DORTE KRAUSE-JENSEN, investigadora, Aarhus University (jefe Científico, proyecto DANCEA) y CARLOS M. DUARTE, profesor de Investigación CSIC.
Hemos pasado dos semanas trabajando en la Estación Ártica de la Universidad de Copenhagen, en Disko Island (69 N, Groenlandia Occidental). Es una bonita estación establecida en 1906 por el matrimonio Porsild, con un énfasis particular en botánica y vegetación. Lo que nos trajo aquí fue también el estudio de vegetación, pero submarina, examinar las consecuencias de la expansión de bosques de algas en el Ártico con el cambio climático, particularmente como su intensa fotosíntesis durante los largos días (más de tres meses sin que el sol se ponga) árticos puede mantener un pH elevado y favorecer así el crecimiento de invertebrados calcificadores, que podrían verse afectados en la ausencia de esta protección por la futura acidificación del Ártico derivada de la disolución desde la atmósfera de CO2 de origen antropogénico. El proyecto de investigación está financiado por DANCEA, del Ministerio de Medio Ambiente Danés, y su investigadora principal es una de nosotros (Dorte Krause-Jensen, investigadora del Arctic Research Centre de la Aarhus University. Ya hablaremos de los resultados en otro momento, porque ahora queremos compartir con vosotros cómo es Qeqertarsuaq.
Para llegar aquí volamos, con el resto del equipo de investigación, a Copenhague para de allá volar a Kangerlussuaq, el único aeropuerto en Groenlandia con capacidad para aviones de gran porte. Desde Kangerlussuaq, un avión pequeñito hasta Ilulissat, en Disko Bay, y un barquito hasta Qeqertarsuaq, en Disko Island, a ocho horas de Ilulissat. Total: tres días para llegar aquí. Pero fueron tres días bien empleados, como lo serán los de regreso, porque además de que nuestra investigación está yendo fenomenalmente tras los habituales problemas iniciales con instrumentación, hemos tenido la oportunidad de observar cómo vive una comunidad inuit en Groenlandia.
Qeqertarsuaq tiene una población de unos 860 habitantes, aunque hace años superaba los 1.100, con una aplastante mayoría (más del 99%) de groenlandeses inuit. Cuenta con un hotel, que se llama Hotel Disko, por el nombre de la isla, y al que unos participantes mas jóvenes del equipo pretendieron ir como discoteca, para descubrir decepcionados que Disko no viene de discoteca... Tiene también puerto, el campo de fútbol -muy animado por cierto- con las mejores vistas del planeta, una pista de aterrizaje de helicóptero para evacuaciones, un supermercado, una tienda, iglesia, escuela, centro de salud con un doctor en turno de rotación, un taller de artesanía inuit, un restaurante con discoteca que solo funciona en invierno (?), un polideportivo que funciona como centro de la comunidad, un taller para personas con disminuciones físicas (muchos ancianos van en silla de ruedas), bomberos, policía, mercado para los pescadores, etc. en fin una enorme diversidad de servicios para una población tan pequeña y aislada. Qeqertarsuaq es una pedanía del municipio de Qaasuitsup (que significan, Lugar de la Oscuridad Polar), que a pesar de contar con menos de 18.000 habitantes es el município mas extenso, con 660.000 km2, del planeta, superando incluso la extension de Francia.
El campo de fútbol con mejores vistas del mundo. Foto: CMD.
Las casas de Qeqertarsuaq son de madera, pintadas de brillantes colores, al estilo de Groenlandia, y tienen frecuentemente un área donde están los robustos y peleones perros Huskies que tiran de los trineos en invierno y que vaguean dormilones en verano a la espera de las primeras nieves. Los trineos de perros siguen siendo fundamentales para el transporte en invierno, cuando reemplazan a los vehículos de motor (tanto terrestres como marinos), pues solo hay superficies de hielo y nieve. Hasta hace poco era obligatorio que cada población en Groenlandia mantuviese al menos dos tiros de trineo públicos para evacuaciones y emergencias. En invierno la comunidad queda frecuentemente desabastecida porque los pocos barcos de suministro no pueden atravesar el espeso hielo. Pero eso no es muy importante para los groenlandeses que tienen sus congeladores llenos de pescado y carne que ellos mismos pescan o cazan para pasar el invierno. En tiempos de necesidad las abuelas recuerdan recurrir a las algas marinas, que hemos venido a estudiar, como alimento, que siguen usando para dar gusto a sopas de pescado.
