La correlación entre mayor cobertura de internet, más velocidad de acceso para los usuarios y una caída en el consumo de la prensa escrita parece indiscutible, al menos en los países desarrollados. Al mismo tiempo, estos fenómenos interconectados parecen estar estimulando el surgimiento de un periodismo digital independiente, que plantea una seria alternativa a los medios tradicionales.
La compra de diarios emblemáticos como el Washington Post por parte de Jeff Bezos, fundador de Amazon, por 250 millones de dólares, o del Boston Globe en 90 millones de dólares, (por un equipo de béisbol), contrastan notoriamente con operaciones de compra o venta de plataformas de internet, que ascienden a miles de millones de dólares.
Yo mismo, un tradicional suscriptor del Washington Post, me pregunto a diario por qué sigo manteniendo esa rutina de que apenas me levanto voy a la puerta para recoger el periódico con la ilusión de iniciar el día bien informado. En realidad, lo que hago es mirar los titulares mientras me tomo un café, e invariablemente me voy al iPad para leer alertas noticiosas de BBC, de los diarios latinoamericanos, del Huffington Post, de El País, etc. Todo en el mismo tiempo que me llevaría leer uno de los largos artículos del Post.
Quizás el domingo sea la excepción, ya que es la ocasión donde, ya más relajado, uno puede leer la edición más compacta de ese día, en una experiencia que resulta como un retorno al pasado, a un tiempo donde el ciclo noticioso aún podía instalarse por varios días y no se hablaba de trending topics o vídeos virales.
Mientras los grandes periódicos estadounidenses revisan su modelo de negocios, y poco a poco todos introducen servicios de pago para lectura en internet, en América Latina buena parte de la prensa escrita tradicional goza de buena salud en materia económica y, por ende, de lectores. Por ello, y pese al crecimiento paulatino de internet, sus páginas electrónicas siguen siendo accesibles sin costo alguno.
No hay duda de que el avance de la clase media en la última década en la región latinoamericana mejoró el consumo. Tampoco hay duda de que la prensa escrita y sus anunciantes se beneficiaron de ese proceso. Y esto sin contar con aspectos hondamente culturales en varios países, donde el periódico es la excusa para conversaciones en bares, cafés y boliches.
Sin embargo, con sus propias dificultades económicas y también mecenas, varias experiencias de periodismo digital independiente se han logrado cristalizar, generando una alternativa cada vez más viable al medio escrito tradicional.
El Huffington Post en Estados Unidos, MediaPart en Francia, Animal Político en México, La Silla Vacía en Colombia o El Faro en El Salvador, por citar algunos ejemplos, han logrado generar una percepción de que el periodismo digital puede ser tan profesional como el otro periodismo, y acaso económicamente más viable. También parecen ser capaces de generar una comunicación con públicos más jóvenes que desde hace mucho habían dejado atrás la lectura de medios escritos en papel.
No hay un modelo de negocio único, de manera que se pudiese hablar de un nuevo paradigma. Por el contrario, hay variantes múltiples, que dependen de las circunstancias de cada iniciativa.
Otro prometedor caso es The Conversation, una iniciativa surgida en Australia con el objeto de transformar dos problemas en una solución. Por un lado, viabilizar que la investigación científica llevada a cabo en las universidades pueda ser decodificada y hacerse apta para el público, destinatario último de las investigaciones. Por otro, recuperar periodistas profesionales que ante la crisis de los diarios tradicionales buscaban otras aventuras.
Así los decodificadores de siempre, los periodistas, encontraron un ámbito apropiado, con una financiación relativamente segura (las universidades) para cerrar una brecha de conocimiento, que es importante superar para todos aquellos que financian la investigación en el ámbito académico, desde el Estado y el sector privado, pasando por las fundaciones especializadas.
The Conversation fue lanzada primero en Australia hace tres años, luego en Gran Bretaña, y más tarde en Holanda con una edición bilingüe, y ahora está en proceso de llegar a África y Asia, y con expectativas de ingresar en América Latina y España en 2015.
Por lo que veo, esta iniciativa es otro modelo de negocios que podría ser sostenible.
