Para entender las razones del tremendo escándalo que ha provocado Valérie Trierweiler con su libro hay que fijarse en un episodio bien concreto :
En plenas elecciones, durante una visita de campaña fuera de París, una mujer grita a Hollande: "François, no te cases con Valérie, a nosotros no nos gusta". François, el espiritual, no sabe qué responder y estalla en una carcajada.
Valérie se queda petrificada. Pero sigue adelante con su François. Tormentas como aquella son probablemente las que han desencadenado esta tempestad. No hay nada más peligroso que una mujer herida, despechada y humillada. En el libro de Valérie Trierweiler, Gracias por ese momento, no hay secretos de Estado. Ni detalles de alcoba demasiado íntimos. No, no hay sexo. Solo gestos, anécdotas, diálogos, emociones. Trierweiler sale tan mal parada como Hollande. Ella misma se reconoce fuera de lugar, histérica, extremadamente celosa, impulsiva. Valérie es una mujer insegura que no encuentra apoyo en su pareja sino todo lo contrario.
Por el bien de Francia, sería preferible que Hollande no fuera tan torpe como presidente como lo es en su vida privada. Los que le detestan (y son muchos, porque sólo cuenta con un 13% de popularidad) se relamen de gusto a estas horas leyendo las confidencias de Valérie. Esos detalles que no hacen mas que hundir la imagen, bien deteriorada ya, de un presidente que sólo lleva dos años en el poder. Esta gota que colma el vaso de su impopularidad se la podía haber ahorrado tan fácilmente... ¿Saben cómo? Con una boda.
Nada mejor que una boda para calmar los ánimos. El pueblo se conmueve muchísimo con esas cosas y, lo quieran o no los franceses, son más tradicionales que nadie en ese sentido. Una mujer casada merece otro respeto. Danièle Miterrand soportaba la doble vida de su marido porque ella era "la oficial", la única Madame Miterrand.
Madame Chirac es, aún hoy, toda una figura política en este país, a pesar de haber sido una de las mas engañadas de la República. De Chirac se decía "Diez minutos, ducha incluida" porque no desaprovechaba ni una ocasión. ¿Y qué? Bernadette Chirac seguía digna en el Elíseo, representando a su país, recibiendo los honores que una primera dama merece. Esa es la clave. Valérie no ha sido nunca primera dama. ¿Qué ha sido Valérie? Esa profunda indefinición que tantas situaciones embarazosas ha provocado en los servicios de protocolo es la clave del desastre. Los americanos se inventaron una simpática fórmula para facilitar las cosas, tan prácticos ellos: otorgaron a la amiga de Hollande el título de First Girl Friend (Primera Mejor Amiga).
François no es serio. Una boda era, en realidad, todo lo que pedía esa mujer insegura. Un papel, un título al que agarrarse en los momentos difíciles. Una muleta para asegurar el paso en los desfiles, en las visitas oficiales, en las recepciones, en las sesiones de fotos. La pobre es cierto que nunca sabía cómo ponerse ni hacia dónde ir. Sarkozy siempre le daba la mano a Carla, y eso que a ella no le hacía falta. Sarkozy estaba enamorado, era un romántico y celebró la primera boda de la historia en el Elíseo. El pueblo se lo agradeció y le concedió una tregua, al menos en su vida privada.
Una boda también permite firmar un contrato, un pacto de silencio, garantizar que no habrá filtraciones ni venganzas. Cuando no hay compromiso formal ni papeles firmados, nos exponemos a lo peor, señor Presidente. Qué imprudencia.
Cuando Hollande ganó las elecciones, un analista político me dijo: "El gran problema de Hollande va a ser Valérie. Es una mujer que, a los 50 años, sigue sin encontrarse y eso es muy peligroso".
No sabemos si la escritura le habrá servido de terapia para centrarse, pero lo que es seguro es que Valérie Trierweiler se ha desahogado en 320 páginas, ha batido récords de ventas y se ha embolsado, según dicen, medio millón de euros. Si la imagen de la Republica y de su presidente sufren las consecuencias, allá ellos...