El paisaje del que goza Qeqertarsuaq es impresionante. Frente a la estación Artica se extiende un paisaje de icebergs varados que cambia constantemente y que es un Museo de Arte Moderno al aire libre, con la instalación mas dinámica que jamás cualquier público podría soñar. Cuando el pueblo duerme, los desprendimientos de hielo hace que estos se den la vuelta revelando nuevos perfiles y el viento trae nuevos iceberg o recoloca los que ya estaban varados. Los desprendimientos de hielo estallan como truenos, con la consiguiente caída y bamboleo de los icebergs. Los icebergs parecen piezas gigantes de ajedrez que los chamanes inuit, luego hablaremos de ellos, mueven en el enorme tablero de Disko Bay, y que tumban cuando cada pieza es cobrada en un descuido, o una estratagema, del contrario.
Un pequeño cementerio se alza en la colina junto a esta bahía con sus tumbas orientadas, como es costumbre en Groenlandia, hacia el mar donde se despliega esta impresionante vista. En una playa con pequeñas barcas en un rincón de la bahía hay colocadas cuatro sillas en las que todas las mañanas se congregan los ancianos para contemplar el mar y los icebergs. Algunos de ellos echan sus kayak al agua y suben en ellos a los niños para empezarles a enseñarles a navegar con kayak entre hielos. En las bahías adyacentes es frecuente encontrar pescadores que capturan enormes bacalaos (mas de 10 Kg) al trasmallo o capturan cangrejos de nieve, introducidos desde Alaska hace 20 años, con trampas.
Pero lo más impresionante de Qeqertarsuaq no son sus icebergs, que impresionan, ni sus paisajes, que conmueven el alma, sino que se trata de una comunidad muy fuerte y unida. Akaaraaq, el patrón de la embarcación de la base en la que hemos estado trabajando, y su esposa Juliana, maestra en la escuela local, han sido nuestros guías en la comunidad. Paseando por las calles de Qeqertarsuaq ya se nota que todas las personas tienen buena relación entre ellas y que además son muy hospitalarias con los forasteros.
Iceberg en Fortuna Bay. Foto: CMD.
Recientemente los cruceros de turismo ártico han empezado a recalar en Qeqertarsuaq, donde hemos visto entre otros a los buques Fram y Arctic Explorer, así que algunos emperadores locales se han animado a abrir el restaurante y una pequeña tienda de artesanía para conseguir ingresos de los visitantes. A veces no pueden evitar reírse de los forasteros, como del danés que pasó unas semanas en Qeqertarsuaq para aprender a navegar en kayak y que practicaba darse la vuelta con el kayak, lo que requiere girar por debajo del agua para volver a emerger, en una bahía que es a la que arrojan los excrementos domésticos los locales, pues en Qeqertarsuaq no hay depuradora, a la que los locales llaman la "fabrica de chocolate". El danés, convencido de que la congregación de locales, sobre todo niños, que se partían de risa cuando practicaba sus vueltas, se debía a la admiración por su técnica nunca llegó a entender que la razón de tanta expectación y risas era ver como se revolcaba, sin saberlo, por los excrementos.
Barbacoa popular para celebrar el Día Nacional de Groenlandia, 21 de junio. Foto: CMD.
