Antes de contarles los detalles de las increíbles vacaciones que mi esposo Rene Mandeville y yo acabamos de concluir en Colombia, quiero darles las gracias a los mas de 41,000 lectores que compartieron mi último articulo sobre por qué los colombianos estamos cansados de los estereotipos.
Pensar hace 10 años en llevar a un turista extranjero a navegar las aguas del río Sinu en el norte de Colombia habría sido una locura. Aprovechando una invitacion de unos amigos, mi esposo -que es norteamericano- y yo aceptamos una invitación para conocer los exóticos e inigualables manglares del fabuloso río Sinu.
Los anfitriones de la expedición, Buggi, Loly, Pablo y Milene, prepararon el yate Don Efra y zarpamos en el Océano Atlántico desde la pequeña población de Coveñas, localizada a 2 horas y media de Cartagena de Indias.
Navegamos hacia el sur bordeando la costa colombiana, atravesamos las playas de San Onofre Sucre, donde se realiza el Carnaval del Burro, y luego desafiamos las olas y los remolinos que funden el amarillo del Sinu con el Atlántico, y que de pronto se convierten en tranquilas e imperturbables aguas.
Nos internamos en el río ante el asombro de los campesinos, quienes al parecer, pocas veces ven yates con turistas extranjeros a bordo.
A medida que nos internábamos en los manglares, el paisaje se hacía cada vez mas exótico, más inexplorado, más salvaje, y a nuestro bote llegaron hermosas mariposas amarillas como aquellas a las que Gabriel Garcia Marquez hizo alusión en sus famosas novelas.
En nuestro recorrido, los pescadores ocuparon toda nuestra atención, admiramos sus casas y construcciones de paja, madera y bareque; había pequeñas parcelas con cultivos de arroz, maíz, plátano, banano y ganado, botes de madera hechos a mano y rústicas atarrayas.
Tuvimos la hermosa oportunidad de apreciar al campesino colombiano en su auténtico hábitat, aquel hombre de piel cetrina que jamás sale en las noticias y al que nadie le dedica una sola letra. Descubrimos al campesino en su humilde esplendor, en aquel lugar en donde su figura se confunde con un infinito paisaje verde regado por el imponente río.
La rivera del río Sinu es una zona rica en manglares, pantanos y vegetación selvática, es un lugar inexplorado en todo sentido. A ese lugar no llega el agua potable, no hay carreteras, el transporte público es muy limitado y los campesinos viven en condiciones de extrema pobreza.
Es evidente que los pueblos del bajo Sinu son vírgenes para la industria del turismo. El área es inmensamente rica en biodiversidad, paisajes, recursos naturales y mano de obra barata.
Un apropiado desarrollo de la industria del turismo en esa región ayudaría indudablemente a las comunidades a mejorar la calidad de vida, a través de la generación de nuevas oportunidades de trabajo y un apropiado desarrollo de la infraestructura.
El turismo interno en Colombia requiere urgentemente de campañas de educación en áreas como el manejo de basuras, el respeto al ecosistema o la importancia del reciclaje.
Después de navegar 5 horas, llegamos a Lorica Cordoba y nos encontramos con una colorida plaza de mercado que es patrimonio cultural de Colombia. Lorica es un pueblo con una arquitectura colonial increíble y con una historia de inmigración de árabes, comercio de telas, especias y productos artesanales; allí también, como en otros lugares, el yate y el gringo fueron la sensación.
En nuestra aventura, encontramos un novedoso sistema de transporte: los nativos usan planchones artesanales, construidos con madera y atados a dos cables para cruzar el río. Una persona puede usar el servicio por 1 dolar. Si va con motocicleta, paga 2 dólares. Y así sucesivamenre, pues el ferry artesanal está construido para soportar el peso de vehículos como automóviles y pequeños buses.
A nuestro paso, vimos un puente hecho de concreto localizado en las inmediaciones de San Bernardo del Viento. Estábamos apreciando la obra arquitectónica cuando, de pronto, dos jóvenes espontáneos se lanzaron al río como atletas clavadistas y nos ofrecieron un show gratuito en el que los únicos espectadores éramos los que íbamos en el bote.
Al terminar el inolvidable tour por los manglares, regresamos a Coveñas, famoso por el oleoducto que lo comunica con caño Limón y, además, un importante centro de turismo localizado a una hora de la ciudad de Montería, en el departamento de Cordoba.
La población cuenta con una docena de edificios modernos recién construidos, un perfecto lugar para el turismo internacional; tiene un interesante potencial, cuenta con buenas playas, brisa permanente, aeropuerto internacional en Cartagena, a 2 horas y 30 minutos, y un aeropuerto local con conexión a Bogota.
El medio de transporte en Coveñas es la mototaxi. Los nativos ofrecen el servicio de taxi en motocicleta y el coste por carrera es de 1 dólar por persona.
A pesar de que Coveñas lleva décadas desarrollando el turismo, aún necesita un gran flujo de inversión en infraestructura, hoteles, restaurantes, centros comerciales, muelles y puertos para embarcaciones privadas.
Coveñas se lo recomiendo a aquellos que desean descanso total y una experiencia uno a uno con la naturaleza. Los apartamentos de lujo para 6 personas, con cocina, balcón, vista al mar, jacuzzi y piscina privada, se pueden conseguir hasta por 300 dólares la noche.
El viaje al Bajo Sinu es súper recomendado para quienes aman el ecoturismo y la aventura, para quienes desean vivir una experiencia en este lugar que nos permite evidenciar el poder de la naturaleza y observar cómo se funde el océano infinito con la selva.