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Un western para prevenir la violencia de género desde el colegio

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La idea de este cortometraje surgió de dos imágenes y algún pensamiento bastante disperso. La primera imagen, un cartel sobre la violencia de género en la puerta de un centro de salud.

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Mientras caminaba iba pensando distraído: es muy importante que las víctimas de la violencia de género puedan encontrar ayuda de cualquier trabajador social o sanitario, pero quizás se debería invertir también en prevención. Qué mejor manera de prevenir que tratar el tema en las escuelas, educando a los futuros maltratadores para que nunca lleguen a serlo.

La segunda imagen: al final de un Via Crucis, se llega a la Iglesia de San Miquel de Balansat (Ibiza), del siglo XIV, menuda y sencilla pero con una elegancia que solo proporciona el blanco. El primer pensamiento que me vino desde la calle que asciende a la Iglesia fue, aquí quiero rodar un western.

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Las dos ideas tardaron un poco en acercarse, pero cuando lo hicieron se agarraron con fuerza.
Lo primero era escribir una historia, contactar con el profesor de la escuela y proponerle el proyecto.

El guión fue muy rápido, una historia sencilla para rodar con muy pocos medios. El profesor, Pere Planells, ha sido uno de los grandes artífices para sacar adelante este proyecto. Sin conocerme (llevaba menos de un mes en el pueblo) me dijo que sí enseguida, que le gustaba, que no teníamos tiempo porque se acercaba el final del curso pero que lo íbamos a intentar. El objetivo: trabajar un proyecto con los chavales desde el principio al fin hecho por ellos.

Y así fue. Comenzamos con un primer boceto de guión que Els Dinosaures de Balansat (así se llama la clase de cuarto) empezaron a cambiar según les parecía.

Lo siguiente fue el casting. Cada uno se presentaba al papel que quería y tras una prueba todos votaban para la elección. El futuro director (yo mismo) y el profe (Pere) no votamos. Los alumnos decidieron todo después de las representaciones de sus compañeros. Hubo algún lloro entre las no elegidas para el papel de chica prota, pero el verdadero protagonista de nuestro corto sería el pueblo. Todos los alumnos tendrían un papel y todos saldrían en la película.

El trabajo en equipo fue otro de los requisitos para llevar el proyecto a buen puerto. Distribuimos a la clase en grupos: producción, maquillaje, equipo de efectos especiales (preparar una bolsa de sangre porque habría disparos) script, dirección artística, banda sonora... En fin, toda la división posible para que todos tuviéramos una labor en función de nuestras habilidades. Tratamos de subrayar la importancia del trabajo de cada uno para que el grupo funcionara como una maquina. También, debemos admitirlo, tratamos de tener a todos ocupados para evitar descontrol en el rodaje.

Con el tiempo justo, los alumnos iniciaron los procesos para pedir permiso en las localizaciones donde íbamos a grabar. Aprendieron a redactar una solicitud al Ayuntamiento para que cortaran la calle el día del rodaje. La policía acudió puntual a su cita, un poco sorprendidos de la petición y del vestuario de los alumnos. Pero en un pueblo tan pequeño, la gente se conoce y todo transcurre con más naturalidad. La policía conoce al maestro, llevan a sus hijos al único colegio...

Comenzamos el primer día de rodaje. Los chavales se cambian en plena calle de vestuario. Todo preparado por cada uno de ellos, eso sí, con la estimable ayuda de muchas madres. Sacan sus sombreros de cowboy-girl. En nuestra historia hay vaqueras también y yo quería que nuestro Sheriff fuera indio, pero el elegido para este puesto ya tenía preparada toda la ropa y me dijo que ni lo pensara. Lo intenté con el ayudante de Sheriff, pero tampoco hubo suerte. Les dije, que estaría bien que mostráramos un pueblo irreverente (y mientras buscaba en mi cabeza un sinónimo que entendieran mejor) me dijeron que no, que no les gustaba. Le habíamos dado de comer a la bestia y se había hecho fuerte.

Rodamos en un bar-saloon, muy amablemente cedido por Cati, la gerente de Can Xicu, un bar con aroma a auténtico. Cati nos ayudó en todo, a mover sus cosas, a poner alzas para la actriz camarera, los vasos, todo. La gente del pueblo como Cati han sido parte de nuestro equipo.
Los niños empezaron a rodar como profesionales. Del ensayo general del día anterior en el colegio, salí con unas cuantas dudas acerca de cómo actuarían los niños. Las dudas se disiparon enseguida. Sin risas, sin vergüenza alguna a la cámara, como auténticos vaqueros ante un duelo inminente.

Segundo día de rodaje, en el patio de la Iglesia, la escena del duelo final. Una escena con más carga dramática, y con planos con cierto riesgo. No riesgo para usar especialistas, pero sí a la hora de rodar una escena que no podríamos repetir. La escena del disparo y la sangre nos daba miedo a todos. Disponíamos de un globo relleno de sangre de verdad (nada de sangre artificial) que la chica debía explotarse con un alfiler en un momento determinado mientras se sujetaba la barriga. El globo estaba tapado con una venda bien apretada para que no se notara el bulto. Llego el momento, sonó el disparo, rostro de dolor de la chica prota, se sujeta la barriga, saca el alfiler... y el globo no explotaba ni con un bisturí de cirujano. Tuvimos que parar de rodar, pincharle por todo el globo y esperar a que empezará a brotar la sangre. No teníamos más días de rodaje, y una vez manchado el vestido, no podríamos repetir la escena. La sangre de animal olía francamente mal, las moscas acudían ante el festín y la prota muy profesional ponía cara de no era necesario.

Rodamos la escena final en 5 minutos, los chavales tenían que volver al cole, cambiarse de ropa, abandonar temporalmente el papel de vaquero y regresar a la normalidad de sus vidas de niños, sin corten, rodando, ¡acción!

Acabamos el rodaje, acalorado el equipo, cansado de una forma de rodar con demasiados parones, y se me ocurrió que todo ese esfuerzo merecía una recompensa mayor que ver el vídeo en su casa con sus padres y abuelos.

Quería encontrar una sala para estrenar el corto a lo grande, una noche de gala para los protagonistas, para que vean su película entera, en una pantalla grande todos juntos.
La encontré, gracias al Diario de Ibiza, que nos cede su respetable sala de actos, que le gustó el proyecto y nos dijeron sí enseguida.

Personalmente me quedo con todo, con las ganas de los niños, de Pere (el profe) por hacer una escuela diferente, con ver por el pueblo a las niñas ensayar el día antes del casting, estudiando sus guiones, con la inocencia de estos actores que rodaban todo sin parar, pensando que las películas son planos secuencia encadenados. Me quedo con el equipo, formado por el pueblo, que es el verdadero protagonista de nuestra historia.

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