El solsticio de verano, el 21 de junio, es el día de la fiesta nacional de Groenlandia y la comunidad se reunió junto a unas rocas frente a la bahía cargada de icebergs varados. Las rocas sirvieron como hogar para colocar ollas y sartenes en las que cocinaron carne de foca y ballena (ésta ultima también se come cruda). El combustible para los fuegos eran pequeñas plantas secas, que cubren las laderas de las montañas, pues a esta latitud ya no crecen árboles ni plantas de porte arbóreo. La comunidad está autorizada a cazar dos ballenas al año que comparten entre ellos. A la noche (aunque no hay noche durante el verano en Qeqertarsuaq) toda la comunidad se reunió en el polideportivo que sirve como centro de comunidad, pues es el único espacio con capacidad para todos los habitantes. Allí cenaron, se celebró la entrega de premios a miembros de la comunidad por hechos destacados durante el año y una exhibición de polka groenlandesa, con rápidos giros, taconeo sobre el suelo y paseos con paso gallardo con la pareja por la pista. Muchas niñas de la comunidad lucían orgullosas el traje tradicional groenlandés, con unas altas botas blancas que llegaban hasta la ingle donde se encontraban con unos pantalones cortos con culera de foca, y unos gruesos pantalones de lana por debajo, en el cuerpo un blusa muy decorada con flores y una especie de capa echa con cuentas de colores que cubre pecho, espalda y hombros. Los hombres llevaban un anorak (que es prenda inuit), de colores según su rango en la comunidad. Nuestro amigo Akaaraaq resultó jugar un papel de liderazgo en esta comunidad y actuaba como maestro de ceremonias del evento.
Icebergs tras el fuego de celebración de la noche (día en estas latitudes) de San Juan. Foto: CMD.
Al ser forasteros fuimos invitados a participar en un juego, con claras connotaciones sexuales, en el que junto con nuestras parejas en el sorteo, unas señoras inuit muy risueñas, teníamos que empujar una caja a golpes de una naranja que pendía de nuestra cintura, es decir a golpes de cadera que creo servían de entrenamiento para las celebraciones ya privadas que imagino seguían en los dormitorios. La comunidad se partía de risa con nuestros esfuerzos que merecieron unos honrosos tercer (Dorte) y quinto puesto. A continuación nos tocó participar, con la misma pareja, en un concurso de polka groenlandesa, en las que quedamos, para sorpresa de los locales, segundos (Carlos) porque eso del bailoteo y zapateado no nos resulta ajenos a los españoles, y terceros (Dorte). Tras la entrega de trofeos fui (Carlos) muy felicitado por los bailarines del grupo de polka, creo, por sus gestos, que por la rapidez de mis vueltas. En Qeqertarsuaq hay muchos clubes ciudadanos, creo que hasta 30, organizados por los propios ciudadanos para un sinfín de actividades como artesanía inuit, baile y tradiciones inuit, varios deportes, etc.
En los días siguientes disfrutamos de una hoguera de San Juan espectacular frente a una repleta de icebergs y varias veladas con nuestros amigos groenlandeses que, ya con más confianza, nos comentaron sus tradiciones y creencias. La Arctic Station resulta estar situada en un lugar donde los chamanes antiguos celebraban sus ritos y demostraban su poder, como volar en Kayak sobre las bahías y montañas. De hecho, el lugar donde esta ubicada la base se conoce como la Casa de los Espíritus, donde todos esos espíritus antiguos, incluido el de la señora Porsild (cofundadora, en 1906, de la base), de mirada muy severa en la fotografía que preside la sala de estar, deambulan con sus manías, interactuando habitualmente con los humanos. Los groenlandeses están acostumbrados a toparse a diario con ellos, que se ponen algo más pesados en la larga noche groenlandesa, cuando todos se ven forzados a pasar más tiempo en el interior. Nosotros, menos acostumbrados a esta convivencia, pedíamos permiso a los espíritus para subir a la buhardilla donde se acumulaban los equipos de investigación y que, según nuestros anfitriones, era su lugar preferido, junto a las rocas que se yerguen sobre la base, para congregarse.
La Artisk Station de la Univ. of Copenhagen, o -como la llaman los locales- el lugar de los espíritus. Foto: CMD.
