Nada escapa a las leyes de la naturaleza, ni siquiera los sentimientos y las sensaciones, que, como todo en la vida, se someten al principio de causa-efecto. Sentimos mariposas en el estómago cuando vemos a la persona que nos tiene enamorados y sabemos que es esa cosa a la que llaman amor. Lloramos cuando lo perdemos, y comprendemos que lo percibido es tristeza. Pero, cuando no sabemos bien lo que sentimos, porque no encontramos las palabras para expresarlo, las únicas sensaciones que nos inundan son la inquietud y el malestar. El 15 de mayo de 2011 nos libró de la prisión de la incertidumbre y nos convirtió a todos en Indignados al ponerle nombre a lo que sentíamos: más allá de la rabia, más allá de estar cabreados, más allá de estar hasta los huevos, estábamos indignados, éramos indignados.
Tal vez sea esa inteligencia cartesiana tan propia del humano que le hace etiquetar todo para poder ubicarse, pero si ese día aquellos pioneros de Sol no lo hubieran hecho, es probable que hoy siguiéramos con un cabreo descomunal pero sin saber realmente que lo éramos. Gracias a ellos y a su inspirador, Hessel, nos ubicamos en el centro de una crisis como algo más que un sujeto paciente para convertirnos en sujetos activos y organizados. Acción-reacción. Causa-efecto. El ciudadano encontró en ellos el espejo donde mirarse, donde sentirse identificado, una primavera social donde desnudar el descontento, donde mostrar la decepción y gritarlo a los cuatro vientos. Un movimiento espontáneo que exhibía abiertamente un exceso de corazón y que al mismo tiempo se resistía a jugar en la liga de los que abominaba, una opción legítima que condicionaba su pervivencia política más allá de la emoción.
Era inevitable, en un escenario de políticas ultraconservadoras y unos sindicatos de discurso anacrónico y difícilmente creíble como únicos representantes del ciudadano. Era inevitable, porque las acciones también sucumben a las leyes de la naturaleza. Los actos, sean proezas o maquinaciones, igualmente se mueven por el mismo principio de causa-efecto, y por sus actos, ellos, gobernantes, se situaron frente a nosotros en lugar de marchar a nuestro lado, como debería ser. Sus actos, la gestión del futuro del ciudadano, fueron y siguen siendo una auténtica proeza antisocial que tres años después, tres largos años recorriendo un camino de incierto futuro para todos, nos ha llevado a la pérdida de derechos sociales y laborales y a empeorar nuestras condiciones de vida. Pese a ello, existen tipos que creen que los parados se ponen exquisitos a la hora de recibir un trabajo, en lugar de sentirse agradecidos y besar la mano infame de quien se lo da. E incluso presidentes que, con todo el descaro del mundo, se atreven a decir que ha habido un esfuerzo equitativo en esta crisis; y es que, a fuerza de repetir la misma mentira una y otra vez, al final habrá incluso quien lo crea.
Habrá quien piense que del mismo modo que el movimiento indignado surgió desapareció, que su ideario no ha trascendido, ni calado en la sociedad. Nada más lejos de la realidad. Además de seguir vivo en las plazas, en las asociaciones vecinales y en el corazón de la gente, ha servido para tomar conciencia de quiénes somos y quiénes nos gobiernan. Ha servido para percatarnos del mundo en que vivimos. Ha servido para exigir responsabilidades a quiénes nos han metido en esto, aunque pataleen como cucarachas panza arriba cuando se sienten acosados. Ha servido para reivindicar que el político rinda cuentas de su trabajo, y sobre todo para cuestionar el mundo establecido en el que vivíamos. Un auténtico despertar de la inocencia, una entrada forzada al mundo adulto para desgraciadamente descubrir que somos engañados por quienes nos gobiernan.
Ser Indignado hoy tiene más vigencia que nunca. La herencia que nos dejan quienes nos han estado robando todos estos años, nos obliga a serlo para recuperar lo que es nuestro y por derecho nos corresponde. No digo ser dominados por el Mal de la Indignación, ese mal que te fuerza sin descanso a estar en todos los frentes que tienen como raíz la injusticia; me refiero a ser conscientes de la misma, de la mentira y la manipulación, y luchar sin tregua en el entorno cotidiano por evitarlo. Es en ese grado de indignación personal e intransferible donde comienzan a cambiar las cosas, sin bajar la guardia, atentos y unidos por la misma piel, porque cuando mejora tu universo inmediato todo cuanto lo rodea también florece y tú te conviertes en una fuerza irresistible e imparable, en el auténtico jardinero de las conquistas sociales.
