El fragor desatado por la convocatoria de un Congreso Extraordinario en el PSOE ha amortiguado y opacado el tremendo descalabro electoral sufrido por el PP el 25 de mayo. Tanta ha sido la energía negativa concentrada en torno a las vicisitudes del PSOE que muchos -notoriamente, algunos medios- han omitido interpelar al PP sobre su castigo en las urnas. Pierde casi 17 puntos -todavía más que el PSOE- y 8 escaños de una sentada.
He escrito ya que es el fracaso del PSOE, en su objetivo de galvanizar toda esa marea de castigo y protesta, cabreo y malestar contra los atropellos y desvergüenza del PP, lo que ha obrado la ironía de que -aun perdiendo votos y escaños de una manera tan abrupta viniendo de un partido con mayoría absoluta en las Cortes y una hegemonía apabullante en el mapa local y autonómico- el PP pudiese decir sin despeinarse "hemos ganado".
Ellos sí que no han entendido nada. No solo desoyen sino que desprecian el mensaje contundente de las urnas. Ninguna autocrítica. Ninguna rectificación. Ninguna autoexigencia. Ninguna apertura. Al contrario, la reacción del PP, su mayoría absoluta y el Gobierno de Rajoy, ha sido exactamente aquello contra la que los socialistas advertimos en campaña: su taimada cobardía les aconsejaba guardar momentáneamente -mientras estuviese pendiente la contienda electoral- sus inminentes y programadas vueltas de tuerca antisociales y sus proyectadas medidas todavía más impopulares que las dictadas hasta ahora a golpe de decretazo.
Pues bien, ¡ahí las tenemos! Estaban esperando, emboscados a la espera de las elecciones, cualquiera que fuera el resultado, para golpear de nuevo, soberbia y despiadadamente, a la ciudadanía aturdida, vapuleada, maltrecha. Nueva vuelta de tuerca, sí. Como si los españoles no hubiéramos tenido bastante.
Lo primero que el Gobierno del PP ha hecho como acuse de recibo ha sido reactivar el permiso de prospecciones petrolíferas en las costas canarias. Contra la voluntad del Parlamento de Canarias, Gobierno de Canarias, y los Cabildos de Fuerteventura y Lanzarote. Llevándose por delante las movilizaciones sociales, las iniciativas cívicas y las ONG ecológicas que han manifestado su oposición acérrima. A pesar del daño ecológico infligido sí o sí. A pesar del impacto sí o sí a un medio marítimo especialmente sensible, y de su contradicción con la sostenibilidad del medio natural y del entorno socioeconómico canario, dominado desde hace décadas por el turismo.
Segunda decisión taimada y cobarde tras su despeñamiento electoral el 25 de mayo: desempolvar el infame y regresivo Proyecto de Ley de Protección de los derechos de la mujer embarazada y del no nacido. Un brutal retroceso contra los derechos, la dignidad y libertad de la mujer a la hora de elegir el desarrollo de su propia personalidad y su proyecto vital en lo que se refiere a su propia maternidad.
Ambas cosas las hace este PP, con su mayoría absoluta, como si estuviese intacta, apenas una semana después de su desmoronamiento electoral. Sin despeinarse. Sin haberse detenido un segundo a reflexionar siquiera... "¿para qué?", deben pensar.
Insisto de nuevo en las lecciones para la izquierda (y su fragmentación, condición de su autoderrota) de 25 de mayo: hace falta un PSOE -seguramente otro PSOE- para derrotar al PP. Y si no lo hace el PSOE, a la vista está, nada detendrá al PP.
P.S. Tras redactar este post, abdicación del Rey. Fin de toda una época. Conforme al art.57.5 CE, la abdicación es una cuestión técnicamente resoluble por medio de una ley orgánica, para la que basta y sobra la mayoría absoluta del PP. El trasfondo político es mucho más profundo y complejo. Muchos venimos abogando por una reforma extensa de la Constitución -igualdad, democracia participativa, derechos sociales, federalismo, Europa- en la que será inevitable acometer con coraje el debate acerca de la pervivencia o no de la solución de monarquía parlamentaria que revalidó a la Corona en la Constitución. Mientras llega -hace tiempo que el inmovilismo del PP perjudica a la Constitución con que se llena la boca-, la ley debería regular el estatuto de la princesa de Asturias y el de los demás miembros de la Familia Real. La Constitución ha envejecido, es verdad, pero, irónicamente, hace tiempo que ya es hora de que la hagamos madurar.