Hace unos días, la prensa se hacía eco de la noticia de un nuevo escritor que va camino de convertirse en superventas en USA. Se llama Pierce Brown y es el autor de una saga de ciencia ficción: Red Rising. A pesar de que el género en el que se mueve suele atraer al lector masculino, muchas de sus seguidoras son chicas. Algunas le conocen más por sus ojos claros y sus abdominales que por su destreza con las letras. Y es que Pierce se pasa el día subiendo fotos a Instagram y en alguna de ellas va con el disfraz de Mario Casas puesto.
Fuente: Instagram
Conste que a mí me da que lo de Brown es más bien involuntario, su Instagram en realidad es bastante normal. Aunque, si fuera intencionado, olé por él. La realidad es que el suyo sólo sería un caso más extravagante de lo habitual de los muchos que se dan en la era de la autopromoción del escritor en la que vivimos. Casi todos los autores vendemos nuestro trabajo en Internet; Twitter, Facebook, Instagram, Google+, GoodReads (por favor, que nadie cree otra red social más) se han convertido para nosotros en ventanas de promoción. En mi caso, las utilizo para informar de las cosas en las que estoy trabajando, los proyectos futuros, bolos y las firmas. Lo cuento con la camiseta puesta (de momento). Para el que me sigue por mi faceta profesional es interesante (trato de incluir chistes en los tuits para hacerlo también divertido), aunque para mis amigos, que lo eran antes de que me posicionara laboralmente en Internet, es un auténtico coñazo; temen el día en que saque otro libro por el bombardeo de spam que les caerá... No les guardo rencor a los que le han dado a "ocultar en la biografía", igual si estuviera en su lugar yo habría hecho lo mismo. Pero es que, para los autores que navegamos en el océano del mercado del libro, es necesaria la autopromoción.
Tal y como están las cosas en el mundo editorial, si quieres que la gente se entere de que has escrito un libro, vas a tener que contárselo tú. No porque las editoriales no quieran hacerlo -los departamentos de marketing y prensa hacen todo lo que pueden- pero sólo pueden durante los primeros meses de lanzamiento. Después tienen que pasar a otro autor y otro libro, porque en la rueda editorial sólo hay hueco para las novedades. Los comerciales de las editoriales colocan los libros que salen en las librerías durante un tiempo sin coste de devolución. Ese tiempo antes era tres meses, pero, con la crisis, cada vez se acorta más. Si la librería se lo queda pasado ese periodo, lo tiene que pagar y, con la crisis, las librerías necesitan tener líquido, no deudas.
¿Qué libros se suelen quedar las librerías? Normalmente, los que saben que van a vender seguro. Los best sellers o libros de moda que ya acumulan varias ediciones son una inversión que produce ganancias a corto plazo, que es justo lo que necesitan las librerías. De los que venden menos se quedan uno o dos ejemplares que normalmente terminan colocados de lomo en las estanterías, lo que hace difícil que se vendan por impulso del comprador. Eso de comprar por impulso es el ideal en el mercado editorial: vas a la librería, ves una montaña de una novela y, aunque no sepas nada del título, te lo compras porque si hay muchos, tiene que ser bueno. Funciona como lo de los bares de carretera en los que aparca un montón de gente porque hay un montón de coches aparcados.
De los libros que no han vendido nada el tiempo que han estado en la mesa de las novedades, cosa que ocurre más de lo que debería con títulos que no lo merecen, las librerías no suelen quedarse ninguno. Ese es el motivo de que sobre todo las grandes superficies no tengan un buen fondo de catálogo; sus cifras elevadas de ventas se basan en el negocio de las novedades.
Uno de mis tuittintentos de ganar lectores
Más artesano es lo que hacen las librerías a pie de calle. Las novedades son su sustento, aunque muchos de los libreros se leen los libros que les llegan con poco entusiasmo por parte de los comerciales (me consta que esto también lo hacen muchos libreros de grandes superficies) y, si les gustan, deciden apostar por ellos, invirtiendo. Son esos libreros los que se encargan de venderlos después de uno en uno, y muchas veces son ellos los que inician el boca a boca que convierte libros pequeños en superventas. Pero a los libreros les pasa lo mismo que a los comerciales, que las novedades les aprietan y no tienen tiempo de leer todo lo que pasa por sus manos. Además que, al igual que las grandes superficies, necesitan líquido.
Así que lo único que te queda a ti, escritor de una novela que has tardado el triple del tiempo en escribir del que ha estado en la Fnac, es dar la tabarra en Internet para despertar el interés de alguien que acabe yendo a pedírselo al librero de su barrio. No es fácil conseguir que los internautas se fijen en el tuyo entre todos los que hay por la red (y más que va a ser si se convierte en la tónica habitual lo de de quitarse la camiseta). Además, también están los de los autores superventas con K seguidores en Twitter que tratan de mantenerse arriba, porque lo que ahora se considera vender mucho en realidad no lo es tanto y todos necesitamos hacerlo más.
