A mí los veranos es que me sumergen en un mar de dudas protocolarias. Que si las sandalias combinadas con calcetines negros de vestir deberían ser motivo de pérdida de nacionalidad, que si un caballero que use pantalón corto a más de cien metros de la playa debería ser inmediatamente empapado en brea y emplumado, no sé, esas cosas. Pero este año hay una cuestión que me desazona especialmente: ¿cómo debe comportarse uno ante un escote? A mí los escotes me desestabilizan. Parece una tontería, pero la cuestión tiene su aquel. Que ahora en verano pasa mucho. Te presentan a una señora o señorita, oye, con su escote, su canalillo correspondiente, morenita, así como muy bien, entablas conversación con ella y empiezan los líos. Si miras, porque miras, y si no miras, porque no miras. Dejar que tus ojos traviesones se recreen en la placentera visión, puede interpretarse como una cosa un poco machista y mastuerza. Pero si lo evitas y fijas la mirada en la punta de su nariz, seguramente la cosa tampoco acabe bien. En plan, este caballero me ignora, no le atraen mis encantos y esos líos que te hacen quedar poco galante y de lo más grosero y maleducado. Yo a veces he probado la técnica de mirar con un ojo la punta de su nariz y con el otro el canalillo, pero te pones bizco y queda como raro y desangelado. A veces piensan que te está dando un ictus y la buena mujer va y llama a una ambulancia, lo que suele ser un poco embarazoso. Lo de ir en plan funcional y preguntar "quiere usted que le mire las tetillas o prefiere que las ignore" tampoco suele funcionar y normalmente acaba en bolsazo súbito o con un rodillazo en la entrepierna. No sé. Un lío. A mí el ser humano no se me da bien. Yo me apaño más con los seres inanimados del súper. Gracias a eso puedo contaros con conocimiento de causa y poderío, la mejor forma de sacar las legumbres de un bote de cristal, como hago en este vídeo. Para bien o para mal los botes de lentejas no tienen escote.
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