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La importancia de ser conscientes del poder del inconsciente

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La semana pasada una colega de la Universidad de Princeton en EEUU me envió por email una transcripción del discurso que Nancy Hopkins, profesora de Biología en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), pronunció con motivo de la ceremonia de graduación del curso 2014 de la Universidad de Boston.

Nancy Hopkins es una reputada científica en el área de la genética y prevención del cáncer, pero quizás sea más conocida popularmente porque fue la mujer que hizo que Larry Summers, expresidente de Harward, dimitiera por sus comentarios sexistas durante la charla que éste pronunció en 2005 en Cambridge, EEUU, sobre la infrarrepresentación de mujeres en las carreras científicas e ingenierías. Summers argumentó que esto se debía a que las mujeres tenían unas aptitudes intrínsecas diferentes a las de los hombres que las hacían menos aptas para estas carreras. Tras estas palabras de Summers, Nancy Hopkins abandonó la sala en la que éste impartía su conferencia en señal de protesta. Más tarde escribió un comentario para el periódico Boston Globe denunciando los comentarios sexistas de Summers, lo que generó un gran revuelo y terminó forzando la dimisión de Summers.

Ahora sabemos que el que haya más mujeres que hombres en determinadas categorías profesionales no tiene nada que ver con la aptitud intrínseca de unas u otros, sino que se debe a la existencia de barreras que dificultan el acceso de las mujeres a estas disciplinas, barreras que, según Hopkins, hay que identificar y derribar. Y Hopkins también discute que el paso del tiempo no es suficiente. Desde el Acto de Derechos Civiles de 1964 en EEUU (hace ya casi 50 años) en el que se pensó que en menos de 30 años mujeres y hombres alcanzarían la misma representación en distintos estamentos sociales, aún sólo el 4,6% de los directores ejecutivos de Fortune 500 son mujeres; en investigación, sólo el 20% de los puestos directivos en los países occidentales los ocupan mujeres. Y por supuesto, las mujeres no son la mitad del congreso. La situación parece aún peor en España, donde no hay ni una sola mujer entre las 100 mujeres más influyentes del mundo según Forbes.

Y es que derribar estas barreras no ha resultado tan sencillo como se pensaba. Al parecer, uno de los principales motivos es que estas barreras son muy a menudo invisibles a la consciencia, ya que resultan de la incapacidad intrínseca del cerebro humano para hacer juicios correctos cuando estos van en contra de nuestros esquemas y estereotipos inconscientes. Según cita Hopkins en su discurso, varios estudios demuestran que a igual calidad e importancia del trabajo las mujeres son peor valoradas que los varones, y esto es así por el peso de los esquemas de género. En otras palabras, todo lo que no encaje con nuestros estereotipos inconscientes sobre un género, o una clase social, o una minoría, será valorado con importantes sesgos por nuestro inconsciente. Quizás, también consecuencia de estos sesgos, es el constatado y estudiado fenómeno de que aquellas mujeres con poder de decisión que no se comportan según estereotipos típicos asociados al género femenino (aquellas que tienen actitudes tradicionalmente más masculinas), tienden a ser más impopulares y peor valoradas que aquellos hombres que realizan el mismo trabajo. Así, una mujer que manda es mandona, mientras que un hombre que manda es el jefe. Hay una campaña en la que participan Condoleezza Rice, Sheryl Sandberg y Beyoncé, entre otras, en la que se denuncia esto. La revista Yo Dona, ha realizado una versión española de la campaña con la participación de políticas y empresarias, todas ellas en puestos de toma de decisiones y liderazgo.

Según nuestro inconsciente una mujer al mando tiene que tener algún defecto (seguro que no tiene suficientes méritos propios para estar allí, o que no es transparente, o que es autoritaria, o que no tiene suficientes agallas, o que no tiene suficientes apoyos, etc); cualquier excusa es buena por parte de nuestro inconsciente para rechazar aquello que no encaja con sus estereotipos de lo que es una mujer.

Un caso reciente ha sido el de las dimisiones más o menos forzadas de las directoras ejecutivas de Le Monde y del The New York Times, las señoras Nougayrède y Abramson, respectivamente. En ambos casos fueron acusadas de agresivas, dictatoriales ("Putin-like" y despectiva hacia las sugerencias de los grandes egos del periódico en el caso de Nougayrède). La realidad es que Abramson cobraba varias veces menos que su predecesor al mando del The New York Times (un caso fragante de gender pay gap), y Nougayrède fue elegida democráticamente por el 80% de sus colegas de Le Monde por su capacidad y profesionalidad.

Hopkins es muy elocuente resaltando que la existencia de los sesgos inconscientes es un descubrimiento muy transcendente y revolucionario, merecedor del Premio Nobel. De hecho, el psicólogo Daniel Kahneman recibió el Premio Nobel de Economía en 2002 junto a Vernon Smith por este descubrimiento.

Si aplicamos estos sesgos inconscientes al ámbito del género es muy fácil ver que el cúmulo de pequeñas ventajas o desventajas puede tener grandes efectos. Así, en modelos computacionales se puede demostrar que una pequeña diferencia de un 1% en el apoyo a un grupo de 500 mujeres y hombres resulta en diferencias muy importantes entre ambos grupos con el tiempo.

¿Qué se puede hacer?

Se ha demostrado en diversos contextos (incluido el MIT en los EEUU y en el Instituto de Investigación Médica de Suecia) que simplemente el hecho de constatar esto y de ser conscientes de que todos (hombres y mujeres) tenemos sesgos inconscientes que nos impiden tomar las decisiones más justas o beneficiosas puede disminuir las desigualdades de género. Siendo conscientes de nuestras limitaciones inconscientes, éstas se pueden paliar o evitar.

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