapéutico: aprender a ser consciente siempre de tu estado mental, anticiparte y desviar pensamientos destructivos. Por ti, decía el mensaje. Quizás lo pillaba. Whiteside lo teclea rápido y le da a enviar.

Unos cinco minutos después, Mary responde que está bien, pero no ofrece más detalles. Quizás ese intercambio de mensajes le molesta, quizás no. En cualquier caso, ha respondido con algo más cálido que el silencio.

Con lo que me envías siento que estás sufriendo. Y quiero que sepas que te apoyo, de verdad. Y que no puedes irte.Lo que Whiteside desearía haber escrito a Amanda en 2007

El episodio es tanto un éxito como un perfecto caso de estudio de por qué a los terapeutas que no poseen la paciencia sobrehumana de Whiteside les puede costar seguir el enfoque de Motto. Tratar el pensamiento suicida significa que tus clientes nunca están lejos de tu mente. Tienes que ser un experto interpretando sus mensajes y observando cambios problemáticos de personalidad que son imperceptibles para el resto de la gente. Durante años, Whiteside se ha excusado por no acudir a cenas de amigos para aliviar a sus clientes. En el cine deja su teléfono encendido y también cuando coge un avión. Sabe —y sus amigos también— que no hace suficiente por sí misma.

Pero se encuentra más en paz cuando mantiene comunicación regular con sus clientes. Las personas que causan más estrés a sus terapeutas son quienes no interactúan en absoluto. La gente que habla de su dolor, por otra parte, está extendiendo una invitación de ayuda. Poco antes de mi visita, Whiteside estaba a punto de volar a casa desde San Francisco cuando recibió un mensaje. "No quiero estar aquí. No quiero respirar. No quiero hablar", le escribió una paciente. Era una madre soltera de mediana edad, que había estado bebiendo y acababa de escuchar una canción que le recordaba a un ex. Había entrado en una espiral. Pero Whiteside sabía precisamente cómo calmar la situación. "Vale, es hora de irse a la cama", le escribió después de un intercambio de mensajes. "Mucha agua y un pijama calentito".

La cliente siguió las instrucciones y, a la mañana siguiente, escribió a Whiteside su plan para seguir adelante el resto de la semana. "Sé que el primer paso era superar la noche. Y lo hicimos", dice.

Muy pocas veces Whiteside ha cedido a las exigencias de su enfoque. En 2017, pasó una mala época con un proyecto de investigación y, aunque mantuvo sus citas con Mary, durante una semana dejó de enviar mensajes entre sesiones y se saltó dos fines de semana. Cuando empezó a sentirse culpable, se preguntó cuántos médicos escribían a sus pacientes en sus días libres. De repente, se sintió fuera de lugar; quizá todo el método era arriesgado.

En la siguiente sesión, Mary sacó a colación la falta de comunicación, preocupada de que su relación hubiera llegado a un bache. "No quiero interrumpir tu semana...", trató de explicar Whiteside. La respuesta de Mary fue rápida y firme: "No, no, no, no, no, no. No pares. No pares".

Con el tiempo, Mary se ha construido un sistema de apoyo y por fin se siente lo suficientemente cómoda como para ir a partidos de softball con amigos o de viaje para ver a su familia. Ya no se siente indigna de la atención de Whiteside. Y, aun así, todavía tiene días en los que juguetea con la idea de "quitarse de en medio". La mañana anterior a una sesión de terapia electroconvulsiva, Mary se sentía particularmente deprimida y asustada. Pero ahí estaba Whiteside, escribiéndole. "Recuerda: creo en ti. Ya lo has logrado otras veces. Sabes superar cosas difíciles". De repente, Mary se sintió reforzada.

En otra mala noche, Mary hizo un álbum de lo que más le gustaba del mundo. Además de fotos de sus sobrinas y un sobrino y de una imagen de una piscina resplandeciente, pegó capturas de pantalla de unos cuantos mensajes de Whiteside. Sí, algunos eran muy cursis. ("¿No sería genial que las nubes negras llovieran virutas dulces?"). Mary estaba impresionada, porque funcionaban.

Whiteside pone pequeñas objeciones. Según ella, funcionan por el momento. "Los mensajes cariñosos son un buen baño de aceptación, y eso es genial y suele ser lo que más necesitamos", asegura. "Pero luego la persona necesita apoyo para cambiar de verdad; si no, se queda en el infierno". Muchas veces, ese apoyo no existe en la gente que ha pasado por intentos de suicidio. No es como cuando te diagnostican cáncer y te presentan a un equipo de cuidadores: oncólogos, cirujanos, especialistas en dolor, nutricionistas e incluso expertos en pelucas. El tratamiento para el suicidio es una empresa mucho más solitaria. La mayor parte del tiempo, son solo dos personas hablando por turnos, tratando de descubrir cómo seguir vivos.

Whiteside nunca sabrá por completo qué hay en la mente de sus pacientes. Siempre le preocupará no ser capaz de llegar a ellos en el momento que más necesiten su ayuda. Lo único que puede hacer es enviarles un mensaje y esperanza.

Otro mensaje para Mary. Este, un poco más serio.

Unos días después de mi visita a casa de Whiteside, conocí a Amanda, la enfermera que se tragó todas esas pastillas hace una década. Cuando caía la tarde, en plena hora punta, se presentó frente al edificio de la oficina de Whiteside y me saludó con un susurro propio de biblioteca, tan bajito que apenas pude escucharla. Aunque dejó de ver a Whiteside unos dos años después de aquel intento, mantuvieron el contacto y habíamos acordado encontrarnos para hablar de sus años de correspondencia.

Los otros propietarios del edificio se habían ido a casa, era tarde, y el lugar se había quedado oscuro y silencioso. Casi parecía que no debíamos estar ahí. Para tranquilizarnos, Whiteside llama al bar de enfrente para pedir un plato de hummus y unas cervezas de raíz. Mientras esperamos la comida, pregunto a Amanda cuál fue su primera impresión de Whiteside.

"Pensé que era una ingenua", contesta. "Las otras personas con las que había trabajado parecían agobiadas y asustadas y frustradas... siempre me preocupó que yo les supusiera demasiado trabajo".

"Entendí que tú sentías que eras demasiado", responde Whiteside. "Creo que yo también dudaba de mis capacidades".

El suicidio "siempre me pareció mi problema", sostiene Amanda. "Todo el mundo me culpaba y yo necesitaba arreglarlo".

"¿Pero sentiste que yo me preocupaba por ti? ¿O no eras capaz de creértelo?"

Amanda se piensa la pregunta. El único sonido de la sala es la cinta de la persiana dando contra la ventana. Pasan 15 segundos.

"Pensaba que te preocupabas por mí lo que un médico se permite preocuparse por su paciente", dice Amanda.

"¿Y eso cambió en algún momento? O era que...", Whiteside se para. "Puedes decir que no". "Creo que en mi cabeza solo podía pensar 'no es mi amiga, es mi psicóloga", responde Amanda. "Creo que se me habría hecho más difícil si sintiera que no había frontera".

Al final, llegan a aquella mañana del 28 de septiembre de 2007, y a su última conversación antes del intento de suicidio de Amanda. Whiteside revisa su antiguo mail con vergüenza. Leídas en voz alta, las palabras ahora parecen duras y exigentes. Motto no las habría aprobado. "Tómate una pastilla de esperanza", le había escrito, reforzando un tema que habían tratado en terapia. "Necesito que crees un plan específico para este fin de semana".

Whiteside empieza a reescribir la situación, tanteando a Amanda. "Si tuviera que volver a hacerlo, diría: 'Escucha, Amanda, tienes que escucharme. Con lo que me envías siento que estás sufriendo. Y quiero que sepas que te apoyo, de verdad. Y que no puedes irte", dice Whiteside. Hace una pausa. Después de lo que parece un largo momento, la psicóloga piensa en una última frase que podría haber mantenido a Amanda enganchada: "¿Podemos hablar en tu hora de comer?".

Durante un momento, Amanda se queda callada, y luego empiezan a correrle lágrimas por las mejillas. No está segura. Quizás nada podría haberla parado, pero no hay forma de saberlo después de todo ese tiempo.

Un año después de aquel encuentro, llamé a Amanda y me dijo algo sobre su intento que nunca le había dicho antes a nadie. Ahora le parecía significativo que, después de coger las pastillas, había esperado horas antes de tomárselas. Quizás estaba dudando. Quizás estaba esperando a que alguien le dijera las palabras clave. "No sé si mi decisión habría sido inamovible. Pero creo que podría haber cambiado de idea". Cabía esa posibilidad.

