A cuento de la abdicación del rey la crisis de las instituciones españolas ocupa estos días un gran espacio en los medios de comunicación, relegando a un segundo plano mediático la gravísima crisis económica y social. Las encuestas son contundentes una y otra vez en el sentido de certificar que es la crisis económica la que mayor preocupación nos genera. Pero hay una tercera crisis que no acaba de encontrar espacio en los medios, ni demasiado interés en la opinión pública: la crisis ecológica. A medio plazo es, sin embargo, la más grave, por la magnitud de lo que está en juego.
Hoy es 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente instaurado por Naciones Unidas. Hoy se hablará de Medio Ambiente durante todo el día, veremos publicidad institucional y los telediarios nos contarán alguna historia interesante al respecto. Pero lo cierto es que a pesar de ello la crisis ecológica sigue siendo una crisis silenciosa. Las especies animales y vegetales desaparecen sin gritar, sin hacer ruido. El aumento de las temperaturas no es lineal, ni perceptible en el corto plazo. Pero ambas cosas están ocurriendo. Las especies desaparecen y las temperaturas suben, aunque no lo digan en las tertulias de la TV.
Los últimos datos predicen un aumento medio de las temperaturas de cuatro grados hasta fin de siglo, como consecuencia de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. El cambio climático está aquí, y a pesar de los 900 millones de dólares que -según Moises Naim- se gastan las industrias de los combustibles fósiles en fundaciones que cuestionan el cambio climático, cada vez es mayor la evidencia.
Por eso llama la atención la escasa prioridad política y social de la crisis ecológica. En este caso no basta con mirar arriba: tampoco aparece entre las preocupaciones ciudadanas en España. Ello a pesar de que ni siquiera el argumento de que hay cuestiones más urgentes se sostiene ya: los mayores yacimientos de empleo se encuentran en los llamados sectores de la economía verde.
En las últimas elecciones europeas, y a pesar de la profunda crisis económica, los partidos verdes en Europa se han mantenido como la cuarta fuerza política. Parece que los europeos sí han entendido que no puede haber salida de las otras grandes crisis sin prestar atención a la destrucción del entorno en que vivimos, y que la alternativa pasa por políticas que integren en sus propuestas de modo natural la salvaguarda de nuestro entorno.
Sea como sea, es urgente que cuestiones como el cambio climático, la destrucción de ecosistemas o la desparición de especies formen parte de nuestras prioridades. No está en cuestión el futuro del Planeta, sino el de la especie humana.
Hoy es 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente instaurado por Naciones Unidas. Hoy se hablará de Medio Ambiente durante todo el día, veremos publicidad institucional y los telediarios nos contarán alguna historia interesante al respecto. Pero lo cierto es que a pesar de ello la crisis ecológica sigue siendo una crisis silenciosa. Las especies animales y vegetales desaparecen sin gritar, sin hacer ruido. El aumento de las temperaturas no es lineal, ni perceptible en el corto plazo. Pero ambas cosas están ocurriendo. Las especies desaparecen y las temperaturas suben, aunque no lo digan en las tertulias de la TV.
Los últimos datos predicen un aumento medio de las temperaturas de cuatro grados hasta fin de siglo, como consecuencia de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. El cambio climático está aquí, y a pesar de los 900 millones de dólares que -según Moises Naim- se gastan las industrias de los combustibles fósiles en fundaciones que cuestionan el cambio climático, cada vez es mayor la evidencia.
Por eso llama la atención la escasa prioridad política y social de la crisis ecológica. En este caso no basta con mirar arriba: tampoco aparece entre las preocupaciones ciudadanas en España. Ello a pesar de que ni siquiera el argumento de que hay cuestiones más urgentes se sostiene ya: los mayores yacimientos de empleo se encuentran en los llamados sectores de la economía verde.
En las últimas elecciones europeas, y a pesar de la profunda crisis económica, los partidos verdes en Europa se han mantenido como la cuarta fuerza política. Parece que los europeos sí han entendido que no puede haber salida de las otras grandes crisis sin prestar atención a la destrucción del entorno en que vivimos, y que la alternativa pasa por políticas que integren en sus propuestas de modo natural la salvaguarda de nuestro entorno.
Sea como sea, es urgente que cuestiones como el cambio climático, la destrucción de ecosistemas o la desparición de especies formen parte de nuestras prioridades. No está en cuestión el futuro del Planeta, sino el de la especie humana.