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Los pequeños estados insulares en desarrollo, ante un reto gigantesco

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En las Seychelles se construyen barreras de piedras para evitar la erosión por la subida del nivel del mar/Lawrence Hislop, GRID

Después de El Vaticano, el Estado independiente más pequeño del mundo es la República de Nauru, una pequeña isla en Micronesia de unos 21 kilómetros cuadrados, más o menos equivalente a la décima parte de la gran Barcelona. De hecho, una actividad matutina que podrían hacer los residentes de Nauru es recorrer ida y vuelta la isla cada día.

Pero en un futuro, Nauru podría romper otro récord: el país más pequeño del planeta que confronte al goliat que representa el cambio climático, que actualmente está amenazando la existencia de alrededor de 50 pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), con su cóctel devastador de temperaturas más altas y aumento del nivel del mar, entre otros males.

El primer paso hacia un cambio duradero puede ocurrir tan pronto como la próxima semana. Entre el 1 y el 4 de septiembre se marcará un nuevo hito con la 3era Conferencia Internacional sobre los PEID, que reunirá en Samoa a decenas de jefes de Estado y líderes mundiales para abordar los numerosos desafíos que afrontan estos estados vulnerables.

Cada vez con mayor frecuencia, los PEID están sufriendo los efectos del cambio climático y la subida del nivel del mar. Entre estos se encuentran el agotamiento de los recursos naturales, la degradación de los suelos, la contaminación terrestre y costera, además de la recurrencia de tormentas cada vez más fuertes, capaces de hacer retroceder su nivel de desarrollo en varios años. Como resultado del aumento del nivel del mar, en 2009 los habitantes de las Islas Carteret, en Papúa Nueva Guinea, se convirtieron en la primera comunidad en ser desplazada por el cambio climático.

Aprovechando las enseñanzas extraídas de una larga historia de fragmentación geográfica, cultural y económica, junto a una compleja experiencia colonial, las naciones insulares están aprendiendo rápidamente a trabajar juntas. Como resultado de ello, "alianza" se ha convertido en la palabra de moda de esta conferencia. Cientos de participantes están preparados para describir cómo la colaboración Sur-Sur, Norte-Sur y entre estos pequeños estados insulares, está ayudando a dar forma a un devenir positivo.

El selecto grupo de 52 países que conforman los PEID fue reconocido por primera vez dentro del contexto de la Cumbre de la Tierra de 1992, lugar de nacimiento de las primeras convenciones ambientales para las cuales y desde entonces, mi organización, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), ha estado sirviendo como mecanismo financiero.

Mares vitales

Los océanos tendrán un lugar destacado en Samoa a medida que el renovado interés mundial en los temas oceánicos ayude a colocar a los pequeños estados insulares de nuevo en el centro de atención. Muchos PEID quieren ser reconocidos como estados oceánicos, para que sus estrategias de desarrollo presten más atención en la riqueza de sus ecosistemas marinos. La superficie terrestre promedio de un PEID es de alrededor de 24.000 km2, pero sus Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) son, en promedio, de unos 700.000 km2.

Para la mayoría de las naciones isleñas, la riqueza y el capital natural se centran en sus Zonas Económicas Exclusivas oceánicas. Según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, los PEID tienen tanto el derecho adquirido bajo la ley internacional, como la oportunidad de gestionar esta enorme área en beneficio de sus poblaciones, y en el proceso, contribuir a la salud del medio ambiente mundial.

Para poder llevar a cabo este potencial, los PEID deben estar habilitados, tanto política como técnicamente, para manejar esta enorme riqueza de manera sostenible. En ningún lugar esta relación es tan evidente como en la gestión de los bancos de pesca y otros recursos marinos. Los PEID se están equipando rápidamente para evitar que grandes extensiones de océano -un 20% de todas las ZEE del planeta- se asemejen al distópico Mundo Acuático, representado por la película de 1995, donde los escasos recursos son cosechados por cualquiera que acapare el mayor poder económico y tecnológico en un océano de nadie.

Descontentos con la pesca depredadora de uno de sus bienes más preciados, el atún, las naciones insulares del océano Pacífico orquestaron un plan común para lidiar con las prácticas no sostenibles, cada vez más extendidas. Tras establecer permisos de pesca más sostenibles y mejorar el cumplimiento de los derechos de acceso a sus ZEE, a partir de 1997 el ingreso total anual en la zona se cuadruplicó hasta llegar a 240 millones de dólares por año.

Otra de las prioridades importantes de los PEID es resolver sus desafíos energéticos. Aunque las pequeñas islas han contribuido muy poco a la acumulación en la atmósfera de los gases de efecto invernadero, la energía representa un gasto significativo que podría usarse mejor en otras prioridades para el desarrollo.

Aruba, por ejemplo, destina el 16% de su PIB para importar 6.500 barriles de diésel por día para generación eléctrica. Sin embargo, los PEID están bendecidos por un abundante potencial en energías renovables. Las fuentes de energía renovable, como la solar y eólica, son ideales para las islas más grandes, así como para las islas más pequeñas y remotas de las naciones archipiélago, que no podrían justificar económicamente una conexión a una red eléctrica.

Los primeros cuatro días de septiembre podrían convertirse en la plataforma de lanzamiento para nuevas vías de desarrollo sostenible para un número considerable de PEID. Con el apoyo adecuado por parte de donantes y agencias de asistencia técnica, la conferencia de Samoa podría ser lo único que necesitemos para desencadenar el verdadero potencial de estos diamantes del mundo oceánico.

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