***

Si necesitas ayuda, puedes llamar de forma gratuita al Teléfono de la esperanza al 717 003 717 o a cualquiera de sus sedes en España.

CRÉDITOS

Reportaje

Jason Cherkis es periodista del HuffPost. Está trabajando en un libro sobre suicidio para Random House.

Documentación

Matt Giles es redactor freelance y jefe de investigación y fact-checking en Longreads.

Dirección y diseño creativo

Donica Ida es directora creativa de Highline.

Kate LaRue es director creativo freelance.

Desarrollo y diseño

Gladeye es una agencia de innovaciones digitales en Nueva Zelanda y Nueva York.

Traducción del inglés

Daniel Templeman Sauco y Marina Velasco Serrano

16 cosas que no sabías de Risto Mejide

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Lo conocimos cuando comenzó su andadura televisiva en 2006 como jurado de Operación Triunfo (Telecinco) y ahora es uno de los rostros más conocidos de la televisión. Sabemos que Risto Mejide no tiene pelos en la lengua, que es capaz de que sus invitados hagan todo tipo de confesiones en el sofá de Chester(Cuatro) y que saca su lado más romántico con su mujer, Laura Escanes. Te contamos otras curiosidades más sobre el presentador de Todo es mentira.

1. Su nombre original es Ricardo Mejide Roldán.

2. Nació el 29 de noviembre de 1974 en Barcelona.

3. Estudió Administración y Dirección de Empresas en Esade en Barcelona y ejerció unos años como docente. También ha trabajado como director creativo y redactor en algunas de las agencias de publicidad más reconocidas de España como

4. Está casado con la influencerLaura Escanes. La pareja se dio el "sí, quiero" en mayo de 2017 en una ceremonia en una masía catalana.

5. Se conocieron a través de las redes sociales, cuando Mejide comenzó a seguirla en Instagram. Así se lo contaba a Jesús Calleja: "Dejé de seguir a la que era mi pareja entonces. Los medios se enteraron y empezaron a hablar de ello. Me molesté tanto que en Instagram empecé a seguir a las 10 tías más buenas que encontré, y pensé, ahora os va a explotar la cabeza, porque no vais a saber quién es mi novia. Todas se describían en Instagram como modelo, bloguera...Ella era la única que tenía puesto un link a sus textos". El presentador cuenta que estuvo toda la noche leyendo sus textos hasta que le dejó un mensaje en Twitter antes de irse a dormir.

6. Tiene un hijo fruto de su relación con la presentadora Ruth Jiménez, con la que estuvo entre 2011 y 2014. Julio nació en 2010 y suele referirse a él en redes sociales con el hashtag #Elhombredemivida.

7. Ha escrito ocho libros: El pensamiento negativo, El sentimiento negativo, Que la muerte te acompañe, #Annoyomics: El arte de molestar para ganar dinero, No busques trabajo, Urbrands, X y diccionario de las cosas que no supe explicarte.

8. Estudió chino durante varios años. Se levantaba cada mañana dos horas antes de ir a trabajar para ir a una academia y finalmente acabó dejándolo.

9. Participó en la grabación de un disco de Luz Casal haciendo los arreglos y trabajó con Britney Spears.

10. Su olor favorito es "la piel de su mujer recién levantada".

11. Risto también probó suerte en la música. Formó parte del grupo OM, en el que cantaba, componía y hasta tocaba el teclado.

12. Confesó a Pilar Urbano durante un episodio de Chester que durante su paso por la escuela Viaró, regentada por el Opus Dei, lo "deformaron". "En Viaró me hicieron polvo. A nivel humano a mí me destrozaron", contó a la escritora, revelando que llegó a decirle a sus padres que quería ser numerario.

13. La primera vez que se acostó con su mujer, lo hizo con sus habituales gafas de sol puestas. El día de su boda tampoco se las quitó.

14. Intentó ser espía del CNI, pero lo dejó porque el proceso de selección era demasiado largo y se decantó por la televisión. Se lo contó a Jorge Dezcallar, exdirector de la institución.

15. Tiene un gusto musical muy ecléctico. Escucha a Leonard Cohen, Linkin Park, Nine inch Nails, Rufus Wainwright y Depeche Mode, y en su lista también suena Julio Iglesias.

16. Hizo un breve cameo en Los Serrano.

La indignación de una joven tras presenciar una agresión machista en Metro de Madrid

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Salida de la estación de Ópera de Metro de Madrid.

Una joven ha utilizado sus redes sociales para descargar toda su indignación y mostrar su impotencia ante la agresión machista de la que fue testigo el pasado jueves en Metro de Madrid. Su historia, en la que ha apelado a la empresa de transportes y a la Policía Nacional, ha tenido tal repercusión que ha conseguido que una buena parte de la red social comparta con ella su enfado por lo ocurrido.

La usuaria Mar Baena ha contado mediante un largo hilo lo que vio y ha lamentado la escasa atención que recibió por parte de los encargados de seguridad del suburbano madrileño y de los agentes de Policía que la atendieron.

Aquí puedes leer una parte de su relato, pero si quieres verlo entero, puedes hacerlo aquí.

En aquel momento, apareció el tren que le impidió ver el desarrollo de lo que estaba pasando, por lo que la chica y su novio echaron a correr hacia el andén de enfrente. Cuando llegó, ya estaba el agente de seguridad con la pareja, la chica estaba llorando y el agresor ya se había calmado. "Se mostraba seguro de sí mismo y con actitud chulesca", afirma la testigo.

El empleado de seguridad dio parte a su superior y solicitó que acudiese la Policía.

La pareja preguntó por las cámaras que hubiesen podido grabar la agresión y el trabajador de seguridad le dio los datos, pero les aseguró que no podía hacer nada más y les invitó a acudir a una comisaría de Policía para contar lo que había ocurrido.

Así que fueron en busca de una. "No podía irme a casa. Quería que quedara constancia en algún sitio. Pensaba: ¿y si a esta chica le pasa algo esta noche y nadie ha hecho nada por evitarlo?", se preguntó la joven.

Tras la indignación que ha generado esta historia, la cuenta oficial de Metro de Madrid en Twitter ha respondido a la joven agradeciendo que haya contado lo ocurrido y han asegurado que han trasladado el asunto. "Puedes confiar en que trataremos estos datos con toda seriedad", ha afirmado el tuit.

'Moby Dick' o la obsesión por el naufragio

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Foto del carte de Moby Dick

Moby Dick, la obra basada en la novela del mismo título de Herman Melville, se estrena en el Teatro de la Latina de Madrid después de haber pasado por el Teatre Goya de Barcelona. La expectación es alta y se nota en la cantidad de profesionales del teatro y de críticos el día del estreno. Convirtiéndola en el estreno madrileño de la semana.

Unas expectativas que la obra no cubre. Las razones son varias. Tal vez, la más importante es el respeto mal entendido que Juan Cavestany, el autor de la obra, muestra por la novela original. Respeto que confiesa en el programa de mano calificándose como un osado por el empeño de reducir las 700 páginas de la novela a 1 hora y 20 minutos que dura la obra.

Como enamorado del texto se nota que le resulta difícil desprenderse del mismo. Por lo que muchos de los monólogos están aquejados de tinta, de la hermosa tinta de Melville (todo hay que decirlo). Como si se hubiera olvidado de que está escribiendo una obra de teatro que tiene que ser representada. Puesta en escena.

No ayuda a mejorar esta impresión la forma en la que dice el texto José María Pou, el actor protagonista que encarna al capitán Ahab y encarna su obsesión por capturar a Moby Dick, la ballena blanca. Quizás aquejado del mismo mal que Cavestany. Un respeto mal entendido por el texto y unas formas de decir de otra época. Cuando se trata de un texto que está pidiendo a gritos naturalidad en el decir. Todo un reto ¿por qué cómo se puede decir con naturalidad frases del estilo "La sabiduría es dolor y el dolor es sufrimiento"? Un malentendido que también se ve en los otros dos actores que le acompañan en escena: Jacob Torres y Oscar Kapoya.

José María Pou en Moby Dick de Juan Cavestany y Andrés Líma

Sin embargo, si a la hora de decir no funciona, no pasa lo mismo a la hora de componer físicamente el personaje. Pou sabe darle presencia escénica. Cómo lo hace es un misterio, pero de pie o sentado, no hay duda de que es, que podría ser el mísmisimo capitán Ahab.

