Tengo que reconocer que me senté a ver The normal heart con prejuicios, que tienen su base en este miedo y en cierto recelo a la actitud de la HBO: ¿por qué la cadena que ha producido tan recientemente Looking y Behind the candelabra decide volver a la ciudad, la temática y el colectivo que ya trató de manera brillante en Angels in America, la maravillosa y onírica miniserie dirigida por Mike Nichols y escrita por Tony Kushner? ¿Qué hay de nuevo? ¿Se trata solo de un intento de retener el target homosexual (ojo, como siempre por parte de HBO, exclusivamente masculino) o hay algo más? No me infundía tranquilidad tampoco el tándem Ryan Murphy-Julia Roberts. Todavía tengo sudores fríos si pienso en Come, reza, ama. Aún así me siento delante del televisor pensando que si lo que querían era, efectivamente, retener al target homosexual, en mi casa y en mi caso lo han conseguido.
Dos horas después, me he olvidado de targets, de prejuicios, de cadenas de televisión y hasta de cómo me llamo.
El trailer o cómo en 1981 empezó a ir todo mal.
The normal heart es, en primera instancia, una obra de teatro escrita por el activista Larry Kramer en 1985. En pleno apogeo de lo que se conoció en sus inicios como el cáncer gay, Kramer tuvo los arrestos de contarle al público neoyorquino su historia, la historia de sus amigos y de cómo el sistema de salud americano, y por tanto el gobierno, al hacer oídos sordos a los gritos de socorro del colectivo, estaba dejando morir a los hombres homosexuales, tal y como el personaje interpretado por Jim Parsons afirma en uno de los momentos más emotivos de la película, "porque no les gustamos".
Un alto porcentaje de hombres gays está muriendo y nadie está haciendo nada por ayudarlos. Partiendo de esta premisa, era muy fácil caer en un maniqueísmo disfrazado de buenismo: "pobres homosexuales, con lo buenos que son". Sí, reíros, pero todavía vivimos en esos prejuicios. Todavía hay quien afirma que si un personaje homosexual no respira bondad por cada uno de sus poros, quien la ha creado peca de homofobia. Todavía se pueden leer barbaridades como esta o esta.
No en vano, desgraciadamente nuestra sociedad es experta en hacer de las víctimas, por el mero hecho de serlo, héroes. Afortunadamente, nada de esto ocurre en The normal heart donde el escalofriante contexto ("más de cincuenta personas que conozco, han muerto ya", dice un personaje en un momento determinado) saca a relucir los miedos, debilidades y defectos de cada uno de sus personajes, los enfrenta entre ellos y los desune para terminar, en muchos casos, matándolos.
¿Pero qué tiene The normal heart, telefilm de HBO, que no tiene The normal heart, obra de teatro? Primero, a Ryan Murphy. Obviando la -sí, he hablado de esto, pero no puedo dejar de insistir- terrible Come, reza, ama, hay una característica que más o menos ha sido constante en la trayectoria del creador de Glee: mucho artificio, debajo del cual hay mucha verdad. Nip/tuck, American horror story, la misma Glee, The new normal... Los trajes de las reinas del carnaval de Santa Cruz de Tenerife son menos rocambolescos que las series de Murphy. Aquí, él se quita el disfraz (del cual yo también disfruto mucho, vaya por delante), se queda sólo con la verdad y consigue lágrimas nivel Los puentes de Madison. Y es que a veces da la impresión de que es el propio Clint Eastwood el que está detrás de la cámara y no el tipo que creó esto.
Por otro lado, el reparto. Mark Ruffalo, que interpreta a alter ego de Kramer, está cantando en cada plano "Quiero mi Emmy" y yo espero que nadie se lo arrebate. Julia Roberts le hace los coros con un "yo también quiero el mío" y también se lo llevará, si ninguna vieja gloria con ganas de resucitar lo impide. Matt Bomer y Taylor Kitsch están muy bien, mucho mejor de lo que yo esperaba. Mención aparte merece Jim Parsons, que consigue salirse de Sheldon e interpretar a Tommy, el personaje más entrañable de todo el telefilm, al que también encarnó en el montaje de la obra que se estrenó en Broadway en 2011.
