Los años de crisis y la falta de una recuperación económica han devuelto el protagonismo al comercio, tal y como se ha puesto de manifiesto en diciembre de 2013 en Bali. Esta isla indonesia ha acogido la firma del primer acuerdo de comercio global de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en su historia, es decir, los 159 Estados miembros lo han aprobado. Pero, ¿por qué tienen tanta importancia el comercio y este tratado?
El comercio ha marcado a lo largo de nuestra historia las relaciones humanas, ha sido causante de guerras y de paz pero, sobre todo, ha impulsado el desarrollo económico y mejorado nuestro bienestar. De esta forma, hace que las sociedades sean más competitivas y creativas, lo que tiene como resultado una mejora de los bienes y servicios a su disposición. Esto conlleva crecimiento económico y creación de empleo. El mejor ejemplo lo encontramos en España, pues en 2013 gracias a la mejora de la balanza comercial por el aumento de exportaciones hemos conseguido no sólo poner fin a la recesión y a la destrucción de empleo, sino lograr los primeros datos positivos en tres años. Es más, el tirón exportador de Alemania también beneficia a nuestra industria, ya que los productores alemanes recurren a los bienes intermedios españoles, es decir, el mercado único europeo funciona y dinamiza nuestra actividad económica facilitando la escalabilidad de las empresas. Por eso es tan importante que desde la Unión garanticemos que sea un mercado único real.
En cuanto al denominado "paquete de Bali" se puede decir que ha sido un inesperado y agradable regalo de Navidad que desbloquea la Ronda de Doha de 2001 cuyo fin es liberalizar el comercio mundial. El acuerdo avanza en tres puntos clave como son la facilitación comercial, el más importante; la agricultura, materia siempre compleja de negociación, y el desarrollo. En el primer punto, se establecen nuevas normas a fin de reducir las trabas burocráticas que se estima puedan estar aplicándose en dos años, suponiendo una reducción de entre el 10 y el 15% en los costes de transporte y previendo un aumento del PIB mundial de entre 400.000 millones y un billón de dólares. Estas reglas tienen un coste reducido de aplicación y beneficia a todos los países, impulsando su crecimiento económico, creando un entorno de negocios estable y atrayendo más inversiones extranjeras directas.
El apartado agrícola ha sido una de las grandes sorpresas, ya que tradicionalmente ha supuesto un gran problema alcanzar acuerdos en esta materia. Sin embargo, esta vez se ha logrado hacerlo y en tres frentes. En primer lugar, se permite a los países en desarrollo acumular alimentos básicos para usarlos en caso de emergencia y financiar programas de alimentos básicos por encima de los niveles que la OMC establece sin ser sancionados, favoreciendo la seguridad alimentaria en estos países. Además, se recoge el compromiso de reducir los diferentes tipos de ayuda a la exportación de productos agrícolas y se refuerza el sistema de consulta. Por último, se ha acordado facilitar las exportaciones de algodón.
Finalmente, en lo relativo a desarrollo, el objetivo es facilitar el acceso de los productos de los países menos desarrollados a los países ricos mediante el sistema de acceso a mercados conocido como duty-free, quota-free, es decir sin tasas ni cuotas. También, para los susodichos países se simplifica el modelo de normas de origen preferenciales y se crea un mecanismo de supervisión para garantizar este trato preferencial a los países menos avanzados.
Bali supone un aliciente al comercio multilateral en el pulso que está echando al comercio bilateral y regional. Sin embargo, no comparto esta óptica defendida por muchos expertos. Desde mi punto de vista, comercio multilateral, bilateral y regional son complementarios. Si bien estos dos últimos están viviendo un auge, plasmado en las negociaciones del Partenariado entre Estados Unidos y la Unión Europea y el Partenariado transpacífico (TTIP y TPP en sus siglas en inglés respectivamente), no hacen más que tratar de impulsar el comercio multilateral que, como ha puesto de manifiesto Bali, debe ser abordado mediante pequeños pasos para permitir a todos los países ir adaptándose a las nuevas condiciones comerciales.