Lo mismo ocurre con el trabajo de puesta en escena de Andrés Lima. Las imágenes que compone en un escenario que a penas cambia, hechas con pocos elementos escénicos, vídeo y luz son hermosas. De una belleza que está empujando por salir, por mostrarse.

Algo que ocurre al final, cuando las reflexiones y pensamientos en voz alta desaparecen y solo hay acción. Es un decir, porque Pou permanece quieto y lo que se mueve es una vela blanca al viento y la palabra con la que este cuenta las últimas refriegas con esa ballena blanca que está obsesionado con pescar.

Es cuando se entiende la actualidad de la novela. Lo que habla a un mundo infectado por cultura anglosajona y la (buena, incluso excelente) educación de las escuelas de negocio de la persecución de los objetivos, en lo profesional y lo personal. Como esa persecución obsesiva del poder por la consecución de los objetivos, y la de todos los blancos que se han fijado, acaban con su poder y con su mundo, sin alcanzarlos.

Un poder normal, normalizado, que vestido de bonitos parlamentos de sentido común y cierta poesía (storytelling dicen que se llama) nos está llevando a todos al naufragio. Un naufragio que apenas dejará a alguien para contarlo.

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Dos en uno: El Landó y El Qüenco de Pepa

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La pregunta que anima este post es: ¿por qué no me gustan absolutamente nada los restaurantes que fascinan a mis amigos y a toda la burguesía madrileña? Voy a intentar contestarlo pero, eso sí, aclaro que no me refiero a los de Sandro porque en esos ni los fans se atreven a decir que se come bien. Ahí lo que prima es el chafardeo.

Resulta que soy un producto típico de la clase media, media baja según las alturas desde las que se mire. Durante toda mi infancia y juventud se comió muy bien en mi casa, -un fruto clásico de la sociedad heteropatriarcal que dirían los neoprogres- en la que cocinaban madre y abuelas y, si acaso, alguna tata. Ya saben de qué se trata, cocidos reconfortantes, aromáticos estofados, asados color oro viejo, crujientes fritos, dulces de cazuela, sartén y horno, toda clase de arroces coloridos, legumbres vestidas de embutidos, las siempre humeantes sopas, gazpacho en verano, caracoles en primavera, cordero en invierno y así todo un universo de cocina secular, popular y, en la fiesta, hasta la más burguesa de opulentos pavos y pulardas rellenas o incluso angulas saltando en la cazuela.

No había nada exótico, ni lejano, ninguna extravagancia. Por eso, las salidas semanales a almorzar (siempre almuerzo, siempre en domingo) eran toda una fiesta en la que descubrir otros mundos, cercanos eso sí: la cocina vasca o la gallega que eran las más representadas en Madrid, a veces la levantina y la navarra, en ocasiones el exotismo de lo francés, alemán o italiano, pero nunca lo japonés o chino, que casi ni existían en aquella España analógica. Así que imaginen todo lo que me faltaba por probar.

Heredé de aquella época la convicción de que las croquetas o el arroz con leche se comían en casa (de mamá preferentemente) y que no valía la pena salir para eso. Además seguí comiendo bien en la mía, así que ¿para qué salir y pagar mucho más, para comer lo mismo? Como ven, todo muy clase media. Algo incomprensible para esas gentes del Ibex 35 y de la aristocracia que, por comer elegantemente en sus casas, malamente en el internado (suizo o inglés, por supuesto) y ahora, nunca comer en sus casas, suspiran por unas lentejitas, unos callos o unos huevos fritos con patatas. Y yo, mientras tanto, huyendo de la España del puchero y el mondadientes. De ahí nuestro desencuentro, que tampoco lamento ni critico, porque igual que la vanguardia y la dificultad nunca serán para la mayoría -por muy refinada que esta se crea- la cocina contemporánea tampoco.

Tengo para mi que los dos restaurantes preferidos en este ramo son de los que les voy a hablar: El Landó para llevar turistas (yo prefiero mostrarles la España 3.0 y no la de la Transición, pero va en gustos) y El Qüenco de Pepa si es con amigos o por negocios. Empecemos.

El Landó surgió como sucursal -algo menos castiza- del celebérrimo Casa Lucio y desde el primer momento fue meta de famosos internacionales de todo tipo, quizá por gozar de mejor accesibilidad y mayor privacidad que Lucio, quizá por las bellas vistas del atrio de la Catedral de la Almudena, más hermosa cuanto más lejana.

De la decoración nada que decir, mesón castellano en el que se desprecian las artes decorativas incluidas la cerámica y la cristalería. Lo mejor: los estupendos productos que sirven. Aquí no engañan a nadie. Materia prima de la mejor calidad y preparaciones sencillas, como por ejemplo unos pimientos de Padrón muy bien fritos o unas tiernísimas y delicadas mollejas salteadas.

No faltan los famosos huevos rotos con patatas fritas copiados hasta la saciedad y que resultan jugosos, algo crujientes y con sabor a huevos de infancia.

Y como aquí hay nivel, tampoco carecen de angulas, muy buenas y perfectamente hechas aunque, como bien saben, para hacerlas bien lo mejor es casi "no hacerlas".

Hay muchos y buenos pescados a la plancha y al horno -ya saben, Madrid como mayor y mejor puerto pesquero de España- y alguno más elaborado, como una impecable merluza en salsa verde, estupenda la salsa que parece extracto de perejil, impresionante la merluza y excelentes gambas y almejas.

Las carnes son las clásicas, servidas en plato refractario que cumple dos grandes funciones: acabar de hacer la carne -o recocerla- e impregnar nuestras ropas de un indeleble y perenne aroma a cocina antigua adoradora de fritos. La carne tierna, muy suave y, lo vuelvo a decir, de enorme calidad.

Famoso el arroz con leche. Puede ser con canela o azúcar quemado. Elegido este, me recuerda a arroces suculentos y antiguos, salvo que no tiene sentido que esté tan frío, máxime cuando el crujiente de azúcar está recién hecho. El contraste de temperaturas -el frío de frigorífico, mayormente- no tiene sentido.

Y paso al Qüenco de Pepa. Antes que me echen en cara la pérdida de mi famoso lirismo, he de decir que cómo voy a hacer poesía del pimiento, el ajo o los platos refractarios. Nada más.

Pepa es una gran mujer, amable, discreta, trabajadora y fuerte. Todas esas virtudes le han hecho muy popular en Madrid (y no solo). El restaurante es una casa de comidas ilustrada en la que destacan las paredes desnudas y la ausencia de decoración, cosa muchas veces de agradecer. Ha conseguido que en él se reúna todo el Ibex 35, artistas, comunicadores y jet set en general. También va el resto. Su cocina se basa en materias primas que a veces rozan lo sublime y, cómo dice su eslogan, en la dedicación, la sencillez y la sensibilidad.

El salchichón del aperitivo es excepcional y también las variadas setas, mejor cuanto menos las tocan. Esta vez fueron rebozuelos a los que algunos insisten en llamar en francés, chantarelas.

Bastante correctas no dejaban adivinar el plato estrella de esta comida y de muchas. Unos de los mejores platos de guisantesposibles. Pequeños y poco hechos, resultaban tremendamente crujientes y llenos de aroma y sabor. Su fascinante verde también predisponía al placer. El huevo escalfado tenía la densidad justa de yema para envolverlos sin enguachinarlos y unas láminas de deliciosa trufa negra los elevaba a las nubes sin robarles sabor. Ni más ni menos. Perfectos en su simplicidad y belleza.

La parpatana de atún –como muchos otros platos de la casa- parece para toda la mesa o... para los Picapiedra. No cabe entera en la foto y se acompaña de un buen huevo frito con patatas paja. El huevo y las patatas me encantaron, pero la parpatana es demasiado grasa, fuerte y basta para ponerla tal cual. Mejor limpiarla y guisarla pero, bueno, era sencilla y de calidad.

Probé el bacalao a la andaluza que, ese sí, pedía más simplicidad y menos dulce

y volví a elevarme con la tarta de queso, tan cremosa, mórbida y delicada. Sabe bastante a queso pero es perfecta para los no muy adeptos gracias a su buen equilibrio de sabor y por su textura que apenas se funde sin llegar a esas cremosidades que la hacen parecer queso derretido. Una gran tarta de queso.

El requesón con miel y nata es un batido muy dulce de ambas cosas. El resultado es una crema, más nata que requesón. Perfecto para muy golosos, tanto como la gran miel que lo coronaba.

