Duda. Quién lo hubiera dicho tiempo atrás. Esa es la sensación que dejó la lista de 23 convocados de Vicente del Bosque para el Mundial de Brasil. Nombres como los de Torres, Villa, Reina, Albiol, o incluso los de Xavi e Iniesta, no acaban de convencer a la hinchada española.
Los motivos en los que se apoya dicha desconfianza van desde la edad que figura en su DNI hasta el irregular rendimiento que han demostrado en sus clubes, pasando por la contundente derrota en la final de la pasada Copa Confederaciones frente a Brasil.
Claro que, en cualquier caso, en un país con 40 millones de seleccionadores, hubieran salido infinitas convocatorias para la cita carioca. Por ejemplo, un servidor no hubiese dejado fuera a Fernando Llorente.
Sin embargo, pienso que existen tres factores determinantes que dan la razón a las 23 elecciones de Vicente del Bosque. El primero es que un vestuario tiene que ser una piña de cara a una cita tan importante. Mejor tener un grupo unido que tener que encajar demasiadas piezas complicadas en el puzzle a última hora.
El segundo atiende a que juventud y talento no garantizan el éxito. No han sido pocas las selecciones noveles que prometieron comerse el mundo y terminaron excluidas del banquete antes siquiera de ponerse el babero. Sin ir más lejos, "la Rojita" de Luis Milla en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012.
El tercero es la capacidad que tiene un jugador de competir o no en las grandes citas, independientemente de que llegue o no en un buen momento de forma. Si no, que se lo digan a Del Piero, Inzaghi, Zidane, Van der Sar y un largo etcétera. O a Tim Duncan, si se me permite poner un ejemplo del deporte de la canasta. Villa o Xavi, de dar la talla entienden un rato.
Por supuesto que nada es eterno y que tras este mundial deberá realizarse una renovación profunda de La Roja, que diría Bartomeu. Y más si los resultados no son los esperados. Sin embargo, con un par de retoques, que los hay como los colchoneros Koke y Diego Costa, este equipo se merece una última oportunidad.
No olvidemos que él, y no otro, es el vigente campeón de Europa y del mundo. Ya habrá tiempo para relevos generacionales. De momento, dejémosle jugar.
Los motivos en los que se apoya dicha desconfianza van desde la edad que figura en su DNI hasta el irregular rendimiento que han demostrado en sus clubes, pasando por la contundente derrota en la final de la pasada Copa Confederaciones frente a Brasil.
Claro que, en cualquier caso, en un país con 40 millones de seleccionadores, hubieran salido infinitas convocatorias para la cita carioca. Por ejemplo, un servidor no hubiese dejado fuera a Fernando Llorente.
Sin embargo, pienso que existen tres factores determinantes que dan la razón a las 23 elecciones de Vicente del Bosque. El primero es que un vestuario tiene que ser una piña de cara a una cita tan importante. Mejor tener un grupo unido que tener que encajar demasiadas piezas complicadas en el puzzle a última hora.
El segundo atiende a que juventud y talento no garantizan el éxito. No han sido pocas las selecciones noveles que prometieron comerse el mundo y terminaron excluidas del banquete antes siquiera de ponerse el babero. Sin ir más lejos, "la Rojita" de Luis Milla en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012.
El tercero es la capacidad que tiene un jugador de competir o no en las grandes citas, independientemente de que llegue o no en un buen momento de forma. Si no, que se lo digan a Del Piero, Inzaghi, Zidane, Van der Sar y un largo etcétera. O a Tim Duncan, si se me permite poner un ejemplo del deporte de la canasta. Villa o Xavi, de dar la talla entienden un rato.
Por supuesto que nada es eterno y que tras este mundial deberá realizarse una renovación profunda de La Roja, que diría Bartomeu. Y más si los resultados no son los esperados. Sin embargo, con un par de retoques, que los hay como los colchoneros Koke y Diego Costa, este equipo se merece una última oportunidad.
No olvidemos que él, y no otro, es el vigente campeón de Europa y del mundo. Ya habrá tiempo para relevos generacionales. De momento, dejémosle jugar.