En este año que termina podríamos quedarnos con dos palabras para la indignación: Prestige y Aznalcollar. Quizás porque representan dos de las mayores catástrofes ecológicas que ha sufrido este país. Porque anegar miles de kilómetros de costa y fondos marinos con chapapote no fue culpa de nadie, al final todo fue cosa de unos hilillos como de plastilina, o porque la Junta de Andalucía anunciaba su intención de reabrir la Mina de Aznalcollar y al final la rotura de la balsa de lodos tóxicos que puso en jaque Doñana y su entorno fue cosa del terreno.
Pero prefiero recordar 2013 como el año en que la ciudadanía trató de rescatar el medio ambiente de las garras del Gobierno. En que se creó un movimiento mundial de millones de personas para proteger el Ártico de la codicia de algunos gobiernos y petroleras. En que se aprobó la Política Pesquera Común para acabar con la sobrepesca. En que entró en vigor la normativa para evitar la entrada de madera ilegal en la UE. En el que conseguimos retirar de la propuesta europea del Comisario de Competencia, Joaquín Almunia, que incluía la posibilidad de subvencionar con fondos europeos las instalaciones nucleares. O en el que Cantabria, La Rioja, Navarra, Cataluña, Aragón y Andalucía se opusieron al fracking mostrando el rechazo de la sociedad a esta contaminante técnica.
Ha sido el año en que los treinta del Ártico arriesgaron su integridad física y su libertad por alertar a la humanidad de las graves consecuencias para el planeta que conllevaría la extracción de petróleo. Millones de personas en todo el mundo reclamaron durante meses su libertad y aun hoy permanecen en Rusia en espera de que les dejen volver a sus países. Porque hoy han sido mis compañeros, los #Arctic30, pero mañana puede ser cualquiera de nosotros el que acabe entre rejas por defender un planeta verde y en paz.
2013 ha sido el año en el que la sociedad se rebeló contra los graves recortes ambientales y sociales que quedan perfectamente reflejados a través de la Ley de Costas del Ministro Cañete y la Ley Antiprotesta del Ministro Fernández, el tasazo judicial del Ministro Gallardón o el embrollo eléctrico ocasionado por el Ministro Soria.
Prefiero quedarme con la imagen de los activistas de Greenpeace encaramados en el tejado del Congreso alertando de que el PP privatizaba el litoral, el mismo día que se votaba la Ley Cañete o descolgando una pancarta en el Edificio España para evidenciar el carácter profundamente antidemocrático de la Ley Antiprotesta que pretende amordazar y criminalizar el activismo no violento. Porque no nos vamos a resignar, no vamos a dar ni un paso atrás, ni siquiera para coger impulso, porque estos cuatro jinetes del apocalipsis pretendan sembrar la desesperanza frente a los innegables éxitos cosechados hasta la fecha en la protección del medio ambiente en nuestro país.
Queremos unas playas para todos, a salvo de especuladores y bien preparadas para afrontar el cambio climático. Queremos que no amordacen nuestro legítimo derecho a protestar y discrepar como hemos venido haciendo en los últimos treinta años. Queremos una justicia gratuita y accesible para todos porque el medio ambiente tiene en la ciudadanía a su mejor aliado frente a quienes cometen desmanes ambientales y quienes se lo permiten, mirando para otro lado. Queremos un futuro 100% renovable para afrontar el reto del cambio climático, sin trapicheos en las subastas de electricidad, sin que los gobernantes cedan al chantaje de las eléctricas, y las petroleras. Donde la gente decida bajarse la potencia eléctrica de su casa al nivel que realmente necesita y así dejar de engordar la cartera de los de siempre.
Greenpeace ha realizado un balance ambiental de final de año queriendo destacar las mejores noticias para el medio ambiente de 2013. A pesar de la actitud netamente negativa del actual Gobierno frente a las políticas ambientales. En varias de nuestras campañas hemos obtenido buenos resultados.
Puede haber muchos motivos para el desánimo pero yo me quedo con uno para la esperanza. Con el espíritu de los 30 del Ártico y el de una ciudadanía que en 2013 decidió salir al rescate frente a los recortes en el medio ambiente.
Pero prefiero recordar 2013 como el año en que la ciudadanía trató de rescatar el medio ambiente de las garras del Gobierno. En que se creó un movimiento mundial de millones de personas para proteger el Ártico de la codicia de algunos gobiernos y petroleras. En que se aprobó la Política Pesquera Común para acabar con la sobrepesca. En que entró en vigor la normativa para evitar la entrada de madera ilegal en la UE. En el que conseguimos retirar de la propuesta europea del Comisario de Competencia, Joaquín Almunia, que incluía la posibilidad de subvencionar con fondos europeos las instalaciones nucleares. O en el que Cantabria, La Rioja, Navarra, Cataluña, Aragón y Andalucía se opusieron al fracking mostrando el rechazo de la sociedad a esta contaminante técnica.
Ha sido el año en que los treinta del Ártico arriesgaron su integridad física y su libertad por alertar a la humanidad de las graves consecuencias para el planeta que conllevaría la extracción de petróleo. Millones de personas en todo el mundo reclamaron durante meses su libertad y aun hoy permanecen en Rusia en espera de que les dejen volver a sus países. Porque hoy han sido mis compañeros, los #Arctic30, pero mañana puede ser cualquiera de nosotros el que acabe entre rejas por defender un planeta verde y en paz.
2013 ha sido el año en el que la sociedad se rebeló contra los graves recortes ambientales y sociales que quedan perfectamente reflejados a través de la Ley de Costas del Ministro Cañete y la Ley Antiprotesta del Ministro Fernández, el tasazo judicial del Ministro Gallardón o el embrollo eléctrico ocasionado por el Ministro Soria.
Prefiero quedarme con la imagen de los activistas de Greenpeace encaramados en el tejado del Congreso alertando de que el PP privatizaba el litoral, el mismo día que se votaba la Ley Cañete o descolgando una pancarta en el Edificio España para evidenciar el carácter profundamente antidemocrático de la Ley Antiprotesta que pretende amordazar y criminalizar el activismo no violento. Porque no nos vamos a resignar, no vamos a dar ni un paso atrás, ni siquiera para coger impulso, porque estos cuatro jinetes del apocalipsis pretendan sembrar la desesperanza frente a los innegables éxitos cosechados hasta la fecha en la protección del medio ambiente en nuestro país.
Queremos unas playas para todos, a salvo de especuladores y bien preparadas para afrontar el cambio climático. Queremos que no amordacen nuestro legítimo derecho a protestar y discrepar como hemos venido haciendo en los últimos treinta años. Queremos una justicia gratuita y accesible para todos porque el medio ambiente tiene en la ciudadanía a su mejor aliado frente a quienes cometen desmanes ambientales y quienes se lo permiten, mirando para otro lado. Queremos un futuro 100% renovable para afrontar el reto del cambio climático, sin trapicheos en las subastas de electricidad, sin que los gobernantes cedan al chantaje de las eléctricas, y las petroleras. Donde la gente decida bajarse la potencia eléctrica de su casa al nivel que realmente necesita y así dejar de engordar la cartera de los de siempre.
Greenpeace ha realizado un balance ambiental de final de año queriendo destacar las mejores noticias para el medio ambiente de 2013. A pesar de la actitud netamente negativa del actual Gobierno frente a las políticas ambientales. En varias de nuestras campañas hemos obtenido buenos resultados.
Puede haber muchos motivos para el desánimo pero yo me quedo con uno para la esperanza. Con el espíritu de los 30 del Ártico y el de una ciudadanía que en 2013 decidió salir al rescate frente a los recortes en el medio ambiente.