"Considera qué ciudad es esta, a qué aspiras, quién eres. Casi a diario, cuando desciendas al foro, debes reflexionar sobre esto: 'Soy un homo novus, aspiro al consulado, esta es Roma'".
Quinto Tulio Cicerón escribió este consejo a Marco Tulio Cicerón, su hermano mayor, en su Breviario de campaña electoral, editado por Acantilado hace algunos años. Ambos conocían bien el poder de la expresión como arma política. En el siglo I a.c., Quinto dirigió la campaña de Cicerón para hacerse con el consulado, que era la dignidad más alta de la república romana.
Desde entonces ha llovido durante más de dos mil años, y entre unas cosas y otras hemos llegado donde estamos. Trasladado a nuestros días el consejo del pequeño de los Cicerón aparentaría menos solemnidad: cabeza alta, ojos abiertos y pies en el suelo. No olvides de dónde vienes y ten claro dónde vas. Es una forma saludable de caminar por la vida y una manera sensata de pasar por la política.
No sé si Mariano Rajoy es o no aficionado a la lectura más allá de los colores de la prensa deportiva, ni sé si al presidente le conmueven los clásicos, aunque me atrevo a pensar que no demasiado. En cualquier caso, no hará falta esperar otros dos mil años para desempolvar la mayor aportación de Rajoy a la historia de las ideas, porque cabe en una frase: "Al final la vida es resistir y que alguien te ayude".
Esta filosofía que el líder del PP trasladó en un SMS a la mujer de su tesorero poco después de su célebre "Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. Ánimo", resume el liviano transitar de Rajoy por estos tres años de crisis, paro, pobreza y desigualdad que han marcado el segundo advenimiento del PP al poder, del que se cumplen ahora tres años.
En este tiempo, Mariano Rajoy ha economizado energías propias y ha derrochado sufrimiento ajeno. Tres años de Rajoy en La Moncloa son una enorme nada convertida en tres crisis -económica, social e institucional- con tres consecuencias: más desigualdad, menos cohesión y ninguna esperanza.
Se pueden hacer tantas tríadas como queramos sobre este trienio perdido: más paro, menos protección y empleo más precario, por poner un ejemplo lacerante. Basta abrir la ventana, pisar la calle y no sólo mirarla, y preguntar. Si un Cicerón convertido en crononauta se cruzase con nosotros por la acera, es fácil aventurar qué nos diría: "Quousque tandem abutere, Mariano, patientia nostra'. Hasta cuándo abusará de nuestra paciencia. De la paciencia de un país que espera y merece algo más que un presidente con los brazos cruzados.