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La victoria de Escocia

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En 2007 el Scottish National Party (SNP) ganó por primera vez las elecciones al Parlamento de Escocia. Al saber que en Edimburgo había un joven catalán que hacía de asesor político del SNP, le llamé para que escribiera un libro sobre lo que estaba pasando en Escocia. "Voy muy cargado de trabajo y ahora aún más, que el SNP comenzará a gobernar" me dijo Xavier Solano. "Los cansados hacen el trabajo, que decía mi abuela, y necesitamos que nos cuentes qué pasa y qué puede pasar en Escocia", le respondí.

Yo entonces era profesor de la UB y me ofrecí a ayudarle en la redacción del libro por internet y por teléfono, desde la distancia. El libro El espejo escocés (Dèria-La Magrana), y que cuenta con un prólogo de Alex Salmond, se presentó en Barcelona en junio de 2007 (el día de la presentación conocí presencialmente a Xavier) y sirvió para hacer llegar a los catalanes un buen libro, que explica de manera comprensible el pasado y el presente de Escocia, así como su voluntad futura de autogobernarse de manera plena, controlando, entre otros, los impuestos del petróleo que ahora se lleva Londres. Cuando en 2011 el SNP obtuvo, también contra pronóstico, la mayoría absoluta, con un programa electoral donde explícitamente se hablaba de referéndum de independencia, quedó mucho más claro que los catalanes teníamos en Escocia un modelo a imitar. De hecho, sin el precedente escocés el camino catalán, ya de por sí muy complicado en el contexto español, sería todavía mucho más empinado.

Hoy hay que recordar que los británicos querían, al aceptar el referéndum escocés en 2012, provocar una derrota humillante a Alex Salmond y por eso rechazaron su propuesta de hacer tres preguntas (status quo, soberanía fiscal o independencia), ya que las encuestas entonces mostraban sólo un 20-25% de apoyo a la independencia. Alex Salmond no tuvo miedo el 2012 de aceptar el reto de hacer un referéndum con sólo dos preguntas y ahora ha forzado finalmente los partidos unionistas británicos a ofrecer "poderes fiscales", la "tercera vía" que él sabía que era un win win en Escocia (hasta un 70% de los escoceses quieren más poderes fiscales). Si ahora los ingleses incumplen sus promesas de transferir estos poderes, el SNP tendrá legitimidad en pocos años para poder volver a plantear otro referéndum. Hay que recordar que las ofertas de poderes fiscales hechas a última hora han sido diferentes entre conservadores, laboristas y liberal-demócratas (no han tenido ni tiempo de consensuarlas entre ellos) y que sólo se limitan a ceder el IRPF, sin contemplar la cesión del IVA y del impuesto de sociedades, que son los impuestos del futuro por capacidad de recaudación y facilidad de gestión.

Hoy incluso en la prensa británica se reconoce que, sea quien sea el resultado, Alex Salmond y el SNP ya han ganado y que políticamente serán más fuertes después del referéndum: aunque ganara el No, el resultado será muy ajustado y entonces comenzará la negociación de los poderes fiscales que los diferentes partidos unionistas han prometido a la desesperada, para tratar de cambiar la sensacional aceleración del Sí en las últimas semanas.

¿Por qué era previsible el vuelco electoral a favor del Sí? Se puede explicar, entre otras razones, por algo que también pasa en Cataluña en relación a Madrid: las preferencias del votante escocés medio cada día están más lejos que las preferencias del votante inglés medio. El escocés medio se siente europeísta y forman parte de su identidad las políticas sociales y el Estado del bienestar, como reflejo de una visión colectiva basada en un cierto grado de solidaridad, por eso en Escocia siempre ganaban los laboristas y ahora el SNP, que hace un discurso de centro-izquierda radical. A su vez, el inglés medio se siente cada día más euroescéptico y tiene una visión más individualista de la colectividad. Por eso en Inglaterra ganan claramente los tories con sus programas privatizadores.