Llegados a este punto ya está todo explicado. Supongo que me entenderán y que ya sabrán por qué no me pierdo por estos lugares pero, también les diré, que entiendo a los que lo hacen y que ustedes mismos lo hagan. Son como los museos de artes populares, modos dignos y sinceros de mantener la tradición y son frecuentados por adictos al pasado y regentados por gentes admirables que nadan a contracorriente.

Este post se publicó originalmente en la página Anatomía del gusto.

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Sanxenxo y su historia

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Bañistas en Sansenxo, junto a la escultura 'La madama de Silgar', de Alfonoso Vilar Lamelas.

"La historia... testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, testigo de la antigüedad".

(Cicerón, 106 a.C. - 43 a.C.)

El Sanxenxo del presente es turístico y muy conocido, pero seguro pocos conocen su historia. Si uno rebusca en Internet encontrará enlaces de diversa índole, así como la página del concello de Sanxenxo (en inglés también) que nos da unas pinceladas de la historia sanxenxina. Si queréis profundizar más, tenéis publicados algunos libros: Sanxenxo en su historia, Sanxenxo raíces de mar, la colección de libros de Sanxenxo na historia (Vol. I al V), La iglesia de San Ginés de Padriñan: 500 años de historia, las Crónicas periodísticas del municipio (1837-1900) y (1901-1905), etc.

Allá por el s. I d.C, Pomponio Mela hablaba de la ciudad Lambriaca (¿Vigo?) que estaba cerca de las islas Cíes y Baiona. Un poco más tarde, Claudio Ptolomeo (s. II d.C.), ya bosquejaba las costas de la ría de Pontevedra (en la cual está Sanxenxo) en su obra Geografía, primer atlas del mundo que sentaría las bases de la cartografía moderna.

La riqueza arqueológica de Sanxenxo es enorme aunque muchos solo lo conozcan por sol, playa y fiesta. Se han encontrado un bifaz achelense del paleolítico, megalitos como el "Chan da Gorita", mámoas, varios castros (A Lanzada, Dorrón, Nantes), cerámicas (ej. sigillata), restos de bronce y cobre, monedas romanas, restos humanos como el de Cornelia y otros esqueletos perfectamente conservados (ie. una necrópolis), etc. Hoy en día, el yacimiento arqueológico más importante y que ha desvelado más información sobre el pasado de Sanxenxo es el de A Lanzada. Está claro que la riqueza histórica sanxenxina es de gran valor, y sería mucho más, sino fuese por la falta de financiación que ralentiza la reconstrucción de su historia. Según se dice por ahí, igual se hará en el futuro un museo con restos de A Lanzada y otras partes del municipio en el Pazo de Quintáns (Noalla) que se va a rehabilitar.

Hoy en día, el yacimiento arqueológico más importante y que ha desvelado más información sobre el pasado de Sanxenxo es el de A Lanzada.

Las famosas "salinas" de A Lanzada (Territorium Saliniense) dieron nombre a la Comarca del Salnés, y muchos conoceréis la leyenda del "baño de las nueve olas de A Lanzada", un ritual de fertilidad. Aquí, también se han encontrado los primeros indicios de vida en Sanxenxo (4000 a.C.); un castro marítimo (s. VIII a.C); fue zona de comercio para fenicios (primer milenio a.C.); tuvo cultura castrense (s. VI y V a.C.); hay una necrópolis romana (s. III d.C); además de la famosa ermita y la Fortaleza de A Lanzada "Castrum o Castellum Sce. María Lanceata" (s. X d.C.) que mandó construir el obispo Sisnando II. El pasar del tiempo, ir cambiando de manos, y las luchas entre las clases altas y el pueblo harían que en el s. XVI solo quedasen ruinas de dicha fortaleza. Hoy queda parte de una torre de vigilancia y la ermita en un paraje único, un lugar de foto para enmarcar. Por allí cerca está también uno de los mejores bancos del mundo.

El istmo de A Lanzada, por donde pasa la carretera que une Sanxenxo y el Grove (parte es zona protegida y parte es la gran playa de A Lanzada), no existía en el siglo XVI como indican varios mapas (ej. mapa del reino de Galicia del Padre Oxea, 1598). O Grove aparece en dichos mapas como una isla. Se habla de la existencia de la ría de Noalla y del puerto de A Lanzada. El cúmulo de sedimentos del río Umia y el paso del tiempo harían que Sanxenxo se uniera con O Grove por el famoso istmo. Se cree que el istmo de A Lanzada creció de Sanxenxo hacia O Grove, y no sería hasta el siglo XVIII que dicho istmo aparece por primera vez en mapas como el del Marqués de Ensenada (1753) o en la cartografía del Padre Sarmiento (1762). Hoy en día, A Lanzada está aún en disputa entre los concellos de Sanxenxo y O Grove. ¿A Lanzada es de Sanxenxo o de O Grove? Hay sentencias y muchos papeles, pero la cosa aún no está clara. La historia continuará seguro... Sea de quien sea, lo importante es que cualquiera pueda disfrutar de esta maravilla de la naturaleza.

En el s. XVI, Sanxenxo comprendía un total de 16 parroquías y englobaba las parroquias de Raxó y Samieira, O Grove, Castrelo y parte de Meaño, además de las parroquias actuales, excepto el Coto de Simés y Portonovo (que pertenecía a la Jurisdición de San Tomé del Mar – Cambados). A finales del s. XVI y debido al peso adquirido por las artes de pesca (ej. xeito, sacadas), Portonovo tendría más importancia que Sanxenxo en esa época. La eterna disputa Sanxenxo vs Portonovo! que también sigue a día de hoy. La mayoría de la población eran los pobres mortales, la población trabajadora, la cual tenía que pagar impuestos (eso parece no ha cambiado mucho). La Jurisdicción de A Lanzada tenía varias feligresías (Sanxenxo, Adigna, etc) que dependían del arzobispo de Santiago (una de las 7 provincias del reino de Galicia). Este arzobispo elegía a figuras similares a los "funcionarios" para gobernar, administrar, juzgar, etc. La iglesia y su historia...

La mayor urbanización de la villa de Sanxenxo se cree ocurrió a finales del s. XVII y sobre todo en el XVIII (claro está, sin contar el boom urbanístico hasta antes de la crisis reciente) cuando aparece la nueva nobleza (clérigos, hidalgos, escribanos...) los cuales vivían de rentas (foros o subforos). Será la época de construcción de varios de los pazos de Sanxenxo (Patiño, O Revel, Miraflores, Quintáns...). La política y otros avatares harían que en el XIX, concretamente en 1934, España configurará sus provincias, partidos judiciales y los más de 8000 municipios actuales. Sanxenxo, Portonovo y Dorrón eran municipios independientes que formaban el Partido Judicial de Cambados. Sin embargo, a efectos tributarios les beneficiaba estar unidos en un único municipio. Así fue como en 1835 (con reticencias de Portonovo al principio) la unión hizo la fuerza y se constituyó Sanxenxo, que incluía también a O Grove y Meaño. Aún así, los alcaldes y concejales, sobre todo en el siglo XIX, eran elegidos por la clase pudiente (sufragio censitario) o puestos a dedo por intereses políticos, etc. 1933: Las mujeres votarían por primera vez en España gracias al sufragio femenino aprobado en 1931, entre otras cosas, gracias al trabajo de Clara Campoamor. Muchas familias de catalanes vinieron y se instalaron en Sanxenxo y resto de la costa gallega en el s. XVIII y s. XIX. Si bien es verdad que trajeron consigo la industria de la salazón y nuevas artes de pesca como la "traiña", esto crearía revueltas y conflictos sociales con el pasar de los años. A principios del s. XX clamaban voces diciendo "Viva el xeite!. Fuera los traineros!".

A día de hoy, Sanxenxo tiene 7 parroquias: Santa María de Adina, San Ginés de Padriñán, San Pedro de Villalonga, San Esteban de Noalla, San Juán de Dorrón, San Pedro de Bordóns y Santa Eulalia de Nantes. Portonovo es la villa marinera de Adina y Sanxenxo la de Padriñán. Cada una tiene sus cosas para ver y hacer, sus fiestas, etc. Algunas atracciones destacadas son la ruta de los molinos de Dorrón y Bordones, la ruta de los carballos de Aldariz, el complejo Intermareal Umia - O Grove, el paseo marítimo de A Lanzada, las lagunas de Rouxique ylas rutas de senderismo por la costa, interiores o rutas marítimas (Isla de Ons). Además, Sanxenxo tiene 8 pazos, un total de 13 entre iglesias, capillas y ermitas, prioratos, muchísimos cruceiros, hórreos y fuentes, 7 miradores, los ríos y regatos de Fabaiños y Dorrón, sus puertos pesqueros, su riqueza forestal, etc.

