Cuando empezamos a trabajar en la creación de la Fundación Mujeres por África hubo una persona que no sólo entendió el proyecto a la primera, sino que se ilusionó con él de manera tan inmediata como activa. Su apoyo, su soporte diario y continuo en la siempre complicada tarea de poner en marcha una organización de este tipo, hizo en gran medida posible el nacimiento, hará tres años el próximo febrero, de esta Fundación que hoy está de luto.
Sí, estamos de luto porque esa persona era Emilio Botín. Un hombre que enseguida nos demostró que, además de ser unánimemente reconocido como uno de los grandes nombres de la economía global, quien convirtió el Santander en uno de los primeros bancos del mundo, también era capaz de dedicar su tiempo a escuchar, a conocer y a implicarse en esta Fundación,
cuyos proyectos van dirigidos a mejorar la vida de las mujeres en África. Y eso, en el torbellino de una crisis que tenía uno de sus grandes epicentros en el sector financiero. Solía decir que las mujeres africanas poseen un gran potencial para ser agentes de cambio y desarrollo.
Y es que Emilio Botín era, sin duda, alguien fuera de lo corriente.
Él, que había puesto en marcha un impresionante programa de apoyo a más de mil universidades de todo el mundo, que estaba totalmente convencido de la importancia de apoyar a la educación superior, se entusiasmaba y enorgullecía de que el primer proyecto de Mujeres por África, Ghana Wins! contara con el apoyo directo del Santander y se desarrollara en el ámbito de la educación. Y por supuesto no dudó en viajar a Accra para participar en el lanzamiento del proyecto, que supuso también la presentación de la Fundación en el continente
africano. Y es que siempre estuvo con nosotras, siempre le sentimos a nuestro lado, codo con codo, y siempre contamos con su presencia en los grandes momentos.
Sus palabras de apoyo generoso hacia nuestro trabajo -había veces en que casi me hacían sonrojar- y ese interés constante que manifestaba por saber cómo discurría nuestro día a día constituían un acicate muy importante para mí y por supuesto, para todo mi equipo en la Fundación, y nos estimulaba y nos empujaba a desarrollar nuestros proyectos en pro de las africanas con el añadido de no defraudar a nuestro entusiasta, querido y ya añorado patrono.
Emilio Botín comprendía con su innata visión empresarial que sin contar con África al mundo no le podía ir bien, y tenía un sincero compromiso con la mejora de la vida y el progreso de los países menos favorecidos. Del mismo modo que entendía que la igualdad entre hombres y mujeres no era ningún lujo, sino un elemento vital para el desarrollo.
Por tanto no es ninguna paradoja que su hija Ana Patricia Botín sea ya su sucesora, la Presidenta del Banco Santander, uno de los bancos, repito, más grandes del mundo. Se trata sin duda de un decisión muy importante que supone el reconocimiento a una trayectoria profesional de trabajo excelente, esfuerzo constante y total compromiso en el difícil mundo todavía predominantemente masculino de las finanzas. Su elección por unanimidad
constituye en estos momentos tan tristes una buena noticia para el Banco Santander, para el mundo financiero y desde luego para el avance de las mujeres, pues, como siempre digo, cuando una mujer da un paso, avanzamos todas Por eso aprovecho para desear a Ana Patricia toda la suerte del mundo en estos momentos en los que no hay consuelo posible.
Emilio Botín va a ocupar siempre en la Fundación Mujeres por África un lugar de honor. Nos deja un valiosísimo legado de ideas innovadoras, de proyectos en ciernes, de iniciativas, de responsabilidad, de lealtad, más allá del recuerdo personal del hombre bueno, cordial y comprometido que siempre ha sido. Le llevaremos en nuestros corazones, especialmente cuando viajemos a África y vayamos cumpliendo tantos sueños compartidos en estos maravillosos tres años.
Muchas gracias, Presidente.
Sí, estamos de luto porque esa persona era Emilio Botín. Un hombre que enseguida nos demostró que, además de ser unánimemente reconocido como uno de los grandes nombres de la economía global, quien convirtió el Santander en uno de los primeros bancos del mundo, también era capaz de dedicar su tiempo a escuchar, a conocer y a implicarse en esta Fundación,
cuyos proyectos van dirigidos a mejorar la vida de las mujeres en África. Y eso, en el torbellino de una crisis que tenía uno de sus grandes epicentros en el sector financiero. Solía decir que las mujeres africanas poseen un gran potencial para ser agentes de cambio y desarrollo.
Y es que Emilio Botín era, sin duda, alguien fuera de lo corriente.
Él, que había puesto en marcha un impresionante programa de apoyo a más de mil universidades de todo el mundo, que estaba totalmente convencido de la importancia de apoyar a la educación superior, se entusiasmaba y enorgullecía de que el primer proyecto de Mujeres por África, Ghana Wins! contara con el apoyo directo del Santander y se desarrollara en el ámbito de la educación. Y por supuesto no dudó en viajar a Accra para participar en el lanzamiento del proyecto, que supuso también la presentación de la Fundación en el continente
africano. Y es que siempre estuvo con nosotras, siempre le sentimos a nuestro lado, codo con codo, y siempre contamos con su presencia en los grandes momentos.
Sus palabras de apoyo generoso hacia nuestro trabajo -había veces en que casi me hacían sonrojar- y ese interés constante que manifestaba por saber cómo discurría nuestro día a día constituían un acicate muy importante para mí y por supuesto, para todo mi equipo en la Fundación, y nos estimulaba y nos empujaba a desarrollar nuestros proyectos en pro de las africanas con el añadido de no defraudar a nuestro entusiasta, querido y ya añorado patrono.
Emilio Botín comprendía con su innata visión empresarial que sin contar con África al mundo no le podía ir bien, y tenía un sincero compromiso con la mejora de la vida y el progreso de los países menos favorecidos. Del mismo modo que entendía que la igualdad entre hombres y mujeres no era ningún lujo, sino un elemento vital para el desarrollo.
Por tanto no es ninguna paradoja que su hija Ana Patricia Botín sea ya su sucesora, la Presidenta del Banco Santander, uno de los bancos, repito, más grandes del mundo. Se trata sin duda de un decisión muy importante que supone el reconocimiento a una trayectoria profesional de trabajo excelente, esfuerzo constante y total compromiso en el difícil mundo todavía predominantemente masculino de las finanzas. Su elección por unanimidad
constituye en estos momentos tan tristes una buena noticia para el Banco Santander, para el mundo financiero y desde luego para el avance de las mujeres, pues, como siempre digo, cuando una mujer da un paso, avanzamos todas Por eso aprovecho para desear a Ana Patricia toda la suerte del mundo en estos momentos en los que no hay consuelo posible.
Emilio Botín va a ocupar siempre en la Fundación Mujeres por África un lugar de honor. Nos deja un valiosísimo legado de ideas innovadoras, de proyectos en ciernes, de iniciativas, de responsabilidad, de lealtad, más allá del recuerdo personal del hombre bueno, cordial y comprometido que siempre ha sido. Le llevaremos en nuestros corazones, especialmente cuando viajemos a África y vayamos cumpliendo tantos sueños compartidos en estos maravillosos tres años.
Muchas gracias, Presidente.