La Pedriza es un conjunto de montañas graníticas que, en principio, no tienen nada que ver con el Ártico. O quizás sí. Según varias fuentes, el cambio climático está provocando la rápida desaparición del Ártico. En 2013, el volumen del mínimo de hielo ártico fue un 68% menor que el mínimo de hielo ártico de 1979, año en el que se empezó a disponer de datos por satélite.
Y lo que pasa en el Ártico no se queda sólo en el Ártico. Este techo del planeta regula muchas dinámicas atmosféricas y oceanográficas y, por tanto, su desaparición tiene consecuencias en todos los rincones del mundo. Para evitar los impactos más catastróficos del cambio climático, es necesario mantener el aumento de la temperatura global tan lejos de los 2º C como sea posible. Lo contrario implica aceptar un escenario de derretimiento del hielo en el Ártico que tendría graves consecuencias globales.
Un sondeo encargado por Greenpeace en 30 países del mundo ha revelado que el 74% de los encuestados están de acuerdo con que los gobiernos creen un área protegida en las aguas internacionales alrededor del Polo Norte. Un espacio libre de prospecciones petrolíferas y pesquerías industriales. Y hoy, ciudadanos preocupados de todo el mundo están llevando este mensaje a los puntos más emblemáticos y altos de sus países, para dar visibilidad a la situación y reclamar la creación de un santuario.
No podemos evitar hacernos la siguiente pregunta. Si la mayoría de la sociedad global apoya la protección del océano Ártico, ¿a qué esperan los gobiernos? ¿No sería el momento de dar un paso hacia adelante en la defensa de este entorno clave?
Como suele suceder, es una cuestión de intereses. A principios de esta semana, se inauguró el Consejo Económico Ártico, un nuevo foro diplomático, que no pertenece al Consejo Ártico. Es un movimiento preocupante, porque los intereses de la industria pueden tener ahora acceso directo e influir en la toma de decisiones de las cuestiones que afectan al Ártico, por encima de las prioridades ambientales, que quedarían en un segundo lugar.
Y mientras el hielo se derrite, muchos estados ribereños han abierto ya sus aguas a proyectos de prospección y explotación petrolífera. Dejar el petróleo en el lecho marino no solo sería una forma de evitar futuros derrames. Significaría también mantener el carbono en el subsuelo y evitar agravar el problema del cambio climático, que a su vez es la causa del deshielo del Ártico.
La industria petrolera se mueve y presiona, pero también la sociedad, cada vez más concienciada de la importancia de defender este ecosistema fundamental. Más de 800 políticos, académicos, premios nobel, artistas y otras personalidades se han unido a la Declaración Internacional por el Futuro del Ártico y han sumado fuerzas a los más de cinco millones de personas que han firmado pidiendo su protección. Con su respaldo, podremos seguir trabajando juntos para dar un giro a esta historia.
Únete al movimiento para Salvar el Ártico
Y lo que pasa en el Ártico no se queda sólo en el Ártico. Este techo del planeta regula muchas dinámicas atmosféricas y oceanográficas y, por tanto, su desaparición tiene consecuencias en todos los rincones del mundo. Para evitar los impactos más catastróficos del cambio climático, es necesario mantener el aumento de la temperatura global tan lejos de los 2º C como sea posible. Lo contrario implica aceptar un escenario de derretimiento del hielo en el Ártico que tendría graves consecuencias globales.
Un sondeo encargado por Greenpeace en 30 países del mundo ha revelado que el 74% de los encuestados están de acuerdo con que los gobiernos creen un área protegida en las aguas internacionales alrededor del Polo Norte. Un espacio libre de prospecciones petrolíferas y pesquerías industriales. Y hoy, ciudadanos preocupados de todo el mundo están llevando este mensaje a los puntos más emblemáticos y altos de sus países, para dar visibilidad a la situación y reclamar la creación de un santuario.
No podemos evitar hacernos la siguiente pregunta. Si la mayoría de la sociedad global apoya la protección del océano Ártico, ¿a qué esperan los gobiernos? ¿No sería el momento de dar un paso hacia adelante en la defensa de este entorno clave?
Como suele suceder, es una cuestión de intereses. A principios de esta semana, se inauguró el Consejo Económico Ártico, un nuevo foro diplomático, que no pertenece al Consejo Ártico. Es un movimiento preocupante, porque los intereses de la industria pueden tener ahora acceso directo e influir en la toma de decisiones de las cuestiones que afectan al Ártico, por encima de las prioridades ambientales, que quedarían en un segundo lugar.
Y mientras el hielo se derrite, muchos estados ribereños han abierto ya sus aguas a proyectos de prospección y explotación petrolífera. Dejar el petróleo en el lecho marino no solo sería una forma de evitar futuros derrames. Significaría también mantener el carbono en el subsuelo y evitar agravar el problema del cambio climático, que a su vez es la causa del deshielo del Ártico.
La industria petrolera se mueve y presiona, pero también la sociedad, cada vez más concienciada de la importancia de defender este ecosistema fundamental. Más de 800 políticos, académicos, premios nobel, artistas y otras personalidades se han unido a la Declaración Internacional por el Futuro del Ártico y han sumado fuerzas a los más de cinco millones de personas que han firmado pidiendo su protección. Con su respaldo, podremos seguir trabajando juntos para dar un giro a esta historia.
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