Las viñetas que acompañan este artículo forman parte de la reciente edición en castellano (en librerías desde hace algunas semanas) de mi primer cómic, escrito originalmente en catalán y publicado en marzo 2009 bajo el título Fills dels 80, La Generació Bombolla.
Perfilé la idea argumental del cómic durante los últimos meses de 2008, coincidiendo con la caída de Lehman Brothers y la activación de todas las alarmas mediáticas e institucionales, avisando de una inminente crisis de proporciones épicas en todo Occidente. Y decidí que mi aportación iba a ser un relato de aquel ambiente de pánico desde la óptica de los jóvenes, los que en aquel momento contábamos con entre 20 y 30 años. Es decir, los nacidos en la década de los 80.
La percepción de los jóvenes de entonces, sin embargo, no era la de una recesión económica que cerrara bruscamente una etapa de esplendor y bonanza generalizada. Nada más lejos. Los años de burbuja inmobiliaria habían representado un calvario de creciente precariedad laboral y recrudecimiento de las condiciones para emanciparnos a una edad razonable. La edad con la que nuestros padres habían podido acceder a vivienda en propiedad y a trabajos estables fue bastante razonable, pero nuestro calendario para emanciparnos y ser autosuficientes se aplazaba indefinidamente y erosionaba nuestra autoestima, mientras nos caían acusaciones de generación parásita y acomodada.
Es cierto que la adolescencia y juventud de nuestros padres tampoco fue fácil: ellos sufrieron dentro de casa la áspera disciplina de nuestros abuelos, a la vieja usanza. Pero ahí fuera les esperaba un mundo que presentaba multitud de oportunidades y que premiaba a aquellos que trabajaran duro.
Nuestro caso fue exactamente al revés: fuimos la generación más consentida y mimada dentro de casa, pero al otro lado de la puerta el mundo era hostil, poco prometedor y notablamente desinteresado por conocer aquello que los jóvenes podíamos aportar.
Así, los hijos de los 80 crecimos inseguros y ensimismados, refugiados en la nostalgia de una infancia idílica (y todo aquello que la rodeaba: series de televisión, ropa, música, cine...) y entregados al hedonismo low cost, el que ofrecía una industria del ocio de bajos precios a costa de contratarnos a nosotros mismos como camareros, periodistas, diseñadores, actores, cantantes, etc... por cuatro duros. Había nacido la cultura hipster. Una cultura enamorada del pasado, cínica ante el futuro y que pregonaba exprimir el presente... "como si no hubiera un mañana".
Es este contexto de transición, de Guatemala (burbuja) a Guatepeor (Crisis), en el que surge dicho cómic, que pretende relatar el momento de forma divertida y sin más pretensiones que las de divertir al lector echando mano de cierto catastrofismo paródico. Y digo paródico porque aún no se atisbaba el catastrofismo real al que llegaríamos en los siguientes años.
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Espero que os guste.