Hoy Sanxenxo tiene una superficie de 43,86 km2, poco más de 17.000 habitantes y un clima oceánico húmedo con una temperatura media de 15°C. Su clima (para algunos microclima), gastronomía, sus vinos y su gente, junto a sus 37 arenales (muchos con bandera azul en verano), su Puerto Deportivo, sus alternativas de ocio,... convierten a Sanxenxo en la tercera ciudad gallega cada verano y en la capital turística de las Rías Baixas. Está en la Ría de Pontevedra y al borde de la Ría de Arousa, cerca de O Grove, Cambados, Combarro, Pontevedra,... Su población se multiplica por casi 8 cada verano! En definitiva, Sanxenxo es un municipio turístico por excelencia y la marca Sanxenxo triunfa allá donde va. ¿Qué tendrá Sanxenxo para hacer repetir casi siempre al que lo visita? Consejo: Descúbrelo por ti mismo.

Sanxenxo es un municipio turístico por excelencia y la marca Sanxenxo triunfa allá donde va.

Curiosidades sanxenxinas:

  • El nombre Sanxenxo, ¿de dónde viene? Se cree deriva de Genesius en latín e inglés, Ginés en español y Xenxo en gallego. Su patrón San Ginés de Padriñán (o San Xenxo de Padriñán) y su patrona Santa Rosalía. ¿Os suenan "A Festa da Cebola", "Día do turista", etc?.
  • Las Salinas de A Lanzada le dan nombre a la "Comarca do Salnés". Hace años en el istmo de A Lanzada se proyectó un aeropuerto (ahora lo que queda es aparcamiento), también construir hoteles, la arena se la llevaba la gente a camiones,... Por suerte ahora es zona protegida e intocable.
  • Algunos topónimos: Igrexario (donde se construyó la iglesia parroquial); Adina (deriva de Santa María la digna – Adigna); Barrosa (abundancia de barro); Rodeiras (por las huellas de las ruedas de carros); Carabuxeira (porque se recogían muchos caramujos), Barbeito (terrenos a barbecho para que recobren la fertilidad), etc.
    1514: Comienzan las obras de la Iglesia de San Ginés...
  • Siglo XVI: Según mapas históricos, O Grove era una isla y el istmo de A Lanzada aparece por primera vez cartografiado en el s. XVIII.
  • 1514: Comienzan las obras de la Iglesia de San Ginés por Fray Gonzalo de Saavedra bajo el báculo de Armenteira.
  • 1528: Muere Fray Juan de Navarrete en Nantes al caer del caballo volviendo a Pontevedra después de dar misa en Portonovo. Lo curioso es que en la misa había dicho "Dios me sea testigo, que uno de los que aquí estamos, morirá pasados tres días".
  • 1557: Las casas son humildes y había mucha abundancia de sardina y merluza (la cual se usaba para pagar tributos).
  • 1589: Ataque inglés a las costas gallegas llegando a Sanxenxo. La iglesia de San Ginés parece sufrió un incendio en esas fechas.
  • 1590: Bartolomé Gómez de Basadre, primer párroco en Sanxenxo del que se tiene constancia:
  • 1719: Otro ataque inglés y esta vez se llevan la campana de la iglesia.
  • s. XVIII: Se urbaniza la villa sanxenxina al aparecer la "nueva nobleza" que construirá pazos que deriva de la palabra latina "palatium".
  • 1834: Se inaguró el cementerio de la Panadeira. Hoy en día es un parque público pegado al mar y recién rehabilitado.
  • 1835: Sanxenxo y Portonovo pertenecían a Jurisdiciones diferentes. Ambos se fusionan con el municipio de Dorrón y forman el actual municipio de Sanxenxo.
  • 1837: La isla de Ons fue reclamada por Sanxenxo y pasó a formar marte de dicho municipio ya que no quedara adscrita a ningún municipio.
  • 1844: Algunos vecinos de Bueu reclaman la isla de Ons para ellos y aunque al principio no les funcionó, pronto el capricho de un noble, el Marqués de Valladares, haría decantar la balanza hacía Bueu, y hasta hoy.
  • Siglo XIX: La plaza actual del Aviador Piñeiro se llamaba "Plaza de las gallinas" o mercado.
  • 1901: Mil mujeres rodean el ayuntamiento de Sanxenxo apoyadas por unos dos mil marineros de las villas marineras del alrededor en protesta contra el uso de la "traiña" en detrimento del arte tradicional del "Xeito".
  • 1918: José Piñeiro González (el Aviador Piñeiro) llega a ser alcalde de Sanxenxo.
  • 1923: El alumbrado público eléctrico sustituye a las antiguas farolas de acetileno.
  • 1966: Se comienza a construir el "Nuevo Templo" gracias al empuje de Don Ramón Somoza Castro que fue párroco de Sanxenxo por 59 años. Se inagura en 1982. Don Ramón fue sepultado en este templo después de su muerte en 2014.
  • 1995: La Madama de Silgar, símbolo de Sanxenxo, se coloca en la roca conocida como ´O Cubreiro'. Según su autor, Alfonso Vilar Lamelas, "La figura representa a una diosa que sale de las aguas llevándose para tierra, para su casa, una caracola, o sea, parte de la naturaleza, y dándose cuenta del mal que está cometiendo, decidió devolver lo hurtado al mar".
  • 2000: Se rehabilita el escudo oficial de Sanxenxo con el "Brazo de guerrero con lanza" inspirado en la Fortaleza y Jurisdición de la Lanzada. Se crea a bandera de Sanxenxo que contiene nueve franjas amarillas y nueve franjas azules. Nueve franjas amarillas por las nueve parroquias de antaño (las 7 actuales junto Arra y Gondar). Nueve franjas de color azul por las nueve olas de la leyenda de A Lanzada.
  • 2005: Se inagura por el Rey don Juan Carlos I el "Puerto Deportivo Juan Carlos I".
  • 2018: Se abre después de 16 años de luchas interminables y pasando a ser público el "Parque Empresarial de Nantes".

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Aprende a resolver lo que te hace sufrir

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Los "consejos" psicológicos actuales, tanto académicos como divulgativos, se enfocan en lograr el bienestar basándose en la fuerza de voluntad. O bien tratan de hacer que el malestar desaparezca (relajándose por ejemplo), o bien tratan de forzar el bienestar, pensando en cosas agradables o positivas, ("usted lo vale", "persigue tus sueños" o "se merece ser feliz", por ejemplo). Se divulga hasta la saciedad que "para ser feliz solo hay que querer" (es decir, más fuerza de voluntad), o se explica qué cualidades se deben tener ( seguridad, resilencia...) pero no se explica cómo conseguirlas. También se aboga por prestar atención a las sensaciones corporales con la intención de que se desvanezcan, o para controlarlas y que el pensamiento deseado se imponga a las emociones negativas...

Todas estas técnicas están abocadas al fracaso a largo plazo porque se enfocan en cambiar los efectos y no en entender las causas. En realidad, la única manera de ser feliz es entendiendo y resolviendo las causas del sufrimiento, teniendo en cuenta que las causas de su sufrimiento no estarán fuera de usted.

No se trata de gestionar

En una situación que produce malestar como la pérdida de alguien querido, dificultades en las relaciones, conflictos en el trabajo, dificultades económicas... hay reacciones psicológicas internas: los pensamientos, emociones y sensaciones que el suceso provoca. Como pensar que uno no es valioso, culpar a alguien, enfadarse, sentir un nudo en el estómago... Las circunstancias externas pueden desencadenar el malestar, pero el sufrimiento ocurre dentro de uno.

Conformarse con el sufrimiento, asumirlo, rebelarse, gestionarlo, negarlo, justificarlo, culpar a alguien, culparse uno mismo... todo esto son formas infructuosas de resolver el malestar. La salida del sufrimiento es comprender la realidad y abordarla correctamente. Principalmente se sufre por miedos, miedos propios, y hay que aprender a identificarlos para poderlos resolver.

¿A qué nos referimos con comprender la realidad?

