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Los deseos afines, una mirada al corazón queer de África

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En un territorio hostil en el que el amor entre dos personas del mismo sexo sigue siendo tabú e, incluso, castigado con la cárcel y la muerte, las historias de quienes viven con el temor a ser descubiertos constituyen el relato de uno de los rostros más perturbadores del continente africano. Vidas rotas que se ven obligadas a desear en la intimidad o que terminan rebelándose desesperadas por la imposibilidad de ocultar sus emociones.

Emociones y sentimientos que aparecen reflejados en los dieciséis relatos y dos extractos de novelas que conforman la antología Los deseos afines (Dos bigotes), la traducción al castellano de la obra original Queer África, en la que se ofrece "un guiño a la pluralidad de un colectivo que, en un territorio tan extenso, no es homogéneo", y en cuyas narraciones está tan presente "la atracción como la amenaza constante de ser descubiertos y la incertidumbre ante la aceptación".

"El corazón humano", como explica Eduardo Mendicutti en el prólogo, "es igual en todas partes: un músculo imaginario en el que prenden las penas, las alegrías y los deseos. En todas partes, tiene la misma dimensión, la misma profundidad, el mismo ritmo, la misma temperatura, el mismo color. Lo que cambia de un lugar a otros es todo lo que rodea el corazón".

Y esa realidad que rodea a los sentimientos es la que relata Los deseos afines, una obra que ha llegado a España de la mano de Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez, los padres de Dos bigotes, dos periodistas que, hace apenas ocho meses, se embarcaron en una aventura editorial apasionante especializada en autores y temas LGTBI, especialmente de aquellos que sufren las consecuencias de la sinrazón de sus Gobiernos o la intolerancia social.

Dos bigotes se estrenó con El armario de acero, un conjunto de relatos sobre la homofobia en Rusia. Su aterrizaje en las librerías supuso una bocanada de aire fresco en el angosto espacio editorial de temática LGTB gracias a una edición muy cuidada, relatos de una calidad exquisita y una traducción impecable. Y tras El armario de acero nació Los deseos afines, en la que se refleja, según apuntan Gonzalo y Alberto, "una realidad muy distinta a la que estamos acostumbrados a ver en los medios de comunicación y que proyecta, a través de la ficción, cómo piensan, cómo sienten y cuáles son las inquietudes de los autores que viven allí".

"África es el gran desconocido para Europa y para el resto de Occidente. Esta obra permite acceder a autores cuyas obras nunca han sido publicadas en España, conocer una realidad de la que estamos más cerca de lo que podamos pensar y descubrir historias en las que la sexualidad se aborda de una manera natural".

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Los sentimientos y las emociones son universales. Y uno de los valores del libro, según sus propios editores, "es la capacidad que tiene para conectar a través de las emociones con cualquier tipo de lector; una aspiración que entronca con otro de los objetivos de la editorial: buena literatura, más allá de las etiquetas".

Los deseos afines no es una construcción homogénea, "ofrece una visión panorámica bastante completa de lo que supone ser gay, lesbiana o transexual en buena parte del continente. Conforma un buen punto de partida para hablar de la realidad en la que se desenvuelven los protagonistas de cada una de las historias; realidades marcadas por conflictos bélicos, las diferencias de clases o el racismo".

La familia, la religión o las tradiciones están muy presentes en el libro, pero se aborda de una manera muy natural, con cierto tono de melancolía, pena o tristeza, pero sin ningún tipo de complejos. Es difícil amordazar los sentimientos y, pese a las leyes que tratan de castigar y esconder la realidad LGTB, terminarán aflorando. Como decía Neruda, "podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera".

Las leyes amputan sueños e, incluso, matan, pero no impiden que los protagonistas de muchos de los relatos sigan viviendo sus propias experiencias, sintiendo sus emociones. "Los relatos incluidos en esta antología", como subrayan sus editores en la solapa de la portada, "tienen en común su reivindicación del amor entendido como la verdadera fuerza transformadora del mundo, una fuerza libre de ataduras en la que los oprimidos encuentran el impulso para luchar por esa dignidad que el sistema les ha pretendido arrebatar".

La protagonista de El jambul se imagina en Uganda que "la vergüenza la persigue hasta colarse por debajo de su falda". En el relato Un muchacho es un muchacho, quienes se introducen en lo más hondo de un chaval, casi un niño, son dos soldados y un civil, que manchan la pureza de un joven que viaja acompañado de las poesías de Rimbaud en un tren de sangre y dolor en la Sudáfrica de los ochenta. La misma aflicción que condena a dos padres en Zimbabue a morir lentamente por no poder verbalizar "el dolor del que no se puede hablar, aquel que no puede revelarse". O el temor que atenaza en Zambia a una joven que sabe que si se rinde "no tendrá que enfrentarse a la luz del sol, como si el mundo no se hubiera enterado: como si las hojas y las flores no se hubieran enterado"

"El arte de narrar reside en decir las cosas oportunas de la forma apropiada, aunque a veces es más importante saber contar aquello que nunca se ha dicho". Emil Rorke

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