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Comentarios online: ¿compartir o pervertir conocimiento?

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La controversia está planteada desde hace tiempo con la explosión de comentarios online que algunos lectores hacen en las publicaciones digitales, sobre todo cuando se trata de trolls, que es como se denomina en el mundo de internet a la inserción de mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de contexto en una comunidad o foro en línea.

La polémica está servida, ya que hay fervientes defensores de estas formas de comunicación 2.0. Sin embargo, otros consideran que, en realidad, salvo en casos muy concretos, aportan poco y confían en que sea una moda pasajera, producto del frenesí mensajero que nos invade de la mano compulsiva de las tecnologías de la comunicación. La mayoría de publicaciones online realizan un filtrado previo, pero aún así, el problema subsiste en otras facetas: complica y encarece la gestión de contenidos, y aquellos comentarios o mensajes que no son publicados, se vuelven en contra de la publicación, ya que sus emisores se sienten censurados y con bastante probabilidad dejan de ser usuarios o lectores de la web o blog en cuestión.

Profesores de comunicación científica de la Universidad de Wisconsin (Madison, EE.UU.) han realizado un estudio sobre el tema y han llegado a la siguiente conclusión:

"La comunicación en línea y la discusión de temas nuevos como las tecnologías emergentes tienen el potencial de enriquecer la deliberación pública. Sin embargo, los resultados demuestran que la descortesía o incivismo en línea pueden impedir este objetivo democrático. De la misma forma que argumentos insultantes en debates políticos de televisión pueden polarizar las opiniones del público, comentarios fuera de tono y sin control en un blog pueden mediatizar en exceso la forma de interpretar los contenidos por parte de usuarios que modifican sus criterios al procesar heurísticamente la información que encuentran. Estos efectos de usuario-a-usuario sobre sus percepciones relacionadas con tecnologías emergentes corren el peligro de convertirse en muy perturbadoras para expertos científicos y comunicadores que confían y practican una información correcta para una ulterior aceptación pública de estas tecnologías. Los efectos de estos debates directos y abiertos en línea pueden ser aún más perjudiciales para polémicas científicas bien conocidas como 'evolución vs diseño inteligente' o 'cambio climático'. Investigaciones futuras deben explorar más en profundidad esta casuística para poder alcanzar una mejor comprensión de cómo se forman las percepciones públicas de riesgo en asuntos políticos o científicos polémicos en el contexto de los comentarios generados por los usuarios en línea."


Dos de las autoras del estudio publicaron This Story Stinks, un artículo de opinión en The New York Times, en el que resumían de esta forma su análisis sobre "el efecto perverso" de los comentarios de los lectores en línea:

"En un principio, los dioses de la tecnología crearon internet y se dieron cuenta de que era bueno con un ilimitado potencial para el debate razonado y un intercambio reflexivo de ideas; un puente para dar una nueva luz a conversaciones que podían superar fronteras geográficas, sociales, culturales, ideológicas y económicas, y que normalmente nos separan en la vida corriente, pero... luego alguien inventó los comentarios de los lectores y perdimos el paraíso". El efecto perverso no es sólo la polarización que se plantea en torno a estos comentarios, sino que inducen un cambio de interpretación de la noticia de la que inicialmente se trata y distorsionan el mensaje final que se da".


Hace un año, en septiembre 2013, Suzanne LaBarre, redactora jefa de la edición digital de la publicación decana de divulgación científica de Estados Unidos, Popular Science, anunciaba que la revista había decidido cortar la posibilidad de que los lectores realizaran comentarios en línea ya que aspiraba a continuar la larga - ¡larguísima: 142 años! - tradición de la revista de promover el debate intelectual en torno al conocimiento científico. LaBarre consideraba que los comentarios en línea indiscriminados de los lectores desvirtúan el contenido y tergiversan la información. La redactora jefa avalaba su decisión - "Why We're Shutting Off Our Comments" - precisamente, en el estudio citado. Además, utilizaba otros argumentos, entre ellos, que Popular Science no se podía permitir contratar a moderadores de los comentarios de sus artículos. Otros editores, sin embargo, opinan lo contrario, pero defendiendo el filtrado previo. No cabe duda de que el discurso poco cívico es negativo para la comunicación, en este caso, de las ciencias, pero no hay duda de que los comentarios pueden ser muy valiosos, ya que a veces identifican errores o interpretaciones alternativas de los hechos y las hipótesis presentados en un determinado artículo.