En plenas elecciones, durante una visita de campaña fuera de París, una mujer grita a Hollande: "François, no te cases con Valérie, a nosotros no nos gusta". François, el espiritual, no sabe qué responder y estalla en una carcajada.
Valérie se queda petrificada. Pero sigue adelante con su François. Tormentas como aquella son probablemente las que han desencadenado esta tempestad. No hay nada más peligroso que una mujer herida, despechada y humillada. En el libro de Valérie Trierweiler, Gracias por ese momento, no hay secretos de Estado. Ni detalles de alcoba demasiado íntimos. No, no hay sexo. Solo gestos, anécdotas, diálogos, emociones. Trierweiler sale tan mal parada como Hollande. Ella misma se reconoce fuera de lugar, histérica, extremadamente celosa, impulsiva. Valérie es una mujer insegura que no encuentra apoyo en su pareja sino todo lo contrario.
Por el bien de Francia, sería preferible que Hollande no fuera tan torpe como presidente como lo es en su vida privada. Los que le detestan (y son muchos, porque sólo cuenta con un 13% de popularidad) se relamen de gusto a estas horas leyendo las confidencias de Valérie. Esos detalles que no hacen mas que hundir la imagen, bien deteriorada ya, de un presidente que sólo lleva dos años en el poder. Esta gota que colma el vaso de su impopularidad se la podía haber ahorrado tan fácilmente... ¿Saben cómo? Con una boda.
Nada mejor que una boda para calmar los ánimos. El pueblo se conmueve muchísimo con esas cosas y, lo quieran o no los franceses, son más tradicionales que nadie en ese sentido. Una mujer casada merece otro respeto. Danièle Miterrand soportaba la doble vida de su marido porque ella era "la oficial", la única Madame Miterrand.
Madame Chirac es, aún hoy, toda una figura política en este país, a pesar de haber sido una de las mas engañadas de la República. De Chirac se decía "Diez minutos, ducha incluida" porque no desaprovechaba ni una ocasión. ¿Y qué? Bernadette Chirac seguía digna en el Elíseo, representando a su país, recibiendo los honores que una primera dama merece. Esa es la clave. Valérie no ha sido nunca primera dama. ¿Qué ha sido Valérie? Esa profunda indefinición que tantas situaciones embarazosas ha provocado en los servicios de protocolo es la clave del desastre. Los americanos se inventaron una simpática fórmula para facilitar las cosas, tan prácticos ellos: otorgaron a la amiga de Hollande el título de First Girl Friend (Primera Mejor Amiga).
François no es serio. Una boda era, en realidad, todo lo que pedía esa mujer insegura. Un papel, un título al que agarrarse en los momentos difíciles. Una muleta para asegurar el paso en los desfiles, en las visitas oficiales, en las recepciones, en las sesiones de fotos. La pobre es cierto que nunca sabía cómo ponerse ni hacia dónde ir. Sarkozy siempre le daba la mano a Carla, y eso que a ella no le hacía falta. Sarkozy estaba enamorado, era un romántico y celebró la primera boda de la historia en el Elíseo. El pueblo se lo agradeció y le concedió una tregua, al menos en su vida privada.
Una boda también permite firmar un contrato, un pacto de silencio, garantizar que no habrá filtraciones ni venganzas. Cuando no hay compromiso formal ni papeles firmados, nos exponemos a lo peor, señor Presidente. Qué imprudencia.
Cuando Hollande ganó las elecciones, un analista político me dijo: "El gran problema de Hollande va a ser Valérie. Es una mujer que, a los 50 años, sigue sin encontrarse y eso es muy peligroso".
No sabemos si la escritura le habrá servido de terapia para centrarse, pero lo que es seguro es que Valérie Trierweiler se ha desahogado en 320 páginas, ha batido récords de ventas y se ha embolsado, según dicen, medio millón de euros. Si la imagen de la Republica y de su presidente sufren las consecuencias, allá ellos...