Que se sepa, no se conoce otro caso en España como el de quien fuera consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid y hombre fuerte de Esperanza Aguirre, entonces presidenta de ese Gobierno con aspiraciones de lideresa del Partido Popular. Hace algo más de seis años, Francisco Granados inauguró por razones de su cargo la cárcel de Estremera, primera prisión que se construía en la comunidad madrileña en la última década y a cuyo edificio e instalaciones se le dedicaron todo tipo de elogios, en consonancia con los cien millones de euros invertidos en la obra.
En palabras del entonces ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, el centro penitenciario reunía las mejores condiciones, tanto por su seguridad como por las posibilidades que ofrecía a los reclusos para su inserción social. Esto último es probablemente lo que más esté valorando Granados ahora que ocupa una litera en una de las más de mil celdas de las que consta la cárcel, después de que el juez Eloy Velasco decretase su reclusión incondicional como cabecilla de la trama Púnica, por posibles delitos de blanqueo de capitales, organización criminal, tráfico de influencias, cohecho, malversación de fondos públicos, prevaricación y fraude.
Claro que también contará entre las expectativas de quien fuera el hombre fuerte de Aguirre la posibilidad de dar voz a lo que él mismo llama el pecado original -según cuentan quienes conocen a fondo su habitual facundia- y que no es otra cosa que la arribada de doña Esperanza a la presidencia de la Comunidad de Madrid tras el llamado "tamayazo", cuando dos diputados tránsfugas del PSOE truncaron la posibilidad de que Rafael Simancas fuera presidente de la comunidad en 2003 y llevaron a nuevas elecciones que Aguirre ganó con mayoría absoluta. De algunos miembros de esos Gobiernos derivaría tanto parte de la trama Gürtel, como la trama Púnica, con Granados ahora supuestamente al frente de esta última.
Es sabido el dicho que afirma que la escuelas que no se construyan serán cárceles en el futuro, dada la importancia de la educación en la prevención del delito. Pero en el caso de Francisco Granados, más vale aquel otro en que unos políticos se preguntan si es mejor edificar centros penitenciarios o escuelas, a lo que uno de ellos responde que es más conveniente lo primero, pues a los colegios nunca regresarían, en tanto que en las cárceles sí cabía la posibilidad de ingresar. Es lo que le ha ocurrido al nuevo recluso de la prisión de Estremera y lo que les debería ocurrir a los que, como él, han hecho de la política un negocio delictivo. De los 1900 imputados en casos de corrupción en España solo hay 170 condenados y son muy contados los que están entre rejas (30).
PS.- Leo en la web Espía en el Congreso que el dirigente de Podemos, Miguel Urbán, anunció durante la presentación de este movimiento ciudadano en la localidad de Majadahonda (Madrid), que un grupo de ocho militantes del Partido Popular (PP) de Valdemoro se acababa de afiliar a su formación, encabezados por una prima de Francisco Granados, el ex alcalde de esa localidad, además de ex consejero y ex número 2 del PP en Madrid. Llama la atención una reacción tan repentina, una vez ingresado Granados en la prisión que inauguró, entre quienes tan cerca debieron estar de él en los inicios de su trayectoria política.
En palabras del entonces ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, el centro penitenciario reunía las mejores condiciones, tanto por su seguridad como por las posibilidades que ofrecía a los reclusos para su inserción social. Esto último es probablemente lo que más esté valorando Granados ahora que ocupa una litera en una de las más de mil celdas de las que consta la cárcel, después de que el juez Eloy Velasco decretase su reclusión incondicional como cabecilla de la trama Púnica, por posibles delitos de blanqueo de capitales, organización criminal, tráfico de influencias, cohecho, malversación de fondos públicos, prevaricación y fraude.
Claro que también contará entre las expectativas de quien fuera el hombre fuerte de Aguirre la posibilidad de dar voz a lo que él mismo llama el pecado original -según cuentan quienes conocen a fondo su habitual facundia- y que no es otra cosa que la arribada de doña Esperanza a la presidencia de la Comunidad de Madrid tras el llamado "tamayazo", cuando dos diputados tránsfugas del PSOE truncaron la posibilidad de que Rafael Simancas fuera presidente de la comunidad en 2003 y llevaron a nuevas elecciones que Aguirre ganó con mayoría absoluta. De algunos miembros de esos Gobiernos derivaría tanto parte de la trama Gürtel, como la trama Púnica, con Granados ahora supuestamente al frente de esta última.
Es sabido el dicho que afirma que la escuelas que no se construyan serán cárceles en el futuro, dada la importancia de la educación en la prevención del delito. Pero en el caso de Francisco Granados, más vale aquel otro en que unos políticos se preguntan si es mejor edificar centros penitenciarios o escuelas, a lo que uno de ellos responde que es más conveniente lo primero, pues a los colegios nunca regresarían, en tanto que en las cárceles sí cabía la posibilidad de ingresar. Es lo que le ha ocurrido al nuevo recluso de la prisión de Estremera y lo que les debería ocurrir a los que, como él, han hecho de la política un negocio delictivo. De los 1900 imputados en casos de corrupción en España solo hay 170 condenados y son muy contados los que están entre rejas (30).
PS.- Leo en la web Espía en el Congreso que el dirigente de Podemos, Miguel Urbán, anunció durante la presentación de este movimiento ciudadano en la localidad de Majadahonda (Madrid), que un grupo de ocho militantes del Partido Popular (PP) de Valdemoro se acababa de afiliar a su formación, encabezados por una prima de Francisco Granados, el ex alcalde de esa localidad, además de ex consejero y ex número 2 del PP en Madrid. Llama la atención una reacción tan repentina, una vez ingresado Granados en la prisión que inauguró, entre quienes tan cerca debieron estar de él en los inicios de su trayectoria política.