Sé que son razones ajenas a la película, pero 36 millones de personas han muerto por culpa del SIDA desde 1981 y 6.000 se contagian cada día. Hay cosas de las que nunca se habla lo suficiente. Como del horror que es Come, reza, ama.
Dos horas después, me he olvidado de targets, de prejuicios, de cadenas de televisión y hasta de cómo me llamo.
The normal heart es, en primera instancia, una obra de teatro escrita por el activista Larry Kramer en 1985. En pleno apogeo de lo que se conoció en sus inicios como el cáncer gay, Kramer tuvo los arrestos de contarle al público neoyorquino su historia, la historia de sus amigos y de cómo el sistema de salud americano, y por tanto el gobierno, al hacer oídos sordos a los gritos de socorro del colectivo, estaba dejando morir a los hombres homosexuales, tal y como el personaje interpretado por Jim Parsons afirma en uno de los momentos más emotivos de la película, "porque no les gustamos".
Un alto porcentaje de hombres gays está muriendo y nadie está haciendo nada por ayudarlos. Partiendo de esta premisa, era muy fácil caer en un maniqueísmo disfrazado de buenismo: "pobres homosexuales, con lo buenos que son". Sí, reíros, pero todavía vivimos en esos prejuicios. Todavía hay quien afirma que si un personaje homosexual no respira bondad por cada uno de sus poros, quien la ha creado peca de homofobia. Todavía se pueden leer barbaridades como esta o esta.
No en vano, desgraciadamente nuestra sociedad es experta en hacer de las víctimas, por el mero hecho de serlo, héroes. Afortunadamente, nada de esto ocurre en The normal heart donde el escalofriante contexto ("más de cincuenta personas que conozco, han muerto ya", dice un personaje en un momento determinado) saca a relucir los miedos, debilidades y defectos de cada uno de sus personajes, los enfrenta entre ellos y los desune para terminar, en muchos casos, matándolos.
¿Pero qué tiene The normal heart, telefilm de HBO, que no tiene The normal heart, obra de teatro? Primero, a Ryan Murphy. Obviando la -sí, he hablado de esto, pero no puedo dejar de insistir- terrible Come, reza, ama, hay una característica que más o menos ha sido constante en la trayectoria del creador de Glee: mucho artificio, debajo del cual hay mucha verdad. Nip/tuck, American horror story, la misma Glee, The new normal... Los trajes de las reinas del carnaval de Santa Cruz de Tenerife son menos rocambolescos que las series de Murphy. Aquí, él se quita el disfraz (del cual yo también disfruto mucho, vaya por delante), se queda sólo con la verdad y consigue lágrimas nivel Los puentes de Madison. Y es que a veces da la impresión de que es el propio Clint Eastwood el que está detrás de la cámara y no el tipo que creó esto.
Por otro lado, el reparto. Mark Ruffalo, que interpreta a alter ego de Kramer, está cantando en cada plano "Quiero mi Emmy" y yo espero que nadie se lo arrebate. Julia Roberts le hace los coros con un "yo también quiero el mío" y también se lo llevará, si ninguna vieja gloria con ganas de resucitar lo impide. Matt Bomer y Taylor Kitsch están muy bien, mucho mejor de lo que yo esperaba. Mención aparte merece Jim Parsons, que consigue salirse de Sheldon e interpretar a Tommy, el personaje más entrañable de todo el telefilm, al que también encarnó en el montaje de la obra que se estrenó en Broadway en 2011.
Sé que son razones ajenas a la película, pero 36 millones de personas han muerto por culpa del SIDA desde 1981 y 6.000 se contagian cada día. Hay cosas de las que nunca se habla lo suficiente. Como del horror que es Come, reza, ama.