En conclusión, el impulso balinés alumbra el camino de la recuperación, un camino que debe ser recorrido por todos usando los instrumentos que tenemos al alcance para favorecer un comercio justo, equilibrado y beneficioso para todos.
El comercio ha marcado a lo largo de nuestra historia las relaciones humanas, ha sido causante de guerras y de paz pero, sobre todo, ha impulsado el desarrollo económico y mejorado nuestro bienestar. De esta forma, hace que las sociedades sean más competitivas y creativas, lo que tiene como resultado una mejora de los bienes y servicios a su disposición. Esto conlleva crecimiento económico y creación de empleo. El mejor ejemplo lo encontramos en España, pues en 2013 gracias a la mejora de la balanza comercial por el aumento de exportaciones hemos conseguido no sólo poner fin a la recesión y a la destrucción de empleo, sino lograr los primeros datos positivos en tres años. Es más, el tirón exportador de Alemania también beneficia a nuestra industria, ya que los productores alemanes recurren a los bienes intermedios españoles, es decir, el mercado único europeo funciona y dinamiza nuestra actividad económica facilitando la escalabilidad de las empresas. Por eso es tan importante que desde la Unión garanticemos que sea un mercado único real.
En cuanto al denominado "paquete de Bali" se puede decir que ha sido un inesperado y agradable regalo de Navidad que desbloquea la Ronda de Doha de 2001 cuyo fin es liberalizar el comercio mundial. El acuerdo avanza en tres puntos clave como son la facilitación comercial, el más importante; la agricultura, materia siempre compleja de negociación, y el desarrollo. En el primer punto, se establecen nuevas normas a fin de reducir las trabas burocráticas que se estima puedan estar aplicándose en dos años, suponiendo una reducción de entre el 10 y el 15% en los costes de transporte y previendo un aumento del PIB mundial de entre 400.000 millones y un billón de dólares. Estas reglas tienen un coste reducido de aplicación y beneficia a todos los países, impulsando su crecimiento económico, creando un entorno de negocios estable y atrayendo más inversiones extranjeras directas.
El apartado agrícola ha sido una de las grandes sorpresas, ya que tradicionalmente ha supuesto un gran problema alcanzar acuerdos en esta materia. Sin embargo, esta vez se ha logrado hacerlo y en tres frentes. En primer lugar, se permite a los países en desarrollo acumular alimentos básicos para usarlos en caso de emergencia y financiar programas de alimentos básicos por encima de los niveles que la OMC establece sin ser sancionados, favoreciendo la seguridad alimentaria en estos países. Además, se recoge el compromiso de reducir los diferentes tipos de ayuda a la exportación de productos agrícolas y se refuerza el sistema de consulta. Por último, se ha acordado facilitar las exportaciones de algodón.
Finalmente, en lo relativo a desarrollo, el objetivo es facilitar el acceso de los productos de los países menos desarrollados a los países ricos mediante el sistema de acceso a mercados conocido como duty-free, quota-free, es decir sin tasas ni cuotas. También, para los susodichos países se simplifica el modelo de normas de origen preferenciales y se crea un mecanismo de supervisión para garantizar este trato preferencial a los países menos avanzados.
Bali supone un aliciente al comercio multilateral en el pulso que está echando al comercio bilateral y regional. Sin embargo, no comparto esta óptica defendida por muchos expertos. Desde mi punto de vista, comercio multilateral, bilateral y regional son complementarios. Si bien estos dos últimos están viviendo un auge, plasmado en las negociaciones del Partenariado entre Estados Unidos y la Unión Europea y el Partenariado transpacífico (TTIP y TPP en sus siglas en inglés respectivamente), no hacen más que tratar de impulsar el comercio multilateral que, como ha puesto de manifiesto Bali, debe ser abordado mediante pequeños pasos para permitir a todos los países ir adaptándose a las nuevas condiciones comerciales.
En conclusión, el impulso balinés alumbra el camino de la recuperación, un camino que debe ser recorrido por todos usando los instrumentos que tenemos al alcance para favorecer un comercio justo, equilibrado y beneficioso para todos.