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La gran coalición, cociéndose a fuego lento

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El 18 Brumario de Luis Bonaparte es la excelsa obra de Karl Marx, en la que el autor alemán relató la ascensión de Luis Napoleón Bonaparte al poder imperial en la Francia de 1852. En este libro, Marx escribió la siguiente frase, que ha pasado a formar parte hoy en día de las grandes citas de la historia del pensamiento:

"Al demonizar como socialista lo que antes celebraba como liberal, la burguesía estaba en realidad confesando que su propio interés le fuerza a obviar el peligro de gobernarse a sí misma"

Marx pretendía denunciar, en el Brumario, que partidos políticos que representaban por entonces a la pequeña burguesía (los partidos socialdemócratas, o social-liberales, podríamos decir hoy en día) se hubieran puesto en manos de Luis Bonaparte y, a cambio de que se preservaran sus privilegios, aquellos permitieran la ascensión al poder de este último como Napoleón III. Existen muchas diferencias entre esa época y esta, desde luego. Pero ningún paralelismo es perfecto, y por tanto, lo que ocurrió entonces puede servirnos de aviso de lo que podría ocurrir ahora; como decía el propio Marx, "la historia se repite: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa". Dejando a un lado, por tanto, las circunstancias concretas que se vivieron en esa época y las de ahora, lo que voy a tratar de argumentar es que se está cociendo, a fuego lento, un pacto entre el PSOE y el PP para formar una gran coalición tras las elecciones generales de 2015.

Pedro Sánchez ha dicho en muchas ocasiones que no pactará con Podemos. También ha dicho que no pactará con el PP. El problema es que estas dos afirmaciones no pueden ser verdad al mismo tiempo. A la vista de las encuestas que se vienen publicando desde hace unos meses, y como ya he señalado en otras páginas, Podemos seguramente superará al PSOE en las elecciones generales de 2015. El Partido Socialista se convertirá pues en tercera fuerza política del país. Por tanto, de materializarse estas encuestas, el PSOE se verá obligado a pactar, si quiere formar Gobierno, con otras fuerzas políticas. Naturalmente, en esta tesitura, o pacta con el PP o pacta con Podemos. Las apelaciones a la responsabilidad y a la gobernabilidad del país (y la necesidad de volver al Gobierno), junto con el ejemplo alemán de la Grosse Koalition, harán imposible que el PSOE simplemente no pacte con nadie.

Teniendo en cuenta lo anterior, las cosas podrían haber ocurrido de la siguiente manera. En la primera reunión que mantuvieron Rajoy y Sánchez, tras la elección de este último como Secretario General del PSOE, Rajoy le habría mostrado a Sánchez las encuestas que Arriola le prepara. A la vista de estas encuestas, Rajoy le habría dicho a Sánchez "conmigo o con Podemos" ante lo que Pedro Sánchez le habría dicho "contigo, pero dame argumentos para hacer posible una Gran Coalición".

Maravillado me quedo de la candidez de muchos de nuestros analistas políticos cuando dicen que en realidad lo que ha pasado es que las encuestas se le han puesto al PP "cuesta arriba" con el tema de la ley del aborto. Esta afirmación no resiste un mínimo contraste con los datos. Antes de que el PP comenzara su cruzada antiabortista, no había ninguna demanda mayoritaria, ni por parte de la sociedad, ni por parte de los votantes del PP, para reformar la ley de 2010 del aborto (ver encuesta aquí). Durante la tramitación de la ley, esa demanda tampoco emergió, y los números se mantuvieron más o menos estables (ver encuesta aquí). Y al final del proceso, cuando el PP decidió retirar el proyecto, las cosas estaban más o menos igual que al principio del mismo, aunque es verdad que quizá había crecido el número de aquellos que estaban en contra, tanto en la sociedad en general como en el PP (ver encuesta aquí). Las encuestas no han jugado ningún papel en este tema, por tanto. Nunca reflejaron un estado de opinión favorable al endurecimiento de la ley del aborto. Por tanto, el PP sabía de antemano que perdería el centro de su electorado si se metía en esta cuestión. Si lo hizo, fue por su carpetovetónica arrogancia, sus convicciones ideológicas y por la insistencia de Gallardón. Pero todos sabían en el PP que se trataba de una batalla perdida. Si ahora se han salido de este embrollo, no es por las encuestas, como digo, estables a lo largo de todo este proceso. Ha sido porque el PP tiene que crear una pista en la que la Gran Coalición (GC) pueda aterrizar. Con la ley Gallardón del aborto, imposible la GC. Sin ella, todo se facilita mucho más.

Lo previsible sería ver cómo a partir de ahora, otras medidas, fuertemente contestadas por los votantes del PSOE, pero que quizá no tengan tanto respaldo entre los votantes del PP, van cayendo también. Se trata de medidas en el ámbito social, nunca en el ámbito de política económica, puesto que ahí los dos partidos políticos están de acuerdo. Y todo ello, con el mismo propósito: hacer más presentable al electorado socialista una futura GC.

¿Cuál sería el programa de Gobierno de esta GC? La reforma de la Constitución, claro está. Para el PP, estar con el PSOE le viene bien para hacer algo que sin él no podría. Por su parte, al PSOE le viene bien que ése sea el plato fuerte del programa de la GC, porque sin ese punto no se podría justificar una alianza con el PP, o lo que es lo mismo, estar en el Gobierno ocupando cargos ministeriales.

El imperio napoleónico se acabó derrumbando, y posteriormente, tras muchas vicisitudes, se alumbró la Francia republicana que hoy conocemos. Pero Luis Napoleón fue Napoleón III durante aproximadamente dos décadas. Su jugada tuvo mucho éxito, como al propio Marx no le quedó más remedio que reconocer tiempo después de la publicación del Brumario.

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