La psicóloga de la Universidad de Columbia María Konnikova intervino en la polémica con un artículo publicado en The New Yorker en el que argumentaba, entre otras cosas los siguientes aspectos:

"Si bien es tentador culpar a internet, la retórica incendiaria ha sido durante mucho tiempo uno de los pilares del discurso público. Cicerón, para poner un ejemplo, llamó abiertamente a Marco Antonio 'prostituta pública'... Entonces, ¿qué ha cambiado con la llegada de los comentarios en línea? El anonimato, principalmente. De acuerdo con una encuesta de Pew Research, un cuarto de los usuarios de internet han publicado comentarios de manera anónima. A medida que la edad de un usuario disminuye, aumenta su renuencia a vincular un nombre real con una identidad en línea; el 40 por ciento de las personas comprendidas entre los 18 a 29 años de edad han publicado bajo el anonimato."

(...)

"Una de las críticas más comunes que se hace a los comentarios en línea señala la desconexión existente entre la identidad del comentarista y lo que está diciendo, un fenómeno que el psicólogo John Suler llamó el 'efecto de desinhibición en línea'. La teoría dice que en el momento en que pierdes tu identidad, las limitaciones en tu comportamiento habitual también desaparecen. Basta recordar el famoso chiste de Peter Steiner de 1993, en el que un perro sentado ante un ordenador le dice a otro: 'no te preocupes, en internet nadie sabe que eres un perro'. Por otra parte, el anonimato también ha demostrado estimular la participación. Al promover un mayor sentido de identidad de la comunidad, los usuarios dejan de preocuparse por su postura individual. El anonimato también puede aumentar un cierto tipo de pensamiento creativo y dar lugar a mejoras en la resolución de problemas. En un estudio que evaluó el aprendizaje de los estudiantes, los psicólogos Ina Blau y Avner Caspi encontraron que, mientras que las interacciones cara a cara tienden a proporcionar una mayor satisfacción, en ambientes anónimos, la participación y la toma de riesgos florecen."

(...)

"Lo que el estudio de la Universidad de Wisconsin-Madison puede mostrar en última instancia no es el poder negativo de un comentario en sí mismo, sino más bien, el efecto acumulativo de una gran cantidad de positivismo o negativismo en un solo lugar, una conclusión de que es mucho menos llamativa. Uno de los controles más importantes de nuestro comportamiento es el de las normas establecidas dentro de una comunidad determinada. En su mayor parte, actuamos en consonancia con el espacio y la situación. El mismo fenómeno puede entrar en juego en los diferentes foros en línea, en donde el tono de los comentarios existentes y la propia publicación pueden marcar el ritmo de la mayoría de las interacciones posteriores. (...) La pregunta es si en lugar de las personas inteligentes y educadas, serán los trolls y los incendiarios quienes tendrán influencia en sus comentarios. La respuesta parece ser que, incluso estando protegido por la sombra del anonimato, un perro será delatado por sus ladridos. Entonces, consecuentemente, será tratado como se merece."


El debate sigue planteado en un mundo en el que la conexión y la posibilidad de interacción permanente se han convertido en uno de los aparentes grandes valores de la sociedad tecnologizada... Como señala el ensayista, crítico e historiador Jonathan Crary en su libro más reciente (24/7: Late Capitalism and the Ends of Sleep):

"Los medios y la sociedad high tech nos infieren que estar conectado es excelente. Es un prejuicio sin duda vinculado a la deformación del lenguaje: la 'conexión' digital tiene menos que ver con las relaciones humanas y más con un uso compulsivo de las plataformas y los servicios de comunicación donde las relaciones se reducen a operaciones reiterativas y homogéneas impulsadas por la incitación a la autopromoción. Algo similar ocurre con la desnaturalización del concepto de 'compartir', que se ha convertido en poner a toda costa en línea contenidos prefabricados e intencionados que anulan la consciencia de sí mismo, indispensable para un auténtico intercambio basado en la atención a lo que dice el otro. No debemos olvidar que en ese mundo 'conectado y compartido', cada gesto, cada clic, es grabado, archivado y analizado con el fin de anticipar nuestros deseos y nuestras selecciones."

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