Me encanta pasearme por los mercados para ver los puestos, y depende del tiempo libre que tenga, me limito al que tengo más cerca, que es el de la calle Ibiza, o me acerco al reformado Torrijos, al de Chamartín, al de La Paz, San Miguel, San Antón o al de Moncloa. Hoy el elegido es el mercado de Ibiza, el puesto de verduras me avisa que la coliflor, el brócoli y el espectacular romanesco (también llamado romanescu) ya han llegado. ¡Es su temporada!
Me paro y hago un ejercicio de responsabilidad y recuerdo todas sus propiedades benefactoras para la salud de los míos y de la mía propia. Me llama la atención cómo desde hace un tiempo se aclama la virtud del brócoli como anticancerígeno, que ojalá sea verdad. Es un aliciente más y eso que siempre me ha echado para atrás el olor que desprenden y más cuando se cuecen, ¡pero hay que comerlas! Es de las verduras que menos aparecen en las cartas de los restaurantes y, si lo hacen, es de una forma casi simbólica.
Este sentimiento es más común de lo que parece con estas flores de otoño, pero he procurado enmascararlas y conseguir que en casa las tomen, con éxito. Lo más adecuado sería cocerlas al vapor y tomarlas con un breve chorrito de aceite de oliva virgen extra, pero así no se las comen en mi casa. Así que mis opciones son tres; la primera, los ramitos envueltos en tempura (se vende ya la harina preparada para hacerla en casa) y que el único inconveniente que tiene, además del aporte de calorías, es que hay que hacerlo en el momento de servir. La segunda, más dietética, son ramitos cocidos al vapor y con salsa de yogur, que hago mezclando dos yogures naturales con pepinillos en vinagre muy picaditos, un diente de ajo pequeño prensado, sal y una cucharadita de cilantro fresco picadito. Y la tercera, una crema de flores de otoño caliente, que es estupenda tanto para diario como para un día especial, ya que el crujiente de queso le aporta una presentación más llamativa. Os doy la receta a continuación.
Crema de flores de otoño para cuatro personas: tritura 600 g. de flores de otoño previamente cocidas hasta que quede un puré muy fino. (Antes de triturar separa cuatro miniramitos de coliflor). Agrega un cazo de agua (o si tienes , lo mejor es caldo de ave) y mezcla bien. Vierte tres cucharadas de aceite de oliva virgen extra y rectifica el punto de sal, añade una pizca de pimienta negra y tres cucharadas colmadas de queso de crema light. Para calentar antes de servir, hazlo a fuego suave y remueve de vez en cuando. Crujiente de queso: calienta el horno a 150ºC. Cubre la bandeja del horno con un pliego de papel especial de horno. Coloca cuatro montoncitos de queso rallado, separados unos de otros y extiéndelos con la mano. Coloca encima otro pliego de papel de horno y presiona con la palma de la mano los montoncitos de queso para que se adhiera bien. Hornea unos diez minutos. Vigílalos, porque en un segundo se han quemado. Separa en caliente los crujientes de queso. Reserva.
Sirve la crema caliente en cuatro tazas de consomé y coloca encima un crujiente de queso y un miniramito de coliflor cocida. Una sugerencia: junto a las flores de otoño cocidas, tritura ocho espárragos trigueros previamente cocidos, la combinación es muy acertada.
Tengo que confesar que esta crema me la inventé cuando un día, el año pasado, cocí al vapor coliflor y romanesco para preparar tempura y me sobró bastante cantidad: así nació esta crema. Si no es mucha cantidad, la completarás añadiendo puerro (la parte blanca) picado y rehogado en un poquito de aceite y patatas peladas y cortadas en trozos. Cueces los dos ingredientes vertiendo agua hasta cubrirlos. Una vez cocidos, agregas los ramitos cocidos que tengas, trituras todo y rectificas el punto de sal y espolvoreas una pizca de pimienta negra. Antes de servir, vierte un chorrito de aceite de oliva virgen extra.