Pero todos coincidimos en que la lección de nuestra estancia en Qeqertarsuaq es que las comunidades inuit en Groenlandia son comunidades fuertes, con ciudadanos solidarios y orgullosos de su tradición y país, que no se sienten aislados, sino que sienten que somos los demás los que vivimos aislados, con vidas irracionalmente ocupadas y sin disfrutar de la naturaleza o el tiempo necesario para su contemplación.
Este banco permite contemplar el Guggenheim de hielo. Foto: CMD.
Esta enseñanza nos ha permitido entender, pues hasta ahora nuestro contacto con la comunidad inuit habia sido muy limitado, cómo la población de Groenlandia, de tan solo 50.000 habitantes dispersos en un territorio gigantesco, pudo parar los planes de explotación de gas y petróleo de empresas multinacionales que tienen más empleados cada una de ellas que ciudadanos hay en Groenlandia. En marzo del año pasado, los Groenlandeses, que disponen de una amplio estatuto de autonomía de Dinamarca que incluye el derecho a decidir (y describe las condiciones económicas que se han de cumplir en tal supuesto), votaron reemplazar al partido político independentista que gobernó durante ocho años por un Gobierno socialdemócrata. La razón para este cambio fue que el Gobierno independentista vio en el cobro de tasas por la concesión de licencias para explotaciones mineras, de gas y petróleo la fuente de ingreso que esperaban que les permitiese independizarse. El nuevo Gobierno socialdemócrata impuso una moratoria que frenó la concesión de licencias de explotación. En esencia el mensaje que los ciudadanos groenlandeses han enviado a la comunidad internacional es que no están dispuesto a comprometer la integridad ecológica de su país, parte esencial de su cultura fuertemente arraigada en la naturaleza, por su independencia. Así demostraron que tienen, y se han ganado, su derecho a decidir.
La pequeña nación de Groenlandia tumbó los intereses de enormes multinacionales. Su fortaleza reside, ahora lo sabemos de primera mano, en la fortaleza de sus lazos de comunidad, su felicidad, orgullo y sus fuertes vínculos con la naturaleza que durante más de 4.000 años les ha permitido subsistir en su país, que los duros vikingos solo consiguieron ocupar durante algunas décadas de clima benigno.
Nuestras felicitaciones a los habitantes de Qeqertarsuaq, un pequeño Sangri-La Artico.
Hemos pasado dos semanas trabajando en la Estación Ártica de la Universidad de Copenhagen, en Disko Island (69 N, Groenlandia Occidental). Es una bonita estación establecida en 1906 por el matrimonio Porsild, con un énfasis particular en botánica y vegetación. Lo que nos trajo aquí fue también el estudio de vegetación, pero submarina, examinar las consecuencias de la expansión de bosques de algas en el Ártico con el cambio climático, particularmente como su intensa fotosíntesis durante los largos días (más de tres meses sin que el sol se ponga) árticos puede mantener un pH elevado y favorecer así el crecimiento de invertebrados calcificadores, que podrían verse afectados en la ausencia de esta protección por la futura acidificación del Ártico derivada de la disolución desde la atmósfera de CO2 de origen antropogénico. El proyecto de investigación está financiado por DANCEA, del Ministerio de Medio Ambiente Danés, y su investigadora principal es una de nosotros (Dorte Krause-Jensen, investigadora del Arctic Research Centre de la Aarhus University. Ya hablaremos de los resultados en otro momento, porque ahora queremos compartir con vosotros cómo es Qeqertarsuaq.
Para llegar aquí volamos, con el resto del equipo de investigación, a Copenhague para de allá volar a Kangerlussuaq, el único aeropuerto en Groenlandia con capacidad para aviones de gran porte. Desde Kangerlussuaq, un avión pequeñito hasta Ilulissat, en Disko Bay, y un barquito hasta Qeqertarsuaq, en Disko Island, a ocho horas de Ilulissat. Total: tres días para llegar aquí. Pero fueron tres días bien empleados, como lo serán los de regreso, porque además de que nuestra investigación está yendo fenomenalmente tras los habituales problemas iniciales con instrumentación, hemos tenido la oportunidad de observar cómo vive una comunidad inuit en Groenlandia.
