Sentar a Messi y Neymar en el Calderón fue una decisión arriesgada con un claro mensaje de fondo: el técnico busca lo mejor para el grupo a largo plazo, sin miramientos para nadie.
Después de los dos goles de Messi al Getafe en la ida de la eliminatoria copera y a tres días para el choque de trenes ante el Atleti, todo el mundo tenía claro que el rosarino ya estaba preparado para presentar batalla en Madrid y que su regreso triunfal tendría continuidad para el asalto al Calderón.
Y no solo eso, tras su sanción, una inoportuna gastroenteritis y de un período demasiado largo de inactividad, Neymar también prestaría servicios a Martino para completar la alineación más talentosa en busca del liderato en solitario. El brasileño y el 10 volvían en el mejor momento. La duda recaía en saber qué composición haría el técnico en la delantera y quienes serían los sacrificados para dar entrada a los cracks. Las miradas se dirigían a Pedro, Alexis y Cesc, y de ellos solo podría quedar uno.
Consciente de la importancia del partido, pero a la vez sabedor de las grandes prestaciones ofrecidas por los actores secundarios, Martino habló de "injusticia" cuando se le inquirió sobre las posibles rotaciones en la línea ofensiva. Y no le falta razón al argentino. Pocos se acordaron de Messi y Neymar cuando Pedro y Alexis goleaban de tres en tres a la vez que Fàbregas transmitía una confianza y seguridad desconocida hasta la fecha.
Martino decidió dejar a los cracks en el banquillo del Calderon para sorpresa de muchos en una decisión valiente y consecuente con sus ideas de tener al mejor equipo posible en abril y no antes de tiempo. El Tata premió aquellos que mantuvieron el liderato alienándoles en un partido de altura y dejó claro que el colectivo está por encima del trato individual, por Messi o Neymar que sean.
La valentía y la claridad de ideas en un técnico son dos de las características más apreciadas por una plantilla de primer nivel, capaz de devorar cualquier entrenador dubitativo o que se deje llevar por la presión del entorno o del propio grupo. Ver a Messi y Neymar con el chándal en el banco es algo difícil de asumir, y la naturalidad con la que ambos se mostraron en el calentamiento previo al partido es un signo que el técnico supo tratar con ellos la propia decisión. Cuestión de apreciable coherencia.
El sábado, en el Calderón, Martino caminó sobre el alambre del reconocimiento exquisito y la crítica descarnada, esclavo de un resultado que le habría etiquetado de insensato o valiente según derrota o victoria. El propio empate y la escasa aportación de sus estrellas, a excepción de un par de sacudidas del argentino, concluyen un debate con la sensación que el Tata salió reforzado del choque y consolidado como técnico racional.
Dicen que los jugadores ganan partidos, pero que las plantillas consiguen títulos. Martino demostró que confía en la amplitud de su plantilla y que los va a necesitar a todos para llegar a abril con las puertas de los títulos abiertas.
Después de los dos goles de Messi al Getafe en la ida de la eliminatoria copera y a tres días para el choque de trenes ante el Atleti, todo el mundo tenía claro que el rosarino ya estaba preparado para presentar batalla en Madrid y que su regreso triunfal tendría continuidad para el asalto al Calderón.
Y no solo eso, tras su sanción, una inoportuna gastroenteritis y de un período demasiado largo de inactividad, Neymar también prestaría servicios a Martino para completar la alineación más talentosa en busca del liderato en solitario. El brasileño y el 10 volvían en el mejor momento. La duda recaía en saber qué composición haría el técnico en la delantera y quienes serían los sacrificados para dar entrada a los cracks. Las miradas se dirigían a Pedro, Alexis y Cesc, y de ellos solo podría quedar uno.
Consciente de la importancia del partido, pero a la vez sabedor de las grandes prestaciones ofrecidas por los actores secundarios, Martino habló de "injusticia" cuando se le inquirió sobre las posibles rotaciones en la línea ofensiva. Y no le falta razón al argentino. Pocos se acordaron de Messi y Neymar cuando Pedro y Alexis goleaban de tres en tres a la vez que Fàbregas transmitía una confianza y seguridad desconocida hasta la fecha.
Martino decidió dejar a los cracks en el banquillo del Calderon para sorpresa de muchos en una decisión valiente y consecuente con sus ideas de tener al mejor equipo posible en abril y no antes de tiempo. El Tata premió aquellos que mantuvieron el liderato alienándoles en un partido de altura y dejó claro que el colectivo está por encima del trato individual, por Messi o Neymar que sean.
La valentía y la claridad de ideas en un técnico son dos de las características más apreciadas por una plantilla de primer nivel, capaz de devorar cualquier entrenador dubitativo o que se deje llevar por la presión del entorno o del propio grupo. Ver a Messi y Neymar con el chándal en el banco es algo difícil de asumir, y la naturalidad con la que ambos se mostraron en el calentamiento previo al partido es un signo que el técnico supo tratar con ellos la propia decisión. Cuestión de apreciable coherencia.
El sábado, en el Calderón, Martino caminó sobre el alambre del reconocimiento exquisito y la crítica descarnada, esclavo de un resultado que le habría etiquetado de insensato o valiente según derrota o victoria. El propio empate y la escasa aportación de sus estrellas, a excepción de un par de sacudidas del argentino, concluyen un debate con la sensación que el Tata salió reforzado del choque y consolidado como técnico racional.
Dicen que los jugadores ganan partidos, pero que las plantillas consiguen títulos. Martino demostró que confía en la amplitud de su plantilla y que los va a necesitar a todos para llegar a abril con las puertas de los títulos abiertas.