En Escocia sólo un 10% de la gente vota a los tories (en Cataluña, el PP obtuvo el 9,5% de los votos en las europeas) y, por tanto, seguir formando parte del Reino Unido significa que, en el futuro, los escoceses sufrirán las políticas que emanarán del Parlamento de Westminster, donde los tories y la UKIP tendrán mayoría absoluta en el futuro. De manera similar, en Cataluña, el 90% de los catalanes prefieren políticas sociales a trenes de alta velocidad, mientras que en Madrid el PSOE y PP prefieren los AVEs al Estado del bienestar y cada día es mayor la distancia mental entre Madrid y Barcelona: seguir bajo el centralismo madrileño quiere decir que en Cataluña se imponen políticas que cada día quieren menos catalanes y eso es lo que hace que los indecisos, básicamente laboristas, se decanten en proporción 2 a 1 a favor del Sí en las encuestas.

Sir Graham Watson, presidente del partido liberal demócrata europeo, dijo en Barcelona este mes de abril en una acto electoral de CDC que "Escocia será independiente, y si no lo es ahora en el primer referéndum, lo será en el segundo referéndum". Al ser preguntado por el segundo referéndum, Watson dijo que en caso de que ahora ganara el No, sería por un margen ajustado y el debate sobre la soberanía no desaparecerá de la política escocesa y británica. Y en el horizonte del 2015 está el referéndum británico para salir o seguir en la UE, del que puede salir el siguiente resultado: Inglaterra vota salir, Escocia vota quedarse y Gran Bretaña como conjunto vota salir: eso de facto reforzaría la demanda de un segundo referéndum soberanista, en la línea de un alejamiento de preferencias electorales de los ciudadanos ingleses y escoceses creciendo, aunque más grande de lo que hemos descrito antes. En este sentido, la victoria en Inglaterra del partido UKIP en las últimas elecciones europeas simplifica el debate soberanista escocés: si los ingleses ya han votado por un partido independentista (de la UE en este caso), ¿por qué los escoceses no deberían votar también por ser independientes?

Hoy, a pocos días del referéndum se puede afirmar que Escocia, sea cual sea el resultado, ya ha ganado: ha ganado su reconocimiento como nación internacionalmente y eso, en Cataluña, no parecía nada claro hasta hace pocas semanas. En este sentido, yo no estaba equivocado en la campaña electoral de las últimas elecciones europeas cuando, cada día en los mítines y en las entrevistas, hablaba largamente de Escocia y del precedente de radicalidad democrática que creaba dentro de la UE. De hecho, tenía noticias, entre otros por medio del eurodiputado escocés del SNP Alyn Smith (con quien hemos organizado conferencias juntos en el Parlamento Europeo sobre soberanía fiscal), de la gran campaña participativa, constructiva y festiva, que el Sí estaba haciendo.

Incluso el diario Financial Times reconoce que ha sido una campaña mucho mejor que la del No y que ahora los unionistas actúan a la desesperada, con amenazas y chantajes que reconocen su derrota de fondo: tal como le preguntaron a Alistair Darling en el segundo debate con Alex Salmond, que éste ganó claramente según las encuestas incluso de los diarios ingleses, si ahora ya estamos juntos "como es que no estamos better together ahora?".
El jueves estaré en Edimburgo para celebrar que Escocia ya ha ganado, sea cual sea el resultado. El espejo escocés ya habrá hecho su trabajo de reflejar verdaderamente el ansia de libertad de los catalanes.

¡Y si gana el Sí mi alegría será completa! Caerían todas las mentiras que nos ha tirado Madrid contra los catalanes, sobre expulsiones eternas de la UE y de la comunidad internacional. Sólo por eso, por calidad e higiene democrática, ya debería ganar el Sí. Así sea.

Este artículo fue publicado inicialmente en catalán en el blog del autor

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