Panel de las manos con filtro Gim.|SIGAREP
El proyecto SIGAREP está revolucionando el arte rupestre de la península. Si hace unos meses sus responsables revelaban un buen número de pinturas prehistóricas en toda la meseta castellana, (como publiqué en El Huffington Post), ahora el mismo equipo ha descubierto en la cueva cántabra de El Castillo, una de las más importantes a nivel mundial, que los artistas que pasaron por allí dejaron plasmadas en cantidades cuatro veces superiores las que se conocían. ¿Decoración? ¿Símbolos? ¿Firmas? ¿Mensaje cifrados? Nadie lo sabe con certeza, pero lo que sí se ha confirmado es que el ojo humano ya no es capaz de ver muchas de las figuras que quedaron impresas y que ahora, miles de años después, vuelven a ver la luz.
En el Castillo (Puente Viesgo), que es Patrimonio de la Humanidad desde 2008, se habían identificado unas 150 figuras, pero tiene casi 600, como se han podido identificar gracias a las nuevas tecnologías. Sólo en el espectacular Panel de las Manos, el equipo, del que forma parte el arqueólogo de la UNED Sergio Ripoll, ha logrado aumentar de 33 a 56 las manos pintadas, mientras que las figuras de animales han pasado de 42 a 87 (se conocían nueve bisontes y resulta que se pintaron 23). También han descubierto nuevos ciervos, caballos, uros y caprinos. A todo ello se suman infinidad de signos o ideomorfos de los que se desconoce su significado.
Calco definitivo Panel Manos.|@Sigarep
Para poder ver lo invisible, los investigadores de SIGAREP han utilizado un escáner en tres dimensiones, filtros y algoritmos desarrollados por Vicente Bayarri (de Gim-Geomatics), análisis multiespectrales, gigaimágenes realizadas por el fótógrafo José Latova (de ASF-Imagen) y, por primera vez en el arte rupestre, la metodología hiperespectral, que permite acceder a un espectro lumínico mucho más amplio que el que produce el análisis multiespectral. "Es una revolución. Desde 1911, con el censo del Abate Breuil, no se había realizado una actualización tan completa", asegura Ripoll.
El investigador recuerda que su padre, Eduardo Ripoll, en 1953 (junto con L. López) ya hizo un exhaustivo estudio que permitió localizar y redefinir hasta 250 figuras, pero en los años 60 se adoptó una estrategia de análisis diferente a la que seguían: había que tener en cuenta todos los paneles, con sus grietas o resalte naturales, no solo estudiar las figuras sueltas. Al final, el trabajo de E. Ripoll quedó en una maleta, que su hijo reabrió hace solo unos meses. Inició entonces, 60 años después, un trabajo ingente de organización. "Separar y ordenar los documentos mecanografiados y escritos con su minúscula letra, los calcos, las numerosas diapositivas y copias en blanco y negro e identificar lo que en ellas se veía me llevó meses, pero al final conseguí descifrar los documentos".
Calco completo definitivo con capas aclarado.|@SIGAREP
Paralelamente visitó El Castillo con Bayarri, que tenía un proyecto de investigación junto a Roberto Ontañon. Enseguida detectaron que había muchas más pinturas de las que había visto su padre. Con permiso del Gobierno de Cantabria, iniciaron entonces una investigación que ha dado lugar a un nuevo censo, un siglo después del de Breuil. "Un belga estuvo 12 años estudiando la cueva y ha hecho un estudio cuyas conclusiones no se conocen. Nosotros tenemos intención de publicarlo en breve en una revista científica de prestigio", asegura Ripoll
Y no es para menos. Además de aumentar espectacularmente el número de pinturas, han descubierto que las manos se hicieron en dos fases diferentes, en dos momentos (pues el tipo de ocre es diferente), pero sin embargo parecen ser de la misma persona. También han averiguado que de las 56 del panel, 51 son de hombre. "Para ello hemos utilizado el índice de Manning, quien descubrió que hombres y mujeres tienen los dedos de diferentes proporciones entre sí", explica Ripoll. Y han comprobado que muchas pinturas fueron retocadas varias veces y que hay manos en las que falta algún dedo.
Respecto a su cronología, contrariamente al artículo publicado en 2012 que envejecía algunas de las pinturas hasta los 40.800 años, Ripoll mantiene que tienen unos 30.000 como mucho. "No me creo las fechas publicadas, y no soy el único. Tenemos muchas dataciones que nos dicen que son más recientes", asegura.
Por ahora, el equipo SIGAREP sigue trabajando en la interpretación de todo este material. "Cuando nos enfrentamos al estudio de un cavernamiento, concretar las distintas etapas del proceso decorativo es una de las tareas más complejas que debemos afrontar. Para ello contamos con diversos métodos pero todos pasan por un conocimiento exhaustivo o por lo menos lo más completo de los motivos, pintados o incisos, de las superficies rocosas", afirma.
Sergio Ripoll y José Latova, en una cueva segoviana (Matabuena). |@ROSA M. TRISTÁN
Este post fue inicialmente publicado en el blog de la autora