Y todo esto es culpa de la crisis, que se empeñan en decirnos que ya se ha pasado de moda, pero la realidad es que sigue ahí...
Total, que yo me he apuntado al gimnasio. En unos meses, cuando salga mi nuevo libro, subo a mi Instagram las fotos de mis abdominales.
Conste que a mí me da que lo de Brown es más bien involuntario, su Instagram en realidad es bastante normal. Aunque, si fuera intencionado, olé por él. La realidad es que el suyo sólo sería un caso más extravagante de lo habitual de los muchos que se dan en la era de la autopromoción del escritor en la que vivimos. Casi todos los autores vendemos nuestro trabajo en Internet; Twitter, Facebook, Instagram, Google+, GoodReads (por favor, que nadie cree otra red social más) se han convertido para nosotros en ventanas de promoción. En mi caso, las utilizo para informar de las cosas en las que estoy trabajando, los proyectos futuros, bolos y las firmas. Lo cuento con la camiseta puesta (de momento). Para el que me sigue por mi faceta profesional es interesante (trato de incluir chistes en los tuits para hacerlo también divertido), aunque para mis amigos, que lo eran antes de que me posicionara laboralmente en Internet, es un auténtico coñazo; temen el día en que saque otro libro por el bombardeo de spam que les caerá... No les guardo rencor a los que le han dado a "ocultar en la biografía", igual si estuviera en su lugar yo habría hecho lo mismo. Pero es que, para los autores que navegamos en el océano del mercado del libro, es necesaria la autopromoción.
Tal y como están las cosas en el mundo editorial, si quieres que la gente se entere de que has escrito un libro, vas a tener que contárselo tú. No porque las editoriales no quieran hacerlo -los departamentos de marketing y prensa hacen todo lo que pueden- pero sólo pueden durante los primeros meses de lanzamiento. Después tienen que pasar a otro autor y otro libro, porque en la rueda editorial sólo hay hueco para las novedades. Los comerciales de las editoriales colocan los libros que salen en las librerías durante un tiempo sin coste de devolución. Ese tiempo antes era tres meses, pero, con la crisis, cada vez se acorta más. Si la librería se lo queda pasado ese periodo, lo tiene que pagar y, con la crisis, las librerías necesitan tener líquido, no deudas.
¿Qué libros se suelen quedar las librerías? Normalmente, los que saben que van a vender seguro. Los best sellers o libros de moda que ya acumulan varias ediciones son una inversión que produce ganancias a corto plazo, que es justo lo que necesitan las librerías. De los que venden menos se quedan uno o dos ejemplares que normalmente terminan colocados de lomo en las estanterías, lo que hace difícil que se vendan por impulso del comprador. Eso de comprar por impulso es el ideal en el mercado editorial: vas a la librería, ves una montaña de una novela y, aunque no sepas nada del título, te lo compras porque si hay muchos, tiene que ser bueno. Funciona como lo de los bares de carretera en los que aparca un montón de gente porque hay un montón de coches aparcados.
De los libros que no han vendido nada el tiempo que han estado en la mesa de las novedades, cosa que ocurre más de lo que debería con títulos que no lo merecen, las librerías no suelen quedarse ninguno. Ese es el motivo de que sobre todo las grandes superficies no tengan un buen fondo de catálogo; sus cifras elevadas de ventas se basan en el negocio de las novedades.
Más artesano es lo que hacen las librerías a pie de calle. Las novedades son su sustento, aunque muchos de los libreros se leen los libros que les llegan con poco entusiasmo por parte de los comerciales (me consta que esto también lo hacen muchos libreros de grandes superficies) y, si les gustan, deciden apostar por ellos, invirtiendo. Son esos libreros los que se encargan de venderlos después de uno en uno, y muchas veces son ellos los que inician el boca a boca que convierte libros pequeños en superventas. Pero a los libreros les pasa lo mismo que a los comerciales, que las novedades les aprietan y no tienen tiempo de leer todo lo que pasa por sus manos. Además que, al igual que las grandes superficies, necesitan líquido.
Así que lo único que te queda a ti, escritor de una novela que has tardado el triple del tiempo en escribir del que ha estado en la Fnac, es dar la tabarra en Internet para despertar el interés de alguien que acabe yendo a pedírselo al librero de su barrio. No es fácil conseguir que los internautas se fijen en el tuyo entre todos los que hay por la red (y más que va a ser si se convierte en la tónica habitual lo de de quitarse la camiseta). Además, también están los de los autores superventas con K seguidores en Twitter que tratan de mantenerse arriba, porque lo que ahora se considera vender mucho en realidad no lo es tanto y todos necesitamos hacerlo más.
Y todo esto es culpa de la crisis, que se empeñan en decirnos que ya se ha pasado de moda, pero la realidad es que sigue ahí...
Total, que yo me he apuntado al gimnasio. En unos meses, cuando salga mi nuevo libro, subo a mi Instagram las fotos de mis abdominales.