Qeqertarsuaq tiene una población de unos 860 habitantes, aunque hace años superaba los 1.100, con una aplastante mayoría (más del 99%) de groenlandeses inuit. Cuenta con un hotel, que se llama Hotel Disko, por el nombre de la isla, y al que unos participantes mas jóvenes del equipo pretendieron ir como discoteca, para descubrir decepcionados que Disko no viene de discoteca... Tiene también puerto, el campo de fútbol -muy animado por cierto- con las mejores vistas del planeta, una pista de aterrizaje de helicóptero para evacuaciones, un supermercado, una tienda, iglesia, escuela, centro de salud con un doctor en turno de rotación, un taller de artesanía inuit, un restaurante con discoteca que solo funciona en invierno (?), un polideportivo que funciona como centro de la comunidad, un taller para personas con disminuciones físicas (muchos ancianos van en silla de ruedas), bomberos, policía, mercado para los pescadores, etc. en fin una enorme diversidad de servicios para una población tan pequeña y aislada. Qeqertarsuaq es una pedanía del municipio de Qaasuitsup (que significan, Lugar de la Oscuridad Polar), que a pesar de contar con menos de 18.000 habitantes es el município mas extenso, con 660.000 km2, del planeta, superando incluso la extension de Francia.
El campo de fútbol con mejores vistas del mundo. Foto: CMD.
Las casas de Qeqertarsuaq son de madera, pintadas de brillantes colores, al estilo de Groenlandia, y tienen frecuentemente un área donde están los robustos y peleones perros Huskies que tiran de los trineos en invierno y que vaguean dormilones en verano a la espera de las primeras nieves. Los trineos de perros siguen siendo fundamentales para el transporte en invierno, cuando reemplazan a los vehículos de motor (tanto terrestres como marinos), pues solo hay superficies de hielo y nieve. Hasta hace poco era obligatorio que cada población en Groenlandia mantuviese al menos dos tiros de trineo públicos para evacuaciones y emergencias. En invierno la comunidad queda frecuentemente desabastecida porque los pocos barcos de suministro no pueden atravesar el espeso hielo. Pero eso no es muy importante para los groenlandeses que tienen sus congeladores llenos de pescado y carne que ellos mismos pescan o cazan para pasar el invierno. En tiempos de necesidad las abuelas recuerdan recurrir a las algas marinas, que hemos venido a estudiar, como alimento, que siguen usando para dar gusto a sopas de pescado.
El paisaje del que goza Qeqertarsuaq es impresionante. Frente a la estación Artica se extiende un paisaje de icebergs varados que cambia constantemente y que es un Museo de Arte Moderno al aire libre, con la instalación mas dinámica que jamás cualquier público podría soñar. Cuando el pueblo duerme, los desprendimientos de hielo hace que estos se den la vuelta revelando nuevos perfiles y el viento trae nuevos iceberg o recoloca los que ya estaban varados. Los desprendimientos de hielo estallan como truenos, con la consiguiente caída y bamboleo de los icebergs. Los icebergs parecen piezas gigantes de ajedrez que los chamanes inuit, luego hablaremos de ellos, mueven en el enorme tablero de Disko Bay, y que tumban cuando cada pieza es cobrada en un descuido, o una estratagema, del contrario.
Un pequeño cementerio se alza en la colina junto a esta bahía con sus tumbas orientadas, como es costumbre en Groenlandia, hacia el mar donde se despliega esta impresionante vista. En una playa con pequeñas barcas en un rincón de la bahía hay colocadas cuatro sillas en las que todas las mañanas se congregan los ancianos para contemplar el mar y los icebergs. Algunos de ellos echan sus kayak al agua y suben en ellos a los niños para empezarles a enseñarles a navegar con kayak entre hielos. En las bahías adyacentes es frecuente encontrar pescadores que capturan enormes bacalaos (mas de 10 Kg) al trasmallo o capturan cangrejos de nieve, introducidos desde Alaska hace 20 años, con trampas.