La Carrillada de cerdo 15M es nuestro plato en un día como hoy. Una carne sutil como pocas para mantenernos fuertes en la trinchera de la dignidad. La carne de un animal noble como ninguno, que simboliza tanto las virtudes de quien sabe como nadie lo que es capaz de dar sin pedir nada a cambio, como la ingratitud de quienes injustamente son identificados con él, sin tan siquiera llegarle a la altura de sus pezuñas.
Que las disfrutes, sutilmente indignado, en un día tan especial.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- ¾ de Kg. de carrilladas de cerdo limpias y sin hueso
- 1 puerro
- 1 cebolla
- 2 zanahorias
- Aceite de oliva virgen extra
- Sal, pimienta y nuez moscada
- 200cl de vermut negro
- 1 cabeza de ajos
- 4 patatas medianas
- 20gr de mantequilla
- 1 cucharada de harina
- Agua
- 100cl de leche
- 50gr de mousse de pato
- 3 espárragos verdes no muy gruesos
ELABORACIÓN
- La noche anterior o unas horas antes, introduce en una cazuela las carrilladas espolvoreadas de nuez moscada y salpimentadas y las verduras cortadas, y añade un par de cucharadas de aceite y el vermut. Tapa y reserva en la nevera.
- La noche anterior guarda en el congelador la mousse de pato.
- Pela y lava las patatas y cuécelas en agua con sal hasta que estén blandas.
- Mientras, pon la cabeza de ajos en papel de aluminio con unas gotas de aceite. Ciérralo y ponlo a asar al horno durante ¾ h aproximadamente a 190º.
- Saca las carrilladas de la maceración, enharínalas y pásalas un poquito por la sartén para que se doren.
- Ponlas junto a las verduras y con el caldo de la maceración en una olla a presión. Cuando rompa a hervir, déjalo a fuego bajo aproximadamente 40', añadiéndole 10' antes de terminar la ralladura de ½ limón (retira la olla del fuego, deja que la presión baje, abre y añádesela. Luego vuelve a colocar en el fuego y cuando rompa a hervir de nuevo lo dejas el tiempo que faltaba. Si crees que debes añadirle un poquitín de agua, podría ser, es el momento de hacerlo). Retira del fuego. Cuando se enfríe, saca con cuidado las carrilladas, resérvalas, y pasa por la batidora la salsa. Reserva.
- Una vez sacada la cabeza de ajos del horno y ya fría, córtala por la mitad y con el mismo cuchillo presiona las dos mitades. Saldrá con facilidad la carne asada de los ajos en forma de puré. Cocidas las patatas, introdúcelas en el vaso picador junto al puré de ajos, un poquito de agua de la cocción, la leche, la mantequilla, sal, pimienta y bate. Obtendremos un Puré de ajo.
- Lava y corta en trocitos muy pequeños los espárragos y pásalos por el vapor 1' y ½ '.
- Saca del congelador la porción de mousse de pato.
- Emplatado: en un plato hondo, coloca 4 cucharadas de puré, sobre el mismo 2 cucharadas de salsa y en el medio 2 carrilladas. Esparce por encima trocitos de espárragos y ralla sobre el conjunto virutas de mousse.
- Umm, espectacular bueno y sencillo.
NOTA
La salsa puedes pasarla por un chino para que quede más fina y elegante. Si dispones de sifón de cocina para hacer espumas, puedes utilizarlo con el puré de ajo, el resultado es sorprendente y muy, muy aparente.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Walk On The Wild Side, Vanessa Paradis.
Para la degustación: These Boots Are Made For Walkin, Nanci Sinatra.
VINO RECOMENDADO
Hécula, T12. DO Yecla.
DÓNDE COMER
A pie de cañón, por supuesto, y no precisamente en un campo de batalla, pues el espacio inmediato es nuestro campo de acción; tan solo hay que estar alerta y sentarse en buena compañía rodeado por quienes como tú confían en poder cambiar las cosas.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Cuando se está dispuesto a darlo todo a cambio de nada y a hacerlo pese a quien pese. ¿Crees que un plato tan exquisito le puede engordar? Sólo le puede aportar placer y en esas condiciones nada importa.