La forma en que nos ganamos la vida no es sólo algo en que todos pensamos, sino es algo respecto a lo cual debiéramos tener la oportunidad de decidir. Si tienes suerte, podrás optar por un trabajo decente y bien remunerado. Como persona calificada, y dependiendo del país en que residas, podrás esperar una serie de beneficios y garantías que tu empleador estará obligado a otorgarte por ley. Además deberá cumplir, por ejemplo, con ciertas medidas de seguridad, sueldo mínimo, un número máximo de horas de trabajo, y quizá incluso con beneficios como vacaciones pagadas y derecho a un periodo de descanso? pre y post natal. La Oficina Internacional del Trabajo en Ginebra ha contribuido a asegurar muchos de estos derechos a personas alrededor del mundo.
Pero muchas personas no son tan afortunadas. La semana pasada, en la 103ª Conferencia Internacional del Trabajo celebrada en Ginebra, una de los temas mayormente discutidos fue el trabajo forzoso. Es terrible pensar que esta situación siga existiendo en el mundo actual. El trabajo forzoso es un término que puede equipararse a esclavitud, incluye al trabajo infantil, a la explotación sexual y al abuso de trabajadores migrantes. Afecta a los pobres y a las personas socialmente excluidas en muchos países ricos y pobres.
Se estima que el trabajo forzoso genera anualmente más de $150.000 millones de dólares en ganancias ilegales alrededor del mundo. Este monto, que equivale a los ingresos generados por las ventas de iPhone desde 2007, y que es superior a la suma del PIB anual de Ruanda, Islandia, Kenia, Jamaica y Croacia, se obtiene sobre la base de la miseria de las personas vulnerables. Es justamente la magnitud de las ganancias que genera el trabajo forzoso, lo que hace tan difícil su erradicación.
Pero no se trata sólo de dinero. Se trata de de la libertad de los derechos de 21 millones de personas atrapados hoy en día en la esclavitud. 21 millones de personas, principalmente mujeres y niñas, a las que se les niega el derecho a decidir cómo quieren ganarse la vida. Esto es aberrante.
Afortunadamente el mundo coincide en lo inaceptable de esta situación y se ha adoptado una resolución vinculante para redoblar los esfuerzos en la eliminación de todas las formas de esclavitud moderna. Un muy buen paso en la dirección correcta.
Ha llegado la hora de que todos ayudemos a revertir esta vergonzosa realidad y liberemos a 21 millones de personas.
Pero muchas personas no son tan afortunadas. La semana pasada, en la 103ª Conferencia Internacional del Trabajo celebrada en Ginebra, una de los temas mayormente discutidos fue el trabajo forzoso. Es terrible pensar que esta situación siga existiendo en el mundo actual. El trabajo forzoso es un término que puede equipararse a esclavitud, incluye al trabajo infantil, a la explotación sexual y al abuso de trabajadores migrantes. Afecta a los pobres y a las personas socialmente excluidas en muchos países ricos y pobres.
Se estima que el trabajo forzoso genera anualmente más de $150.000 millones de dólares en ganancias ilegales alrededor del mundo. Este monto, que equivale a los ingresos generados por las ventas de iPhone desde 2007, y que es superior a la suma del PIB anual de Ruanda, Islandia, Kenia, Jamaica y Croacia, se obtiene sobre la base de la miseria de las personas vulnerables. Es justamente la magnitud de las ganancias que genera el trabajo forzoso, lo que hace tan difícil su erradicación.
Pero no se trata sólo de dinero. Se trata de de la libertad de los derechos de 21 millones de personas atrapados hoy en día en la esclavitud. 21 millones de personas, principalmente mujeres y niñas, a las que se les niega el derecho a decidir cómo quieren ganarse la vida. Esto es aberrante.
Afortunadamente el mundo coincide en lo inaceptable de esta situación y se ha adoptado una resolución vinculante para redoblar los esfuerzos en la eliminación de todas las formas de esclavitud moderna. Un muy buen paso en la dirección correcta.
Ha llegado la hora de que todos ayudemos a revertir esta vergonzosa realidad y liberemos a 21 millones de personas.