Supongamos que alguien está sufriendo porque le han diagnosticado una enfermedad grave, enfermedad que puede incapacitarle o incluso llevarle a fallecer. ¿Qué hay que comprender ahí?

Además de lo evidente, es decir, que ha de poner todos los medios para tratar de recuperar la salud, se debe afrontar el sufrimiento psicológico. Que la persona sufra por su situación no va a mejorar su salud, incluso puede empeorarla. ¿Cómo se aborda entonces el sufrimiento ante una situación así?

Se deben identificar bien las ideas de las que surge dicho sufrimiento, ideas que son falsas y muchas veces no se han formulado conscientemente. Ideas como "el dolor puede ser insoportable", "esto no acabará nunca", "depender de otros es terrible", "no es posible ser feliz estando discapacitado", "la muerte hace sufrir necesariamente", "lo desconocido es peligroso", "si soy débil soy despreciable"... A partir de esas ideas podemos ser conscientes de los temores: al menosprecio, al dolor, a sufrir, a morir...

Una vez definidos los temores de los que surge el sufrimiento, hay que aprender a resolverlos. En muchas ocasiones es difícil entender, y asumir, que un hecho que hoy nos asusta y nos parece terrible, podamos afrontarlo con tranquilidad. Pero se puede. Habitualmente, lo que la persona trata de hacer es reprimir lo que siente y tratar de convencerse pensando o actuando, pero esto no funcionará a largo plazo ni en circunstancias acuciantes. Hay que ir al origen de sus respuestas, de sus reacciones, al origen de su forma de pensar y sentir. Los conceptos erróneos son el origen de las reacciones negativas, por tanto es imprescindible desvelar esos errores para resolver el sufrimiento.

En nuestro nuevo libro Aprende a resolver lo que te hace sufrir, Ilustrado con ejemplos, analogías y casos clínicos reales, explicamos cómo llevar a la práctica este aprendizaje, imprescindible para ser feliz.

Aprende a resolver lo que te hace sufrir, el nuevo libro de Jesús Jiménez y María Ibáñez.

Somos muchas. Somos Fuertes. Vamos a ganar

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Cazafantasmas

Últimamente se escuchan (y se leen) muchos lamentos sobre nuestra situación actual: que estamos yendo hacia atrás, que hay un resurgir de movimientos reaccionarios, que volvemos a los tiempos de Franco... ¿Soy la única que está viviendo este trance político con la alegría de una victoria? Tras muchos años en los que pensaba que la preocupación por los derechos sociales y la igualdad era algo marginal y minoritario resulta que ahora es el resorte principal de la agenda política y lo que ha hecho revolverse en su silla a miles de personas que ven peligrar sus privilegios. Voy a repetirlo por si no ha quedado suficientemente resaltado: el trabajo incansable de varias generaciones por fin está surtiendo efecto.

" Quienes luchamos por un mundo mejor para todas las personas estamos venciendo y así lo demuestra el empeño de algunos sectores por pararnos"

Fijaos en sus rostros y en sus cuerpos. Están rígidos, se les ve angustiados y tienen el rictus severo. No entienden nada, ni muestran interés por informarse. Se sienten desorientados, aprietan fuerte los puños y dan patadas al aire. Los insultos y descalificaciones son sus argumentos. Sus estrategias: enviar bulos por WhatsApp y acosar en redes. Usan bots automatizados para tumbar a sus adversarios. La incoherencia de sus discursos no se sostiene... El hedor de esta caverna la delata a la legua.

Yo me siento como si fuera una trabajadora del servicio de limpieza y desinfección de plagas. ¡O mejor! Como las Cazafantasmas. Me veo entrando entusiasmada en esa caverna con el mono de trabajo manguera en mano. ¿Acaso esperabais que al alumbrar la cueva y rociarla sus criaturas se iban a quedar quietas? Cuando abres las ventanas de un lugar que lleva mucho tiempo cerrado el aire entra y lo remueve todo. Al principio es un caos, se oyen muchos gritos y no se ve nada claro, pero hay que mantener la calma y confiar en la eficacia de nuestro trabajo. Que exista resistencia es la mejor prueba de que por fin algo está cambiando. Desincrustar lo que lleva muchos siglos agarrado cuesta mucho. Pero el sentido común, la vida y la justicia siempre se abren paso. Quienes luchamos por un mundo mejor para todas las personas estamos venciendo y así lo demuestra el empeño de algunos sectores por pararnos. Que se organicen y se expresen políticamente no es ningún fracaso, todo lo contrario: es la oportunidad perfecta para luchar de igual a igual con ellos y derrotarlos.

"En los próximos meses tenemos dos citas importantes: reunirnos el 8 de marzo y ejercer nuestro poder de voto el 28 de abril y el 26 de mayo"

Lejos de desalentarnos, la existencia de estos grupos reaccionarios tiene que levantarnos el ánimo. En el camino perderemos algunas batallas, ganaremos otras. Retrocederemos y avanzaremos. Sufriremos mucho, pero también aprenderemos a ser más fuertes. Nuestro triunfo no está en el éxito inmediato sino en la transformación profunda, en el largo plazo. Yo no tengo ningún miedo a la batalla ni a lo que supone un esfuerzo, pero sí tengo pánico a quedarme quieta, a morir lentamente o a que otros decidan por mí. No tengo ninguna duda de que las personas que apoyamos los derechos sociales y pensamos en el bienestar de toda la sociedad somos muchas, somos fuertes y vamos a ganar. En los próximos meses tenemos dos citas importantes: reunirnos el 8 de marzo y ejercer nuestro poder de voto el 28 de abril y el 26 de mayo. Estoy deseando sentir el calor de la acción y del cuerpo a cuerpo. Llevaré mi mono de trabajo puesto. ¡Allí nos encontramos!

La imagen que provocó esta reacción en los colaboradores de 'Sábado Deluxe'

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Jorge Javier Vázquez y Antonio Rossi se impresionan en 'Sábado Deluxe'.

Mónica Pont se ha tenido que someter a una operación de rodilla porque se rompió un ligamento cruzado mientras esquiaba en Baqueira. Este sábado, la actriz acudió al Deluxe(Telecinco) para contar cómo estaba tras la intervención que la mantendrá inactiva durante ocho meses y los colaboradores la atendieron en la zona del saloncito del plató.

Puedes verlo aquí

Pont contó, con la pierna en alto, que tenía la rodilla muy hinchada y se subió la falda que le tapaba le pierna para enseñar la cicatriz. "Ostras, ostras", exclamó el presentador, Jorge Javier Vázquez, mientras se tapaba la boca. El resto de sus compañeros hicieron sonidos de desagrado al verla.

Mónica Pont enseña cómo tiene la rodilla tras la operación.

Pont contó que hacía cuatro horas diarias de rehabilitación para conseguir volver a doblar la rodilla. Mientras hablaba, estiró la pierna para demostrar lo que estaba diciendo y María Patiño y Lydia Lozano frenaron sus intenciones: "No, no, no... ¡Levántala! ¡A ver si vas a sangrar!".

Mónica Pont con la pierna en alto en 'Sábado Deluxe'.

Arévalo estalla en Twitter contra Arcadi Espada por sus palabras en 'Chester': "Hijo de puta"

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Aréval y Arcadi Espada.

Risto Mejide y Arcadi Espada se las han tenido tiesas en el último programa de Chester, el espacio de entrevistas que el presentador dirige en Cuatro los domingos por la noche. Hasta tal punto que el presentador ha expulsado al columnista.

Todo por unas palabras que pronunció el periodista sobre las personas con síndrome de Down delante de un padre con un hijo que padece esta discapacidad.

16 cosas que no sabías de Risto Mejide

"Mira, Arcadi, no lo he hecho nunca pero, ¿sabes qué te digo? Que el que va a acabar esta entrevista soy yo", le dice Mejide a Espada, quien responde levantándose. "Pues muy bien, ¡vámonos, cuídate! ¡Hasta luego!", espeta el periodista, "y te digo una cosa, el tramposo eres tú".

El propio Mejide publicó este adelanto de lo sucedido en el otro programa que presenta en Cuatro, Todo es mentira, en el que criticó la actitud de Espada. (Pincha aquí para ver el momento completo).

El usuario de Twitter @ibonpereztv ha compartido el instante, que ha llegado a numerosas personas.

Entre ellas al humorista Paco Arévalo, que ha contestado desde su cuenta de Twitter mostrando su indignación con Espada: "El problema de este indeseable es que no se le tiren todas las redes sociales y medios de comunicación encima y lo dejen sin trabajo, pues se lo merece. Yo no encuentro calificativos para este indeseable. Ellos son un tesoro de amor y ternura y tú, un hijo de puta".