Pero lo más impresionante de Qeqertarsuaq no son sus icebergs, que impresionan, ni sus paisajes, que conmueven el alma, sino que se trata de una comunidad muy fuerte y unida. Akaaraaq, el patrón de la embarcación de la base en la que hemos estado trabajando, y su esposa Juliana, maestra en la escuela local, han sido nuestros guías en la comunidad. Paseando por las calles de Qeqertarsuaq ya se nota que todas las personas tienen buena relación entre ellas y que además son muy hospitalarias con los forasteros.
Iceberg en Fortuna Bay. Foto: CMD.
Recientemente los cruceros de turismo ártico han empezado a recalar en Qeqertarsuaq, donde hemos visto entre otros a los buques Fram y Arctic Explorer, así que algunos emperadores locales se han animado a abrir el restaurante y una pequeña tienda de artesanía para conseguir ingresos de los visitantes. A veces no pueden evitar reírse de los forasteros, como del danés que pasó unas semanas en Qeqertarsuaq para aprender a navegar en kayak y que practicaba darse la vuelta con el kayak, lo que requiere girar por debajo del agua para volver a emerger, en una bahía que es a la que arrojan los excrementos domésticos los locales, pues en Qeqertarsuaq no hay depuradora, a la que los locales llaman la "fabrica de chocolate". El danés, convencido de que la congregación de locales, sobre todo niños, que se partían de risa cuando practicaba sus vueltas, se debía a la admiración por su técnica nunca llegó a entender que la razón de tanta expectación y risas era ver como se revolcaba, sin saberlo, por los excrementos.
El solsticio de verano, el 21 de junio, es el día de la fiesta nacional de Groenlandia y la comunidad se reunió junto a unas rocas frente a la bahía cargada de icebergs varados. Las rocas sirvieron como hogar para colocar ollas y sartenes en las que cocinaron carne de foca y ballena (ésta ultima también se come cruda). El combustible para los fuegos eran pequeñas plantas secas, que cubren las laderas de las montañas, pues a esta latitud ya no crecen árboles ni plantas de porte arbóreo. La comunidad está autorizada a cazar dos ballenas al año que comparten entre ellos. A la noche (aunque no hay noche durante el verano en Qeqertarsuaq) toda la comunidad se reunió en el polideportivo que sirve como centro de comunidad, pues es el único espacio con capacidad para todos los habitantes. Allí cenaron, se celebró la entrega de premios a miembros de la comunidad por hechos destacados durante el año y una exhibición de polka groenlandesa, con rápidos giros, taconeo sobre el suelo y paseos con paso gallardo con la pareja por la pista. Muchas niñas de la comunidad lucían orgullosas el traje tradicional groenlandés, con unas altas botas blancas que llegaban hasta la ingle donde se encontraban con unos pantalones cortos con culera de foca, y unos gruesos pantalones de lana por debajo, en el cuerpo un blusa muy decorada con flores y una especie de capa echa con cuentas de colores que cubre pecho, espalda y hombros. Los hombres llevaban un anorak (que es prenda inuit), de colores según su rango en la comunidad. Nuestro amigo Akaaraaq resultó jugar un papel de liderazgo en esta comunidad y actuaba como maestro de ceremonias del evento.
Icebergs tras el fuego de celebración de la noche (día en estas latitudes) de San Juan. Foto: CMD.
Al ser forasteros fuimos invitados a participar en un juego, con claras connotaciones sexuales, en el que junto con nuestras parejas en el sorteo, unas señoras inuit muy risueñas, teníamos que empujar una caja a golpes de una naranja que pendía de nuestra cintura, es decir a golpes de cadera que creo servían de entrenamiento para las celebraciones ya privadas que imagino seguían en los dormitorios. La comunidad se partía de risa con nuestros esfuerzos que merecieron unos honrosos tercer (Dorte) y quinto puesto. A continuación nos tocó participar, con la misma pareja, en un concurso de polka groenlandesa, en las que quedamos, para sorpresa de los locales, segundos (Carlos) porque eso del bailoteo y zapateado no nos resulta ajenos a los españoles, y terceros (Dorte). Tras la entrega de trofeos fui (Carlos) muy felicitado por los bailarines del grupo de polka, creo, por sus gestos, que por la rapidez de mis vueltas. En Qeqertarsuaq hay muchos clubes ciudadanos, creo que hasta 30, organizados por los propios ciudadanos para un sinfín de actividades como artesanía inuit, baile y tradiciones inuit, varios deportes, etc.
