Una de las mayores cualidades del ser humano es la de ayudar al prójimo. Algunos, de forma admirable, dan la vida por los más necesitados. Otros, la mayoría, intentamos tener pequeños gestos que pueden llegar a marcar la diferencia para muchas personas.
Los europeos utilizamos no más del 20% de la ropa que tenemos en nuestro armario. Sin embargo, cada año compramos más y más hasta llegar a una media de seis kilos de prendas nuevas. Sin duda, es demasiada ropa para almacenar en casa, y sirve de excelente oportunidad para hacer donaciones de ropa usada.
Otra de las cualidades del ser humano es la de enriquecerse. "Making money", como dicen los americanos, es casi un instinto de supervivencia en estos tiempos. Pero ¿y si el negocio fuera la solidaridad?
El negocio de la ropa usada es en sí fantástico: la materia prima, la ropa, no tiene coste, ya que siempre es donada por los ciudadanos. Las campañas de marketing se hacen en los cientos de contenedores, la mayoría ilegales, que hay en las ciudades. ¿Quién no se fideliza con empresas con frases publicitarias tales como "ayuda al tercer mundo", "jóvenes unidos" o "donaciones contra el maltrato de género"? Todos pensamos que con nuestras donaciones estamos ayudando. Pero, ¿a quién estamos ayudando en realidad?
Como en todos los mercados, en el de la ropa usada existen diferentes niveles de empresarios. Los más modestos son personas que utilizan la solidaridad de los ciudadanos para sobrevivir como feriantes en mercadillos de barrio.
En el siguiente nivel, encontramos a entramados de empresas que prestan servicios de recogida de ropa para ayuntamientos por toda España con el pretexto de invertir parte de los beneficios en ayuda a los más desfavorecidos. Pese a que la mayoría pensamos que se tratan de ONGs, estas empresas se hacen de oro destinando poco o nada a la causa principal: ayudar.
En el punto más alto de pirámide empresarial, y como no podía ser de otra forma, nos encontramos con las superpotencias, aquellas que controlan todo. En el caso del negocio de la ropa usada tiene nombre y apellidos. Buscado por el FBI , Amdi Petersen es el gurú de la secta nórdica Tvind. Pese a ser un desconocido para el público, no lo son tantos sus marcas comerciales: Humana. Green world o USagain, presentes en más de 35 países, hacen de la solidaridad una empresa con bienes por valor de más de 860 millones de dólares.
Una vez más, los más desfavorecidos son los más perjudicados. Cada año llegan a Dakar, uno de los puertos más importantes de África, alrededor de 5000 toneladas de ropa usada destinada a beneficencia que es revendida en los mercados locales. El daño es máximo: no solo personas y empresas se enriquecen con el pretexto de ayudar, sino que, con esta práctica, la industria textil autóctona nunca podrá desarrollarse por el intrusismo que estamos generando.
Hay palabras que nunca tendrían que estar juntas: solidaridad y negocio son unas de ellas.
Los europeos utilizamos no más del 20% de la ropa que tenemos en nuestro armario. Sin embargo, cada año compramos más y más hasta llegar a una media de seis kilos de prendas nuevas. Sin duda, es demasiada ropa para almacenar en casa, y sirve de excelente oportunidad para hacer donaciones de ropa usada.
Otra de las cualidades del ser humano es la de enriquecerse. "Making money", como dicen los americanos, es casi un instinto de supervivencia en estos tiempos. Pero ¿y si el negocio fuera la solidaridad?
El negocio de la ropa usada es en sí fantástico: la materia prima, la ropa, no tiene coste, ya que siempre es donada por los ciudadanos. Las campañas de marketing se hacen en los cientos de contenedores, la mayoría ilegales, que hay en las ciudades. ¿Quién no se fideliza con empresas con frases publicitarias tales como "ayuda al tercer mundo", "jóvenes unidos" o "donaciones contra el maltrato de género"? Todos pensamos que con nuestras donaciones estamos ayudando. Pero, ¿a quién estamos ayudando en realidad?
Como en todos los mercados, en el de la ropa usada existen diferentes niveles de empresarios. Los más modestos son personas que utilizan la solidaridad de los ciudadanos para sobrevivir como feriantes en mercadillos de barrio.
En el siguiente nivel, encontramos a entramados de empresas que prestan servicios de recogida de ropa para ayuntamientos por toda España con el pretexto de invertir parte de los beneficios en ayuda a los más desfavorecidos. Pese a que la mayoría pensamos que se tratan de ONGs, estas empresas se hacen de oro destinando poco o nada a la causa principal: ayudar.
En el punto más alto de pirámide empresarial, y como no podía ser de otra forma, nos encontramos con las superpotencias, aquellas que controlan todo. En el caso del negocio de la ropa usada tiene nombre y apellidos. Buscado por el FBI , Amdi Petersen es el gurú de la secta nórdica Tvind. Pese a ser un desconocido para el público, no lo son tantos sus marcas comerciales: Humana. Green world o USagain, presentes en más de 35 países, hacen de la solidaridad una empresa con bienes por valor de más de 860 millones de dólares.
Una vez más, los más desfavorecidos son los más perjudicados. Cada año llegan a Dakar, uno de los puertos más importantes de África, alrededor de 5000 toneladas de ropa usada destinada a beneficencia que es revendida en los mercados locales. El daño es máximo: no solo personas y empresas se enriquecen con el pretexto de ayudar, sino que, con esta práctica, la industria textil autóctona nunca podrá desarrollarse por el intrusismo que estamos generando.
Hay palabras que nunca tendrían que estar juntas: solidaridad y negocio son unas de ellas.