La abdicación del rey, preparada en secreto, tomará forma y fondo mañana en el proyecto de ley de Abdicación que aprobará el Consejo de Ministros. Ese texto, además de establecer las formalidades necesarias para la sucesión, puede fijar una salvaguarda legal que protegería todas las actuaciones de don Juan Carlos durante su mandato como jefe del Estado.
A la espera de conocer la literalidad del texto del Gobierno, el proyecto mantendrá a salvo la inmunidad que ha disfrutado el Monarca durante el ejercicio de sus funciones. Es decir, nada de su pasado como rey podrá cuestionarse legalmente, para que Juan Carlos disfrute de una jubilación en paz y tranquilidad.
Cuando aún no había tomada la decisión de pasar a un segundo plano, el rey habría comentado con sigilo a algunos miembros de altas instituciones del Estado que él "sólo abdicaría en caso de que su futuro quedara atado y bien atado".
Con el trabajo silencioso de varios ministerios, el asesoramiento de destacados juristas y los cerebros grises de la Zarzuela, el proyecto de ley orgánica de Abdicación, prevista en la Constitución pero nunca desarrollada, ya está a punto. El esquema ha quedado perfectamente trazado.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente del Grupo Socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, estaban al tanto de los deseos del Rey. De hecho, la reciente norma/sorpresa que estableció el aforamiento de la reina y de los príncipes de Asturias, fue el primer paso en esa dirección, sin olvidar el realce como heredera del heredero que se está dando a la infanta Leonor.
El resultado de las elecciones europeas del 25 de mayo y el adiós anunciado por el secretario general del PSOE, podrían haber acelerado la decisión. El tiempo para deshojar la margarita -abdico/no abdico- se habría agotado y, más aún, cuando el viento no sopla a favor de la estabilidad de los dos grandes partidos mayoritarios.
Con esta decisión, la Zarzuela intentaría salir al paso de las dinámicas de cambio sin concesiones que muestran sectores de la cabreada sociedad actual, escasamente interesada en el principio dinástico. De este modo, Alfredo Pérez Rubalcaba habría prestado su último favor a la Corona al mantener el apoyo socialista a la Monarquía Parlamentaria, junto a las muestras de sólido respeto por la figura del príncipe de Asturias.
Cuando en los próximos días la ley de la Abdicación sea llevada al Parlamento, no es fácil que los diputados socialistas ignoren las últimas indicaciones que ordene Rubalcaba. En consecuencia, la votación del Grupo Socialista se moverá entre el sí y la abstención, aunque la mayoría absoluta de que goza el PP en el Congreso y el Senado conseguiría por sí sola la aprobación de este capítulo pendiente que no requiere una mayoría reforzada.
La coronación de Felipe VI puede satisfacer a los dos partidos mayoritarios. El socialista, porque dispondrá de renovados argumentos para mantener su apoyo a la Institución, y el PP porque bajo su mandato se habrá llevado a término la renovación en la cúpula del Estado.
Simpático, joven, bien formado, comprometido con los valores constitucionales, alejado de asuntos insuficientemente aclarados, y decidido a actualizar las pautas más obsoletas, con Felipe de Borbón en la jefatura del Estado, la proyección de la Monarquía española ofrecerá claves refrescantes para ser analizada.
A la espera de conocer la literalidad del texto del Gobierno, el proyecto mantendrá a salvo la inmunidad que ha disfrutado el Monarca durante el ejercicio de sus funciones. Es decir, nada de su pasado como rey podrá cuestionarse legalmente, para que Juan Carlos disfrute de una jubilación en paz y tranquilidad.
Cuando aún no había tomada la decisión de pasar a un segundo plano, el rey habría comentado con sigilo a algunos miembros de altas instituciones del Estado que él "sólo abdicaría en caso de que su futuro quedara atado y bien atado".
Con el trabajo silencioso de varios ministerios, el asesoramiento de destacados juristas y los cerebros grises de la Zarzuela, el proyecto de ley orgánica de Abdicación, prevista en la Constitución pero nunca desarrollada, ya está a punto. El esquema ha quedado perfectamente trazado.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente del Grupo Socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, estaban al tanto de los deseos del Rey. De hecho, la reciente norma/sorpresa que estableció el aforamiento de la reina y de los príncipes de Asturias, fue el primer paso en esa dirección, sin olvidar el realce como heredera del heredero que se está dando a la infanta Leonor.
El resultado de las elecciones europeas del 25 de mayo y el adiós anunciado por el secretario general del PSOE, podrían haber acelerado la decisión. El tiempo para deshojar la margarita -abdico/no abdico- se habría agotado y, más aún, cuando el viento no sopla a favor de la estabilidad de los dos grandes partidos mayoritarios.
Con esta decisión, la Zarzuela intentaría salir al paso de las dinámicas de cambio sin concesiones que muestran sectores de la cabreada sociedad actual, escasamente interesada en el principio dinástico. De este modo, Alfredo Pérez Rubalcaba habría prestado su último favor a la Corona al mantener el apoyo socialista a la Monarquía Parlamentaria, junto a las muestras de sólido respeto por la figura del príncipe de Asturias.
Cuando en los próximos días la ley de la Abdicación sea llevada al Parlamento, no es fácil que los diputados socialistas ignoren las últimas indicaciones que ordene Rubalcaba. En consecuencia, la votación del Grupo Socialista se moverá entre el sí y la abstención, aunque la mayoría absoluta de que goza el PP en el Congreso y el Senado conseguiría por sí sola la aprobación de este capítulo pendiente que no requiere una mayoría reforzada.
La coronación de Felipe VI puede satisfacer a los dos partidos mayoritarios. El socialista, porque dispondrá de renovados argumentos para mantener su apoyo a la Institución, y el PP porque bajo su mandato se habrá llevado a término la renovación en la cúpula del Estado.
Simpático, joven, bien formado, comprometido con los valores constitucionales, alejado de asuntos insuficientemente aclarados, y decidido a actualizar las pautas más obsoletas, con Felipe de Borbón en la jefatura del Estado, la proyección de la Monarquía española ofrecerá claves refrescantes para ser analizada.
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