Pedro Sánchez, en 'Manual de resistencia': "Tenía buena relación con Rajoy; resultó duro desalojarle con una moción de censura"

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Pedro Sánchez saluda a Mariano Rajoy tras ganar la moción de censura.

El diario El País ha publicado este domingo un extracto del libro Manual de resistencia (Península) que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, sacará a la venta este 19 de febrero.

En él, Sánchez rememora cómo fueron los días previos y la jornada en la que accedió a la Presidencia a través de una moción de censura.

Primero, se muestra sorprendido con el "ridículo" que, a su juicio, hace Ciudadanos cuando el entonces líder de la oposición les plantea la posibilidad de una moción de censura a Rajoy tras la sentencia que condenaba al PP por la trama 'Gürtel'.

"Aquel lunes hablo con Pablo Iglesias. Al mismo tiempo, le envío un mensaje a Albert Rivera para pedirle que hablemos de la moción. Él me responde que mejor que eso lo hablen su hombre de confianza, José Manuel Villegas, y José Luis Ábalos, y si hay algo más importante ya lo tratamos nosotros después. A mí me parecía que un cambio de Gobierno era el tipo de cuestión de primera magnitud que debíamos abordar los dos líderes de nuestros respectivos partidos, pero, en fin.

(...) Rivera empieza a contar a la prensa que yo no le he llamado porque quiero pactar con los independentistas y romper España. Intoxicación pura y dura. Después de haberse negado a verse conmigo, me acusa de no haberle llamado: el tipo de comportamiento que convierte a las personas en no fiables.

(...) Empiezan a ponerle excusas a Ábalos, en definitiva porque no quieren que haya un presidente distinto de Rajoy. En fin, a partir de ahí empiezan a hacer cosas raras: anuncian que promoverán su propia moción, cuando ni siquiera tenían los diputados, no ya para ganarla, sino siquiera para poder presentar la iniciativa. Daban muestras de desconocer el Reglamento del Congreso de los Diputados. Incluso plantearon como posible pedir diputados prestados al PSOE, ¿para qué? ¿Para boicotear nuestra moción con más fuerza? Era todo absurdo. Por último, salieron con la idea de un candidato independiente y propusieron a algunos socialistas históricos, sin siquiera consultarles. Estos, a su vez, tardaron poco en desmentir públicamente que quisieran participar en ninguna operación con Cs, lo que se acercó mucho al ridículo".

Después, cuenta cómo tres días antes del debate de moción de censura, al PSOE sólo le faltaba el apoyo del PNV, algo que logra el miércoles (día antes del debate).

Sánchez confía en que Rajoy dé un paso a un lado, dimita y evite ser desalojado de La Moncloa de una manera tan abrupta. Pero no lo hace y se muestra sorprendido. El actual presidente del Gobierno reconoce que no le gustó, a nivel personal, que las cosas acabaran de este modo.

"Finalmente, el PNV anuncia su apoyo el mismo jueves 31, el día del debate, pero, desde la tarde antes, yo ya estoy convencido de que Rajoy presentará su dimisión en cuanto se confirme que la moción va a ganar. ¿Por qué no lo hizo? No lo sé, pero, en todo caso, fue su decisión. La mía es ofrecerle, hasta el último minuto, una salida digna, la que considero que se merece todo presidente del Gobierno de España. Por eso desde la tribuna del Congreso le pido que dimita y le digo que, de hacerlo, la moción se detiene en ese preciso momento. Realmente desconozco cuál es su estado de ánimo aquellos dos días de la moción. Todo está revestido de una enorme carga emocional. Él y yo habíamos pasado muchas horas juntos en los últimos meses, habíamos debatido sobre la situación en Cataluña, y habíamos compartido las medidas ante el desafío y horas muy difíciles para España. Eso ha generado una buena relación entre nosotros. Para mí resulta duro desalojarle de la Presidencia mediante una moción, y hasta el último minuto deseo que él plantee la dimisión, por motivos personales, pero también por dignidad política, la suya y la del puesto que ocupa".

Y por último, relata sus impresiones personales el día de la moción, cuando Rajoy se marchó a un restaurante toda la tarde hasta el momento de la votación:

"Rajoy pasa aquella tarde reunido en un restaurante con sus colaboradores más cercanos, mientras sus diputados desconocen por completo qué está sucediendo. Hasta la imagen del bolso de la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en el escaño del presidente está cargada emocionalmente... En los minutos previos al desenlace, nadie sabía si Rajoy acudiría a votar o no. De improviso, irrumpió en el pleno del Congreso y solicitó intervenir desde la tribuna. Se palpaba la tensión, el dramatismo del momento. Al evocar esos instantes, recuerdo escuchar a Rajoy hablar con la voz quebrada. Al finalizar su emocionada intervención, la presidenta Ana Pastor se dirige a mí para saber si quiero o no intervenir. Le digo que no, porque entiendo que las últimas palabras de la moción deben ser las de Rajoy".

El delirante drama de una joven: "Mi madre piensa que tengo un imperio de la droga"

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Rocío es una joven malagueña de 18 años que ha arrasado este fin de semana —su historia acumula 43.000 me gusta— al contar el drama que está viviendo en su casa porque sus padres piensan que consume y trafica con drogas.

El origen de la sospecha estuvo en que sus progenitores la vieron intercambiar unos chicles con alguien que fue a recogerla en coche a la puerta de su casa. Tras esto, y según ha contado la joven mediante un hilo con fotos y gifs, su madre la acompañó por un largo peregrinaje de farmacia en farmacia por Benalmádena y Torremolinos (Málaga) en busca de un test de drogas que demostrase que estaba limpia.

Lo encontraron después de visitar varios establecimientos y la chica al fin pudo demostrar que todo había sido una confusión, pero sus padres siguen sin confiar en ella.

Aquí puedes ver una parte de su historia, tal y como ella misma la ha contado, pero si quieres leerla completa puedes hacerlo en este enlace.


La Guardia Civil sorprende a un hombre quemando un monte en Cantabria, donde ya hay 29 incendios activos

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29 incendios siguen activos en Cantabria.

Efectivos del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil sorprendió en la tarde de ayer a un hombre de 35 años, cuando prendía fuego en la parte baja del monte Saja en la localidad de El Tojo.

Se le están instruyendo diligencias en calidad de investigado como presunto autor de un delito de incendio forestal, según ha informado la Guardia Civil en un comunicado.

Componentes del SEPRONA de la Guardia Civil de Cabezón de la Sal se encontraban en la tarde del sábado en el monte Saja realizando un apostadero para la detección de posibles incendios intencionados.

Pasadas las 17:30 horas observaron la presencia de un hombre que conducía un tractor por una de las pistas de la zona baja del monte, deteniéndose y bajando del mismo. Tras acercarse a una zona de monte bajo, los agentes observaron que se iniciaba un incendio.

De inmediato los componentes del SEPRONA que se encontraban en una zona más elevada, salieron tras este hombre con sus motocicletas todoterreno, siendo interceptado en el tractor antes de la llegada a la población de El Tojo.

Tras proceder a su identificación le encontraron en su poder un mechero aun caliente, no teniendo explicación del motivo de llevar el mismo en su poder. El incendio afectó a una pequeña parte de monte bajo, si bien se pudo saber qué próximo al lugar donde había prendido se encuentra un terreno que es trabajado por este hombre.

29 incendios en la comunidad

El Gobierno de Cantabria acaba de activar el Plan Especial de Incendios Forestales de la Comunidad Autónoma en su nivel 2 y ha solicitado el apoyo de la Unidad Militar de Emergencias (UME), ante la situación de riesgo derivada del gran número de incendios forestales que está registrando la región, con 29 activos a primera hora de este domingo, y la previsión meteorológica que maneja la AEMET para las próximas horas.

Desde las 19 horas del sábado se han provocado en Cantabria 13 incendios forestales nuevos, según ha informado el Gobierno en un comunicado. El incendio de Silió (Molledo), el más relevante del día de ayer, ya está extinguido y ahora mismo hay incendios de bastante extensión en la zona de Monte Caballar, entre Santa María de Cayón y Villafufre, en el que está previsto que intervenga el hidroavión del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que ha pasado la noche en Cantabria tras acudir ayer a la Comunidad a colaborar en las labores de extinción.

