La disminución de ayudas para la investigación en España ha sido alarmante en los últimos años. Y este hecho ha provocado que muchos equipos de investigación hayan tenido que buscar financiación a otros países o han llegado al extremo de abandonar nuestro país para conseguir dinero y mantener sus líneas de trabajo. En la mayoría de las ocasiones solo reciben atención mediática aquellos equipos de investigación que llevan a cabo trabajos punteros sobre fenómenos o procesos que nos afectan a nuestra vida diaria, como el cáncer, alzheimer y otros con multitud de aplicaciones para el futuro como son los campos de nuevas tecnologías, nanopartículas, etc. Su gran aplicabilidad permite que estos investigadores puedan encontrar financiación en otros países e incluso escuchar ofertas de trabajo para poder trasladarse con todo su equipo.
Lamentablemente, estos equipos constituyen una minoría con respecto a todo el conjunto de investigadores españoles. La mayoría de ellos tienen líneas de trabajo que, a priori, parecen más complicadas para conseguir apoyos económicos, como por ejemplo, el estudio de un instrumento de cuerda del siglo XVI, la gramática contrastiva entre una lengua eslava y otra de origen latino, la adaptación térmica de un escarabajo en el desierto, etc. En estos casos, una alternativa a la financiación pública puede provenir de entes privadas o bien a través del micromecenazgo, más conocido como crowdfunding. En los últimos meses han surgido varias iniciativas para conseguir fondos a partir de la implicación de la sociedad y existen varias plataformas para llevar a cabo crowdfunding destinadas a financiar proyectos científicos. Incluso están siendo utilizadas por equipos punteros para poder hacer frente a los recortes presupuestarios que han sufrido en proyectos, personal e infraestructuras.
En otros países, como Australia, se lleva realizando crowdfunding desde hace décadas a partir de asociaciones que financian proyectos con un objetivo concreto que podría ser de su interés. En EEUU se han implicado las grandes fortunas del país en la financiación científica, invirtiendo parte de su patrimonio en apoyar iniciativas que conllevan un presupuesto elevado, como grandes telescopios, erradicación de enfermedades o en la exploración del océano profundo.
En España se están comenzando a sentar las primeras bases de la financiación privada de la Ciencia como complemento a las ayudas públicas, e incluso los primeros esfuerzos por promover la participación de la sociedad en proyectos científicos. Se trata de una buena oportunidad para ver la implicación de los ciudadanos en el desarrollo del conocimiento en nuestro país. Muchos de ellos abonan una cantidad para ver partidos televisados de fútbol en casa, e incluso para bajarse su música favorita de la red ¿Cuántos serían capaces de destinar el mismo dinero para poner un grano de arena en el desarrollo científico del país?
Uno de los incentivos para que se implique el ciudadano medio es comprobar cómo las grandes fortunas de nuestro país se encuentran comprometidas con la ciencia. La aportación de un porcentaje irrisorio de sus bienes supondría una ayuda inmensa para los grupos de investigación a los que vaya dirigida. ¿Saben cuántas personas existen en España con una fortuna personal de más de 100 millones de euros? No es pedir nada utópico ni imposible y existen precedentes. ¡Hay que intentarlo!
Lamentablemente, estos equipos constituyen una minoría con respecto a todo el conjunto de investigadores españoles. La mayoría de ellos tienen líneas de trabajo que, a priori, parecen más complicadas para conseguir apoyos económicos, como por ejemplo, el estudio de un instrumento de cuerda del siglo XVI, la gramática contrastiva entre una lengua eslava y otra de origen latino, la adaptación térmica de un escarabajo en el desierto, etc. En estos casos, una alternativa a la financiación pública puede provenir de entes privadas o bien a través del micromecenazgo, más conocido como crowdfunding. En los últimos meses han surgido varias iniciativas para conseguir fondos a partir de la implicación de la sociedad y existen varias plataformas para llevar a cabo crowdfunding destinadas a financiar proyectos científicos. Incluso están siendo utilizadas por equipos punteros para poder hacer frente a los recortes presupuestarios que han sufrido en proyectos, personal e infraestructuras.
En otros países, como Australia, se lleva realizando crowdfunding desde hace décadas a partir de asociaciones que financian proyectos con un objetivo concreto que podría ser de su interés. En EEUU se han implicado las grandes fortunas del país en la financiación científica, invirtiendo parte de su patrimonio en apoyar iniciativas que conllevan un presupuesto elevado, como grandes telescopios, erradicación de enfermedades o en la exploración del océano profundo.
En España se están comenzando a sentar las primeras bases de la financiación privada de la Ciencia como complemento a las ayudas públicas, e incluso los primeros esfuerzos por promover la participación de la sociedad en proyectos científicos. Se trata de una buena oportunidad para ver la implicación de los ciudadanos en el desarrollo del conocimiento en nuestro país. Muchos de ellos abonan una cantidad para ver partidos televisados de fútbol en casa, e incluso para bajarse su música favorita de la red ¿Cuántos serían capaces de destinar el mismo dinero para poner un grano de arena en el desarrollo científico del país?
Uno de los incentivos para que se implique el ciudadano medio es comprobar cómo las grandes fortunas de nuestro país se encuentran comprometidas con la ciencia. La aportación de un porcentaje irrisorio de sus bienes supondría una ayuda inmensa para los grupos de investigación a los que vaya dirigida. ¿Saben cuántas personas existen en España con una fortuna personal de más de 100 millones de euros? No es pedir nada utópico ni imposible y existen precedentes. ¡Hay que intentarlo!