Sea por suscripciones en algunos casos (Francia), por publicidad en otros, por mecenazgo en algunos ejemplos latinoamericanos, o por una mezcla de todo ello en otros, todo indica que el periodismo digital -que otorga contexto, que combina inmediatez con análisis, y que complementa lo que Twitter solo anuncia- parece haber llegado para quedarse.
La compra de diarios emblemáticos como el Washington Post por parte de Jeff Bezos, fundador de Amazon, por 250 millones de dólares, o del Boston Globe en 90 millones de dólares, (por un equipo de béisbol), contrastan notoriamente con operaciones de compra o venta de plataformas de internet, que ascienden a miles de millones de dólares.
Yo mismo, un tradicional suscriptor del Washington Post, me pregunto a diario por qué sigo manteniendo esa rutina de que apenas me levanto voy a la puerta para recoger el periódico con la ilusión de iniciar el día bien informado. En realidad, lo que hago es mirar los titulares mientras me tomo un café, e invariablemente me voy al iPad para leer alertas noticiosas de BBC, de los diarios latinoamericanos, del Huffington Post, de El País, etc. Todo en el mismo tiempo que me llevaría leer uno de los largos artículos del Post.
Quizás el domingo sea la excepción, ya que es la ocasión donde, ya más relajado, uno puede leer la edición más compacta de ese día, en una experiencia que resulta como un retorno al pasado, a un tiempo donde el ciclo noticioso aún podía instalarse por varios días y no se hablaba de trending topics o vídeos virales.
Mientras los grandes periódicos estadounidenses revisan su modelo de negocios, y poco a poco todos introducen servicios de pago para lectura en internet, en América Latina buena parte de la prensa escrita tradicional goza de buena salud en materia económica y, por ende, de lectores. Por ello, y pese al crecimiento paulatino de internet, sus páginas electrónicas siguen siendo accesibles sin costo alguno.
No hay duda de que el avance de la clase media en la última década en la región latinoamericana mejoró el consumo. Tampoco hay duda de que la prensa escrita y sus anunciantes se beneficiaron de ese proceso. Y esto sin contar con aspectos hondamente culturales en varios países, donde el periódico es la excusa para conversaciones en bares, cafés y boliches.
Sin embargo, con sus propias dificultades económicas y también mecenas, varias experiencias de periodismo digital independiente se han logrado cristalizar, generando una alternativa cada vez más viable al medio escrito tradicional.
El Huffington Post en Estados Unidos, MediaPart en Francia, Animal Político en México, La Silla Vacía en Colombia o El Faro en El Salvador, por citar algunos ejemplos, han logrado generar una percepción de que el periodismo digital puede ser tan profesional como el otro periodismo, y acaso económicamente más viable. También parecen ser capaces de generar una comunicación con públicos más jóvenes que desde hace mucho habían dejado atrás la lectura de medios escritos en papel.
No hay un modelo de negocio único, de manera que se pudiese hablar de un nuevo paradigma. Por el contrario, hay variantes múltiples, que dependen de las circunstancias de cada iniciativa.
Otro prometedor caso es The Conversation, una iniciativa surgida en Australia con el objeto de transformar dos problemas en una solución. Por un lado, viabilizar que la investigación científica llevada a cabo en las universidades pueda ser decodificada y hacerse apta para el público, destinatario último de las investigaciones. Por otro, recuperar periodistas profesionales que ante la crisis de los diarios tradicionales buscaban otras aventuras.
Así los decodificadores de siempre, los periodistas, encontraron un ámbito apropiado, con una financiación relativamente segura (las universidades) para cerrar una brecha de conocimiento, que es importante superar para todos aquellos que financian la investigación en el ámbito académico, desde el Estado y el sector privado, pasando por las fundaciones especializadas.
The Conversation fue lanzada primero en Australia hace tres años, luego en Gran Bretaña, y más tarde en Holanda con una edición bilingüe, y ahora está en proceso de llegar a África y Asia, y con expectativas de ingresar en América Latina y España en 2015.
Por lo que veo, esta iniciativa es otro modelo de negocios que podría ser sostenible.
Sea por suscripciones en algunos casos (Francia), por publicidad en otros, por mecenazgo en algunos ejemplos latinoamericanos, o por una mezcla de todo ello en otros, todo indica que el periodismo digital -que otorga contexto, que combina inmediatez con análisis, y que complementa lo que Twitter solo anuncia- parece haber llegado para quedarse.