Como en días anteriores, los incendios se concentran en el Pas, el Besaya, el Pisueña y alguna incidencia en la zona de Cabuérniga.

La Dirección General de Medio Natural del Gobierno de Cantabria mantiene un operativo de 87 guardas, 29 cuadrillas e interviene el 112 Cantabria y el avión del Ministerio.

El Ejecutivo reitera la llamada a la colaboración ciudadana, tanto para evitar cualquier práctica de riesgo, dado que las quemas están prohibidas en terreno rustico en toda la región, como para colaborar en la identificación de los causantes.

El Girona aleja al Madrid de la Liga en el Bernabéu (1-2)

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El Girona remontó al Real Madrid en diez minutos -en el 65 con un gol de penalti de Christian Stuani y en el 75 con un tanto de Portu- la diana en la primera mitad (26) de Casemiro y volvió a ganar 84 días después.

Ambos conjuntos llegaban con rachas bien distintas, el equipo catalán sumaba 13 partidos sin conocer la victoria y el madrileño ocho sin perder.

Tras tres salidas consecutivas muy complicada salvadas con dos victorias (ante Atlético en Liga y Ajax en Champions) y un empate (frente al Barça en semifinales de la Copa del Rey), la visita del Girona era, a priori, el partido más sencillo para el Real Madrid en las últimas semanas.

Por ello, Solari decidió dar descanso a hombres importantes como Luka Modric o Vinicius, aunque el joven brasileño tuvo que entrar en la segunda parte, cuando el Real Madrid buscaba ya el empate a la desesperada.

Pese a todo, el inicio de partido del Real Madrid fue bueno frente a un rival que no renunció en ningún momento a buscar el arco rival.

Tras dos buenas oportunidades para cada equipo en los minutos iniciales, Casemiro adelantó a los locales con un buen cabezazo a centro del alemán Toni Kroos.

Tras ese gol inicial, el Girona tardó varios minutos en reaccionar, pero el Madrid tampoco aprovechó una par de buenas ocasiones (Lucas Vázquez en el 31 y Benzema en el 41) para llegar al descanso con mayor ventaja.

Fue a partir de la hora de juego cuando el Girona dio un paso adelante, se hizo dueño del partido y buscó voltear el marcador.

Los catalanes dieron un primer gran susto con un disparo de Aleix García, que incomprensiblemente mandó la pelota a las nubes cuando tenía todo a favor para marcar (59), y ya no perdonaron en la siguiente, un penal señalado por mano clara de Sergio Ramos y que fue transformado por Stuani (65).

Es el gol 13 del uruguayo, que se coloca tercero en la clasificación de goleadores en España.

Lejos de reaccionar, al Real Madrid le salvó del segundo gol el palo, en otro remate de Aleix García (70) cinco minutos antes de que 'Portu' silenciara a un incrédulo Bernabéu.

El colombiano Anthony 'Choco' Lozano se sacó un gran disparo desde el costado derecho que atajó Courtois, pero el meta belga dejó la pelota muerta para que 'Portu' la cabecease a la red en el segundo palo.

Sergio Ramos fue expulsado por doble amarilla en el minuto 90 de partido.

Tras este resultado, el Real Madrid se aleja de la lucha por el título al quedar a 9 puntos del Bercelona, que el sábado ganó por 1-0 al Valladolid, y a dos del Atlético de Madrid, que también se impuso por la mínima en su visita a Vallecas.

Bertín Osborne en 'Sábado Deluxe': "Me sirve cualquier partido que defienda la unidad de España, los toros y la paella"

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Bertín Osborne en 'Sábado Deluxe'.

Bertín Osborne ha vuelto a opinar sobre política y, como ya es habitual, sus declaraciones han generado una oleada de críticas. El cantante estuvo este sábado en el Deluxe (Telecinco) para promocionar la próxima temporada de Mi casa es la tuya.

Teniendo en cuenta el perfil del invitado y el momento político ante el que nos encontramos —con las elecciones generales recién convocadas para el 28 de abril—, la conversación era casi obligatoria.

Fue Belén Esteban la que sacó el tema a relucir: "Yo estoy encantada de que haya elecciones pero tengo un problema ahora mismo: no sé a quién votar porque no hay ningún partido que me pueda convencer".

Osborne dijo que no tenía ningún reparo en decir a quién iba a votar y se lanzó con este discurso: "En estos momentos, con la situación política que tenemos en nuestro país y viendo también el entorno de los países cercanos... En estos momentos, me sirve cualquier partido que defienda la unidad de España, que defienda los valores que tenemos los españoles de toda la vida... Yo soy un enamorado de mi país. Me encanta España, me encanta la paella, la playa, los toros... Me encanta lo que nos ha hecho distintos, el hecho diferencial español con respecto a los demás países que nos rodean".

El cantante insistió en que a él le servía cualquier partido que respetase todo eso. "Me sirve desde Vox hasta el PSOE, si fuera un partido que peleara y defendiera la unidad de España. Me serviría el PSOE de Felipe González y me serviría el PSOE de Pedro [Sánchez] si cambiara ciertas cosas".

Al final, Osborne aseguró que decidiría el partido al que vaya a votar en el último momento porque para él eso respondía a un impulso "porque yo no soy de un partido".

Sus comentarios sobre la unidad de España, los valores, la paella y los toros acaparon toda la atención de las redes y los usuarios dejaron muchos comentarios como estos:

Evacuados 1.800 habitantes del norte de París por una bomba caída en 1944

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Torre Eiffel en París.

Alrededor de 1.800 habitantes del norte de París y de la vecina ciudad de Saint Denis fueron evacuados desde la madrugada de este domingo para proceder a la neutralización programada de una gran bomba de varios cientos de kilos que se encontraba enterrada desde que fue lanzada en abril de 1944.

La operación, dirigida por la Prefectura de Policía en torno a la Puerta de La Chapelle, debía concluir a primera hora de la tarde, una vez que los artificieros la hagan explotar en un agujero de siete metros de profundidad que se ha cavado y protegido con sacos terreros para intentar minimizar la posible sacudida.

El artefacto fue trasladado hasta allí esta mañana desde el lugar donde fue hallado, a unos 70 metros de distancia.

La bomba de fabricación estadounidense y probablemente lanzada por un avión británico cuando París estaba todavía ocupada por los nazis en la primavera de 1944, fue localizada el pasado 4 de febrero durante unas obras junto a uno de los corredores ferroviarios de entrada a la capital francesa.

La evacuación de los habitantes en un perímetro de 300 metros de radio, se llevó a cabo entre las 6.00 y las 8.30 locales a una y otra parte del periférico (la autopista de circunvalación de París) que separa la capital de la ciudad de Saint Denis. Un gran número de los afectados fueron los habitantes de dos torres en la calle de la Chapelle.

Pero además, las autoridades interrumpieron la circulación en buena parte de las vías que atraviesan esa zona, incluida la autopista A1 en dirección a Bruselas.

También estuvieron fuertemente alterados los transportes públicos, con el cierre de paradas de la línea 12 del metro, de una línea de tranvía y el desplazamiento de las líneas de autobuses de todo el sector.

En cuanto a los ferrocarriles, se interrumpió el tráfico de los cercanías que salen de la Estación del Norte, así como de regionales y de trenes de alta velocidad (TGV), como los Eurostar que se dirigen a Londres y los Thalys que van hacia Bruselas.

Un tertuliano de 'LaSexta Noche', a punto de sufrir un disgusto en pleno directo

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LaSexta Noche.

Miquel Giménez, periodista y analista de LaSexta para temas de Cataluña, estuvo este sábado en el programa LaSexta Noche, presentado por Iñaki López, donde protagonizó la 'pizarra' para analizar el juicio del procés, que comenzó la pasada semana en el Tribunal Supremo.

Al regreso a la silla, tras varios minutos de pie junto al periodista Antonio Pérez Lobato hablando sobre este proceso judicial, Giménez se apoyó en la base que sostiene los sillones que componen la 'mesa' de debate de LaSexta Noche.

E hizo mal, porque esa base sirve para mover los asientos y el suyo se movió, haciendo perder el equilibrio al periodista, que estuvo a punto de irse al suelo y sufrir un disgusto.

Por suerte para él, estuvo hábil para no desequilibrarse del todo, apoyar un pie fuera de la base y una mano en el asiento, lo que le permitió acomodarse de nuevo en su butaca.

Este fue el momento, que puedes ver pinchando en este vídeo a partir del minuto 3:50:30.

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