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Cinco (incómodas) conclusiones sobre los debates electorales

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Como dos planetas en las antípodas de (en teoría) una misma galaxia, los dos debates electorales de este jueves no podrían haber estado más lejos el uno del otro. Por una parte, el de candidatos a presidir la Comisión; por otra, el cara a cara entre Elena Valenciano y Miguel Arias Cañete. Si alguien vio de corrido las dos horas y media de bustos parlantes (¡enhorabuena!), quizás haya llegado a alguna de estas conclusiones.

1.- El primer debate de las elecciones generales

El cara a cara en TVE apenas versó sobre Europa. Arias Cañete representaba al Gobierno al que perteneció hasta hace días (y, de paso, al de Aznar), y Valenciano a la oposición. Más pareció el primer cara a cara de un ciclo electoral que seguirá con las elecciones autonómicas y locales y culminará en las generales. Conscientes de la abstención y el declive del bipartidismo, ambos partidos se dirigían a los suyos para salvar los muebles y seguir, el 26 de mayo, con su refriega particular.

2.- Una película de cuarta

El cara a cara español logró un 9,5% de audiencia, menos aún que el de López Aguilar y el "señor Mayor" [Oreja], como en otros debates han llamado al ausente exministro del Interior. Los espectadores prefirieron una película, una serie y un jefe infiltrado.

Es un fracaso de los dos partidos políticos, que al menos de boquilla proclaman la importancia de las elecciones europeas y lo decisivas que son las de este año. También es un fracaso institucional (el Parlamento Europeo y la UE en su conjunto necesitan participación legitimadora) y, por qué no decirlo, de medios de comunicación (como el que me emplea) que tratan de informar y hacer interesante lo que creen importante.

3.- El rapto de Europa

Sorprende tanto que sonroja. Cañete se ha pasado media vida en la Eurocámara, 12 años como eurodiputado (1987-1999) y varios más haciendo lobby, como es su deber, a eurodiputados sobre temas de Agricultura o Pesca. Elena Valenciano también se ha pasado una larga temporada entre Bruselas y Estrasburgo (1999-2008) y ha dirigido después desde Ferraz a los europarlamentarios y la actividad internacional del partido.

Habiendo elegido a dos candidatos con experiencia, PP y PSOE apenas hablaron de Europa, más que de manera tangencial. Valenciano salpicó con algunas propuestas sus intervenciones, pero no las desarrolló. Las referencias de Cañete a Europa fueron mucho más limitadas. El PSOE lo hizo mal en Europa y en Europa no se respetaba a España por el PSOE. ¿Volverían a hacer lo que hicieron? ¿Qué hay de la regulación bancaria, de la inmigración, del tratado comercial con EEUU, de la política exterior (Ucrania)?

4.- Una Alemania ausente




El alemán fue el quinto idioma de los tuits del debate europeo, organizado por Eurovisión y celebrado en el Parlamento Europeo. Todo ello a pesar de que Alemania es el primer país en población (81 millones de personas).

La 'cuestión Alemana' (su gestión de la crisis, su papel en Europa, su influencia sobre los socialistas, su convivencia con Rajoy) pasó desapercibida tanto en el debate europeo como en el cara a cara español. El ambiente electoral en Alemania se resume bien en los carteles electorales de la CDU, el partido de Angela Merkel. Es la canciller la que empapela unas calles donde el candidato David McAllister ni está, ni se le espera.

5.- El debate europeo gana en forma y fondo

Es una verdad poco orgullosa y muy discreta. El debate a cinco entre los candidatos a presidir la Comisión ganó en la forma y en el fondo al de Cañete y Valenciano. Las intervenciones eran de un minuto, los candidatos se interrumpían (tenían comodines para saltarse los turnos que salieron de un sorteo), había público (y aplaudía), presencia de las redes sociales.

En el cara a cara español, no hubo nada de eso por acuerdo entre los dos partidos, que llegaron a pactar no interrumpirse, algo que no respetaron pese a las advertencias de la moderadora, María Casado.

Ayudó el carisma de Verhofstadt (líder liberal) y Schulz (soclaldemócrata), muy bregados en el cuerpo a cuerpo de Estrasburgo. Pero también la verde Ska Keller, nueva en estas lides, y el líder de Syriza, Alexis Tsipras, aportaron debate y espectáculo televisivo. Ni siquiera los tres idiomas que se manejaron (inglés, francés y griego) lastraron unos 90 minutos generalmente vivos. Sólo un Jean-Claude Juncker muy sombrío, más que de costumbre, se abonó al perfil bajo del que ha hecho gala toda la campaña.

Es curioso. Las elecciones europeas se plantean en clave nacional, pero es el debate europeo el que mejor sirve a su propósito. Los candidatos europeos ensayan por primera vez un ejercicio democrático sui generis (al fin y al cabo, existe la posibilidad de que ninguno de ellos acabe presidiendo la Comisión), pero dejan en evidencia los corsés e inseguridades de un debate nacional que ya hemos visto antes de muchas citas electorales.

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