En los días siguientes disfrutamos de una hoguera de San Juan espectacular frente a una repleta de icebergs y varias veladas con nuestros amigos groenlandeses que, ya con más confianza, nos comentaron sus tradiciones y creencias. La Arctic Station resulta estar situada en un lugar donde los chamanes antiguos celebraban sus ritos y demostraban su poder, como volar en Kayak sobre las bahías y montañas. De hecho, el lugar donde esta ubicada la base se conoce como la Casa de los Espíritus, donde todos esos espíritus antiguos, incluido el de la señora Porsild (cofundadora, en 1906, de la base), de mirada muy severa en la fotografía que preside la sala de estar, deambulan con sus manías, interactuando habitualmente con los humanos. Los groenlandeses están acostumbrados a toparse a diario con ellos, que se ponen algo más pesados en la larga noche groenlandesa, cuando todos se ven forzados a pasar más tiempo en el interior. Nosotros, menos acostumbrados a esta convivencia, pedíamos permiso a los espíritus para subir a la buhardilla donde se acumulaban los equipos de investigación y que, según nuestros anfitriones, era su lugar preferido, junto a las rocas que se yerguen sobre la base, para congregarse.
La Artisk Station de la Univ. of Copenhagen, o -como la llaman los locales- el lugar de los espíritus. Foto: CMD.
Pero todos coincidimos en que la lección de nuestra estancia en Qeqertarsuaq es que las comunidades inuit en Groenlandia son comunidades fuertes, con ciudadanos solidarios y orgullosos de su tradición y país, que no se sienten aislados, sino que sienten que somos los demás los que vivimos aislados, con vidas irracionalmente ocupadas y sin disfrutar de la naturaleza o el tiempo necesario para su contemplación.
Este banco permite contemplar el Guggenheim de hielo. Foto: CMD.
Esta enseñanza nos ha permitido entender, pues hasta ahora nuestro contacto con la comunidad inuit habia sido muy limitado, cómo la población de Groenlandia, de tan solo 50.000 habitantes dispersos en un territorio gigantesco, pudo parar los planes de explotación de gas y petróleo de empresas multinacionales que tienen más empleados cada una de ellas que ciudadanos hay en Groenlandia. En marzo del año pasado, los Groenlandeses, que disponen de una amplio estatuto de autonomía de Dinamarca que incluye el derecho a decidir (y describe las condiciones económicas que se han de cumplir en tal supuesto), votaron reemplazar al partido político independentista que gobernó durante ocho años por un Gobierno socialdemócrata. La razón para este cambio fue que el Gobierno independentista vio en el cobro de tasas por la concesión de licencias para explotaciones mineras, de gas y petróleo la fuente de ingreso que esperaban que les permitiese independizarse. El nuevo Gobierno socialdemócrata impuso una moratoria que frenó la concesión de licencias de explotación. En esencia el mensaje que los ciudadanos groenlandeses han enviado a la comunidad internacional es que no están dispuesto a comprometer la integridad ecológica de su país, parte esencial de su cultura fuertemente arraigada en la naturaleza, por su independencia. Así demostraron que tienen, y se han ganado, su derecho a decidir.
La pequeña nación de Groenlandia tumbó los intereses de enormes multinacionales. Su fortaleza reside, ahora lo sabemos de primera mano, en la fortaleza de sus lazos de comunidad, su felicidad, orgullo y sus fuertes vínculos con la naturaleza que durante más de 4.000 años les ha permitido subsistir en su país, que los duros vikingos solo consiguieron ocupar durante algunas décadas de clima benigno.
Nuestras felicitaciones a los habitantes de Qeqertarsuaq, un pequeño Sangri-La Artico.