Finalmente, decir que el crujiente de queso es para revestir a estas flores de otoño con un poco de glamour o vestirla de feria, con peineta. ¡Espero que os guste!
Me paro y hago un ejercicio de responsabilidad y recuerdo todas sus propiedades benefactoras para la salud de los míos y de la mía propia. Me llama la atención cómo desde hace un tiempo se aclama la virtud del brócoli como anticancerígeno, que ojalá sea verdad. Es un aliciente más y eso que siempre me ha echado para atrás el olor que desprenden y más cuando se cuecen, ¡pero hay que comerlas! Es de las verduras que menos aparecen en las cartas de los restaurantes y, si lo hacen, es de una forma casi simbólica.
Este sentimiento es más común de lo que parece con estas flores de otoño, pero he procurado enmascararlas y conseguir que en casa las tomen, con éxito. Lo más adecuado sería cocerlas al vapor y tomarlas con un breve chorrito de aceite de oliva virgen extra, pero así no se las comen en mi casa. Así que mis opciones son tres; la primera, los ramitos envueltos en tempura (se vende ya la harina preparada para hacerla en casa) y que el único inconveniente que tiene, además del aporte de calorías, es que hay que hacerlo en el momento de servir. La segunda, más dietética, son ramitos cocidos al vapor y con salsa de yogur, que hago mezclando dos yogures naturales con pepinillos en vinagre muy picaditos, un diente de ajo pequeño prensado, sal y una cucharadita de cilantro fresco picadito. Y la tercera, una crema de flores de otoño caliente, que es estupenda tanto para diario como para un día especial, ya que el crujiente de queso le aporta una presentación más llamativa. Os doy la receta a continuación.
Crema de flores de otoño para cuatro personas: tritura 600 g. de flores de otoño previamente cocidas hasta que quede un puré muy fino. (Antes de triturar separa cuatro miniramitos de coliflor). Agrega un cazo de agua (o si tienes , lo mejor es caldo de ave) y mezcla bien. Vierte tres cucharadas de aceite de oliva virgen extra y rectifica el punto de sal, añade una pizca de pimienta negra y tres cucharadas colmadas de queso de crema light. Para calentar antes de servir, hazlo a fuego suave y remueve de vez en cuando. Crujiente de queso: calienta el horno a 150ºC. Cubre la bandeja del horno con un pliego de papel especial de horno. Coloca cuatro montoncitos de queso rallado, separados unos de otros y extiéndelos con la mano. Coloca encima otro pliego de papel de horno y presiona con la palma de la mano los montoncitos de queso para que se adhiera bien. Hornea unos diez minutos. Vigílalos, porque en un segundo se han quemado. Separa en caliente los crujientes de queso. Reserva.
Sirve la crema caliente en cuatro tazas de consomé y coloca encima un crujiente de queso y un miniramito de coliflor cocida. Una sugerencia: junto a las flores de otoño cocidas, tritura ocho espárragos trigueros previamente cocidos, la combinación es muy acertada.
Tengo que confesar que esta crema me la inventé cuando un día, el año pasado, cocí al vapor coliflor y romanesco para preparar tempura y me sobró bastante cantidad: así nació esta crema. Si no es mucha cantidad, la completarás añadiendo puerro (la parte blanca) picado y rehogado en un poquito de aceite y patatas peladas y cortadas en trozos. Cueces los dos ingredientes vertiendo agua hasta cubrirlos. Una vez cocidos, agregas los ramitos cocidos que tengas, trituras todo y rectificas el punto de sal y espolvoreas una pizca de pimienta negra. Antes de servir, vierte un chorrito de aceite de oliva virgen extra.
Finalmente, decir que el crujiente de queso es para revestir a estas flores de otoño con un poco de glamour o vestirla de feria, con peineta. ¡Espero que os guste!