No paramos de hablar de los drones que tiene Estados Unidos, y cómo los utiliza. También nos han llamado la atención los que ha utilizado Israel en la última guerra en Gaza. Pero estas aeronaves sin piloto se están generalizando entre la mayoría de fuerzas armadas del mundo, y la República Popular de China no iba a ser diferente al tener un ejército que se moderniza a un ritmo elevado.
La cuestión es que los drones de China no han despertado hasta el momento tanta atención como los de Estados Unidos con sus letales operaciones en Pakistán, Yemen o Irak. La República Popular cuenta con decenas de modelos (es difícil de precisar por la opacidad de Beijing en estos temas), como por ejemplo el Wing Loong, o el Li Jian-Dark Sword que es invisible al radar.
Esta falta de atención seguramente se deba a que las Fuerzas Armadas chinas no los han utilizado en acciones tan ofensivas. Pero la voluntad existe. Beijing reconoció en 2013 que había barajado el uso de estas aeronaves para matar a un narcotraficante en Myanmar que había asesinado a 13 marineros chinos; finalmente optaron por detenerlo.
El canal estatal China Central Television anunció la participación de drones del país en maniobras de la Organización para la Cooperación de Shanghai.
Uno de los principales usos que está haciendo China de sus drones es el de la vigilancia en zonas conflictivas. Por ejemplo, en las islas Senkaku/Diaoyu Japón ha denunciado en diversas ocasiones que aparatos no tripulados han violado su espacio aéreo. Mientras que en la conflictiva región de Xinjiang se han desplegado para apoyar a las unidades militares que persiguen a los terroristas uigures (según la propia versión de Beijing), aunque los activistas de esta etnia han denunciado que estos aparatos incrementan la vigilancia sobre ciudadanos que no tienen nada que ver con actividades violentas.
No todo son usos militares. Como sucede en otros países, China también utiliza drones para luchar contra la contaminación o para observación de zonas de su costa por parte de agencias marítimas.
Es complicado detallar las cifras ante el hermetismo que practica el Gobierno sobre cuestiones militares. Pero Jane's Information Group ha situado a China, Japón e India como los tres principales inversores en drones en Asia para los próximos años. De igual manera, la consultora Frost and Sullivan cifra que en 2017 la región invertirá unos 1.700 millones de dólares en este tipo de vehículos.
A finales del año pasado China probó con éxito su primer drone invisible al radar.
Tampoco hay que perder de vista el papel de China como exportador de drones. La firma especializada en análisis de mercados, Forecast International, apunta a que la empresa estatal china, Aviation Industry Corporation of China (AVIC), será el principal productor mundial en 2023, con un volumen equivalente a unos 5.760 millones de dólares.
Además, los modelos de drones chinos son más económicos que los estadounidenses. Por ejemplo, cada aparato de los conocidos Predator tiene un coste de 4,5 millones de dólares, mientras que China asegura que sus modelos cuestan un millón con capacidades similares. En cualquier caso, ya han tenido lugar los primeros movimiento de la industria armamentística de Beijing en este campo. Arabia Saudí ha adquirido el modelo Wing Loong, aunque ninguno de los dos países ha dado detalles sobre el número de unidades compradas o el coste total.
¿Se puede hablar de una carrera armamentística de drones en Asia? Las fuertes inversiones pueden hacerlo pensar. Foreign Policy ya lo advirtió hace un año; y Japón ha anunciado que el próximo año desplegará el Global Hawk de fabricación estadounidense. Además, Tokyo también ha permitido que aparatos no tripulados de EEUU operen desde su territorio.
La cuestión es que los drones de China no han despertado hasta el momento tanta atención como los de Estados Unidos con sus letales operaciones en Pakistán, Yemen o Irak. La República Popular cuenta con decenas de modelos (es difícil de precisar por la opacidad de Beijing en estos temas), como por ejemplo el Wing Loong, o el Li Jian-Dark Sword que es invisible al radar.
Esta falta de atención seguramente se deba a que las Fuerzas Armadas chinas no los han utilizado en acciones tan ofensivas. Pero la voluntad existe. Beijing reconoció en 2013 que había barajado el uso de estas aeronaves para matar a un narcotraficante en Myanmar que había asesinado a 13 marineros chinos; finalmente optaron por detenerlo.
El canal estatal China Central Television anunció la participación de drones del país en maniobras de la Organización para la Cooperación de Shanghai.
Uno de los principales usos que está haciendo China de sus drones es el de la vigilancia en zonas conflictivas. Por ejemplo, en las islas Senkaku/Diaoyu Japón ha denunciado en diversas ocasiones que aparatos no tripulados han violado su espacio aéreo. Mientras que en la conflictiva región de Xinjiang se han desplegado para apoyar a las unidades militares que persiguen a los terroristas uigures (según la propia versión de Beijing), aunque los activistas de esta etnia han denunciado que estos aparatos incrementan la vigilancia sobre ciudadanos que no tienen nada que ver con actividades violentas.
No todo son usos militares. Como sucede en otros países, China también utiliza drones para luchar contra la contaminación o para observación de zonas de su costa por parte de agencias marítimas.
Es complicado detallar las cifras ante el hermetismo que practica el Gobierno sobre cuestiones militares. Pero Jane's Information Group ha situado a China, Japón e India como los tres principales inversores en drones en Asia para los próximos años. De igual manera, la consultora Frost and Sullivan cifra que en 2017 la región invertirá unos 1.700 millones de dólares en este tipo de vehículos.
A finales del año pasado China probó con éxito su primer drone invisible al radar.
Tampoco hay que perder de vista el papel de China como exportador de drones. La firma especializada en análisis de mercados, Forecast International, apunta a que la empresa estatal china, Aviation Industry Corporation of China (AVIC), será el principal productor mundial en 2023, con un volumen equivalente a unos 5.760 millones de dólares.
Además, los modelos de drones chinos son más económicos que los estadounidenses. Por ejemplo, cada aparato de los conocidos Predator tiene un coste de 4,5 millones de dólares, mientras que China asegura que sus modelos cuestan un millón con capacidades similares. En cualquier caso, ya han tenido lugar los primeros movimiento de la industria armamentística de Beijing en este campo. Arabia Saudí ha adquirido el modelo Wing Loong, aunque ninguno de los dos países ha dado detalles sobre el número de unidades compradas o el coste total.
¿Se puede hablar de una carrera armamentística de drones en Asia? Las fuertes inversiones pueden hacerlo pensar. Foreign Policy ya lo advirtió hace un año; y Japón ha anunciado que el próximo año desplegará el Global Hawk de fabricación estadounidense. Además, Tokyo también ha permitido que aparatos no tripulados de EEUU operen desde su territorio.