La semana del Orgullo LGBTQ de Madrid ya está aquí. Entre los días 2 y 6 de julio podemos disfrutar de un buen número de actividades organizadas con el objetivo de promover valores como la tolerancia y la igualdad en medio de la diversidad. He querido compartir algunas de las muchas razones por las que considero importante asistir a los distintos eventos que se han programado. No están todas las que son, aunque sí son todas las que están. Cualquiera de ellas, por sí sola, bastaría.
- Porque puedo hacerlo. Soy un ciudadano libre, titular de derechos, que vive en un país libre. Si hoy puedo pasear sin restricciones por la calle -cuando quiero y con quien quiero-, si puedo opinar, manifestarme y reclamar lo que creo justo, es porque esto se ha ganado con un enorme esfuerzo y sacrificio. Renunciar a esos derechos y libertades sería, sencillamente, un acto de estupidez y una inaceptable ingratitud para con todos aquellos que lucharon, poniendo en riesgo a veces su propia vida, por lo que hoy podemos disfrutar.
- Por mis millones de amigos invisibles. De vez en cuando viene bien dejar de verse el ombligo. El lema de este año, Nos manifestamos por quienes no pueden, nos recuerda que todavía se cuentan por millones las personas que carecen de la posibilidad de vivir de acuerdo a cómo sienten y que, por no tener, no tienen siquiera el derecho a elevar su voz. Por ellos, por todos esos seres humanos sentenciados a una vida de miedo y negación y que para sobrevivir deben hacerse invisibles y habitar en el fondo más oscuro de un armario que no es su casa sino su cárcel, también es este Orgullo.
- Porque no hay que dormirse en los laureles. Una y otra vez la historia nos ha demostrado que los derechos y las libertades conquistados pueden ser destruidos, incluso, por la voluntad de una sola persona y en contra de los deseos de pueblos enteros que son obligados a someterse. Usualmente, la ampliación de esos derechos y libertades es un camino de subida de dificultosa pendiente, mientras que su destrucción suele ser en bajada por un carril de gran velocidad. Ninguna marcha atrás, ninguna violación ni ningún intento de ignorar los derechos o relativizarlos para limitarlos -de hecho los hay y seguramente siempre los habrá- deben ser callados y no reclamados.
- Porque aún queda mucho camino por recorrer. Si bien a muchos, sobre todo los que vivimos en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, nos pueda llegar a parecer que ya todo está hecho.
- Porque creo en la familia. Y sé, con absoluta certeza, que ella se construye sobre la base del amor incondicional, el respeto y la plena aceptación de todos sus miembros; ésos son los ingredientes imprescindibles de una receta largo tiempo adulterada.
- Porque no es una fiesta cualquiera; es La Fiesta. La negativa de algunos medios de comunicación a informar sobre el Orgullo no es más que un intento de tapar el sol con un dedo que ofende la inteligencia del ciudadano; no hay otro evento en Madrid que logre reunir a tantas y tantas almas (¡alguna vez han llegado a superar los dos millones!). Aunque la cuestión de la cantidad es algo secundaria: lo que de verdad da al Orgullo LGBTQ su particularidad y trascendencia, lo que lo hace único y convierte en La Fiesta, es su carácter reivindicativo. El Orgullo es, ante todo, lucha por la tolerancia, el respeto, la igualdad, la dignidad y la diversidad. Su recurso más importante: la visibilidad. En un mundo tan variopinto, multicultural e interconectado como el que tenemos, la realidad es que nadie puede autoproclamarse ajeno a tales principios pues todos deseamos -¡y merecemos!- ser respetados en nuestra individualidad. No podemos esperar respeto y al mismo tiempo discriminar, excluir y ofender.
- Porque es cultura. Durante el orgullo, además de música, botellón, baile y carrozas también tendremos oportunidad de disfrutar de numerosas manifestaciones culturales como lo son el cine, el teatro y algunas exposiciones que retan a nuestra ignorancia y a nuestros prejuicios y nos invitan a superarlos.
- Porque creo que un mundo mejor es posible y sé que el cambio empieza en mí. En pleno siglo XXI, y muy a pesar de los esfuerzos y avances que ha habido en buena parte del planeta en materia de derechos humanos, tenemos un mundo en el que el miedo a lo que es diferente a nosotros, los prejuicios y todo el imaginario que les es inherente, nos consumen. Un mundo mejor para todos en el que la tolerancia, el respeto a la dignidad humana, la aceptación de la diversidad, y la igualdad de derechos fueran la nota predominante es posible, con esfuerzo y dedicación; muchos ejemplos -como el propio caso español en algunas áreas, por solo mencionar un caso- nos lo demuestran. Se trata de un enorme cambio que debe ir operándose en cada uno de nosotros y que requiere de mucha valentía para desprendernos de actitudes que, aunque no son más que una ilusión, nos hacen creer que somos superiores y estamos protegidos ante una amenaza que seguramente no existe. Eventos como el Orgullo LGBTQ son una perfecta vía de acceso para adentrarnos en ese camino.