Las instituciones europeas deben ser no solo un reflejo de la sociedad, sino sobre todo un ejemplo. Y la sociedad europea está formada por hombres y por mujeres, por profesionales que quieren que se reconozcan su trabajo y su valía sin que importe su sexo. Reclaman las mismas oportunidades y los mismos salarios y estar sujetos a las mismas exigencias.
Por ello, no vamos a aceptar una Unión Europea pilotada casi exclusivamente por hombres, ni que los jefes de Estado de los Veintiocho decidan este fin de semana en Bruselas un entramado de cargos con una aplastante mayoría de varones, como apuntan todas las previsiones.
Uno de los casos más escandalosos es el de los miembros de la Comisión Europea. Estamos hablando de un órgano con 28 carteras en el que la representación de mujeres va a estar, probablemente, muy por debajo de lo razonable, entendiendo por lo razonable, el equilibrio. Porque si el 52% de la población europea somos mujeres, es inaceptable que el número de mujeres en el Colegio de Comisarios no alcance ni siquiera al 15% del total.
Por eso, ni el Parlamento Europeo, ni su comisión de Igualdad, ni el Grupo Socialista, ni la Delegación socialista española podemos tolerar un Colegio de Comisarios con una presencia testimonial, ridícula y ofensiva de mujeres.
A quienes se escudan en que son los estados los que no proponen a mujeres y, por tanto, nada podemos hacer, hay que recordarles que desde el Parlamento Europeo propusimos una solución la pasada legislatura que consiste en que cada Gobierno dé el nombre de un hombre y de una mujer para que el presidente de la Comisión tenga la posibilidad de hacer un órgano paritario.
El Ejecutivo de Rajoy ha sido uno de los primeros en hacer caso omiso a esta propuesta y a otras que apuntan en esta dirección, y ha ignorado la petición del futuro presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, quien solicitó de cada estado dé tres nombres, al menos uno de mujer.
El Gobierno del PP ha presentado a un único candidato, Miguel Arias Cañete. Un candidato que ya se ha significado por su falta de respeto a la igualdad entre mujeres y hombres. Un candidato que empieza con muy mal pie, porque el único consenso que ha concitado hasta el momento ha sido el rechazo de numerosos líderes y dirigentes políticos europeos a sus comentarios machistas, entre ellos, el del presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
No me creo, ni yo ni nadie, que los mejores profesionales que aspiran a una cartera en la Comisión Europea o a los puestos de responsabilidad de la UE sean hombres. Sencillamente, no es verdad. Hoy en día las mujeres estudian en las universidades en la misma proporción que los hombres, o incluso ligeramente superior, y sacan mejores calificaciones. Están llegando a puestos de poder y responsabilidad que hace solo unas décadas parecían reservados solo para hombres...
Pero la llegada de mujeres a los puestos más altos de responsabilidad sigue siendo prácticamente una anécdota. Una y otra vez nos topamos con ese resistente techo de cristal que, en ocasiones, se antoja inquebrantable. Hemos avanzado mucho, pero es simplemente inaceptable e incomprensible que cuando las mujeres están accediendo a lo más alto del mundo científico, educativo o económico..., se les sigan cerrando las puertas a los altos cargos en el ámbito de la política. Y más incomprensible aún si se trata de las instituciones comunitarias.
La situación tiene que cambiar y estamos a tiempo. Estamos aquí, preparadas, con ganas y somos muchas
Por ello, no vamos a aceptar una Unión Europea pilotada casi exclusivamente por hombres, ni que los jefes de Estado de los Veintiocho decidan este fin de semana en Bruselas un entramado de cargos con una aplastante mayoría de varones, como apuntan todas las previsiones.
Uno de los casos más escandalosos es el de los miembros de la Comisión Europea. Estamos hablando de un órgano con 28 carteras en el que la representación de mujeres va a estar, probablemente, muy por debajo de lo razonable, entendiendo por lo razonable, el equilibrio. Porque si el 52% de la población europea somos mujeres, es inaceptable que el número de mujeres en el Colegio de Comisarios no alcance ni siquiera al 15% del total.
Por eso, ni el Parlamento Europeo, ni su comisión de Igualdad, ni el Grupo Socialista, ni la Delegación socialista española podemos tolerar un Colegio de Comisarios con una presencia testimonial, ridícula y ofensiva de mujeres.
A quienes se escudan en que son los estados los que no proponen a mujeres y, por tanto, nada podemos hacer, hay que recordarles que desde el Parlamento Europeo propusimos una solución la pasada legislatura que consiste en que cada Gobierno dé el nombre de un hombre y de una mujer para que el presidente de la Comisión tenga la posibilidad de hacer un órgano paritario.
El Ejecutivo de Rajoy ha sido uno de los primeros en hacer caso omiso a esta propuesta y a otras que apuntan en esta dirección, y ha ignorado la petición del futuro presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, quien solicitó de cada estado dé tres nombres, al menos uno de mujer.
El Gobierno del PP ha presentado a un único candidato, Miguel Arias Cañete. Un candidato que ya se ha significado por su falta de respeto a la igualdad entre mujeres y hombres. Un candidato que empieza con muy mal pie, porque el único consenso que ha concitado hasta el momento ha sido el rechazo de numerosos líderes y dirigentes políticos europeos a sus comentarios machistas, entre ellos, el del presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
No me creo, ni yo ni nadie, que los mejores profesionales que aspiran a una cartera en la Comisión Europea o a los puestos de responsabilidad de la UE sean hombres. Sencillamente, no es verdad. Hoy en día las mujeres estudian en las universidades en la misma proporción que los hombres, o incluso ligeramente superior, y sacan mejores calificaciones. Están llegando a puestos de poder y responsabilidad que hace solo unas décadas parecían reservados solo para hombres...
Pero la llegada de mujeres a los puestos más altos de responsabilidad sigue siendo prácticamente una anécdota. Una y otra vez nos topamos con ese resistente techo de cristal que, en ocasiones, se antoja inquebrantable. Hemos avanzado mucho, pero es simplemente inaceptable e incomprensible que cuando las mujeres están accediendo a lo más alto del mundo científico, educativo o económico..., se les sigan cerrando las puertas a los altos cargos en el ámbito de la política. Y más incomprensible aún si se trata de las instituciones comunitarias.
La situación tiene que cambiar y estamos a tiempo. Estamos aquí, preparadas, con ganas y somos muchas