Cuando me encontraba en las profundidades más oscuras de la depresión, me encantaba la lluvia. Cuanto más gris, lúgubre y triste estaba el tiempo, mejor. A mi por entonces pareja le desconcertaba muchísimo esta preferencia meteorológica. "¿Quién prefiere el mal tiempo? ¿Por qué a ti te gusta tanto?".
La respuesta venía rápidamente, y me pillaba por sorpresa por ser una verdad tan simple y dolorosa: "Porque es el único momento en el que el exterior coincide con mi interior".
Porque es el único momento en el que el exterior coincide con mi interior.
Durante ese viaje de cinco años a través de mi propio infierno privado, cuando hacía un tiempo de mierda, yo me sentía aliviada. Si el cielo estaba encapotado -al igual que estaba yo por dentro-, a mí me daba tranquilidad. No tenía que fingir. Por fin podía suspirar. Era una bendición, un indulto bienvenido el hecho de sentirme alineada por un día o dos con el tiempo, cuando los cielos se abrían. A pesar de que no fuera en la misma dirección de felicidad y alegría que la mayoría de la gente prefiere sentir en su interior.
Afortunadamente, superé la depresión. No obstante, en algún período entre la reflexión y el análisis que iba a seguir, volví a ese punto, al sentimiento intenso de alivio y liberación cuando el exterior coincidía con mi interior.
Y me di cuenta de esta verdad: sigue siendo verdad. Siempre es verdad. De hecho, que el exterior encaje con tu interior es la clave de la felicidad. En serio. Excepto si tus sentimientos no se alinean con el tiempo, sino con tus acciones, comportamientos y estilo de vida.
Esta alineación o coincidencia es un concepto reconocido que unas personas mucho más listas que yo han descrito en términos muchos más intelectuales. Los psicólogos llaman a este concepto congruencia, y se refiere al impulso humano a vivir de acuerdo con la persona que eres y la persona que quieres ser. La infelicidad y el estrés se producen cuando hay tensión y desacuerdo entre quien pensamos que somos (o queremos ser) y cómo nos mostramos al mundo en realidad.
La mayoría de nosotros conoce bien esta sensación. Es lo que sientes cuando estás desesperado por adelgazar, pero te pasas las noches acurrucado en el sofá con un paquete de dulces tamaño familiar.
Ocurre cuando tu familia es tu mayor prioridad y, aun así, te pierdes la actuación de ballet de tu hija por quedarte en el trabajo.
Es cuando tu interior sabe perfectamente que deberías ser escritor/actor/trabajador de un zoo, pero nunca te pones a escribir/actuar/cuidar un zoo porque, simplemente, no tienes tiempo.
Esta falta de congruencia se puede presentar hasta en los momentos más insignificantes de nuestro día, creando una tensión de la que ni siquiera somos conscientes, pero que se acumula en nuestro estrés. Como cuando llegas a tu habitación y tiras todas tus cosas por el suelo, aunque valoras la organización y el orden. O cuando revisas tu e-mail en la cena, aunque consideras muy importante el estar presente con tu pareja. O cuando te acuestas tardísimo viendo una serie, aunque sabes que necesitas dormir más.
Todos estos pequeños gestos que se alejan de la congruencia entre tu persona y la que deseas ser te están haciendo daño. Puede que te haga mucho daño, y que el dolor vaya en aumento.
Con todo, la solución es muy sencilla (lo cual no hay que confundir con fácil, pues no siempre es fácil). Lo único que tienes que hacer en conseguir que tu vida encaje con tus valores: haz que tus acciones concuerden con tus intenciones, que tus costumbres coincidan con tus objetivos, y que tus minutos se ajusten a la manera en que quieres vivir tus días.
Este es el secreto de ser feliz, todo el maldito tiempo. Consiste en lograr tus objetivos, realizar tus propósitos y sentirte como quieres sentirte. Si puedes hacer que tu exterior coincida con tu interior... todo es posible.
Y ahora, estoy mucho más feliz cuando el cielo está claro y de un azul radiante.
Traducción de Marina Velasco Serrano
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