Tengo una amiga, una brillante cirujana, que tiene dos hijos criados a golpe de pantallas varias. Nunca tuvieron limitación horaria ni control parental, en pos de la libertad. Siempre se jactó de su habilidad para los videojuegos, seguro que sorprendente, y sus ocurrencias tecnológicas, seguro que sorprendentes también.
El mayor tiene 10 años y, desde hace cuatro, tiene amigos que ha hecho a través de los juegos online, una de ellas veinteañera. No saben cómo son físicamente, nunca se han visto y probablemente nunca lo hagan, no tienen idea de si mueven el cuerpo con algún tic o si les gusta el chocolate o si andan enamorando, solo chatean sobre el juego en cuestión. Lo pasan bien, cada uno al otro lado del mando de plástico y de la pantalla. Su hermano menor defiende que un amigo no tiene por qué ser un humano, que es igual de válida la amistad con un robot. Lo sé porque mi amiga lo cuenta como ejemplo de su tolerancia a la elección de compañeros de sus hijos.
Estos chicos con 'niñera plana' me parecen un caso tan extremo como sintomático de lo que ocurre hoy en la mayoría de nuestras casas
Estos chicos con 'niñera plana' me parecen un caso tan extremo como sintomático de lo que ocurre hoy en la mayoría de nuestras casas. Cada vez más, estimulamos en mayor medida la parte intelectual, mejor con tecnología de por medio que es más adictiva y, por lo tanto, capaz de sustituirnos durante horas en nuestro agotador, y muchas veces ingrato, papel de educadores.
Tenemos una sociedad de niños cada vez más despiertos, intelectualmente más rápidos y, en inversa proporción, cada vez menos conectados a su emoción, más eficientes para la resolución de problemas abstractos y con menor tolerancia a la frustración, con visión más aguda del exterior y menos empatía, menos compasión...
Relacionarnos con nuestro interior de manera cordial es una carrera de fondo
Y yo me pregunto ¿si cada vez somos más conscientes de que la felicidad parte de lo que tenemos dentro, de la gestión de nuestras emociones, en gran medida producidas a raíz de la relación con otras personas; de estar un rato tranquilos y entendernos o, al menos, aceptarnos... cómo es que lo que les fomentamos y celebramos a nuestros hijos es justo lo contrario, la vida únicamente hacia afuera y solo desde la cabeza?
Relacionarnos con nuestro interior de manera cordial es una carrera de fondo; la coherencia entre el pensar, el sentir y el hacer una aspiración que logramos, con suerte por épocas, una vez hemos caminado un buen rato por la vida. Si en el momento de apuntalar los cimientos nos pasamos las horas sin relacionarnos ni con nosotros ni con nuestros semejantes, desde el corazón, desde nuestro Ser, truncamos el aprendizaje desde el comienzo.
Ya que estamos con la reflexión, también podemos hacer una revisión de nuestras prioridades expresadas a través del lenguaje
Ya que hemos avanzado como sociedad y tenemos el mindfulness y el yoga como nuestro faro en la niebla ¿no es el momento de revisar qué es lo que priorizamos en la educación de nuestros hijos? ¿Qué mensajes les damos con nuestras exigencias? ¿En qué delegamos el tiempo que debería ser compartido?
Ya que estamos con la reflexión, también podemos hacer una revisión de nuestras prioridades expresadas a través del lenguaje. Mi amiga, que es verdaderamente brillante y excelente cirujana, no es amiga mía por ninguno de esos dos atributos, sino por su generosidad, con su tiempo y su calor, porque me hace sentir cuidada y segura con su afán de servicio y por lo divertida e ingeniosa que resulta siempre. A partir de ahora la presentaré así.